lunes, 31 de diciembre de 2012

Divergente. 'Bienvenida a Osadía'.

¡Hola! Bueno, bueno, antes de nada, ¡feliz Navidad! Espero que estéis pasando las mejores Navidades del mundo. Hoy es 31 de diciembre, y, como os adoro muchito, pues voy a subir la última entrada del año. Esta entrada en especial se la quiero dedicar a @_LaLa_Sa y a @aluapfdez, porque son geniales. Ale, ahí tenéis mi regalo de Navidad para vosotras :)
Bueno, qué decir. Amo a Cuatro, a Tobias Eaton o como quiera llamarse. Es perfecto, y creo que todo el mundo que haya leído Divergente puede decir que digo la verdad. Así que he querido dedicarle el último fic del 2012. Alguna curiosidad... es que he tenido que cambiar los nombres de las facciones, porque yo me lo leí como Intrepidez, Sabiduría... Pero bueno, creo que no más. Aquí os lo dejo.
PD: Os deseo a todos una feliz Nochevieja y un mejor comienzo de Año Nuevo. No os atragantéis con las uvas. Espero que el 2013 nos traiga grandes cosas como, no sé, todas las películas perfectas que se van a estrenar, los libros perfectos que van a sacar y los nuevos discos que van a salir... Y, sobre todo, espero que se hagan grandes nuevos inventos como, no sé, una máquina para sacar personajes de los libros. Ale.
Que eso, preciosos. ¡Feliz 2013! Os quiero <4


