sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 34: La carta.

Finnick se sentó con precaución en la mesa, pasándose la mano por el cuello.
-         Lo siento.
Dexter fijó la vista en el vaso de café que tenía entre las manos, inspiró hondo y dibujó en su rostro una pequeña sonrisa.
-         En realidad, lo entiendo. Tú estás preocupado por ella y yo no soy de fíar aún, ¿verdad? – Finnick asintió -. Pero te prometí que no le haría daño. Y no suelo romper mis promesas, Finnick Odair.
Finnick se irguió en la silla. Dexter tenía a su lado el cuaderno de Annie abierto por una página escrita, con tachones y dibujos. Dexter soltó la taza y cogió el cuaderno, suspirando.
-         Tengo dos noticias para ti.
-         ¿Una buena y otra mala? – comentó el chico, frotándose los ojos.
-         Eso lo podrás decidir tú una vez que las escuches.
Dexter le pasó el cuaderno sobre la madera de la mesa. Finnick lo cogió, sin dejar de mirar al hombre, y frunciendo el ceño, empezó a leer.
Cuando terminó, Dexter recogió el cuarderno de sus dedos y le dedicó una media sonrisa.
-         ¿Qué opinas, es una buena o una mala noticia?
Finnick se pasó los dedos por los ojos, suspirando. Annie estaba empezando a darse cuenta de las cosas, estaba empezando a ‘crecer’ de alguna manera, pero no había recuperado a la Annie que había sido. Sin embargo, ¿qué Annie? Finnick estaba empezando a pensar que Annie nunca mejoraría, aunque pasasen años, ella iba a seguir igual. Quizá recordase, pero desde luego, la Annie que había entrado a la Arena, no volvería.
Y su Annie era esa chica loca, esa chica que se planteaba el mundo desde el punto de vista más inocente y puro posible. Esa chica que lo necesitaba.
-         Ella – continuó Dexter – piensa que no la quieres. Que quieres a la otra Annie, y eso la está destrozando. Quiere recuperar a esa persona por ti, Finnick, pero esa Annie Cresta está perdida.
-         ¿Lo sabes? – gruño Finnick.
-         Aunque recuperase sus recuerdos, ¿realmente crees que sería la misma? Annie Cresta dejó a su madre, entró en la Arena y vio morir a su compañero de distrito, una ola casi la mata y ha tenido que aprenderlo casi todo de nuevo. Obviamente no va a volver a ser la misma persona, Finnick.
Finnick asintió. Sus pensamientos y suposiciones no iban muy lejos después de todo. ¿Decepción? Por supuesto. Él quería que Annie estuviese bien, totalmente normal, y eso no iba a suceder nunca. Ella estaba condenada a su estado. Siempre estaría así… loca.
Y, sin embargo, se dio cuenta de que no le importaba. Él cuidaría de ella mientras estuviese vivo, independientemente de si mejoraba o no.
-         ¿Lo soportarás? – preguntó Dexter.
-          ¿El qué?
-         Ella está loca, Finnick. ¿Vas a poder soportar esa carga durante el resto de tu vida?
Finnick se inclinó, apoyando los brazos en la mesa.
-         Ella no es una carga para mí.
Dexter sonrió y soltó el cuaderno cerrado sobre la mesa.
-         Entonces, deja de pedirle que regrese. Concéntrate en quién es ahora. Ella necesita que la mimes por quién es, no por quién fue.
Finnick cerró los ojos. Le fastidiaba aceptarlo, pero Dexter tenía razón. No podía pedirle a Annie algo que probablemente no sucediera nunca, porque ella lo intentaría hasta romperse. Y él no quería verla rota.
-         ¿Y la segunda noticia?
Dexter se puso serio y sacó una carta de su chaqueta. Y Finnick supo su contenido en el momento en el que vio el sobre.
Y supo también que no podía negarse.
-         Maldita sea – masculló, cerrando los puños a su costado.
Dexter dejó la carta sobre la mesa, con el sello del Capitolio bocarriba. Finnick lo observó con odio, concentrándose en no alargar la mano para romperlo.
-         ¿Qué vas a hacer? – preguntó el hombre.
-         ¿Puedo hacer algo? Ahora no soy solo yo. Están en juego más cosas…
-         Annie, por ejemplo – añadió Dexter.
-         Annie – repitió Finnick, clavando los ojos en él -. Tengo que ir. Debo ir.
Dexter frunció el ceño, pasándose una mano por el pelo.
-         Dexter – comenzó Finnick, cogiendo la carta -. ¿Cuidarás de ella?
Dexter sonrió, relajando todos los músculos de su rostro.
-         Por supuesto, Finnick. Te lo prometí, ¿recuerdas?
Finnick asintió y se levantó de la mesa, guardándose el sobre doblado en el bolsillo del pantalón. Se dirigió al teléfono y marcó un número.
-         ¿Alcaldesa Craster?
