sábado, 1 de junio de 2013

Capítulo 38. 'La Fiesta'.

-         ¿Estás segura? Aún podemos volver.
Finnick agarró la mano de la chica. Annie estaba tensa, pero en cuanto él la tocó, se volvió para mirarlo con una sonrisa.
-         ¿Es una fiesta, no? ¿Para los Vencedores?
Finnick asintió, serio. No le hacía gracia llevar a Annie directamente ante Snow, pero ella había insistido tanto en ir que al final se había rendido.
Habían pasado varias semanas desde el día en que ella lo besó. Finnick nunca había sentido algo tan puro como lo que sintió en ese momento, bajo aquella sábana, como dos niños pequeños jugando al escondite. Nadie, excepto Mags y Dexter, sabían nada sobre ellos, y se andaban con cuidado de no mostrarse demasiado cariñosos en público. Era difícil, más aún cuando Finnick apenas podía apartarse de ella. Desde ese beso, sentía un lazo más fuerte. Ya no solo temía que le hicieran daño o que se la quitaran: tenía miedo de que le arrebatasen ese sentimiento también.
-         Yo soy una Vencedora también – recordó Annie, dándole un apretón.
Finnick la miró directamente a los ojos. También Annie estaba ligeramente más cambiada, aunque no solo con respecto a él. Se la veía más segura, más confiada en sí misma y en lo que podía hacer. A pesar de que seguía teniendo esa especie de inocencia infantil, su comportamiento era cada vez más acorde con su edad.
Finnick la atrajo hacia su pecho, y ella le devolvió el abrazo, juntando las manos en la parte baja de su espalda.
-         No va a pasar nada, ¿vale? – murmuró ella, con la frente apoyada en su pecho.
El chico la sintió temblar ligeramente. Sabía que estaba asustada, y era comprensible. La última vez que había estado en el Capitolio, no estaba muy cuerda. Esa gente extravagante, incluso los colores chillones de los edificios… Todo le recordaba a esa etapa en la que tenía miedo de todo. Finnick se separó de ella.
-         Eh – dijo, tocándole el cuello con la punta de los dedos -. Estás bien, ¿vale?
Annie sonrió y se puso de puntillas para besarlo. Finnick introdujo los dedos en su pelo castaño y le devolvió el beso, como bebiendo de ella. Al fin y al cabo, era algo así. Annie era como el agua para él: absoluta y completamente necesaria.
Sin embargo, no podían saber eso en el Capitolio. Nadie podía saber que Finnick ya no pertenecía al Capitolio, si no a una chica loca que había ganado los Juegos por pura suerte.
-         Escucha, An – comenzó Finnick, separándose -. Cuando estemos allí… Nada de besos, nada de caricias, nada. ¿Entiendes?
Annie arrugó la nariz, visiblemente molesta. Le quitó las manos se la cintura y se apartó, apoyándose en el alféizar de la ventana del tren.
-         ¿Se molestarían tus… pretendientes… si lo hiciésemos?
Finnick frunció el ceño. Ella nunca le había dicho nada relacionado con su compromiso con el Capitolio. Nunca se lo había reprochado, excepto aquel día bajo las sábanas.
-         Annie, ya sabes que…
-         Entonces, ¿qué más da quien lo sepa?
-         An – dijo Finnick, acercándose de nuevo -. Ya te dije que desearía dejar de hacerlo, pero no puedo. Si Snow se enterase de algo…
-         Ya. Pero no tiene por qué hacerlo, ¿no?
-         Snow tiene ojos en todas partes, An.
Annie giró la cabeza, mordiéndose el labio. Finnick le colocó un dedo bajo la barbilla. Sabía que ella confiaba en él, pero desearía que se diese cuenta de verdad de que él no se prostituía por placer o por dinero, ni siquiera por obligación. Él lo hacía amenazado.
-         Oye – Annie lo miró, seria -. Podemos volver. En casa no tenemos que ocultarnos.
-         No, Finnick. Quiero ir. Quiero saber si… si él me da miedo.
El chico se dio cuenta de que ella, en realidad, estaba aterrada. Podía ver el miedo que le daba temer a Snow. Porque si ella lo temía, él le haría más daño. Annie no era como Johanna. Johanna Mason no le tenía miedo. Era capaz de desafiarlo, de desobedecerlo, aun sabiendo las consecuencias. Pero Annie… Annie sí tenía cosas que perder, sí podía ser coaccionada por él. Finnick se estremeció. No podía verla en la misma situación que él. Le repugnaba la idea.
