sábado, 17 de noviembre de 2012

Capítulo 10. 'El secreto de Annie'.

Annie estaba nerviosa. Nerviosa realmente, como nunca lo había estado en su vida. Aunque quizás era más inseguridad que nervios. Annie no podía saberlo. Se limitaba a frotarse las manos, los nudillos, las rodillas. Buscaba la mirada de Kit para tranquilizarse, pero él estaba tan absorto en la pantalla como ella. En una ocasión, sus ojos asustados se toparon con los ojos en calma de Finnick, que sonreían afablemente, dándole ánimo. Pero nada de eso conseguía calmarla.
Los días anteriores habían pasado demasiado rápido para su gusto. Los entrenamientos habían sido lo suficientemente satisfactorios, tanto para Kit como para ella. Ambos habían aprendido cosas nuevas, incluso cosas el uno del otro. Annie estaba segura de que podría matar a alguien con una lanza, siempre y cuando ese alguien estuviese a un metro de distancia. Pero las dificultades habían aparecido cuando llegaron las sesiones privadas con los Vigilantes. Annie había sentido miles de nervios al entrar ahí, después de Kit, sin saber exactamente qué hacer. Se había dirigido al puesto de nudos, se había hecho con unas sogas y había hecho varios nudos como trampas. Los Vigilantes no estaban los suficientemente borrachos, así que le prestaron una atención suficiente. Cuando acabó las trampas, cogió una de las bolas para lanzar peso y las acercó a las trampas, activándolas. Los Vigilantes asintieron satisfechos, y Annie se creció. Cogió un par de cuchillos, rompiendo dos sacos con ellos y atravesando uno de ellos con una lanza. Al final, cuando los Vigilantes le pidieron que se marchara, Annie salió absolutamente tranquila.
Todo lo contrario a cómo estaba ahora. Estaban todos sentados en el salón de su piso, en los grandes sofás azules, esperando las puntuaciones. Y los nervios y la tensión eran los protagonistas.
Tanto Annie como Kit habían salido de la sala de entrenamiento contentos, seguros de que su prueba había sido buena. Pero ya no estaban tan seguros.
-      Vamos, Annie – animó Yaden, al notar el temblor de la chica -. Seguro que consigues buena nota.
-      Lo hicisteis bien – añade Finnick -. Ellos observan bien a los distritos profesionales.
Annie agachó la cabeza. No podría soportar ver decepción en los ojos de Finnick. Sería algo demasiado duro, saber que ella no había cumplido con sus expectativas.
De repente, la pantalla de la televisión se encendió, y Claudius Templesmith apareció en pantalla, solo para presentar el vídeo.
-      Queridos habitantes de Panem – comenzó, con voz chillona – Nuestros tributos se han sometido a las pruebas frente a la meticulosa vista de los Vigilantes, que han evaluado su destreza, sus habilidades, su ingenio. Las notas que ellos saquen en esta prueba son un gran aliciente para que los patrocinadores comiencen a apostar. Así que, sin más dilación, procedamos con las puntuaciones.
El estómago de Annie se subió a su garganta. Sentía los nervios a flor de piel, los poros supurando tensión. ‘Que no sea mala nota, que no sea mala nota’.
A continuación, salió la foto del chico del distrito 1. Alto, fuerte, con enormes brazos y hombros musculosos. De piel morena y penetrantes ojos oscuros. Un diez.
Annie se quedó muda. Un diez. ¿Cómo haría para superar algo tan increíble como un diez? Apenas prestó atención a la chica, que sacó una nota similar, aunque mucho más baja. También el dos, en el que el chico rubio y guapo consiguió un nueve. El distrito 3 pasó sin mucho entusiasmo, una nota un tanto mediocre para ambos. Entonces, llegó el turno del cuatro. La imagen de Kit apareció en pantalla. Annie tenía que admitir que, en esa foto, Kit parecía mucho más fuerte, mucho más invencible de lo que era en realidad. El traje del entrenamiento se apretaba contra los músculos delgados, haciéndolos más grandes de lo que eran. Entonces, la puntuación apareció a su lado.
Un siete.
La sala estalló en aplausos. Un siete era una nota que superaba lo mediocre, pero no llegaba a ser algo extraordinario. Aún así, Finnick sabría trabajar con un siete, o eso era lo que Annie pensaba. Le devolvió la sonrisa a Kit y miró hacia la pantalla.
Annie Cresta. Se vio a sí misma, pequeña, seria, con la piel pálida y el pelo suelto, ondulado a ambos lados de la cara. Annie escondió la cabeza entre mechones de su pelo, pero no pudo evitar captar por el rabillo del ojo cómo Finnick no apartaba la vista de ella. De repente, toda la habitación estalló de nuevo en aplausos. Annie alzó la cabeza y vio un ocho perfectamente definido junto a su cuerpo. ¿Un ocho? No se lo podía creer. Finnick llegó hasta ella y la levantó del sofá para darle un abrazo sincero. Y Annie se dejó caer en él. ¡Un ocho!
-      Quizá les encantasen tus trucos con las sogas – susurró Finnick en su oreja.
Annie sonrió y se separó de él. Era una de las pocas personas a las que Annie podía mirar a los ojos sin sentirse intimidada. Puede que fuese su color, el color verde del mar en calma. La muchacha se dejó abrazar por Yaden, que gritaba acerca del traje que llevaría en la entrevista, y por Carrie, que le dio un abrazo maternal. Tanto Kit como Radis se mostraban recelosos, y, de hecho, el abrazo de Radis fue solo un contacto frío, más aún cuando susurró un ‘enhorabuena’ entre dientes. Annie pudo asegurar que no dejaba de echarle miradas reprobatorias a Finnick, que sonreía a la muchacha. Finalmente, fue Kit el que se acercó a ella, y los dos se quedaron helados.
-      Felicidades – sonrió Kit, tendiéndole la mano.
Annie notaba que era una sonrisa fingida, pero, aun así, le respondió con la misma sonrisa. No hubo otro contacto entre ellos. Antes de salir del comedor, lo único que Annie pudo percibir fue que Finnick Odair la seguía con la mirada, serio esta vez. Y Annie no se sentía incómoda, lo que resultaba extraño.
