miércoles, 19 de septiembre de 2012

Harry Potter. 'Hasta el final'.

¡Hola, preciosos! Como ya dije, voy a parar con los fics de LJDH (¡Ojo! No quiere decir que no vaya a escribir más, porque, de hecho, tengo algunos pensados). Tengo que decir que este fic no era el que tenía pensado para hoy, pero me siento con la obligación de subirlo para que lo leáis. Así que, aquí os dejo mi primer fic del maravilloso/fantabuloso/increinífico Harry Potter. Sí. La saga que más me ha marcado, tanto a mí como a millones de personas alrededor del mundo, es y será Harry Potter. De hecho, creo que solo hay dos personas a las que no les gusten los libros: los que se conformaron con las películas y los abortos de troll que dicen que es para frikis (matemos a estos últimos). El caso es que, no sé por qué, siempre he imaginado una escena de ellos dos un poco, eh... subidita de tono (? en un escobero. Sí, un escobero, llamadme loca. Así que aquí os la dejo. Espero que os guste <3
PD: Aprovecho para decir que me encantaría que me dejáseis comentarios, sino aquí, en mi Twitter (@DisorientedDuck), porque me interesan vuestras opiniones, peticiones, incluso las quejas para ayudarme a mejorar. ¡Prometo haceros caso, guaposos!


-      Maldito Binns y sus malditas historias de duendes.
Sirius soltó el libro sobre la mesa con un sonoro golpe, despertando a Peter de su ligero sueño. Remus era el único que parecía estudiar golpeándose rítmicamente la nariz con la punta de su pluma. Un prefecto les mandó callar llevándose un dedo a los labios, pero solo Peter se fijó en él y agachó la cabeza, sobrecogido. Sirius bostezó y se levantó de la mesa, colocándose la larga melena de pelo negro.
-      ¿No quieres que Binns te apruebe, Canuto? – replicó Remus, con una mirada severa.
-      Odio la Historia. Y a los duendes. Los metía a todos en el Bosque Prohibido.
-      ¿Qué sentido tiene eso? – rió Remus, frotándose los ojos cansados -. No es tan peligroso como dicen, lo sabemos bien.
-      Cierto – corroboró Sirius, frotándose la barbilla -. Siempre será mejor encerrarlos contigo en la Casa de los Gritos.
Remus Lupin forzó una sonrisa y, en una milésima de segundo, su libro de Pociones se estampó contra la frente del otro muchacho. Peter rió a carcajadas, y pronto también Remus se le unió. Sirius soltó un ladrido y se lanzó sobre Remus, que apenas podía defenderse debido a su descontrolada risa.
-      ¡Basta!
La voz les sobresaltó y consiguió que se separasen de inmediato. Conocían demasiado bien esa voz.
Minerva McGonagall apareció por la puerta de la biblioteca, con su sombrero de pico ligeramente ladeado. Parecía alarmada, aunque sin perder la seriedad que tan característica era de ella.
-      ¿Creen ustedes que este es el comportamiento adecuado para unos alumnos de mi Casa en esta biblioteca?
Los tres amigos se miraron, sin saber muy bien qué decir. Estaban acostumbrados a las reprimendas, pero sabían, por experiencia, que sus contestaciones no siempre ayudaban.
-      Responda, Black.
Sirius se apartó el pelo negro de la cara y miró profundamente a la profesora McGonagall.
-      No, profesora – admitió, poniendo su cara más inocente.
-      Salid de aquí los cuat… ¿dónde está Potter?
Los amigos volvieron a mirarse, pero esta vez fue Remus el que contestó.
-      Él está en la Sala Común, profesora.
-      ¿Está absolutamente seguro de eso, Lupin? – inquirió la profesora, mirándolo por encima de sus gafas.
-      Sí, profes…
Justo en ese momento, el cabello negro de James Potter apareció entre las estanterías. Era un chico alto, de cabello oscuro y siempre revuelto, con los ojos castaños ocultos tras unas gafas que ahora guardaba en el bolsillo de su túnica. Llevaba la corbata desabrochada, colgando a ambos lados de su cuello. Una de las chicas de la biblioteca se giró al mirarlo pasar, y él le dedicó una media sonrisa.