-         Vale – admitió Annie -. Nada de nada, entonces.
Finnick le acarició el pómulo con el pulgar y se separó de ella, haciendo ademán de marcharse. Entonces, justo cuando daba la vuelta, Annie le cogió con suavidad de la mano y lo obligó a girarse hacia ella de nuevo.
-         Pero cuando estemos en el Capitolio.
Finnick sonrió y la besó de nuevo.
No había comparación con la cantidad de besos que había recibido a lo largo de su vida. Finnick Odair siempre había sido deseado por las chicas y envidiado por los chicos, durante toda su vida. Tenía una belleza que no podía potenciarse aún más. Y precisamente por eso, no podía enumerar con los dedos de la mano la cantidad de chicas que lo habían besado. Sin embargo, ninguno de esos besos emanaba la ternura, la inocencia y la timidez que tenían los de Annie. Eran esa clase de besos que le hacían desear más. Ni siquiera estaba seguro de que pudiera cansarse de ellos en algún momento. O, más bien, estaba seguro de que no lo haría.
Annie apartó la cara y lo besó en la mejilla. Se había dejado una fina capa de barba, apenas un poco, nada comparado a la espesa mata de vello que había tenido semanas atrás. Al contrario que aquella, a Annie le gustaba así.
-         Ey, tortolitos – carraspeó Mags, apoyada en la entrada del vagón principal -. Estamos llegando.
Finnick acarició la mejilla de la chica una última vez y se apartó, alisándose el traje. Habían llegado a tiempo, justo para salir del tren y encaminarse directamente hacia la mansión del presidente. Finnick se colocó junto a la ventana, observando su reflejo.
-         Sabes que estás guapo, deja de presumir – dijo Mags, dándole un golpe en el hombro -. ¿Verdad, An?
Annie se puso colorada como un tomate. Aún no estaba acostumbrada a que Mags supiese lo que tenían ella y el chico, y siempre enrojecía cuando la anciana hacía referencia a ello. A Finnick le parecía adorable.
-         Muy guapo – susurró Annie.
Finnick le sonrió, poniéndole una mano en la parte baja de la espalda.
-         También tú, An.
Las mejillas de Annie se pusieron más rojas aún. Justo en ese momento, el tren entró en la estación, y los flashes a través del vidrio de las ventanas los cegaron. Annie se cubrió los ojos con los dedos, arrugando la tela del vestido con la mano que le quedaba libre. Finnick la observó. Temblaba.
-         No te separes de mí – pidió ella, con la voz cortada.
-         No voy a hacerlo.
Finnick le agarró la mano y la sacó al exterior.
Las voces, las caras, las manos que se alargaban para llegar a tocarlos… Todo era demasiado abrumador para la chica, que empezó a temblar más violentamente al lado de Finnick, casi tanto que no podía caminar. El chico tiró de ella, poniéndole el brazo alrededor de la cintura para sostenerla, y la metió en el coche que los esperaba, para llevarlos directamente a la mansión del Presidente.
-         ¿Estás bien? – preguntó Finnick, girándose hacia ella para cogerle la cara.
Annie se mordía el labio con fuerza. Finnick tiró de su barbilla para soltárselo y le cogió las manos.
-         Annie, podemos volver a casa. No tienes por qué hacer esto.
-         Es que… ellos… tienen caras raras, y…
Finnick observó a Mags, que se colocaba el pelo frente a la ventana. La anciana lo miró por el rabillo del ojo, antes de girarse hacia ellos.
-         Ha sido una mala idea. Ya sabéis lo que dijo Dexter. Aún no estás preparada, An.
-         Y si no lo estoy ahora, ¿entonces cuándo?
Finnick le acarició el dorso de la mano, sin atreverse a más. Incluso el conductor del coche podría estar contratado por Snow.
-         Puedo hacerlo, ¿vale? – gruñó Annie, cerrando los ojos -. Es solo que me han asustado.
Y no hablaron más durante el trayecto. Finnick le soltó la mano, con la vista clavada en la nuca del conductor. Cuando llegaron a la mansión, fue el primero en salir, tendiendo una mano hacia la chica. Nadie lo juzgaría por ser caballeroso.