Cuando acabó de organizar su viaje con la alcaldesa, Finnick subió las escaleras hasta su habitación.
En realidad, era la habitación y la casa de Annie, pero se habían convertido también en las suyas. En la de ambos. Finnick abrió la puerta y vio que Annie aún seguía dormida. Le partía el alma tener que dejarla, pero era algo que debía sacrificar para protegerla. Conocía al Presidente Snow. No sería la primera vez que un tributo había muerto accidentalmente. Y Finnick Odair era demasiado querido como para morir, por lo que el presidente iría a por sus seres queridos.
El muchacho se quitó la ropa que tenía puesta y rebuscó algo en el armario. Cuando se hubo puesto una camisa sencilla y unos pantalones oscurlos, se acercó a la cama y se sentó en el borde. Annie tenía el puño cerca de su nariz, cerrado, y su respiración era regular. El chico se inclinó.
-         An – susurró.
La chica se frotó la naricilla con el puño y abrió un ojo.
-         No, Finn, es muy temprano…
-         No es eso, An. Tengo que irme.
Annie abrió los dos ojos, alarmada.
-         ¿Dónde?
-         A un sitio. Ya sabes, necesitan a Finnick Odair – murmuró, sonriendo.
-         Pero yo también necesito a Finnick Odair – replicó, haciendo un puchero -. ¿No puede quedarse aquí conmigo?
Finnick le rozó la mejilla con el dorso de los dedos.
-         No tardaré, ¿vale? Estaré aquí antes de que te des cuenta de que me he ido.
Annie cogió la mano de Finnick y entrelazó los dedos con los suyos.
-         ¿Ya te has ido y has vuelto?
Finnick soltó una pequeña carcajada, haciendo que ella riese también. Annie besó uno de los nudillos de Finnick, destrozado por la búsqueda del día anterior.
-         Mags y Dexter se quedarán contigo, ¿vale? Volveré pronto.
-         Pero vuelve.
Finnick se inclinó para besarla en la frente.
-         Claro que volveré – susurró contra su frente.
El chico se levantó, porque sabía que, si se retrasaba más, se negaría a ir, y tenía que hacerlo.
El viaje hasta el Capitolio en un magnífico tren de alta velocidad siempre era el mismo. Hablaba con los sirvientes, les dedicaba sonrisas encantadoras que hacía que el deseo apareciese en sus humildes ojos y, después de una noche entera durmiendo con el ruido del motor, llegaba a la estación del Capitolio, llena de personas grotescas y extravagantes que lo aclamaban. Siempre era igual, como una rutina.
Un coche lo recogió nada más salir del tren y lo llevó hasta un hotel. Finnick subió a su habitación y, tras poner el dedo en la cerradura y registrar su huella dactilar, la puerta se abrió para él. Sin embargo, la habitación no estaba vacía.
-         ¿Carrie?
La mujer se levantó con una sonrisa y corrió a saludarlo. Finnick la abrazó, sonriendo también.
-         ¿Cómo estás? – preguntó el chico.
-         Más guapa que tú, desde luego – murmuró la mujer, acariciándole la barba -. Nunca pensé que diría eso.
-         Ha sido una temporada difícil, Carrie – se excusó, Finnick, rozándose el mentón.
-         Ya veo. ¿Cómo está Annie?
Finnick tragó saliva y se dirigió al armario, que estaría lleno de ropa adecuada para él. Carrie lo siguió, lo apartó y empezó a sacar ropa.
-         Está bien – respondió el chico -. Estable.
-         Pobre chica – comentó Carrion -. Cuando os fuiíteis del Capitolio, me dejásteis muy preocupada. Y bueno, mirándote, no iba muy desencaminada.
-         Vamos, Carrie, tampoco estoy tan mal – sonrió el chico.
La mujer frunció en ceño y rebuscó en los bolsillos de sus pantalones hasta sacar un pequeño estuche.
-         Siéntate – ordenó, sacando unas tijeras.
Cuando Carrie le hubo arreglado el pelo y la barba, Finnick se levantó para vestirse con la ropa propia del Capitolio y, mientras la mujer le atusaba las prendas y le daba los últimos retoques, sacó la carta para leer el sitio y la hora. Quedaba apenas media hora, justa para llegar.
Besó a Carrie en las mejillas antes de marcharse.
-         Finnick – comentó la mujer -. La barba no te queda bien.
-         Todo me queda bien, Carrie – sonrió él.
Finnick se acarició la fina película de bello que Carrie le había dejado. Las tijeras no habían podido eliminarle la barba al completo. En el Capitolio no existían cuchillas de afeitar, porque la mayor parte de los ciudadanos se aplicaban constantemente una crema que evitaba el crecimiento durante semanas, la misma que le echaban a los tributos antes de entrar a la Arena.