-      Potter – murmuró la profesora McGonagall – Qué sorpresa.
-      Lo mismo puedo decir yo, profesora – sonrió James, pasándose una mano por el pelo.
-      ¿Estaba usted seguro entonces, Lupin?
Remus bajó la cabeza, avergonzado. No estaba acostumbrado a mentir a los profesores, pues siempre eran Sirius y James los que se encargaban de esa tarea.
-      Os quiero a los cuatro fuera de aquí, ya – ordenó la profesora, mirándolos con ojos severos.
Y acto seguido se marchó.
-      ¿Encontraste algo, Cornamenta? – preguntó Sirius, impaciente, mientras salían.
James sonrió, palpándose la barriga con dos golpecitos.
-      Es una suerte lo de esa capa – añadió Remus, moviendo la cabeza -. No me imagino la cara de McGonagall si te llega a ver saliendo de la Sección Prohibida.
-      Sería divertido, Lunático, gracias por sugerirlo.
Todos rieron, imaginándolo. Entonces, minutos después, Sirius miró a James, inquieto.
-      Entonces, ¿qué?
-      Tengo la receta para hacer la poción multijugos, pero es muy complicado – añadió James, frunciendo el ceño.
-      ¿Cuánto nos puede llevar? – inquirió el tímido Peter.
-      Al menos un mes o así. Suerte que eres bueno en pociones, Lunático.
-      ¿Un mes? – chilló Sirius, agarrándose el pelo -. ¿¡Y si no lo conseguimos!? Maldita sea, James, tengo que aprobar ese examen como sea.
-      Lo complicado no es la poción, Canuto – interrumpió Remus, ceñudo -. Lo complicado es conseguir que alguno se transforme en Lily para que Slughorn nos dé el examen.
James soltó un gruñido. Al principio, se había opuesto totalmente, pero, viendo cómo iba a ir su plan de estudio condenado al desastre, priorizando en sus tardes los entrenamientos de Quidditch, sabía que no le quedaba otro remedio. Lo peor sería si Lily se enteraba.
-      Slughorn tiene a Lily en un pedestal. Fijo que se lo da.
-      Eso espero.
James miró el reloj de su muñeca y sonrió. Le quedaban diez minutos para verla. Entre la enorme cantidad de deberes y los entrenamientos, apenas habían tenido tiempo para estar a solas en las últimas dos semanas.
-      Mirad la cara de imbécil que se le ha puesto, al enamorado – soltó Remus, riendo.
-      Qué asco – gruñó Sirius.
James alargó las dos manos y, con la velocidad propia de un buscador, les asestó dos collejas en el cuello. Los chicos rieron.
-      ¿Has quedado con ella? – comentó Remus, frotándose la nuca.
-      Sí, ahora.
-      ¡Ah! – gritó Sirius, llevándose la mano al pecho de una manera teatral -. Ya no me cuentas nada, Potter. Creí que éramos amigos.
-      ¿Amigos tú y yo, chucho? Ni una rata querría ser amiga tuya.
-      Bueno, Pete lo es. ¿Verdad que sí, Colagusano?
Peter sonrió, bajando la cabeza. Sirius soltó una carcajada, satisfecho.
-      Ya ves, Cornamenta. No todo gira en torno a ti.
-      Bueno, ¿y tú? ¿Cuándo pensabas decirme que ibas a enrollarte con Anastacia Finningan en Hogsmeade?
Remus y Peter soltaron una sonora carcajada, coreados por James, que tuvo que sujetarse la capa de invisibilidad y la hoja de papel que llevaba escondidas bajo el jersey para que no se le cayesen.
-      Exceso de cerveza de mantequilla, pedazo de idiota. Además, luego me acordé de que tú ya te habías enrollado con ella y no me apetecía tragarme tus babas.
-      Ya, lo que tú digas, Black.
James sonrió a su amigo.
-      Además, ella sigue pillada por ti, cuernos. Es obvio cómo te mira.