-         Vamos entonces.
Annie se cogió de su brazo, seria y decidida. Tras un breve vistazo, se encaminaron hacia la casa.
Finnick no sabía exactamente cuánta gente había allí. Pero los conocía a casi todos. Podía ver a Enobaria sentada en una mesa, mostrando sus afilados dientes. A los hermanos Gloss y Cashmere, junto con otros vencedores profesionales. Gloss lo llamó con el brazo, pero él lo rechazó con una educada sonrisa. No quería llevar a Annie con ellos.
-         Vaya, si tenemos aquí a Finnick Odair – dijo una voz a sus espaldas -. ¿Cuánto hace que no venías a una de estas fiestas?
Finnick se giró, con una media sonrisa.
-         Bastante más que tú – respondió -. ¿Cómo va todo, Haymitch?
El hombre alzó la copa y se la bebió de un trago. Annie se estremeció junto a Finnick, pero si estaba asustada, no lo demostró.
-         Ya sabes, chico. Distrito, Capitolio, distrito. Aunque las bebidas aquí son mejores.
-         Ya veo.
-         Así que esta es Annie Cresta – añadió Haymitch, alargando una mano hacia ella. Annie se encogió -. Vaya, quién diría que esta poquita cosa es una Vencedora.
Finnick se puso tenso. Todo el mundo sabía cómo era Haymitch Abernathy. No era de los que tienen un filtro en el cerebro para saber cuándo dejar de hablar. Annie miró hacia otro lado.
-         Nos vamos – anunció Finnick.
-         Sí, claro. Dale una vuelta a la chica, que respire este aire. Tendrá que acostumbrarse, antes o después.
Y se alejó tambaleándose, con la copa vacía en la mano. Annie se relajó a su lado.
-         Poquita cosa – repitió, arrugando la nariz -. Y él huele mal.
Finnick soltó una carcajada y se giró, arrastrándola con él. Annie observaba la decoración a su alrededor, fascinada por las luces, las figuras de cristal que adornaban las mesas, incluso los elaborados trajes que llevaban los tributos vencedores.
-         Debería haberme puesto algo así – dijo, señalando a una mujer que llevaba un extravagante vestido rojo.
Finnick la miró, sonriendo.
-         Estás preciosa así.
Y lo estaba. Llevaba un vestido verde bastante sencillo, cortesía de Yaden, que se lo había enviado días antes. La chica se sonrojó de nuevo, pero no lo miró.
-         Vaya, mira lo que tenemos aquí.
La sonrisa de Finnick se hizo más amplia. La chica que caminaba hacia él llevaba el vestido azul recogido en la cintura, mostrando una de sus largas y fuertes piernas. Finnick soltó a Annie para abrazarla.
-         Pensaba que no te iban estas cosas.
-         Y no me van – respondió Johanna, agitando una copa -. Pero tenía curiosidad – añadió, mirando a Annie -. Así que tú eres Annie Cresta.
Annie la miró con desconfianza. Finnick se colocó junto a ella, tendiéndole el brazo de nuevo, pero esta vez, Annie no se lo cogió.
-         Sí – respondió la chica -. ¿Y tú eres?
Johanna abrió mucho los ojos y miró a Finnick, sorprendida. Estaba acotumbrada a que todos los vencedores la reconocieran, ya que su paso por los Juegos no había pasado desapercibido.
-         ¿Así que es verdad? – susurró -. ¿Está tan loc… tan ida?
Finnick entrecerró los ojos. Johanna captó la amenaza muda y volvió a dirigir su antención a la chica.
-         Johanna Mason, distrito siete. Un placer.
Annie asintió.
Finnick observó la seriedad que de repente había aparecido en el rostro de la muchacha, pero no tuvo tiempo de fijarse mucho.
Porque en ese momento, al otro lado de la habitación, el Presidente Snow lo llamaba con los ojos.
Finnick sintió un escalofrío recorriéndole la columna vertebral.
-         Jo, ¿puedes…?
La chica siguió su mirada. Cuando descubrió al presidente, su cara se transformó en una nada disimulada mueca de repulsión.
-         Claro, Finn. Yo me encargo de tu chica.
Cogió a Annie del brazo y la arrastró entre la multitud, sin dejar que hablase con él. Finnick las observó marcharse y, con un suspiro, se encaminó hacia el presidente.

