miércoles, 5 de septiembre de 2012

Los Juegos del Hambre. 'Yo. Yo te necesito'.

¡Hola otra vez, bonitos! Bueno, a ver, voy a colgar el último fic de Los Juegos del Hambre (por ahora), porque hay un par de ellos que quiero colgar que no tienen nada que ver... Bueno, al caso. Hoy le voy a dedicar un fic a un personaje especial, carismático, romántico, dulce, tierno, muy jsndjsmdfk... sí, a nuestro panadero preferido. Peeta Mellark es uno de mis personajes favoritos de la trilogía. Es un personaje único. Una de las escenas que más me gustó, aparte de la escena de la cueva (<3), fue la escena de la playa (<<33) Sí, lo sé, es demasiado perfecta. Ese beso fue increíble. Así que he intentado averiguar qué pensaba Peeta en ese momento, siendo como es él. Voy a intentar subir una segunda parte que aún no tengo, pero está pensado. Espero que os guste, como siempre :)
(Ya sé que es un poco corto, pero es que la escena de la playa no me daba para más)


La playa, la Arena. El reloj venido directamente del infierno. Esto está siendo un completo calvario, muriendo gente cada día. Ni siquiera en los Juegos del año pasado lo pasé tan mal. No, peor aún: ni siquiera en los Juegos del año pasado me sentí tan inseguro y tan temeroso de perder a Katniss. Y no solo por la maldición de estos juegos, por las trampas que esconde esta isla. El problema es que ella está obsesionada por salvar mi vida, lo sé, y pretende morir por ello. ¿No se da cuenta que, si ella muere, yo muero también? Mi vida no tendría sentido sin ella.
Estamos sentados en uno junto al otro, vigilando el agua y la selva al mismo tiempo. Intento concentrarme en no perder de vista los árboles, en hacer algo útil, para variar, pero no puedo quitarme de la cabeza sus planes. Haymitch tiene que haber hecho algún trato con ella, al igual que conmigo, por lo que sigue siendo el mismo borracho mentiroso de siempre. Cuando ella apoya su cabeza en mi hombro, no puedo contenerme más.
-      Katniss – susurro, mientras acaricio su pelo -. No tiene sentido seguir fingiendo que no sabemos lo que pretende el otro.
Ella suspira y traga saliva.
-      No sé qué trato habrás hecho con Haymitch, pero deberías saber que a mí también me hizo algunas promesas. Así que, podríamos afirmar – continúo – que mentía a uno de los dos.
Ella levanta la cabeza; supongo que ha entendido que para Haymitch todo sigue siendo una estrategia para ganar los Juegos, otra vez. Katniss vale más viva que muerta, pues es el símbolo de la rebelión, es la chica en llamas, la que encendió en fuego de los rebeldes, tal y como dijo Snow. Yo… ¿quién soy yo? Solo soy el chico amoroso, como decía Cato, el romántico, el débil. No aguantaría unos Juegos sin ella.
-      ¿Por qué me lo cuentas ahora? – pregunta.
Aunque me duela, sé que ella será feliz si sale viva de aquí. Puede que pase un tiempo mal, desorientada y callada, como esos meses que pasó tras la muerte de su padre. Pero su familia estará allí, y Gale también. Y si eso la hace feliz, para mí es suficiente.
-      Porque no quiero que olvides lo distintas que son nuestras circunstancias – contesto, devolviéndole la mirada -. Si mueres y yo vivo, no quedará nada para mí en el Distrito 12. Tú lo eres todo para mí. Nunca volvería a ser feliz.
Veo que abre la boca para protestar. Típico de ella.
-      Para ti es diferente – añado, antes de que me interrumpa -. No digo que no sea duro, pero hay otras personas que harán que tu vida merezca la pena.
Me saco el sinsajo que llevo colgado al cuello y lo abro, mostrándole las fotos de su madre y Prim, y Gale. Quiero que sepa lo que yo necesito para ella. Que, cuando yo muera y ella salga de aquí con vida, ellos estarán ahí para protegerla, para recordarle que no ha sido una pieza en los Juegos. Que, por mucho que el Capitolio quiera acabar con su vida, ella seguirá adelante. Que será feliz con Gale.