Demasiado alto. Siempre demasiado alto.
Alargo el cuello para ver a qué altura me encuentro, pero una conocida sensación asciende por mi estómago. Primero llegará la incomodidad en el estómago. Luego los sudores fríos y después el temblor.
Es siempre el mismo edificio. Estoy en un techo, con los pies colocados al borde y, debajo de ellos, los metros suficientes para asustarme hasta que me fallen las piernas. ‘Voy a caer’.
Intento controlar los latidos de mi corazón respirando tranquilamente, pero no soy capaz. Veo, debajo de mí, el suelo, demasiado lejos, y sé que si caigo, no habrá ninguna red para agarrarme como en el recinto de Osadía. No hay salvación.
‘Vamos, Eaton’.
Es mi simulación, puedo controlarla. Me siento en el borde del edificio, con las manos sobre el techo, agarrado hasta que mis nudillos se ponen blancos. He pasado por esto otras veces, sé que tengo que hacer. Cierro los ojos e inspiro.
Lo primero que percibo es un aroma conocido, como el carbón. Siempre es ese mismo olor, y me ayuda a concentrarme. Inspirar. Carbón. Espirar. Inspirar. Carbón. Espirar. De repente, el olor desaparece y abro los ojos. Debajo de mí, ahora, está el suelo, y yo estoy sobre él.
Oigo el crujido familiar y sé que lo que va a pasar a continuación. Tanto las paredes como el techo comienzan a cerrarse en torno a mí, agobiándome, y el aire se vuelve más pesado. No solo más pesado. Es como líquido. Me ahogo.
La ansiedad empieza a extenderse por mi pecho, asfixiándome. Apoyo las palmas en las paredes a mi alrededor, haciendo fuerza. Tengo que salir de aquí. A pesar de mis esfuerzos, las paredes continúan cerrándose, aprisionándome, hasta que se quedan fijas dejándome muy poco espacio. No puedo respirar. Noto el sudor deslizándose por mi nuca y mis sienes, y la tela de la ropa se pega a mi piel como si tuviese pegamento. Empiezo a temblar y grito.
-      ¡Ayuda! – chillo.
Intento controlarme, pero empiezo a distinguir en las paredes formas que no quiero recordar. Formas que me aterran. Levanto la cabeza, pero ya no veo el techo, sino túnicas grises que me aprisionan. Necesito salir de aquí. Si no, algo malo va a pasarme. Alguien. Empujo una de las paredes, que hace un ligero  clic, pero no se mueve. Cada vez me ahogo más, y se me nubla la vista. Sin embargo, el miedo a que ese alguien me encuentre es aún peor que el miedo a quedarme encerrado y que pueda hacerme daño. Empujo un poco más y comprendo que no podré salir hasta que me relaje. Me concentro en el olor a carbón de nuevo, imaginándomelo. Inspirar, carbón, espirar.
Cada vez es un olor diferente. Carbón. Arena. Sangre, incluso. Ya no sé si me los imagino o realmente existen en mis Paisajes del Miedo. Pero, hoy por hoy, es lo único a lo que puedo agarrarme cuando necesito salir de algo. De repente, las paredes se abren y caigo al suelo, de espaldas, estirándome todo lo que puedo. Aire. Eso es lo que necesitaba.
Sé cuál es mi siguiente miedo, pero no es el que más me aterra. Me levanto y veo a la misma mujer de siempre. No me fijo en su cara, ya no, solo porque sé que no es real. Si tuviese que hacer esto con alguien en la vida real, su rostro se me quedaría muy grabado. Pero ella no es real, no lo es.
Agarro una pistola que se materializa en mi mano de repente y disparo, sin mirar. Ni siquiera me detengo para observar si la mujer ha caído al suelo o no, porque la visión cambia.
Todos los poros de mi piel queman. ¿Terror? Diría que es mucho más que eso. La camiseta se pega aún más a mi piel, ardiendo, como un hierro candente. Entonces lo veo.
Está justo delante de mí, vestido de gris. Ni siquiera tengo valor para mirarlo a la cara, así como está. Solo puedo fijarme en sus manos, en las que lleva un largo cinturón. Lo reconozco, porque fue el mismo durante dieciséis años. No cambió. Era como una especie de ritual.
-      Tobias – susurra, desenrollando el cinturón.
Inclino la cabeza para mirarme los pies. No sé qué hacer, nunca lo he sabido en este miedo. Y el hecho de que haya sido real, de que me haya pasado, hace que me dé más pánico aún.
-      ¿Qué has hecho, Tobias?
Me alejo de él. Es lo único que sé hacer. Huir, siempre huir de él. Por eso estoy en Osadía, donde él no puede alcanzarme. Y, aun así, lo hace, cada vez que estoy en mi Paisaje del Miedo. Y lo hará durante mucho tiempo. Tal vez nunca pueda huir de él.
-      Nada – contesto, dando otro paso atrás.
No me gusta sentirme vulnerable. Dominado. Me irrita y me hace sentirme débil. Él avanza un poco más, haciendo restallar el cinturón en el suelo. Retrocedo. Justo cuando empiezo a pensar que este pasillo es demasiado largo, mis dedos rozan contra una pared y sé que estoy perdido. Ya me ha alcanzado.