James lo sabía. La había visto muchas veces, pero eso no tenía ningún efecto en él. Anastacia Finningan era guapa, podría decirse que una de las más guapas del curso, pero él solo tenía ojos para una.
-      Me voy – anunció sonriendo.
-      Diviértete – señaló Remus, guiñándole un ojo.
-      Déjala respirar – añadió Peter.
Incluso Sirius, aún enfurruñado, le dedicó unas ‘bonitas’ palabras.
-      Ojalá te ahogue con su lengua, Potter.
James soltó una risotada y le pasó a Remus la capa de invisibilidad y la hoja con la receta. Acto seguido salió corriendo, sacando el mapa del merodeador y las gafas del bolsillo de su túnica.
Séptimo piso.
Subió la Gran Escalera a la velocidad del rayo, sin dejar de ojear el mapa. Estuvo a punto de tropezar varias veces, pero estaba entrenado para no caer. Por algo era buscador de Gryffindor. Cuando, finalmente llegó, estaba exhausto, pero apenas se detuvo unos minutos a descansar. Localizó una puerta, la abrió y se metió dentro.
Era un escobero. Probablemente uno de los más grandes de Hogwarts, pero estaba tan lleno de escobas y cubos que parecía aún más pequeño. Tan solo un poco de luz proveniente de una pequeña ventana iluminaba el cuartito, pero era suficiente como para que James pudiese adivinar formas y colores. Miró el mapa y esperó, quitándose la túnica. Un minuto, tres.
De repente, apareció. Cruzó la esquina y James se acercó a la puerta, sin dejar de mirar el mapa. Tres, dos, uno…
Abrió la puerta y, de un tirón, la metió dentro.
Se quedaron así, apoyados en la madera de la puerta. James hundió la nariz en su pelo rojizo, rodeándola con los brazos. Había deseado tanto ese momento que parecía casi irreal, pero no lo era. Por fin estaban solos.
-      Eres un idiota – susurró Lily, apoyando la frente en su hombro.
James se separó de ella y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja, sin dejar de mirarla a los ojos. Siempre, desde que la conocía verdaderamente, se había sentido atraído por sus ojos. Verdes, como dos esmeraldas incrustadas en el medio de su cara, brillantes. Eran hermosos.
-      Te dije que me gustaban las sorpresas – sonrió James, con las manos descansando en la cintura de la chica.
-      Pensaba que te referías a que te gustaba que otros te las dieran – aclaró ella, enlazando las manos detrás de su cuello.
-      Y darlas, Evans. Y darlas.
Lily sonrió, respirando hondo. Llevaba puesto el jersey y la camisa, pero no había ni rastro de la corbata. James le devolvió la sonrisa, recorriéndole el cuello con los ojos.
-      Bésame, Evans – ordenó, serio.
-      Parece que me estés pidiendo que te deje los deberes, Potter – murmuró, haciendo énfasis en su apellido.
-      Vamos, Lily – rogó él, acercándose a ella -. Quiero que lo hagas.
-      Pues pídemelo bien. Vas a tener que ganártelo.
James sonrió con picardía y se quitó la corbata. Acto seguido, sin dejar de mirarla a los ojos, colocó la corbata en torno a su cintura y la atrajo hacia él, tan cerca que podía sentir como era únicamente ropa lo que separaba sus pieles.
-      Por favor, Lily Evans. ¿Podría usted ser tan amable de besarme?
Lily puso los ojos en blanco y se alzó unos centímetros sobre las puntas de los dedos.
-      Pareces un abuelo, Potter.
-      Me desesperas – bufó James.
Se acercó a ella, colocando la nariz en su cuello.
-      No es tan difícil, James – susurró ella, y su aliento contra la piel del muchacho le hizo estremecerse.
James se separó, agarrando con fuerza la corbata.
-      Bésame, Lily, por favor.
Ella colocó una mano sobre la suya y se acercó más aún a él, más de lo que podían.
-      No puedo negarme si me lo pides así.
Y le besó.
