sábado, 6 de agosto de 2016

The 100. 'Sana y salva'.




No es nuevo cuando ella se mueve mientras duerme. No es para nada nuevo, y aun así no está acostumbrada a dormir junto a alguien, a compartir noches y sábanas y respiración, incluso cuando sigue echando de menos esas noches durmiendo entre los brazos de Finn allá en el Arca. Finn era un desastre durmiente, siempre en movimiento, siempre destrozando las sábanas, pero es diferente esta vez, porque Clarke no es simplemente un desastre o la encargada de destrozar la cama.

Es ella la que está destruida.

Raven suspira y un mechón de pelo castaño sobrevuela sus ojos. Algunas veces desearía poder dormir sola de nuevo en el silencio de su habitación, solo rodeada por sus pensamientos y sus sueños y su dolor propio. Algunas veces es ella la que busca el cuerpo de Clarke bajo las sábanas, temblando como una hoja porque Finn está muriendo o ella está atada a un árbol recibiendo cortes de los terrestres, o Abby está sesgando la piel de su espalda como si fuese de papel tratando de arreglar algo que ya está roto. Y otras veces, como ésta, ella simplemente no puede dormir porque da miedo dejarse ir al lugar desconocido al que su mente dormida puede llevarla. Así que, aun así, comparte su cama con Clarke, porque hacer frente a la oscuridad es más sencillo cuando hay otra mente asustada haciéndolo también.

Clarke se mueve de nuevo a su lado. Raven gira la cabeza para ver a su amiga, y le da pánico el sudor que cubre la frente y el cuello de Clarke, los ojos apretados y las arrugas sobre ellos según la piel de su ceño se frunce, labios abiertos susurrando cosas que solo ella puede escuchar. Es terrorífico porque Clarke está aterrorizada. Clarke se agita otra vez, un espasmo arrastrándola hacia Raven, y la chica morena desearía poder despertarla, pero Clarke duerme imposiblemente poco, tan poco que los círculos púrpuras alrededor de sus ojos azules (más bien rojos estos días) son ahora constantes. Raven desearía poder despertarla, pero no hace nada, simplemente espera con un nudo atascado en mitad de su garganta.

No te marches’, Clarke solloza en sueños, manos tratando de alcanzar un cuerpo que no existe, un cuerpo que es invisible, un cuerpo que está solo en el interior de su cabeza. ‘No me dejes otra vez’.

Raven debería sujetar sus dedos vacíos.

Raven debería tratar de tranquilizarla.

Raven debería devolverla a la realidad.

Raven debería despertarla y decirle que no es real.

‘Por favor, no te marches, por favor’.

Pero Clarke duerme muy poco, y tiene sueños que se transforman en pesadillas tan pronto se despierta, sueños que  Clarke quiere desesperadamente que sean reales. Así que Raven continúa quieta, con los ojos abiertos y el aliento contenido.

Solo pasan minutos en realidad antes de que Clarke se despierte, sin una palabra ni un movimiento brusco, abriendo ampliamente unos ojos llenos de lágrimas que no puede contener más. Raven alcanza su mano, apretándole los dedos helados bajo las sábanas, y se da cuenta de que Clarke tiembla, pero no dice una sola palabra ni da señales de ello a su amiga. Su pulgar roza la piel del dorso de su mano, y deja a Clarke llorar en silencio con la cara enterrada en la almohada.

‘Lo siento’, dice la chica rubia, tragando con fuerza. ‘No pretendía despertarte’.

‘Ya estaba despierta’, responde Raven, dedicándole una sonrisa cansada. ‘No hay sueños esta noche’.

‘Eres afortunada’.

La sonrisa de Raven se disipa. Ambas han aprendido que los sueños son iguales que las pesadillas en este mundo, tan dolorosos y aterradores como ellas. Porque no es justo la luz que tienen en un mundo tan oscurecido, no es justa la falsa ilusión que crean. La esperanza. Ambas han conocido el dolor de todas las formas posibles, ambas han luchado y continúan luchando, y no es justo que ni siquiera se les permita soñar porque incluso los sueños parecen estar condenados. Condenados a desaparecer, a morir como todo lo demás. Clarke cierra los ojos y un nuevo torrente de lágrimas dibuja surcos en sus mejillas mientras caen. Todo el mundo está roto, todo el mundo es un juguete destrozado, todo el mundo está perdido. La misma Raven es la prueba de ello, nadie es el mismo niño que era cuando aterrizó en la Tierra, pero todos continúan intentando mantenerse enteros.