8 comentarios:

  1. OH. MY. GOD!!!!
    Esto es fantástico, pobre Annie, ¿aguantará sin besar a Finn? Yo no lo haría, es tan asdfghjklñ <3<3
    Espero ya el siguiente y acabo de leer este ya :(
    Muchos besos y ánimo,
    Annie Everdeen :)

    www.azucarillosydientesdeleon.blogspot.com

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    1. ¡Hola!
      Soy Annie Everdeen de www.azucarillosydientesdeleon.blogspot.com y te he nominado en los Premios Odair Cresta.
      Pásate <3

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    2. MUCHAS GRACIAS POR LEEEER <3
      PD: Yo tampoco aguantaría, Finnick es muy besable.

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  2. ASDNBFADSFNMXZCVZCX CADA DÍA MAS ENAMORADA DE FINNICK Y ANNIE PATO.

    An tratando de que Finn le tenga confianza es amor. En realidad, ella siempre lo es, pero ahora lo es más.
    "Cuando estemos allí… Nada de besos, nada de caricias, nada." A Annie, A Finnick, al mundo, al universo, a los extraterrestres, a los unicornios, a los Patos, a las chispas, a las Lasañas, a los Tulipanes y a los dragones no les gusta esto. NADA.
    ¿QUE CLASE DE TORTURA ES TENER A FINNICK ODAIR Y NO PODER BESARLO NI TOCARLO? La peor, obviamente.

    Mags llamandolos 'Tortolitos' >>>>>>>>>>>>>>>>>> EVERYTHING.

    "- No te separes de mí – pidió ella, con la voz cortada.
    - No voy a hacerlo." Relacionar esto con... Sinsajo... mutos... ME DUELE DEMASIADO.

    Annie siendo valiente con las cámaras y eso es más amor aun. ÑA.
    NUESTRO HAYMITCH. GOOOOOD. Creo que también te habrá costado escribirlo, como a Johanna. Si se tuviese que ver que personajes comparten un carácter parecido definitivamente sería a ellos. Siempre quise muchísimo a nuestro querido mentor, so... ES GENIAL.

    MASON IS HERE AGAIN, BITCHES.
    Creo que a Annie le van a saltar los celos. Annie y Johanna. NECESITO LEER ESO PATO. URGENTEMENTE. Es demasiada espera al sábado D:
    El concepto de Shenia de 'llamarlo con los ojos' me ha matado. Ahora cada vez que releo esa parte me imagino a Snow algo como: O_O
    En fin Pato, como sabes, me encanta leerte. Y mucho. Seguí así :3

    Chispitas.

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    1. Lo sé, lo sé, Finnick es muy shjfheklif. Está hecho para que le besen, y le acaricien, y ay.
      Tortura para An, pobrecita.
      La palabra 'tortolitos' >>>>>> ALL.
      Haymitch es, igual, un poco más fácil que Johanna, porque estando borracho pueden ocurrírseme más cosas, pero ¿Johanna? Es 'inescribible'. Motivo más para adorar a Suzanne por crear un personaje así.
      EL GIF DE JOEY FUE DEMASIADO, MY GOD.
      Muchas gracias, ña <3

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  3. Haymitch, creo que lo echaba de menos sin darme cuenta. No de la forma que alguien echa de menos a Finnick o a Johanna, pero es un borracho memorable.

    Y me encuentro en la misma situación que Chispitas... Johanna se la va a liar a la chica loca del distrito. Yo lo sé. Tú lo sabes. Ella lo sabe. Lo saben todos menos Jon Nieve :P

    Y... Esto estaba aquí la semana pasada. Así. Y no debería estar así hoy, porque hoy es hoy, de hecho, está a punto de ser mañana.

    Att.
    Presidenta del Club de Fireducks.

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    1. Haymitch también pide su tiempo en pantalla.
      O en fic.
      Aunque bueno, es una pantalla también, porque es un ordenador...
      ÑA.
      Johanna es un problema, lalalalala (8)
      Pobre Jon Snow, que no sabe nada.
      'Sé que te quiero. Sé que me quieres'. ESO SÍ LO SABE <3
      He tenido que releer la última parte tres veces. Sigo sin enterarme, pero como tu comentario es del 8 de Junio y estamos a 12, pues yo vengo del futuro y ya. ÑA.

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  4. Ha estado muy interesante. No puedo esperar a leer más ^^
    Mientras te invito al jardín del Edén a tomar una taza de té, ¿te apuntas?
    http://losdeliriosdepandora.blogpsot.com

    Nos leemos pronto!!

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