Esa noche, Annie se quedó despierta hasta la madrugada, sin poder conciliar el sueño. Se acercaban los Juegos, se acercaba la Arena. Había conseguido un ocho, pero, ¿hasta qué punto era bueno eso? Podía significar aliados en el estadio, pero ella se negaba a formar parte de la misma piña que el chico del distrito 1. Podría significar más patrocinadores, lo cual era bueno, pero, ¿servirían de algo si no conseguía salir de la Cornucopia? Podría significar un inmenso odio de los profesionales hacia ella, por haber superado, por ejemplo, a la chica del distrito 2 y haber sacado  la misma nota que la chica del 1. O podría significar… victoria. Annie no podía saberlo. Así que, cuando las sábanas de la cama empezaron a asfixiarla, salió al pasillo.
Su piso tenía, en el salón, una enorme pared llena de cristales que dejaban ver la gran ciudad del Capitolio. Todas y cada una de sus maravillas. Porque el Capitolio era bello, aunque era una belleza letal, porque Annie sabía que todos y cada uno de los habitantes de esa ciudad estaban enviándola a una muerte segura. Y eso la repugnaba.
Annie se sentó junto al ventanal, observando, perdida en sus pensamientos. Quedaba muy poco tiempo. Poco tiempo para estar viva.
-      ¿Annie?
Annie se giró para ver a un Finnick Odair adormilado, con una camiseta gris sin mangas y unos pantalones de pijama oscuros que colgaban de sus caderas de una manera provocativa. Sus pies desnudos estaban pegados al suelo, inmóviles. Igual que él.
-      No podía dormir – se excusó Annie.
-      Tampoco yo – Finnick se acercó a ella -. ¿Puedo sentarme?
La chica asintió. Finnick se sentó a su lado, cruzándose de piernas. Ninguno habló durante unos minutos, hasta que, finalmente, él rompió el silencio.
-      ¿Estás tranquila?
Annie miró al chico. Tenía el pelo cobrizo alborotado, con los mechones desperdigados, y aún así seguía pareciendo recién peinado para una entrevista.
-      Queda tan poco tiempo…
-      Lo sé, Annie – suspiró él -. Lo sé.
Annie se estremeció y se apretó más la fina chaqueta contra su piel.
-      Echas de menos tu casa, ¿verdad? – dijo entonces el chico.
Annie cerró los ojos y se permitió recordar. Su madre, con sus problemas de corazón, tan frágil ante los impulsos fuertes. Recordó cómo se había desmayado el día de la cosecha y se estremeció de miedo. Y se permitió pensar en su playa. En la seguridad de las cuevas, metidas dentro de los acantilados. En la espuma del mar, en el color verde del agua… Tan verde como los ojos de Finnick.
-      ¿La echas de menos tú? – contraatacó ella.
-      No queda mucho que echar de menos, en realidad – admitió él, con un suspiro -. Mi padre murió hace un par de años. Apenas piso mi casa. Estoy todo el día aquí. Y, aún así, el distrito 4 no ha dejado de ser mi hogar.
Annie volvió a acordarse de su madre enferma y su playa. Ese era su verdadero hogar. O, al menos, el lugar que ella sentía solo suyo.
-      También para mí lo es – susurró Annie -. Las playas… mi playa.
-      ¿Tu playa?
Finnick levantó las cejas, inquisitivo. Annie se quedó muda. ¿Por qué había dicho eso? ¡Nadie debía saber sobre su playa! ¡Era suya! ¡Solamente suya!
-      Olvídalo.
Pero, de repente, una sugerencia, una duda, incluso un temor, asaltó a su cabeza. Ella siempre había querido ser enterrada en su playa cuando falleciera. Si ella moría en la Arena sin decirle nada a nadie sobre ese detalle… ¿Dónde sería enterrada? ¿En el cementerio del distrito, allí donde todos iban a parar, tan lejos de su hogar? Entonces, algo le dijo que tenía que decírselo a alguien. Y ese alguien era Finnick Odair.
-      Hay una… playita – comenzó ella -. Justo detrás de la Aldea de los Vencedores. La entrada es una pequeña cueva. Tienes que andar hacia abajo unos minutos, pero esa playa… es mi hogar.
Annie intentó que esas palabras transmitieran algo como ‘es solo mía’, y lo consiguió, porque Finnick levantó las manos en señal de disculpa.
-      Entiendo… - murmuró él -. ¿Y nadie sabe de ella?
-      Sí, saben que existe, pero no saben cómo entrar. Por eso es especial. Porque solo yo sé cómo estar ahí.
 Finnick se rascó la nuca con el pulgar, mirándola con el ceño fruncido.
-      ¿Me llevarás algún día?
Annie sintió pánico al principio ante esa proposición. ¿Llevar a alguien más a su playa? ¡Era solo suya! Pero, entonces descubrió la promesa implícita que esa pregunta tenía: Finnick estaba asegurando que ella iba a volver a casa. Finnick iba a devolverla a su playa.
Annie, sorprendida de nuevo, negó con la cabeza.
-      No creo que vaya a volver a verla, Finnick.
-      Te prometí que os iba a ayudar a ganar – bufó él.
-      No puedes sacar a los dos – negó Annie, de nuevo.
-      Pero puedo conseguir que el distrito 4 tenga, al menos, un vencedor. Y lo tendrá, Annie. Lo tendrá.
Annie agachó la cabeza. ¿Sería ella quien regresaría de la Arena? Miró a Finnick, que tenía la mirada perdida en la calle, al otro lado del cristal. Que uno regresase, significaría que el otro debía morir.
-      Lo que significará dejar morir al otro – dijo Annie, en voz alta.
-      Perder al otro. No voy a dejaros morir a ninguno de los dos. Procuraré que seáis lo más favorecidos. Procuraré que tengáis patrocinadores. Procuraré que estéis alimentados, calientes si hace frío, sanos y armados. Intentaré manteneros provistos de lo que necesitéis. Y, al final, uno volverá.
-      Solo uno.
-      Sí, solo uno. No puedo hacer más.
Ahora, Finnick parecía enfadado de verdad. Annie sabía que, si Kit vivía, sería porque ella habría muerto en la Arena. Y no quería morir, obviamente. Pero le parecía egoísta que, al final, solo uno de los dos pudiera salir. Que, al final, Finnick solo lograse sacar a uno. Y, aunque, en su fuero interno, Annie prefiriese ser ella, empezaba a creer que Finnick iba a ser egoísta e iba a hacer todo lo posible porque ella sobreviviera. Lo que significaría dejar morir a Kit.
-      Me voy a la cama – concluyó Annie, levantándose rápidamente.
Finnick se levantó de un salto y se colocó junto a ella. Era alto, muy alto. Annie se tambaleó y se sujetó a su camiseta. Él se puso tenso.
-      Buenas noches, Annie – dijo, y se separó de ella sin mirarla.
‘Oh, genial’, pensó ella. ‘Ahora mi mentor me odia’.