Bellamy lo intenta, incluso cuando su corazón fue corrompido y le hizo elegir hacer cosas que se llevaron partes de sí mismo. Lo intenta tan duramente que está exhausto, pero de alguna manera continúa manteniendo sus piezas juntas por el bien de su gente. El chico que fue cuando la nave cayó en la superficie se ha convertido en un hombre que ha tomado duras decisiones, algunas correctas y otras no tanto, y ha aprendido de ellas dejando carne y sangre y corazón y alma en el proceso.

Jasper lo intenta, arrastrando la pérdida de Maya hacia lo más profundo de su pecho. Él fue el peor en desmoronarse, y sigue diciendo que es débil, pero ¿cómo demonios puede ser débil cuando sigue vivo después de todo, recuperándose, sobreviviendo? Se enterró en alcohol y pena, pero ahí está ahora, recogiendo sus cenizas abrasadas y reconstruyéndose poco a poco. Y Monty también lo intenta, ayudando a su mejor amigo aunque él mismo no ha tenido tiempo para llorar a su fallecida madre. Monty lo intenta, contando bromas para ver a Jasper sonreír y para mantener a Harper lejos de una oscuridad en la que ya se encuentra; lo intenta rodeado de trabajo y números y cualquier cosa excepto la soledad.

Kane lo intenta, guardando en el fondo de su mente lo que hizo mientras estaba en la Ciudad de la Luz para poder ser el líder que Arkadia quiere y necesita, y Abby lo intenta también poniendo sus manos y su conocimiento al servicio de cualquiera, de la tierra o del espacio, para no pensar en lo que Clarke tuvo que ver o más bien lo que el chip hizo que viera.

Incluso Raven tiene la certeza de que Octavia lo intenta igual, donde quiera que esté, llorando a Lincoln en mitad del bosque o luchando contra los árboles, los fantasmas y los sueños de la misma manera que ella. Donde quiera que esté, Octavia trata de avanzar porque es una superviviente y eso es lo único que necesita. No porque sea la niña que vivió bajo el suelo o la chica que era terrestre incluso antes de pisar la Tierra, sino porque es Octavia Blake y sobrevivir es lo que siempre ha hecho.

También Raven lo intenta. Algunas veces despierta en mitad de la noche con una mano sobre su corazón, sufriendo por Finn y una muerte que llegó como un huracán, demasiado pronto y demasiado abrupta. Otras su mano descansa sobre su cadera, y es irreal que pudiese andar adecuadamente antes, que pudiese correr por los pasillos y perderse en el inmenso espacio. Y otras veces, roza las cicatrices aún rosadas de sus antebrazos y recuerda cómo fue perderse a sí misma, no tener control de su cuerpo o su mente, y lo peor es que lo recuerda todo. Encerrada en su pequeño cuerpo propio como si hubiese sido una jaula. Y Raven intenta, intenta con fuerza que no ocurra de nuevo, que el mundo no tome los mandos de sí misma. Lo intenta y continúa moviéndose como puede.

Pero Clarke, Clarke lo ha estado intentando desde el día uno, porque ella ya estaba rota y perdida cuando aterrizó. Tenía grietas bajo la piel desde el día que vio cómo flotaban a su padre en la extensa oscuridad del espacio, y esas grietas no han hecho más que crecer. Y aun así, ella lo intentaba; Clarke se mantenía entera porque su gente la necesitaba: los cien la necesitaban, y el Arca la necesitaba, e incluso los terrestres lo hacían. Así que no se permitió desmoronarse y sus piezas persistieron juntas. Pero las grietas se convirtieron en simas cuando la sangre le cubrió las manos. Sangre de la gente del cielo, de los terrestres, de los hombres de la montaña. Todo el mundo la culpó cuando se marchó, pero nadie entendió por qué lo hizo, nadie quiso ver que su heroína era un conjunto de carne andante obligada a permanecer junta. E incluso cuando ella trataba de desaparecer, regresó para salvar el mundo de nuevo, perdiendo su libertad, sus esperanzas, sus sueños, pedazos de sí misma en el camino.

Clarke lo ha estado intentando desde antes del día uno, y Raven no puede hacer nada más que admirar su fuerza, pero Clarke vive ahora como si ni siquiera se esforzase en intentarlo más. Todo el mundo quedó destrozado cuando la Ciudad de la Luz desapareció, pero cuando Clarke habló acerca de lo que ALIE le había contado, acerca de la radiación y la destrucción del mundo tal y como lo conocen, no hubo tiempo para la pena o el arrepentimiento. Cada científico, cada ingeniero, cada individuo se había enfrascado en encontrar un plan para sobrevivir, respuestas para preguntas desconocidas, medidas desesperadas para lo que parece la guerra definitiva. Incluso la mayoría de los terrestres han creído la historia de Clarke y han reemplazado la necesidad de un nuevo Comandante por una enorme participación en la moción. Los heridos han sido cuidados mientras todos están ocupados, manteniendo sus mentes enfocadas en la meta de salvar el mundo en lugar de pensar en cómo se las robaron.

