sábado, 8 de diciembre de 2012

Capítulo 13. 'Cuida de ella'.

Finnick se relajó en el asiento. No había estado tan mal, de hecho, había sido bastante satisfactoria. Annie había conseguido hacer reír al público, emocionarlo, conquistarlo, al fin y al cabo. Era todo cuanto necesitaba. Y Kit estaba siendo otra cosa. Finnick pudo ver como varias mujeres suspiraban cada vez que utilizaba una de sus miradas. Era más de lo que podía pedir. El público estaba encantado con su distrito.
-      Dime, Kit – decía Caesar -. ¿Cómo lo has hecho para convertirte en esto? Has pasado de ser un niño a un verdadero caballero en unos días.
Kit miró al público, deteniéndose expresamente en las mujeres. Sonrió, haciendo que sus ojos se enfocaran de una manera muy sexy.
-      Digamos que Carrion, mi estilista, tiene mucho que ver. Me ha mejorado bastante. Y Finnick, él me ha moldeado. Ni siquiera yo me reconozco en esto.
El público reía, tímidamente. ‘Vamos, Kit’, pensó Finnick, satisfecho. ‘Vas muy bien’.
-      El punto está en que yo no sabía que podía ser así – continuó el muchacho -. Era como si este Kit estuviese escondido.
-      ¿Y te gusta? – preguntó Caesar.
-      Lo adoro – respondió él, haciendo énfasis en la palabra ‘adoro’.
El resto de la entrevista siguió en el mismo tono. Entonces, Finnick localizó a Annie, sentada entre los tributos. Estaba relajada, pero sus ojos brillaban más de lo que deberían. Entonces, un rayo de luz pasó por su cara el tiempo suficiente para que él pudiese darse cuenta de que tenía las mejillas mojadas.
Estaba llorando.
El pecho de Finnick se encogió. No soportaba verla llorar. Sintió la necesidad de levantarse, ir derecho hacia ella, apartarle las lágrimas de la cara y decirle que todo iba a estar bien, pero claro, nada estaba bien.
El público adoraba a Kit; Finnick pudo notarlo cuando la entrevista se acabó. Se los había metido en el bolsillo. Sin embargo, Finnick no podía pensar en cómo utilizar esa adoración, porque solo podía preocuparse por Annie. Y así pasó el resto de la noche, buscando sus miradas cada vez que ella miraba al público. Suspirando de impotencia cada vez que ella se apartaba las lágrimas de la cara. Cuando el chico del distrito 12, un chico delgado, demacrado, con el pelo de un rubio grisáceo demasiado largo, acabó su entrevista, todos los tributos se levantaron para escuchar el himno. Finnick observó a sus dos tributos, juntos, separados por apenas centímetros el uno del otro. Kit, tan satisfecho y seguro de sí mismo. Annie, tan seria, con las mejillas ya secas. Cuando los tributos salieron del escenario, él corrió a por ellos.
Sin embargo, cuando llegó, se llevó una enorme decepción. Annie no estaba allí, con Yaden, Radis, Carrie y Kit.
-      ¿Dónde está Annie? – preguntó, tragando saliva.
-      Se ha ido a su habitación – respondió Kit, extrañado -. Quería estar sola.
Finnick frunció el ceño. Tenía que hablar con ella, a solas. Pero, primero, debían cenar.
Subieron a su piso, cenaron como todas las noches, aunque la ausencia de Annie era evidente. Sobre todo cuando vieron las entrevistas. Finnick se dio cuenta de detalles en los que antes no había reparado, por ejemplo, en cómo Annie parpadeaba rápidamente para contener las lágrimas cuando Caesar le había hablado de su madre. Cómo se había sentado antes de la entrevista de Kit, cansada, como si le hubiesen tirado toneladas de cemento encima. Cómo se había girado para apartarse las lágrimas y seguir fingiendo frente a la cámara. Sin embargo, nadie en la sala, salvo él, parecía darse cuenta, así que esperó que tampoco lo hubiese hecho la gente del Capitolio.
Cuando se apagó la televisión, Radis dio un abrazo a Kit, deseándole buena suerte, y luego fue a hacer lo mismo con Annie. Mientras tanto, Finnick acompañó a Kit a su habitación.
-      ¿Cómo estás, Kit? – preguntó Finnick, poniéndole un brazo en el hombro.
-      Bien, creo. Tengo ganas y miedo a la vez. Es raro.
-      Lo es – repitió Finnick.
Continuaron callados hasta la puerta del chico. Entonces, antes de que este pudiese entrar, Finnick se detuvo frente a él.
-      Escúchame. Ya sé que es mucho lo que te voy a pedir, Kit, pero tienes que hacerlo.
Kit asintió, pasándose una mano por el pelo.
-      Tenéis que protegeros el uno al otro – soltó Finnick.
-      ¿Cómo, una alianza quieres decir? – respondió Kit, contrariado.
-      Algo así.
-      ¿Por qué?
Finnick suspiró. Sabía que era demasiado lo que le estaba pidiendo. Arriesgar su vida por la de Annie. O incluso formar una alianza con ella para que, al final, tuviesen que separarse, morir por separado. Finnick movió la cabeza. No podía permitirse pensar de ese modo.
-      Sois más fuertes juntos. Solo por un tiempo, Kit. Solo para sobrevivir al primer asalto.
Kit dudó, mirando al vacío. Y Finnick lo entendía. Él jamás se habría aliado con Alysha, pero no era lo mismo. Alysha jamás podría ayudarle, no había comunicación entre ellos, y él detestaba sus llantos. Sin embargo, Kit y Annie, los dos juntos, eran un equipo desde el principio. Se llevaban bien. El Capitolio les adoraba. Se podían compensar el uno al otro.
-      Está bien – susurró Kit, entonces.
Y Finnick sintió el mayor alivio del mundo. Palmeó el cuello del muchacho, deseándole suerte, y se alejó de allí, en busca de Annie.
