sábado, 29 de septiembre de 2012

Capítulo 3. 'El Capitolio'.


Finnick apenas durmió esa noche. Por primera vez, la imágenes de sus juegos regresaron a sus sueños, mucho más sangrientas y oscuras que nunca. Todos los tributos que su tridente había atravesado entraron en sus sueños para pincharle la cabeza con miles de armas distintas. Cada muerte que Finnick había vivido se materializó en su cabeza, despertándolo, aterrorizándolo. El muchacho apenas pudo dormir dos horas seguidas.
De este modo, cuando despertó a la mañana siguiente, lo primero en lo que se fijó nada más mirarse en el espejo fueron sus enormes ojeras azuladas. Una mueca atravesó su rostro mientras se las acariciaba. ¿Cómo iba a entrar en el Capitolio Finnick Odair, el hermoso Finnick Odair, ojeroso, con aspecto de preocupación? No podía permitirlo, Finnick tenía una imagen que ofrecer.
Por su bien.
Había soñado con más cosas, además de los Juegos. Había soñado con Snow, moviendo hilos aquí y allá para que las personas más importantes del Capitolio pudieran encontrarse con él. Algunas solo querían hablar, otras simplemente mirarlo… Sin embargo, siempre había alguno que buscaba placer. Y Finnick, obedientemente, debía satisfacerlo.
El muchacho se echó agua fría sobre los ojos, despejándose. Su aspecto era horrible. Apenas se peinó y, tras vestirse con ropa un poco más formal que la que había llevado en la cosecha, salió de su dormitorio.
Justo en ese momento, Radis iba a despertar a los chicos. La mujer sonrió con gracia a Finnick, mostrándole los afilados incisivos, y él se obligó a forzar su sonrisa más convincente. Cuando la extraña mujer desapareció, en busca de los tributos, Finnick se apresuró hacia el comedor para tomar algo antes de llegar, pero se sentía con el estómago revuelto. Al fin y al cabo, los sueños se habían grabado a fuego en su mente.
Se sentó con una taza de chocolate caliente y un par de tostadas en la mesa, esperando, pero él apenas comió. Estaba más pendiente de observar el mantel, inmerso en sus propios pensamientos. ¿Cómo se entrenaba a un tributo? ¿Cómo podía asegurar que uno de ellos ganase? Era algo que no sabía cómo afrontar. Un escalofrío recorrió su cuerpo al imaginar a la pequeña Annie rodeada de sangre, con un tridente clavado en el pecho. ¿Cómo podía devolverlos a casa? Pensó en Mags, que había sido su mentora, que lo había aconsejado, que lo había cuidado como a un hijo, que lo había devuelto a casa vivo. ¿Cómo lo había hecho? Justo cuando trataba de recordar qué métodos utilizaba Mags, los tributos entraron en la habitación.
Annie parecía mucho más ojerosa y pálida que Kit. El muchacho estaba cansado, era notable, pero dispuesto a escuchar todo lo que dijesen a partir de ese momento, dispuesto a observar cada detalle. Annie, por el contrario, parecía aún más diminuta. Sus ojos claros parecían más transparentes aún con el contraste oscuro de las ojeras. Andaba encorvada, como si no quisiera hacer otra cosa que tumbarse en el suelo y dormir.
-      Buenos días – saludó Kit, con una media sonrisa.
Finnick levantó dos dedos a modo de saludo. Cuando ya estuvieron todos sentados en la mesa, Kit empezó a devorar todo lo que tenía a su alcance, mientras Annie daba vueltas y más vueltas al bollo que tenía ante sus ojos.
-      ¿Cómo estáis? – preguntó Finnick entonces, intentando entablar conversación.
Kit tragó lo que fuese que estaba comiendo y sonrió a su mentor.
-      Dispuesto a todo.
-      Esa es la actitud – dijo Finnick, palmeándole el brazo. Acto seguido, se dirigió a Annie -. ¿Y tú, Annie? ¿Cómo estás?
La muchacha abrió mucho los ojos, como si no se esperase que él pudiese hablarla. Finnick intentó sonreírle para darle confianza, pero solo pudo hacer una extraña mueca. Annie movió la cabeza y le miró.
-      Bien – Y, por su tono, Finnick supo que mentía.
Se preguntó qué clase de vida llevaba esa chica en el distrito. Qué amigos tendría. En qué trabajaría su familia. Cómo sería su hogar. Qué cosas le gustaba hacer. No parecía una chica muy sociable, o muy habladora, y parecía evitar mantener el contacto visual con alguien. Finnick no pudo evitar pensar en ese momento en el que había visto sus ojos por primera vez, preguntándose si ese breve momento habría sido un error, si ella no había querido mirarlo.
-      ¿Entonces, qué? – gruñó Kit, limpiándose los restos de chocolate de la boca -. ¿Cómo va a ser?
Finnick alzó las cejas, mirando al muchacho. Parecía decidido y asustado a la vez, confuso.
-      Ahora, simplemente preocúpate por el desfile de esta noche, Kit – aconsejó Finnick, eludiendo el tema -. Ya tendremos tiempo de preocuparnos por la Arena.
-      Pero vosotros tendréis alguna información, ¿no? – prosiguió el chico.
-      No, Kit, eso es secreto. Solo los Vigilantes saben cómo es la Arena.
El muchacho bajó los hombros, decepcionado. De repente, todas las manchas borrosas del paisaje fueron sustituidas por oscuridad, con breves instantes de luz. Acababan de entrar en el túnel que servía de entrada para llegar al Capitolio.