Todo es un destrozo, todo va cuesta abajo, todo está condenado, pero todo el mundo lo está intentando.

Y Clarke ayuda durante el día, rostro serio y cuerpo rígido. Dibuja mapas, localizando las centrales nucleares que ya están ardiendo y las que quedan por arder, estudiando con Raven cómo funcionan para encontrar el modo de pararlas o al menos hacer algo que evite la muerte de miles. Ayuda a Abby a curar a los heridos y habla con aquellos afectados por el efecto del chip. Discute con Bellamy sobre planes que ambos saben que son imposibles, y de vez en cuando él cuenta una broma que dibuja sonrisas cansadas en sus rostros. Clarke evita el silencio de Monty mientras éste trabaja, así que está siempre haciendo preguntas, tantas que Raven está segura de que puede construir una bomba por sí misma. Se mantiene ocupada y estable mientras el sol está en el cielo, trabajando más que nadie, y Raven sabe que su amiga quiere salvar a todo el mundo tanto como ellos, pero cuando la noche llega y se desliza bajo las sábanas de su cama, la chica morena puede darse cuenta y sentir en la médula de sus huesos que Clarke realmente no trata de mantenerse entera.

No lo intenta porque no puede.

Raven mira a la chica y las lágrimas están ya secas en sus mejillas, pero Clarke aún está despierta. Levanta una mano para alcanzar un mechón de pelo rubio que cae sobre su frente y lo coloca tras la oreja de su amiga.

‘Todo apesta y el mundo está jodido’, admite Raven, ‘pero al menos estás durmiendo con una mente y un cuerpo bastante sexys, así que tú eres la afortunada’.

Clarke deja escapar una carcajada que suena más a suspiro derrotado, y sus mejillas tiran de los labios hasta formar una sonrisa cansada que es suficiente para Raven. Sin embargo, la sonrisa desaparece tan pronto como emerge, y el pequeño éxito que Raven pensaba que había conseguido se va con ella. Raven observa a la rubia y no puede evitar recordar la cara limpia y los brillantes ojos azules que la recibieron cuando aterrizó. Ni siquiera ha pasado un año, pero la chica parece haber envejecido diez.

Parecía real’, dice Clarke de repente.

Raven se sobresalta y sus ojos regresan hacia los de Clarke. ‘¿Quién?’.

Clarke cierra los ojos y traga con dificultad, y su voz suena vencida cuando habla de nuevo. ‘Tú sabes quién. De entre todos, eres la única que lo sabe’.

Y tiene razón, porque desde el primer susurro, Raven lo sabe.

Parecía real. La toqué y parecía real’, Clarke abre sus ojos de nuevo, húmedos y brillantes. ‘Ojalá no lo hubiese hecho’.

‘¿Por qué no?’, susurra Raven.

‘Para no echarla de menos de esta manera’, solloza Clarke, y su voz se rompe.

Raven extiende un brazo hasta que alcanza la cintura de su amiga, y Clarke se desplaza más cerca para poder reposar la cabeza en su hombro. Realmente Raven no recuerda cuántas veces ha pensado en la última vez que tocó a Finn antes de que éste se entregase, pero lo que sí recuerda es el dolor que ese pensamiento solía traer a su mente. Lo sentía debajo de las yemas de sus dedos cada vez que despertaba de un sueño suyo y se negaba a tocar nada más hasta que la sensación se desvanecía. Estaba a punto de volverse loca alrededor de esas mañanas, y eso era algo real. Raven no puede imaginar cómo debe de ser, cómo debe sentirse Clarke. Porque ella primero perdió a Lexa en el mundo real, tocó su cuerpo antes de que se marchase, y vivió con eso dentro durante semanas de la misma manera que Raven después de lo de Finn. Pero entonces, Clarke la perdió de nuevo en un lugar que no existe, aunque todo y todos en él sí lo hacían. La Ciudad de la Luz no era real, pero ¿fue real lo que ella vivió, lo que tocó, los labios que besó, el rostro que sintió bajo los dedos?

Raven estaría desequilibrada si fuese ella.

‘Parecía real’, repite Clarke, y el corazón de Raven se rompe.