-      Es por tu bien, Tobias – dice, pero solo tengo ojos para el cinturón -. Para que aprendas.
El primer latigazo me pilla desprevenido, justo en la muñeca. Duele. Arde. El segundo latigazo me tira al suelo. Lo único que puedo hacer es acurrucarme en el suelo, cubriéndome la cara con los brazos. Aun así, él encuentra huecos para que el cuero del cinturón me alcance la mejilla y me ciegue. ‘Déjame, por favor, déjame’.
No sé el tiempo que estoy así tirado, puede que horas, incluso años. Dolor es todo lo que soy, y jirones de piel ardiente. Siento la sangre golpear bajo cada marca de cinturón que hay en mi cuerpo, y sollozos son lo único que soy capaz de pronunciar. Jamás podré salir de aquí. Entonces, todo para y solo siento el suelo frío bajo mi mejilla, aunque sigo ardiendo.
Intento levantarme con cuidado, pero me siento tan cansado como si hubiese intentado sujetar un edificio desde los cimientos. Me quedo tumbado durante unos minutos hasta que encuentro la fuerza necesaria para sentarme en el suelo, con la cabeza apoyada en la pared.
Siempre es lo mismo. Supongo que es una conducta un poco masoquista, pero no puedo evitarlo. Siempre que entro en mi Paisaje del Miedo, espero haber perdido alguno de los miedos, pero siempre son los mismos desde que estoy en Osadía. Debería alegrarme de que sean solo Cuatro, eso es algo absolutamente fuera de lo normal, pero por alguna razón eso me resulta frustrante. Y no poder superarlos, aún más.
Me miro las muñecas, sabiendo que no encontraré nada en ellas. Ni piel rojiza ni marcas, pero siguen escociendo como si las hubiese sumergido en ácido. ‘Maldita sea, Tobias, levántate’.
Cuando salgo de la habitación, echando un último vistazo, Lauren me está esperando.
-      ¿Se puede saber qué haces, Cuatro? – dice, jugando con uno de los aros de su ceja -. ¿Te recuerdo lo que nos dijo Eric?
-      Pensaba que había gente aquí – admití.
-      Mentiroso.
Pero no me pide explicaciones. Nunca las tengo que dar, porque, por lo general, la gente me respeta. Es curioso, porque no dejo de ser un transferido de Abnegación, pero incluso los mayores suelen respetarme. Creo que mis miedos tienen que ver bastante con eso.
Sigo a Lauren a través del reciento de Osadía.
-      Eric está especialmente insoportable hoy – dice Lauren, rascándose la nuca -. Parece que le han… ¿Por qué estás sudado?
-      ¿Qué le pasa a Eric? – suspiro, resignado.
-      Das asco, Cuatro. Deberías ducharte.
-      Ahora, de camino – sonrío -. ¿Qué dices de Eric?
Lauren se roza el tatuaje de la muñeca con la uña, bajo la cual tiene restos de tierra.
-      Es terrible. Ha aparecido en el comedor, dando voces. ¿Desde cuándo le importa lo limpio que esté? Está histérico.
-      Es por las pruebas de hoy.
-      Bueno, pero ¿y qué? Quiero decir, si los iniciados van a ser Osadía, que se acostumbren.
Sonrío. Aquí siempre es así. No se preocupan por el estado de las cosas, lo único que quieren es divertirse. En realidad, no tienen ninguna norma. Todo está permitido.
-      Bueno, ¿y a tú qué? – continúa Lauren -. ¿Piensas ducharte?
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que hemos llegado a mi habitación. Observo a Lauren, con las cejas levantadas.
-      ¿Te vas a quedar aquí como un soldado para esperar mientras me ducho? – pregunto, con una sonrisa.
-      Sí, por si se te ocurre volver a sudar en soledad. Date prisa.
Me meto en mi habitación, quitándome la camiseta mientras me dirijo hasta el baño. Hoy es un día importante para todas las Facciones. Tampoco es que Osadía sea la Facción más recurrida, y los chicos de dieciséis años suelen quedarse en sus Facciones correspondientes, porque temen a lo desconocido, pero siempre hay algunos que quieren escapar de su rutina, ser algo diferente. Y luego están los que, como yo, quieren escapar de su familia.
Bajo el agua caliente de la ducha pienso en mi propio caso. Escapé de una familia destrozada y de un padre que se había propuesto destrozarme a mí. No queda mucho más que decir. Bien podría estar tanto en Cordialidad como en Erudición, incluso en Verdad, pero elegí Osadía. ¿Por qué? Quizá porque los veía fuertes. O quizá porque necesitaba saber defenderme. En cualquier caso, llegué asustado.
Me pregunto cómo serán los Iniciados. Si serán como los del año pasado, todos tan sumamente asustados que era imposible sacar a alguien Osado de ahí dentro. Supongo que me volverá a tocar ser el instructor del grupo inútil, el de los transferidos. Genial.