9 comentarios:

  1. Cada capítulo me gusta más AMO COMO ESCRIBES DE VERDAD. AMO A FINNICK Y A ANNIE Y AMO TU BLOG.
    NUNCA LO DEJES POR FAVOR

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    1. Ay, en serio, no sabes lo bien que me sienta ver estos comentarios. De verdad, muchísimas gracias, jo <3

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  2. Me encanta tu blog! No es fácil encontrar gente que escriba como tú. Espero que escribas el siguiente capítulo pronto. Y por cierto, también me gustó mucho el fic de Lily y James, espero que algún dia escribas más sobre la saga de Harry Potter.
    No dejes nunca de escribir! :)

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    1. Jo, muchísimas gracias <3 Como he dicho antes, realmente no os hacéis una idea de lo que significan estos comentarios para mí. En serio.
      Y sí, tengo pensado escribir varios de Harry Potter, pero es que no tengo tiempo con el instituto y eso, así que me dedico más a escribir estos. Pero en cuanto tenga tiempo, subiré más cosas :)
      Muchísimas gracias otra vez, en serio <3

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  3. Me encanta tu blog, en serio. Es increíble. Sigue escribiendo así! <3

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  4. Me encanta tu blog. Es tan adorable *-*. Adoro todas las historias tuyas que he leido hasta ahora SON FINNICK Y ANNIE <3 . Voy a seguir leyendo la historia. Gracias, patito :) .

    Azucaricornio

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  5. Hola

    OMFG Vale, Finnick se ha enfadado sin razón, estoy segurísima de que Annie lo ha dicho sin mala intención, espero que se disculpe antes de que Annie se vaya a los Juegos, porque si no yo misma lo mataré (Bueno, matarle no porque es FINNICK ODAIR y todo eso xD) Bueno, seguiré leyendo

    Muchos besos

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