Y ella no lo sabe con certeza, pero habla de todas formas, porque es lo que Clarke necesita escuchar así como lo que su corazón necesita creer.

‘Porque fue real’, dice, y sus dedos recorren la espalda de Clarke de arriba abajo. ‘Su mente era real, la sensación fue real, tú eras real y también lo fue ella’.

Clarke se desvanece entre sus brazos y un nuevo llanto la sacude. Está temblando como la luz de una vela, y todo lo que Raven puede hacer es sostenerla tan cerca y tan fuerte como pueda. Es lo que Clarke necesita, y quizá lo que ella misma necesita, porque cuanto más la presiona contra sí misma, más aliviada se siente.

Raven empleó mucho tiempo en odiar a Lexa. La Comandante ordenó el ataque a la nave, pidió la muerte de Finn, ató a Raven a un árbol y cortó su carne porque pensó (erróneamente pensó) que quería envenenarla; la Comandante traicionó a la gente del cielo para salvar a la suya propia. La Comandante era un objetivo fácil para odiar, así que Raven lo hizo para descargar toda la rabia que tenía dentro. Raven la odió tanto que hasta fantaseaba con matarla ella misma. Pero cuando Clarke se marchó y ella comenzó a buscar un porqué, pensó que ninguno de ellos, ni los terrestres, ni los delincuentes, ni siquiera los hombres de la montaña, eran malos o buenos. Todos eran una cosa o la otra dependiendo a los ojos de quién.

Porque Lexa la torturó ante la amenaza de envenenamiento de la misma manera que ellos torturaron a Lincoln por casi matar a uno de los suyos.

Porque los terrestres reclamaron la muerte de Finn para vengar el asesinato de inocentes de la misma manera que la propia Raven colocó una cuchilla en la mano de Clarke para matar a su líder simplemente por la petición.

Porque Lexa eligió a su gente sobre la gente de Clarke así como Clarke los eligió a ellos sobre la gente de Maya.

Todos eran ambas cosas, todos habían hecho lo que consideraban correcto, y la naturaleza de sus acciones solo dependía de quién fuese la persona que acusaba. Y la rabia y el odio que contenía se desvanecieron.

Raven vio, vio literalmente, las mentes de Clarke y Lexa en la Ciudad de la Luz. No se detuvo a analizarlo hasta que todo hubo acabado, pero la primera noche que Clarke entró en su habitación, temblando y asustada de la oscuridad como una niña, Raven lo supo: Clarke amaba a Lexa y Lexa había amado a Clarke de vuelta, y su amiga estaba absolutamente demolida por tener que decir adiós a esos sentimientos. Por un momento, no le pareció correcto. No odiaba más a Lexa, pero eso no significaba que tuviese que entenderlo. Y realmente no tenía que hacerlo, porque nadie les preguntó a Clarke o a ella misma cómo podían seguir amando a Finn después de lo que él hizo en el poblado, o cómo él podía amarlas a ambas después de las barbaridades que habían hecho antes. Nadie los había cuestionado, por lo que ella tampoco podía hacerlo con Clarke.

Raven aprieta a su amiga más cerca y Clarke suspira sobre su hombro, dejando caer una bocanada de aire trémulo y cálido.

Lo siento, te estoy manteniendo despierta’, comienza Clarke, separándose del cuerpo de Raven. ‘Deberías…’.

Para’, interrumpe ésta, sacudiendo la cabeza sobre la almohada. ‘Haz lo que necesites. Me elegiste primero, ¿verdad?’.

Clarke sonríe, una sonrisa temblorosa y real que parece irreal e incómoda en su rostro. Clarke sonríe mostrando los dientes y las lágrimas caen mientras curva los dedos sobre la muñeca de Raven.

Ella habla. Habla sobre su padre, y Raven piensa que es el mejor padre del mundo mientras Clarke recuerda la forma en la que se enfrascaba en sus trabajos, en sus ingenierías, de la misma forma que ella hace. A Raven le encanta escucharla, y puede entender perfectamente por qué Abby se enamoró de él. Atracción ingeniera, declara, y Clarke ríe alto y claro. Entonces habla sobre Wells y sus juegos de ajedrez en tardes perdidas, o aquella vez que él robó material de pintura para que ella le pudiese dibujar la Tierra. El niño a través de las historias de Clarke es tan adorable como Raven imaginaba en un principio, y de verdad desearía haberle conocido. Clarke calla durante unos segundos y cuando habla de nuevo, habla sobre Lexa. Comienza hablando sobre Pauna, un gigantesco gorila que las atacó una vez, siendo esa la primera vez que Clarke vio a Lexa sonreír. Y así Raven se da cuenta de que ese amor no es repentino, sino que viene de mucho antes, porque Clarke recuerda cosas y pequeños detalles que ella misma puede recordar aún sobre Finn.