Salgo de la ducha secándome el pelo con la toalla.
-      ¡Cuatro, maldita sea, date prisa!
Casi puedo sentir la impaciencia de Lauren al otro lado de la pared. No tengo muchos amigos en Osadía, porque no soy de relacionarme con las personas, pero aquí siempre se tiene afinidad con casi todos, porque les da igual quién seas, solo quieren divertirse. Y así conocí a Lauren, así que podría decirse que es una de las pocas personas que aprecio.
Me pongo la primera ropa que saco del armario, porque aquí eso da igual. Todo es negro, así que ¿qué más da lo que te pongas? Es un uniforme, al fin y al cabo. Mientras vayas de negro, vas bien vestido.
Cuando salgo de la habitación, veo a Lauren sacándose la tierra de las uñas.
-      ¿Ya? – dice, sin mirarme.
-      Sí, vamos.
Caminamos hasta llegar al lugar donde nos encontrarán los Iniciados, una enorme red en la que tenemos que atraparlos. Es algo divertido, ver sus caras de miedo, después de haber saltado un enorme edificio. ¿Hace falta que diga lo aterrado que estuve yo mismo? Pues eso.
-      Ya tienen que estar al caer – añade Lauren, colocándose cerca de la red.
-      Nunca mejor dicho.
De repente, distingo un cuerpo cayendo en picado hacia nosotros. Me preparo para recogerla. Veo su pelo rubio ondear alrededor de su cabeza. Es una chica, delgaducha y escuálida al parecer. Entonces, de repente, cuando solo quedan unos metros para que caiga sobre la red, veo su ropa gris.
Es de Abnegación.
Cae sobre la red, rebotando, y tanto Lauren como yo tendemos las manos hacia ella. Sus dedos delgados se agarran a los míos y tira de mí para incorporarse. La sujeto.
Es pequeña, casi como una niña de no más de trece años. Tiene el pelo rubio alborotado, y los ojos azules fijos en todo a la vez, inquietos. Es guapa. Se pone en pie y la suelto, dándole espacio para recuperarse.
-      Gracias – me dice.
-      No lo puedo creer – dice Lauren, sonriendo -. ¿Una Estirada fue la primera en saltar? Nunca lo había visto.
Una Estirada muy valiente, por lo que veo. Una Estirada que no pertenece a Abnegación, pues es mucho más que eso.
-      Hay una razón por la cual los dejó, Lauren – digo, mirando a la chica -. ¿Cuál es tu nombre?
-      Um…
Duda. Definitivamente, ella no es Abnegación. Ni siquiera su nombre le parece bueno para estar en Osadía, y eso ya quiere decir que es lo suficientemente osada como para ser quien quiera ser.
-      Piénsalo – digo, sonriendo para darle ánimos -. Puedes escoger uno de nuevo.
Ser una persona diferente, como yo lo soy.
-      Tris – dice, segura.
Tris. La miro con detalle. Es curioso que una abnegada haya sido la primera en saltar. ¿Por qué habrá huido de Abnegación? ¿A qué familia pertenecerá? No sé por qué, pero el hecho de que venga de la misma Facción que yo hace que me sienta conectado a ella y a su historia.
-      Tris – repite Lauren, colocando una mano en mi espalda -. Haz el anuncio, Cuatro.
Me giro y veo a la multitud de osados que esperan en silencio.
-      ¡La primera en saltar, Tris!
Todos los osados levantan sus puños, aclamándola. Dándole la bienvenida, aceptándola en la familia. Otra persona cae en la red y la ayudo a levantarse. Es una chica también, con la piel oscura y el pelo corto. Sonríe a Tris. Y, de algún modo, yo también lo hago.
Me dirijo hacia Tris, la abnegada, la estirada, la primera en saltar. Viene de casa, de nuestra casa. Los dos hemos huido. Somos… iguales. Pongo una mano en su espalda y la miro, desde arriba, aunque ella no se da cuenta.
-      Bienvenida a Osadía.

4 comentarios:

  1. Me guuusta, es la mejor versión que he leído de esa parte y ha sido genial lo del pasaje del miedo.

    Y tu elección de Tobias es muy sexy, pero en ningún sitio del libro pone que sea guapo e.e

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja muchísimas gracias :)
      ¿Pero es o no es perfecto? ¿Eh? Es Cuatro, ña <4

      Eliminar
    2. En realidad sí dice que sea guapo. Cuando está con Uriah, y dice que su sonrisa es un poco arrogante porque es de esa clase de chicos que son guapos desde pequeños y sabe que es atractivo. Luego la compara con la de Cuatro, que es tímida porque no siempre fue así de atractivo.

      JA! IN YOU'RE FACE BIATCH.
      Jajaja, ya me tranquilizo, vale.

      P.D: Me encanta,tienes que hacer más desde el punto de vista de Cuatro.

      Eliminar
  2. ¡Seguidlo ya niñas! Que está perfecto, aunque no tanto como Cuatro...jajaj ¡Seguid! ;)

    ResponderEliminar