Como cada beso que se habían dado, era dulce. Como morder una cereza y que todo su jugo estallase en sus bocas. Algo similar. Pero, entonces, las manos de James soltaron la corbata y se deslizaron hacia el jersey de la chica, levantándolo. Lily alzó los brazos, mirándolo con las mejillas encendidas, para que él pudiera sacárselo. Cuando se quedaron así, en camisa, con tan solo esa fina capa de tela separándolos, el escobero pareció volverse más pequeño. James la sujetó contra la puerta, besándole el cuello, la mejilla y, finalmente, la boca de nuevo. La sintió sonreír contra su boca y se separó, divertido.
-      ¿Sabes? – murmuró -. Sirius quiere que me asfixies hoy.
No entró en más detalles.
-      Maldita sea, James Charlus Potter. ¿Piensas en Sirius Black cuando estás besándome?
James soltó una carcajada.
-      Lo siento, Evans, estoy enamorado de él. Es así, tendrás que aceptarlo.
Lily le dio un ligero empujón, pero James apenas se apartó de ella.
-      ¿Enamorado de Black? ¿Pretendes que te comparta con un sangre limpia?
James le acarició una mejilla, pasándole suavemente el dedo desde el pómulo hasta la línea de la mandíbula.
-      Permíteme dudar lo de la sangre limpia. Canuto es un chucho, dudo que tenga algo limpio.
Ambos soltaron una carcajada y James aprovechó para recoger del suelo la corbata, que colocó alrededor del cuello de la chica, sujetándola por los extremos.
-      Espera un segundo, Potter – susurró Lily, agarrando la corbata -. ¿De verdad estamos hablando de Sirius ahora?
James tiró suavemente de la corbata, acercando su rostro al suyo.
-      Cierto – añadió -. ¿Para qué hablar?
Y la besó. Sin embargo, hubo un cambio esta vez. Lily agarró mechones de pelo del muchacho, atrayéndolo hacia sí con insistencia, y él soltó la corbata para clavar los dedos en su cintura. Sin querer, levantó su camisa y, de pronto, se encontró tocándole la piel, que ardía. Lily agarró el cuello de su camisa y le obligó a darse la vuelta y ser él el que estuviera apoyado sobre la puerta. La muchacha se apartó de él y sonrió con picardía. James no pudo evitar pensar en lo mucho que le gustaba esa sonrisa.
-      ¿Para qué hablar? – repitió Lily.
James sintió de repente un inmenso calor por cada poro de su piel y se desabrochó la camisa. Lily levantó las cejas, consternada, pero él se limitó a sonreír.
-      ¿Te la vas a quitar? – preguntó Lily.
-      ¿Quieres que me la quite? – susurró él.
-      No.
La respuesta cayó sobre él como una losa, pero se la quitó igualmente y avanzó hacia ella.
-      Hay que usar la psicología inversa contigo, Potter – suspiró ella, retrocediendo.
James estiró una mano para coger el borde de su camisa y lo agarró con fuerza, acercándose a ella.
-      ¿Quieres que te quite la tuya también? – preguntó, apoyando su frente en la de Lily.
-      Preferiría seguir vestida, gracias.
-      ¿Estás usando ahora la psicología inversa?
-      No, Potter. No ahora.
James deslizó una mano por su espalda hasta rozar de nuevo su piel y se juntó hacia ella.
-      Vamos, Lily – susurró en su oreja, acariciando el lóbulo con la nariz -. Bésame ahora.
Lily le dio un empujón y James, tropezó con una escoba, cayendo en el suelo. Se encontraba así, mirándola desde abajo, con el torso desnudo y el pelo revuelto. Ella parecía estar aguantándose la risa.
-      Esto es ridículo – admitió James.
Entonces, Lily se agachó y, cogiéndole el rostro con las manos, le besó. James escondió su mano en el pelo rojizo de la chica y la acercó a él. Nunca había deseado tanto a nadie.
Así, cuando horas después estaban tranquilamente en el suelo, James tumbado con la cabeza en las piernas de Lily, él aún se sentía como su hubiesen estallado un globo en su interior. Su corazón seguía latiendo a mil por hora.
-      Así que… - comenzó Lily, acariciando su pelo – Sirius y tú, ¿no?
-      Dios mío, Evans, no me creo que seas celosa – bromeó él.
-      No lo soy.