Como la voz de Lexa rompiéndose cuando admitió que se preocupaba por Clarke, el aire que de repente abandonó sus pulmones y la necesidad que sintió de respirar. Su mano temblorosa sobre el cuello de Clarke, pulgar rozando la línea de su mandíbula, cuando se besaron en la tienda. La esperanza que acogió en su pecho después de eso, deseando que ese ‘aún no’ fuese más corto de lo que ella esperaba que fuese. El dolor cuando Lexa la traicionó, como un cuchillo entre las costillas que continuó ahí cuando se alejó del Campamento Jaha. Cómo se obligó y se convenció para odiar a Lexa en el bosque y cuán sorprendentemente furiosa estaba cuando Roan la presentó en Polis para enfrentarse a ella otra vez.

El corazón latiendo desbocado en su pecho cuando Heda le prometió más de lo que debía, y cómo ese gesto se convirtió para Clarke en el más hermoso y sincero acto de confianza y vulnerabilidad que había visto antes. El miedo cuando Lexa luchó contra Roan, no solo por el riesgo de perder la alianza o la coalición, sino por ella, por su vida, y lo orgullosa y aliviada que se sintió cuando finalmente ganó, viva y sana. Y la ternura y belleza de la chica cuando se presentó en su habitación para darle las gracias esa misma noche. Clarke habla sobre respeto y orgullo, sonrisas escondidas y ojos brillantes, y sobre la tarde que ambas pasaron en silencio en su habitación en Polis, pensando sobre las cosas que ninguna era lo suficientemente valiente o estaba lo suficientemente preparada para decir en voz alta. Cuán débil fue cuando vio a la Comandante de los trece clanes quedarse dormida mientras leía, tan débil que quiso guardar ese rostro en paz sobre un papel.

Y entonces habla sobre el miedo a dejar Polis, aun sabiendo que tenía que hacerlo, aun sabiendo que lo necesitaba, el miedo a decir adiós y mirar a Lexa desde el otro lado de la línea, el miedo a perder la esperanza y andar en sentido contrario. Clarke habla sobre sonrisas tristes y roces tiernos y besos húmedos teñidos con lágrimas saladas.

Y tras eso, Clarke simplemente calla.

Es casi imposible imaginar a la rígida Comandante Lexa de la forma en la que Clarke la describe, pero debe ser real, pues Clarke está temblando y su voz no ha sido nada salvo un susurro durante todo el tiempo. Debe ser real, porque la historia revive los recuerdos que Raven tiene de Finn y cada detalle y momento que compartieron allí arriba en el Arca.

Estoy cansada, Raven’, admite Clarke tras un buen rato. Suena pequeña, como una niña que solo quiere irse a casa después de un largo día de viaje. Raven en sí misma también se pregunta dónde está ese hogar o qué es siquiera. ‘Estoy cansada de sobrevivir, estoy cansada de echar de menos, estoy cansada de perder. Estoy exhausta’.

Los cansados ojos de Raven se mueven desde Clarke hacia la ventana. La luz fuera es un tenue tono azul, un azul de mañana. Un nuevo día para intentar y continuar moviéndose, un jodido nuevo día para sobrevivir y echar de menos y perder. Raven traga con fuerza y el nudo de su garganta se mueve hacia su corazón.

Yo también estoy cansada’. Raven devuelve la mirada hacia Clarke y no ve a la líder que reside en las cabezas de todo el mundo, o a la mujer fuerte y decidida que lucha hasta que no le queda aliento. Lo único que Raven ve es a una niña de dieciocho años tan perdida, rota y asustada que ha sufrido más de lo que debería y que no merecía el peso del mundo sobre sus hombros. ‘Pero lucharemos, porque es lo que siempre hacemos. Seguimos luchando’.

‘¿Merece la pena?’, exhala Clarke, cerrando sus cansados ojos, y las pestañas dibujan sombras sobre la almohada.

‘¿De verdad le estás preguntando eso a la chica cuya pierna funciona igual de bien que la cabeza de Jaha?’.

Clarke suelta una carcajada, clara y ruidosa, real. Después de unos segundos, habla de nuevo. ‘Le pregunto a la chica que puede hacer maravillas de la nada’.

El casi desaparecido orgullo de Raven Reyes brilla en el interior de su caja torácica. ‘Precisamente por eso merece la pena. Si yo puedo ser así de fabulosa con esta increíble pierna inútil, tú también puedes’.