Finnick casi podía ver a Annie acariciándole la mandíbula y diciendo ‘no me gusta’. Sonrió.
Las calles del Capitolio estaban abarrotadas. Los juegos iban a empezar otra vez, y toda la ciudad estaba preparándose para el evento del año. ¿Quién sería el ganador? ¿A qué distrito pertenecería? La emoción podía palparse casi tanto como una manzana.
Finnick se detuvo frente a la puerta de la mansión Swan, esperando a que abriesen la verja y le dejasen pasar. Cuando entró, no se sorprendió de ver allí a más vencedores, que ni siquiera lo notaron entrar. Eso era extraño. Finnick Odair no pasaba desapercibido en ningún lugar. Nunca.
Finnick subió las escaleras hasta llegar a su habitación. La última vez, había sido una habitación muy cargada, con las paredes de un rojo asfixiante, casi tanto como la chica que había estado con él, la hija pequeña de Snow. Recordaba cada palabra que ésta había dicho, el secreto con el que había pagado sus servicios. ¿Con qué secreto lo deleitarían esta vez? Finnick entró en la habitación y se sorprendió al descubrir que era muy austera, con las paredes blancas y la colcha de la cama azul cielo. Le recordaba al mar, a casa. A Annie.
Quien fuera que fuese, sabía quién era Finnick Odair.
El chico se quitó la chaqueta azul y entró en el baño, desabrochándose los puños de la camisa. Hacía mucho que no se miraba detenidamente en un espejo y, cuando lo hizo, descubrió por qué Carrie se había visto tan preocupada por su aspecto, y por qué los demás vencedores apenas se habían fijado en él.
Estaba muy delgado. Aún tenía la forma de los músculos bajo la piel dorada, pero, sin duda, había perdido peso. Tenía los rasgos de la cara más afilados, y la escasa barba tampoco contribuía mucho. No quería imaginar cómo había estado cuando tenía más.
No estaba feo, porque era imposible que Finnick Odair llegase a estarlo. Era, simplemente, que parecía más un polizón del distrito que un campeón de los Juegos del Hambre.
Y a Snow no le gustaba eso.
De repente, la puerta de la habitación se abrió. Finnick se miró una última vez en el espejo, practicó su sonrisa seductora y salió del baño.
Lo primero que vio fue que era una chica. Tenía el pelo largo y negro, y se inclinaba para cerrar la puerta. Llevaba un largo vestido rojo, y sus delicadas manos de dedos largos agarraban con fuerza el pomo de la puerta. Finnick se pasó la mano por el pelo. ¿Qué querría hacer esa chica? Era joven, tenía un buen cuerpo y, seguramente, habría pagado un dineral, y no precisamente por su simple compañía.
Entonces, la chica se dio la vuelta y tiró de su flequillo. La larga cabellera cayó al suelo. Finnick abrió mucho los ojos para intentar convencerse de que no estaba soñando y volvió a mirar a la chica, que se quitaba el vestido con una mano y el maquillaje de la cara con el dorso de la otra. Cuando se irguió para mirarlo, Finnick se llevó las manos a la nuca, sorprendido.
La chica que tenía ante él, tenía el pelo muy corto, como un chico. Sus ojos avellana sonreían con burla al mismo tiempo que su boca. Llevaba puesto una camiseta sin mangas, sencilla, de color blanco y unas calzonas negras. La chica avanzó hacia él.
-         ¿Esperabas verme desnuda, Finnick Odair?
Johanna Mason soltó una carcajada y le dio una patada al montón de ropa que tenía a sus pies, despojándose de los tacones. Finnick se quedó quieto, con la boca contraída en una mueca de espanto. ¿Johanna, su amiga Johanna, había…?
-         No vengo aquí para acostarme contigo, estúpido, aunque sé que lo estás deseando – masculló, colocándole las manos sobre los hombros.
Finnick sonrió y la abrazó, poniéndole las manos alrededor de la cintura. Cuando se separaron, ella le tiró de un moflete, igual que hacen las madres con los niños pequeños.
-         ¿Lo estabas pensando, eh? – dijo, mirándolo con los ojos entrecerrados -. Maldito pervertido. No todas estamos babeando por ti, Odair.
Finnick se separó de ella, frotándose la nuca, avergonzado. Johanna Mason tenía ese don para hacer sentir incómodo a cualquiera, incluso a él.
-         Jo… - comenzó.
-         Han pasado años, por lo que veo – gruñó la chica, dándole una bofetada suave en la mandíbula.
-         Meses, en realidad.
-         Meses muy largos, entonces.
Finnick tragó saliva.
-         Tenemos que hablar, Finnick Odair – ordenó Johanna, mirándolo con fiereza -. Tenemos que hablar con urgencia.