Cuando llegó a su habitación, llamó varias veces, pero nadie respondía. Así que decidió entrar por su cuenta.
La habitación estaba vacía. El hermoso vestido de ‘princesa del océano’ estaba tirado a los pies de la cama, que estaba deshecha. Finnick se acercó a recoger el vestido, con la suave tela entre sus dedos.
-      ¿Annie? – llamó. Pero no contestó nadie.
Justo en ese momento, la puerta se abrió. Finnick se giró, aún con el vestido en la mano, y vio a Annie, con una bandeja de comida en los brazos. Pero no fue la comida en lo que se fijó.
Annie apenas estaba vestida. Solo llevaba unas braguitas blancas y una camiseta lo suficientemente larga como para taparle la parte baja de la espalda. Ambos se quedaron mudos, mirándose el uno al otro, sonrojados.
-      Esto es vergonzoso – susurró Annie, entrando en la habitación.
La muchacha cerró la puerta de una patada, dejando la bandeja sobre una cómoda. Finnick soltó el vestido sobre la cama, azorado, y se acercó a ella.
-      ¿Cómo estás? – preguntó.
Sin embargo, ella lo esquivó, hasta meterse en el baño. Finnick la siguió, como una sombra.
-      Bien – mintió Annie.
-      No te creo.
-      Tú mismo.
-      Annie…
Entonces, la muchacha se giró, apoyada en el lavabo. Finnick pudo ver su reflejo en el cristal justo detrás de la chica, pero devolvió rápidamente la mirada a Annie. Tenía los ojos llenos de lágrimas, de nuevo.
-      Tengo miedo, Finnick – dijo, en apenas un murmuro.
Sin pensarlo, Finnick atravesó la habitación y estiró los brazos hacia ella, envolviéndola. Enterró la cara en su pelo castaño, lleno de ondulaciones suaves, y Annie se dejó caer en sus brazos.
-      Tengo miedo – repitió ella, agarrando la camisa oscura de Finnick con los dedos.
Él la estrechó más contra su pecho. ¿Qué podía decirle? ¿Que no se preocupase, que él iba a estar ahí para ayudarla? Por supuesto que estaría, pero el estadio no era solo ‘ayuda de fuera’. Finnick no podía entrar ahí para protegerla.
-      Lo sé, Annie – respondió, acunándola -. Sé que tienes miedo.
Dejó que la muchacha llorase en sus brazos largo y tendido. Cualquiera que viese la imagen desde fuera podía pensar que Annie era débil, pero no lo era. Ni mucho menos. Nadie podría llamar débil a una persona que iba a enfrentarse a eso.
-      No soy nada, no voy a conseguir nada – seguía sollozando ella.
-      Eres valiente, Annie – dijo Finnick, acariciándole el pelo.
-      No soy valiente, mírame…
-      Hay muchos tipos de valentía, y hay que ser muy valiente para decir que tienes miedo.
Annie se separó de él, apoyando una mano temblorosa en su pecho. Le miró a los ojos, con una confianza que nadie, absolutamente nadie, había depositado en él antes.
-      Quiero volver a casa.
Finnick le devolvió la misma mirada, incapaz de contestar. Estaba claro que ella conocía sus intenciones de devolverla a su hogar con vida. No hacía falta que se lo aclarase otra vez.
-      Tengo que cuidar de mi madre.
Entonces, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, y Finnick la abrazó de nuevo.
-      Si… si yo no…
-      Calla – ordenó Finnick. Ni él ni ella podían pensar así.
-      Cuida de ella, Finnick. Por favor, cuida de ella.
‘No hará falta’, pensó él. ‘Podrás hacerlo tú’. Y en ese momento, Finnick tuvo muy claro que haría todo lo posible por sacarla del estadio. Viva.
Se quedaron así durante horas, días, años. Los dos abrazados hasta que Annie se calmó. Entonces, Finnick se puso en pie, levantándola, y la llevó a la cama. Cogió la bandeja con comida, en la cual había un caldo que olía demasiado bien, y se lo dio, cucharada a cucharada. En silencio. Cuando ya no había nada de caldo en el cuenco, Annie, apartó la mirada, sonrojada.
-      Esto sigue siendo demasiado vergonzoso – susurró, con la voz ronca.
-      Solo ejerzo de mentor – sonrió el chico -. Con suerte, no tienes a otro con el que compararme.
Annie soltó una pequeña carcajada y le miró.
-      Gracias, Finnick.
El chico se acercó a ella y le colocó las manos a ambos lados de la cara. Ella le miraba fijamente, con seguridad. Él habló entonces.
-      Tienes que aliarte con Kit, Annie.
-      ¿Por qué?
-      Tenéis más posibilidades juntos. Al menos por un tiempo. Hasta que las cosas se pongan difíciles.
Annie tardó bastante menos que Kit en contestar.
-      Vale.
Entonces, Finnick se inclinó y depositó un beso en la frente de la chica. Ella no pareció sorprendida en absoluto. Después de mirarla a los ojos una vez más, Finnick se levantó y se dirigió a la puerta.
-      Me alegro de que seas mi mentor, Finnick – dijo Annie, sobresaltándolo.
Finnick se giró, con una mano en el pomo de la puerta.
-      Te veo en unas semanas, Annie.
Y salió de allí.
Minutos después, cuando entró en su habitación y cerró la puerta a su espalda, se dejó caer en el suelo, derrotado.
Ahora sí que sí. La suerte estaba echada. No había otras opciones. Ganar o morir. Fuese cual fuese el destino de Annie, ya estaba escrito.
Annie tenía que salir viva del estadio. Y, si ella no estaba destinada a eso, Finnick tendría que cambiarlo. Pero tenía miedo de no poder hacerlo.
El muchacho apoyó la cabeza entre las rodillas y, por primera vez en mucho tiempo, lloró. Y, por primera vez en su vida, no lloró por él mismo.