Clarke sonríe, pero sus ojos permanecen cerrados.

Deberíamos dormir’, sugiere, y Raven casi estalla de risa porque en realidad es tan tarde que las luces son ya naranjas y todo el mundo en Arkadia empieza a despertarse.

‘Sí, definitivamente deberíamos dormir ahora’.

Raven cierra los ojos, y los dedos de Clarke encuentran los suyos bajo la almohada y las sábanas, y es increíblemente familiar cómo se entrelazan. Permanecen así durante un rato, y Raven ya empieza a pensar que Clarke está por fin dormida cuando murmura de nuevo. ‘¿Se pasa?’.

‘¿El qué?’.

‘Echarla de menos. Tocarla mientras duermo solo para despertarme y ver que no está’.

Raven respira, el aire entrando y saliendo profundamente de sus pulmones. Piensa en la sensación del cuerpo de Finn en las yemas de sus dedos cuando la bruma del sueño se disipa, en el vacío espacio que le queda en el pecho.

Se alivia’.

Es la única respuesta, la única respuesta sincera que puede darle, pero también es la única que aparentemente Clarke necesita, porque la siente asentir contra la almohada y regresar a los sueños.

Raven únicamente se queda dormida cuando la respiración de Clarke es calmada, estable. Un nuevo día está saliendo en el exterior, con la inminente amenaza de una batalla que seguramente lucharán hasta quedarse sin fuerzas, pero por ahora, en este momento temprano de la mañana, con la luz entrando en la habitación y bañando las paredes con un suave tono amarillo, por ahora todo está tan equilibrado como la lenta respiración de la chica que yace sobre el colchón. Y también solo por ahora, eso es suficiente. Raven únicamente se queda dormida cuando se asegura de estar bien, cuando se asegura de que su amiga está bien.

Únicamente se queda dormida cuando ambas están sanas y salvas.
 

 
 

domingo, 27 de julio de 2014

Skins. 'Roma' (Parte IV).


Siete años más tarde.