 


4 comentarios:

  1. ¿SABES EL GRITO QUE HE PEGADO CUANDO ME HE DADO CUENTA DE QUE ERA JOHANNA MASON? Sí, me he dado cuenta antes de que pusieses el nombre, pero antes de eso pensaba que era uno del Capitolio escondiendo leucemia o algo xDDDDDDDDDDDD OMG BIEN BIEN BIEN BIEN que pena que para que vuelva a ser Finnick hagan falta dos semanas, ya que alternas el narrador, pero es genial, me encanta JOHANNA POR FIN se te van a tirar a la camiseta por esto.

    Poco más hay que decir, sigues siendo asdasdasd Finnick sigue siendo asdasdasd y Finnick y Annie no tienen descripción simplemente son muy perfectos DEMASIADO PERFECTOS tiene que haber un beso en algún momento (?)

    EEEEEEEEEEEEEN FIN, NADA MÁS, GRACIAS POR PONER EL CAP, YA TENGO EMOCIÓN PARA UNA SEMANA ME MUERO ES GENIAL. Graaaacias <3

    -camthebroken

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    1. MUCHAS GRACIAS A TI POR COMENTAR, ÑA <3
      Johanna es necesaria. Es de las pocas capaces de enderezar a tooooodo el mundo. Creo que se va a formar una horda de fireducks con fuegos artificiales por Mason, ña.
      El beso, el beso... ÑA.

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  2. SEÑORAS Y SEÑORES, DAMAS Y CABALLEROS, NIÑOS Y NIÑAS, PATOS Y CISNES *este último grupo puede pudrirse* MASON IS HERE BITCHESSSSSSSSS! Pero empecemos desde el principio. MÉH.

    "Ella no es una carga para mí." ÑAAAAAAAAAA<3
    "- Entonces, deja de pedirle que regrese. Concéntrate en quién es ahora. Ella necesita que la mimes por quién es, no por quién fue." DEXTER EL FILOSOFO. Este tipo tiene mucha razón.

    "La chica se frotó la naricilla con el puño y abrió un ojo." Esto es la cosa mas tierna de la faz de la tierra. Annie es demasiado preciosa.
    Igualmente, sigo sin entenderlo. Como pueden ser tan lindos los dos. ¿CÓMO? No hay explicación lógica. Nope.

    Me puse a pensar. Cuando es el Vasallaje en el que participan Katniss y Peeta, Annie para entonces ganó hace cinco años. Me pregunto que harás en todo este tiempo... Jep.

    "Todo me queda bien, Carrie." Y LO SABE, Y LO SABE DE SOBRA ASBNMNBCXVNASDLKJ.

    IT'S TIME FOR JOHANNA MASON. MÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEH.

    ES LO PUTO MAS GENIAL DE TODO. ¿Cómo en tan pocas líneas puede ser tan genial? NO LO SÉ.
    "No vengo aquí para acostarme contigo, estúpido, aunque sé que lo estás deseando" Pato, tampoco sé como haces para traerme a la misma Johanna que conocí en CF. No lo sé. Al igual que todos los personajes, Finnick, Annie, Mags, todos. Aunque claro, con los hechos siempre van cambiando alguna mínima cosa. Pero Johanna... tiene algo que la identifica como ella misma. Y es este tipo de líneas (y muchas mas, aclaro) son las que me hacen sentir como si estuviese leyendo otra parte de THG. Okay, me extendí demasiado, pero necesito expresar mi cariño a esta fic cada cierto tiempo(?)

    Johanna exige protagonismo al final, so... ÑA. El campamento Fireduck ha sido desmantelado provisoriamente. Quien sabe, podríamos llegar a estar de nuevo borrachas vomitando afuera de tu casa alguno de estos días. Y si no me alcanza el presupuesto para viajar a España de nuevo voy a mandar mis carteles de protesta en mi representación(?)

    PD: Me puse a releer algunos de los capítulos antes de los juegos de Annie... no lo recomiendo. Perjudica feels y tu corazón queda hecho pedazitos.

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  3. jajajajaa me encantan estos comentarios tan largos, srsly.
    Ya he dicho muuuuuuchas veces que Dexter es amor para mí. Escribirlo es genial, ña.
    Cuatro años para hacer lo que quiera... Méh.
    JOHANNA MASON, GODNESS.
    La verdad, Johanna es el personaje más difícil de escribir de todos los fics que llevo. Ya me está costando con Annie, porque no sé exactamente a veces qué podría pasársele por la cabeza, pero ¿Johanna? Hay veces que me parece imposible y me frustra. Hasta metida en un libro. Ay.
    Johanna is here to stay, ña.

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