-      Tu familia te necesita, Katniss.
Intento convencerla de que tiene que volver a casa, de que tiene que olvidar su estúpido trato con Haymitch. Y creo que lo estoy consiguiendo, porque su muro de excusas para cumplir esa promesa ha caído al ver esas fotos.
Inevitablemente, me acuerdo de mi casa. La panadería, mis hermanos ocupados en sus tareas, mi madre regañándome por el pan mal hecho, mi padre ausente. Nadie se preocupa de que puedo morir en los Juegos. El año pasado, mi madre creía que Katniss viviría, por lo que asumió que ella era más fuerte que yo y, probablemente, que tendría que acostumbrarse a no verme más por casa. Mis hermanos ya lo sabían, aunque no dijesen nada, sabían que mis Juegos iban a ser cortos. Yo también lo pensaba, por lo que no me sorprendió ni me dolió demasiado. Ni la esperanza que mi padre me entregó en ese último abrazo antes de montarme en el tren sirvió para convencerme de que iba a vivir más de dos días dentro de la Arena.  Ellos ya están acostumbrados a vivir sin mi compañía.
-      En realidad, a mí no me necesita nadie – admito.
Y, cuando lo digo en voz alta, no siento dolor ni ira hacia ellos. Todo lo contrario, les entiendo. Los Juegos del Hambre les hicieron fuertes, les convencieron de que yo era prescindible en casa. Sufrirán, está claro, porque soy su hijo pequeño, pero luego volverán a la normalidad.
-      Yo – dice Katniss entonces. La miro sin entender, con el ceño fruncido -. Yo te necesito.
Aprieto la mandíbula, enfadado conmigo mismo. Busco en mi cabeza más razones para convencerla de que yo tengo que morir para sacarla de aquí con vida. Entonces, ella se yergue y me besa.
Continúo pensando formas de hacerla recapacitar, pero noto algo diferente y extraño en ese beso, algo que me hace olvidar todo lo que estoy pensando. Me quedo en blanco. Porque Katniss me ha dado muchos besos, muchos a lo largo de este tiempo. Besos breves, besos casi  imperceptibles por la fiebre o por el frío, besos fingidos delante de una cámara. Pero, como este, solo me dio uno, una noche, en la cueva, mientras llovía. Sin embargo, este beso es mucho mejor, más perfecto. Tengo sed, y ella es el agua que necesito. Tengo que respirar y su boca es el aire. Y el resto del universo puede olvidarse de nosotros, aunque ahora estarán más pegados a las pantallas que nunca. Pero no me importa el Capitolio y su espectáculo. Porque esto que siento ahora es grande, me llena, Katniss jamás me había dado un beso así. Ella lo siente, no lo hace para convencer al público de que me ama. Lo hace porque lo siente, como lo siente. Y ese es el mejor regalo.
La abrazo, la acaricio, la como a besos. No nos cansamos, porque todo el deseo estaba coagulado dentro de nosotros, esperando para estallar. Y ahora que lo ha hecho, ninguno nos sentimos con ganas de decirle que retroceda. Agarro su pelo y la acerco más a mí, contagiándome con su hambre. ¿Dónde estamos? ¿Qué está pasando? ¿Qué ha sido del mundo?
Oh, qué más da. Ella es mía y yo soy suyo. Nos debemos el uno al otro, nos protegemos, nos cuidamos. No hay otra cosa entre nosotros. Y, por primera vez, el deseo es mutuo, nos besamos de verdad, como siempre había querido.
Por primera vez, nos amamos.


3 comentarios:

  1. GOD! Que perfección de capítulo *—* . Me encanta. Y estoy deseando leer la historia de Finnick y Annie. Continúa escribiendo patito :) .

    Azucaricornio.

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  2. BUAAAH! En serio, decir que me ha encantado se queda corto. Gracias por escribir sobre LJDH porque haces que no se pierda la perfecta historia entre Katniss y Peeta. Ojala pudiera estar leyendo infinitamente LJDH.
    No dejes de escribir nunca porque creeme, vales muchisimo Patito (:

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