Cada vez que echaba la vista atrás, Emily se preguntaba qué hubiese pasado si Naomi nunca hubiera tratado de alejarse tan desesperadamente de ella. Qué hubiese pasado si, después de aquel beso que compartieron en aquella fiesta, hubiesen empezado a salir. Alguna vez se lo había comentado a Naomi, y ella siempre respondía lo mismo. Incluso ese día, cuando la había mirado en la cama del hospital, acariciando sus mejillas frías y blancas como el hielo, Naomi había mantenido su respuesta.
-      Todos los caminos llevan a Roma, Ems.
Y Naomi siempre había sido su Roma. Sin embargo, hacía meses que todo lo que Emily sentía era miedo. Cuando Naomi se fuese, Emily sabía que no sería capaz de salir adelante. En cada momento de su vida, desde que tenía doce años, Naomi Campbell había estado presente. Ya fuesen miradas, un par de palabras, un beso, una caricia. Si todos los caminos habían llevado a Roma, ¿cómo iba a salir Emily de Roma?
Emily removió el café con la cucharilla de plástico que le habían dado. Llevaba semanas enteras alimentándose a base de comida sin sabor y café amargo de hospital, tratando de mantenerse despierta para no perderse ni un segundo del resto de la vida de Naomi. Había visto cómo empeoraba a una velocidad de vértigo, pero Naoms se esforzaba por mantenerse feliz, por hacer feliz a Emily mientras pudiera, y eso se notaba en cada sonrisa cansada que le dedicaba.
-      ¿Ems?
Emily levantó la cabeza del café, con cansancio. Tony Stonem estaba junto a ella, con el jersey arrugado y el pelo revuelto. El hombre estaba serio, con arrugas alrededor de los ojos. Que Tony estuviese a su lado era como tener a Effy. El chico era el mensajero entre ambas, además de ser el que estaba intentando que Effy saliese de la cárcel cuando Naomi… cuando todo acabase. Emily se levantó, rozando el vaso de café con la mano.
-      No, Tony…
-      No, no, tranquila – Tony se sentó junto a ella, pasándose una mano por el pelo.
Emily se sentó de nuevo, dándole un sorbo al café. Odiaba sentirse así, tan asustada, sintiendo cómo su corazón cambiaba su ritmo a cada segundo.
-      ¿Cómo está Eff? – preguntó, mirando los ojos azules de Tony.
El hombre se frotó las muñecas.
-      Ella está bien. Ya sabes cómo es, lo único que le preocupa ahora mismo es Naomi.
Emily tragó saliva, sintiendo el regusto del café en la lengua.
-      ¿Va a poder salir?
Tony clavó la mirada en la mesa, con el semblante tan serio que parecía dibujado e inamovible.
-      En principio, no habría ningún problema.
Emily asintió, bebiendo de nuevo. Para salir de Roma, iba a necesitar a todos sus amigos, a todas las personas que le tenían cariño. Sabía que tendría a Cook*, a Effy cuando saliese de la cárcel, incluso a Tony y a Dominic, un nuevo amigo de Naomi que se había escapado de la mierda de Effy porque ella lo había querido así. Había avisado a su hermana, Katie, que estaba arreglándolo todo para que le concediesen un par de meses en su trabajo por ‘asuntos personales’ para estar con ella. Sin embargo, Emily no podía evitar pensar que todo eso no era suficiente. Que no iba a poder salir adelante, que se iba a quedar estancada en el momento en que la perdiese igual que se había quedado estancada en el momento en que Naomi le dijo que se alejase de ella, siete años atrás.
-      Me voy con ella.
Tony asintió, sacándose el móvil del bolsillo.
-      Estoy aquí, si me necesitas.
Emily cogió el café a medio beber y subió al ascensor, con la mirada clavada en el líquido caliente y marrón. Cuando ya tenía la esperanza de subir sola, únicamente acompañada por el humo del café, una mujer de mediana edad atravesó las puertas un segundo antes de que estas se cerrasen.
-      Hola – saludó la mujer, con la voz ronca.
Emily se fijó en sus manos. Tenía los dedos largos alrededor de un vaso de café semivacío, inquietos y temblorosos. Se recordaba a sí misma, asustada, con el corazón en la boca.
Después de casi dos meses en el hospital, Emily había visto que los familiares de los pacientes contaban sus penas a otros familiares para sentirse apoyados. En ocasiones, era mejor contarle lo que estaba pasando por su cabeza a un completo desconocido.
-      ¿Hermana terminal? – preguntó la mujer, mirándola.
Emily clavó la mirada en la mujer. Tenia los ojos empañados, con ojeras azuladas alrededor de sus ojos, tan profundas que parecían dos agujeros negros en su cara blanca de labios secos.
-      Novia – respondió Emily, en apenas un susurro.
-      Hijo – continuó la mujer, bebiendo con esfuerzo.
-      Lo siento.
La mujer asintió. Emily removió el café, mirando los números cambiar a medida que subían.
-      Buena suerte – musitó la mujer, saliendo en cuanto las puertas se abrieron.
Emily bajó la mirada al suelo. Aquella desconocida no se había burlado de ella. Ese ‘buena suerte’ no quería decir ‘sé que tu novia está terminal y que todo es una mierda, pero ojalá se cure’. Era un ‘buena suerte’ para ella. Era un ‘ojalá salgas adelante’. Era un ‘ojalá tengas la suficiente fuerza para salir a flote’.
La chica salió del ascensor, sintiendo el café enfriarse en su mano. Podría recorrerse el camino con los ojos cerrados, pero llevaba demasiado tiempo sin cerrarlos. Empezaba a preguntarse si, después de que todo acabara, seguiría recorriendo ese camino una y otra vez.