7 comentarios:

  1. Tu forma de escribir es perfecta,sigue así en serio:) ya quiero que llege la arena,y si puede ser tambien cuando muera Finnick y cuando Annie se quede loca,no puede esperar de verdad! Eres una gran escritora y me encantaría escribir como tu y hablar contigo! Gracias por intentar plasmar la historia de Finnick y Annie en serio muchísimas gracias. :D

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    1. La Arena viene en el siguiente tweet, y veré hasta dónde puedo llegar :)
      ¡Muchísimas gracias a ti, por leerme y por comentar! Realmente, no sabes lo increíble que es para mí que la gente me diga estas cosas, así que mil gracias de nuevo <4

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  2. Me encantó, como siempre.

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  3. No me gustan las orejas de Sam Claflin. Dicho esto, procedo a alabar el fic: muy bien lo de saltarte la aburrida cena para dedicar tiempo a que ellos se encuentren y se abracen para siempre.

    "Solo ejerzo de mentor – sonrió el chico -. Con suerte, no tienes a otro con el que compararme."
    Esto hace que parezca escrito realmente para la saga, puesto que en CF él se encarga de que Annie no tenga más mentores impidiendo que vaya a los juegos.

    Y ya.
    Muy bien, Patocuac.

    PD: Recuerda que el día 21 de diciembre tendrá que estar publicado entero, por si acaso, no queremos que llegue el fin del mundo y nos quedemos a medias...

    PD2: No, lo que pasa es que no quiero esperar :D

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    1. Muchas graciiiias, por todo, ña :)
      PD: Intentaré convencer a los mayas para que me den más tiempo para ponerla toda, porque si no... Muahahaha :3

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  4. Hola

    Vale, puedes matarme por no dejarte comentario en el anterior capítulo pero es que no podía con la espera y le di al enlace del siguiente capítulo sin querer (Sin querer, queriendo xD) Bueno, bueno vayamos por partes (como diría Jack el Destripador) Annie y Finnick son superiores a mi, eso primero. Después, Kit me va a caer bien al final (Justo antes de que lo maten Wiiiiii xD) Bueno, sigo leyendo.

    Muchos besos

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