Finnick se levantó y vio, a duras penas, como los dos chicos hacían lo mismo, acercándose a las ventanas. Cuando, por fin, todo recuperó la luz, ya se encontraban en la estación. Finnick observó a los ciudadanos del Capitolio, vestidos con sus extravagantes ropas, con sus modificaciones quirúrgicas en el cuerpo. Observó sus rostros y, por suerte, no reconoció a ninguno de ellos. Kit, a su lado, miraba a todo el mundo con una mezcla de horror y pánico en su rostro. Finnick lo entendía perfectamente, era extraño tener ahí delante a toda esa gente extraña, tan diferente a la gente de los distritos. Sin embargo, Annie trataba de sonreír, pensando que, quizás, alguien podría ayudarla a ganar los juegos. Sinceramente, Finnick lo dudaba. Alguien tan diminuto como ella… Sin embargo, pronto le asaltó una duda: el año anterior, la campeona había sido una chica, del distrito 7, Johanna Mason. Nadie parecía fijarse en ella, y menos con esa actitud de niña retraída. Apenas llegó al seis en las puntuaciones, dejó ver en su entrevista que era endeble… hasta que comenzaron los Juegos. Entonces, se hizo con un hacha y su actitud de pequeña niña inofensiva desapareció. Se convirtió en una letal asesina, acabando con cualquiera lo suficientemente idiota como para ponerse delante de ella. Finnick había tenido oportunidad de conocerla en la Gira de la Victoria, cuando ella pasó por el distrito 4. Se habían llevado bien desde el principio, pero ninguno de ellos mencionó nada sobre los Juegos.
¿Y si Annie estaba tratando de ser como Johanna? ¿Y si estaba ahorrando sus… encantos… para cuando estuviese en la Arena? Al fin y al cabo, la jovencita no parecía gran cosa. ¿Sería tan letal como Johanna o, simplemente, Annie? Finnick intentó imaginarse a la chica mortífera, blandiendo un hacha, pero no fue capaz. Suspiró.
Finalmente, el tren se detuvo, y los tributos se vieron obligados a salir. Todo el mundo en la estación quería tocarlos, pero los guardias no dejaron que nadie se les acercase. Solo Finnick pudo ser fotografiado y tocado por cientos de ciudadanos que solo buscaban haber tenido el placer de tocar al chico del tridente. El muchacho sonrió hasta que le dolieron las mejillas, cogió manos, dio besos, pero, por dentro, sentía que algo se hacía miles y miles de cachitos. Cada muestra de afecto que él daba a alguien desconocido le hacía sentirse peor, como si estuvieran robándole parte de su alma. Finalmente, cuando consiguió salir de la estación, estaba totalmente despeinado, con la ropa arrugada. Radis no paraba de alardear sobre lo mucho que la gente había gritado ante la presencia de Finnick Odair, por primera vez en cuatro años en esa estación, pero el joven vencedor apenas había tenido tiempo para recordarlo. Se desabotonó tres botones de la camisa, para dejar que el aire fresco enfriase su piel, y esperó sentado en el coche, con los ojos cerrados, hasta que Radis le dijo que ya habían llegado al Centro de Preparación.
Finnick sabía lo que le esperaba allí: un par de horas de maquillaje y vestuario, para que el mentor del distrito estuviese lo más adecuadamente posible. Echaría de menos a su antigua estilista, Carrion, una mujer de piel verdosa, con el pelo muy negro y los ojos azules muy grandes, que había tratado que Finnick estuviese lo más bello posible durante todo el período de preparación de los Juegos. Sin embargo, sabía que Carrie, como él la llamaba cariñosamente, aún tenía el trabajo, y que estaría ocupada mejorando la imagen de los tributos, así que sonrió, esperando verla por la noche.
Por el contrario, al entrar en la sala donde tendrían que maquillarlo y vestirlo, encontró a un hombre adulto, algo regordete, con el pelo fucsia y las cejas demasiado largas. Su nombre era Leus, y estaba buscando ascender para poder ser el estilista de algún tributo.
Borró los rasgos de Finnick con una base de maquillaje, pero Leus sabía de sobra que la belleza de Finnick no se podía mejorar más, con lo que quitó la base y simplemente, potenció levemente sus rasgos. Peinó su pelo hasta que consiguió un estilo bastante atractivo, con los mechones cobrizos desperdigados en varias direcciones en torno a su cabeza. Cuando llegó la hora de vestirse, Finnick apenas tuvo un voto de decisión. Leus, hablando por los codos, cogió unos pantalones negros, muy ajustados, y una camiseta verde, como el azul del mar, alegando que contrastaba con los ojos del chico.
Finnick se dejó hacer, sin rechistar, hasta que el trabajo hubo acabado. Dejó a Leus sentado en la habitación, hablando sobre la belleza innata de Finnick, sobre lo poco que había tenido que trabajar con su rostro. Cuando la  voz chillona del estilista dejó de oírse, Finnick se pasó una mano por el pelo, deshaciendo el trabajo de Leus, y se dirigió hacia la calle principal, donde estarían esperando el resto de mentores.