El día que conoció a Naomi habían recorrido uno de los caminos más largos desde el colegio hasta la calle de la familia Fitch. Durante tres años, Emily había caminado por esas calles, una y otra vez, parándose en los mismos lugares sin apenas darse cuenta. ¿Sería igual esa vez?
Emily abrió la puerta. Naomi estaba tumbada en la cama, con un libro en una de sus manos. Tironeaba de los tubos de la cánula con suavidad, enrollándoselos en uno de los dedos de la mano libre. A Emily le parecía un pajarillo, tan delgada que podía adivinar la forma de los huesos bajo la piel. Las clavículas, tan pronunciadas que parecía que iban a perforar la carne y salir al exterior. Los pómulos afilados. Los labios tan delgados que parecían dibujados. Emily forzó una sonrisa y se sentó a su lado.
-      ¿Qué estás leyendo?
Naomi se giró con cansancio, dejando el libro sobre su pecho.
-      Las ventajas de ser marginado – respondió, respirando con dificultad.
Emily soltó una risotada.
-      ‘Marginado’. Qué deprimente.
-      Al contrario – continuó Naomi, levantando una mano casi traslúcida para rascarse la nariz -. Es feliz. Por ahora, al menos.
Emily observó su perfil mientras leía. A pesar de su delgadez y del pelo que había perdido con la quimio, Naomi seguía pareciendo la misma chica a la que había besado siete años antes.
-      Ems – gruñó Naomi, sin apartar la mirada del libro.
-      ¿Hmm?
-      ¿Por qué me estás mirando?
Emily alargó una mano hacia el rostro de la chica, frío y blanco. Pasó un dedo, casi tan raquítico como Naomi, por los labios de su novia, con una tranquilidad y una suavidad infinita.
-      Porque te amo.
Naomi se giró con una sonrisa en los labios bajo la cánula.
-      Lo sé. Yo también te amo.
Emily sentía sus ojos llenarse de lágrimas, pero se había prometido no llorar delante de ella. Sin embargo, ¿cuántos más ‘te amo’ les faltaban? ¿Cuánto más tiempo?
Ojalá pudiese volver a México. A Goa, de nuevo, para revivir el mejor verano de su vida. A aquel día nevado en el que Emily, atraída por su extraño nombre famoso, se había atrevido a hablarla, ignorando a su hermana.
-      ¿Te acuerdas de Nick Winston?
Emily levantó la cabeza para mirarla a los ojos, de un azul tan pálido que no parecían suyos. Emily asintió.
-      Él nunca fue tú, Ems.
Emily sonrió.
-      Obviamente – bufó, apartándose el pelo de la cara -. Él tenía polla.
Naomi hizo un esfuerzo por reír, pero lo único que consiguió fue una profunda tos saliendo desde su garganta, abriéndose paso a arañazos. Emily alargó la mano con rapidez hacia el cubo que siempre tenían debajo de la cama, irguiéndose nerviosa.
-      ¿Naoms?
Naomi hizo ademán de vomitar, inclinándose sobre el cubo, pero lo único que salió de su boca fue un hilo de saliva. La chica se dejó caer sobre la almohada, cerrando los ojos.
-      Lo siento.
Emily dejó el cubo en la mesilla, besando a su novia en la frente sudorosa.
-      Pero ya sabes a lo que me refería, Ems.
Naomi abrió los ojos con dificultad como si sus párpados ejerciesen una fuerza sobrehumana. Cogió la mano de Emily entre sus dedos huesudos y blancos como la cera, con las uñas mordidas y descuidadas.
-      Él… él fue mi escape, ¿sabes? Nunca estaba realmente allí cuando estaba con él.
-      ¿Y dónde estabas, Naomi?
-      Fuera. Donde nevaba. Contigo.
Emily levantó la cabeza. A través del cristal de la ventana distinguía los copos de nieve caer, grandes como el puño de un bebé. Y tuvo una idea. Sabía que lo que estaba pensando estaba prohibido, pero tenía que hacerlo. Por Naomi, por ellas, por recuperar el tiempo que habían perdido evitándose.
-      Vamos.
Fue Emily la que la ayudó a sentarse en la silla de ruedas. Fue ella la que colocó el abrigo sobre sus hombros y la manta alrededor de sus rodillas. Fue Emily la que arrastró ella sola el gotero y la silla por los pasillos del hospital, esquivando médicos que se preguntaban dónde iban aquellas chicas, casi corriendo.
Fue Emily la que le devolvió aquel primer día.
Hacía frío fuera, pero nevaba. Y eso era todo cuanto ambas necesitaban.
Naomi alzó la mirada, dejando que los copos más pequeños cayesen sobre  su rostro. Emily la miró, sonriendo. Sabía que, no importaba cuanto tiempo pasase, esa escena era la más hermosa que había visto en toda su vida.
Naomi abrió los ojos, mirándola desde abajo.
-      ¿Puedes agacharte?
Emily obedeció, colocándose de cuclillas junto a ella. Naomi la miró con un amor reflejado en sus ojos tan intenso que casi dolía y alargó la mano hacia su rostro, pasando las yemas de los dedos por sus párpados.
-      ¿Naoms?
-      Lo siento – dijo, bajando la mirada -. Tenías copos en las pestañas.
Emily cerró los ojos y se inclinó, depositando los labios sobre los de su novia, con la mano puesta en su nuca.
Y sí, volvieron. Volvieron al primer día, a Bristol, a la fiesta de Nick Winston. Volvieron a México, a las fiesta en la que Emily le dijo a Katie que la amaba. Volvieron a aquella primera vez en el lago. Volvieron al cobertizo de Freddie, y a ese ‘te amo tanto que me está matando’. Volvieron a las primeras fotografías. Volvieron al piso que compartían con Effy. A la primera visita a Nueva York. Volvieron a cada momento, a las primeras veces.
Y seguía nevando a su alrededor.