Lily sonrió y se inclinó para darle un beso. En ese momento, antes de que pudieran tocarse, la puerta del diminuto escobero se abrió.
-      ¡Por las barbas de Merlín!
James se irguió con rapidez e intentó distinguir quién era la silueta. Por suerte, Lily se lo aclaró antes de que lo viese él con sus propios ojos.
-      Pero parece que tu chucho sí lo es.
Sirius estaba delante de la puerta, con expresión de alarma.
-      ¡Eh, Lunático, Colagusano, venid a ver esto! ¡Parece que lo de la estrangulación ha estado bien!
Las risas de los dos chicos resonaron en el pasillo, y James notó cómo Lily se ponía roja detrás de él. Buscó su mano y la agarró.
-      Maldita sea, Canuto, cierra la puerta.
-      No, si yo os dejo que hagáis lo que queráis… Pero, bueno… no sé… hay colchones viejos en una sala en el cuarto piso, o la Sala de los Menesteres en este mismo piso…
-      Cállate, perro – gruñó James, más divertido que enfadado.
Sirius pasaba su mirada de Lily a James y de James a Lily, una y otra vez, analizando brevemente las escobas tiradas, los cubos volcados y las prendas de ropa extendidas en el suelo.
-      Vamos, Canuto, déjalos en paz – gritó Remus desde el final del pasillo.
-      Habéis mancillado el honor de estas escobas, que sepáis. Qué asco.
Y acto seguido cerró la puerta.
James y Lily estallaron en risas, y no pararon hasta minutos después, cuando James volvió a apoyarse en sus piernas. Se sacó la varita del bolsillo y empezó a hacer aparecer volutas doradas, que volaban en torno a ellos.
-      Más vale que le aclares cómo van las cosas, James – susurró Lily, y se inclinó para bésalo brevemente.
James hizo desaparecer las pequeñas florituras, se metió la varita en el bolsillo y se irguió, dándose la vuelta para quedar justo a la altura de su rostro.
-      Tranquila, Evans. Yo soy todo tuyo.
Se inclinó y le dio un tierno besito en la nariz.
James se levantó, recogiendo y poniéndose la camisa y la corbata. Cogió su túnica y el mapa, que escondió en uno de los bolsillos, y agarró el pomo de la puerta.
-      ¿No te vas a despedir de mí, desagradecido?
James sonrió y se dio la vuelta. Allí estaba Lily Evans, con el pelo pelirrojo despeinado, la camiseta cayéndole por fuera de la falda y las mejillas coloradas por el calor. James se acercó a ella, le arregló con cariño el pelo y le dio un beso en la frente.
-      ¿Hasta cuándo, Evans? – preguntó, mirándola a los ojos.
La chica levantó la mirada y colocó una mano en su mejilla. Ardía.
-      Hasta el final, Potter.
Y salió del escobero, dejando a James sonriendo como un idiota. Quizá Remus y el resto de sus amigos tenían razón. Quizá la pequeña Lily Evans le tenía total e irrevocablemente enamorado. Podría haber sido perfectamente un simple capricho, una chica con la que pasarlo bien, pero no. Porque James Potter, el chico más aclamado de  todo séptimo, el más famoso, incluso disfrutaba de sus silencios. Y eso no podía ser un capricho. Solo quedaba una explicación posible.
Y James, obviamente, no podía saber qué le esperaría en el futuro con ella. No podía saber si seguirían, si se rompería cuando acabase el curso o si quedaría solo una amistad. Las dos últimas opciones eran demasiado dolorosas como para permitirse pensar en ellas. Sin embargo, la primera era como una caricia sanadora. No sabía si sería hasta el final. Solo sabía que sería con ella.

 

4 comentarios:

  1. Que historia tan asdfghjkñlkñkopoimclvk!!!!! En serio me ha encantado eres genial escribiendo! Un beso desde http://onceuponatimelittleredridinghood.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar
  2. Me encanta. Absolutamente perfecta. Enserio. Te sigo en Twitter y me pareces super creativa y divertida. Sigue escribienso, patito.

    Azucaricornio.

    ResponderEliminar