7 comentarios:

  1. Oh me encanta. por favor sigue escribiendo que lo haces genial :)
    si podrias pasarte por mi blog :losjuegosdegale.blogspot.com.es no se si te gustará me lo acabo de hacer y no se manejarlo ni situar los capitulos en su sitio, si me dieras las instrucciones sobre como hacerlo te lo agradeceria mucho
    Gracias:)

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    1. Muchísismas gracias, preciosa :3
      Me pasaré y te dejaré un comentario :) ¡No te preocupes, yo tampoco lo pillaba bien al principio!
      Un beso :)

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  2. Holaaaaa~ Caracolaaaa~ (?) Es tontería decirte a lo que he venido, ¿no? xD Pues eso.
    "...el hermoso Finnick Odair." Oh, qué palabras más hermosas... Aunque no tanto como Finnick .-. xD Espera, espera, espera... ¿Alguien del Capitolio llama a Finnick Odair... sólo para hablar? Uy, si Finnick me visitara a mí, iba a hablar, sí, claro.... Ya... Y no pongo más puntos suspensivos porque hay crisis (?) Una Annie-Johanna, muero de imaginarlo xDDDDD
    ¿Y a qué más venía yo? Ah, sí, ya me acuerdo (?) Te venía a pedir permiso para poner tu fic en la lista de "blogs amigos" de mi blog, así, a parte de alegrarme yo la vista cada vez que lo vea (?), servirá para publicitar un poco tu blog y eso... Y que sería un honor para mí, vamos <3

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    1. Jajajaja Muchas gracias, otra vez, por leerlo :)
      Sí, por supuesto, si quieres :) En serio, muchisísimas gracias <3

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  3. Hola, ¿recuerdas un comentario de hace unos minutos en el capítulo 1? Pues YA ESTOY AQUÍ *rompe la puerta con un hacha estilo Psicosis*
    Y me veo con dificultades de parar de leer, y eso es raro teniendo en cuenta que tengo exámenes y a Christian Grey en la mesilla.

    Oh, sí, cosa: Johanna. Johanna. Espero que salga y le saques partido, es la mejor mujé de la saga para mi gusto :)

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    1. *Retrocede asustada de miedo* ¡Eh, eh, Mason, suelta ese hacha, cálmate! Jajaja No, en serio, gracias por leerme :)
      Saldrá, puedo jurarlo. De hecho tengo varias escenas escritas para ella :)

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  4. Hola

    Estoy completamente enganchada a la historia y te culpo de ello por escribir tan bien. Bueno, este capitulo me ha gustado porque medio has metido a Johanna (Estaría bien que saliese más, SOLO ES UNA SUGERENCIA) Finnick es tan ASDFGHJKLÑ y Annie, yo tampoco me la imagino tipo Johanna, porque Annie es más pequeñita y frágil y Johanna es bruta como ella sola. Bueno, seguiré acosándote, digo leyéndote :)

    Muchos besos

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