sábado, 13 de julio de 2013

Capítulo 44. 'No quiero que digas nada'.

Finnick dejó a Annie con Dexter en la sala de estar y subió al piso de arriba, donde supuso que Dex habría dejado a Mags. La anciana estaba tumbada en la cama, con el pelo grisáceo extendido sobre la almohada. El chico se sentó a su lado, cogiéndole la mano.
-         ¿Puedes hablar? – preguntó, temeroso.
Mags asintió, con la mirada aún clavada en el techo de la habitación. Finnick le apretó la mano con suavidad.
-         ¿Por qué no me lo contaste, Maggie?
La mujer lo miró, seria. Finnick jamás la había llamado por su apodo cariñoso desde que Annie había llegado a sus vidas. Había sido el nombre con el que Finnick se había referido a ella cuando era su mentora.
-         Es complicado, Finn – dijo Mags con dificultad, volviendo la vista al techo.
-         Yo te lo he confiado todo. Esperaba lo mismo.
-         Tenías a Annie. No querías otra carga.
-         Tú no eres una carga, Mags.
La mujer cerró los ojos. Finnick se quedó mirándola, observando cada arruga meticulosamente, cada rasgo de su cara. La tez morena, el pelo gris, los labios entreabiertos… Quizá no compartían los mismos genes, pero esa mujer era su familia.
-         Cuando no podía hablar hoy – comenzó Mags, y Finnick notó por primera vez su voz pastosa, como si de verdad le costara hablar -, me he sentido más… impotente que nunca. Porque va a peor y no puedo… no pue…
-         Evitarlo – finalizó Finnick, suspirando -. Lo entiendo.
Mags apoyó la cabeza en la almohada. Finnick nunca la había visto así, tan vulnerable. Era como si hubiese envejecido diez años de golpe.
-         Me tienes, Maggie – dijo Finnick -. Lo sabes.
-         No – contestó ella, de golpe -. Finnick, no quiero que te preocupes por esto. Yo tengo a Dexter, él me puede ayudar. Tú tienes que preocuparte por Annie ahora.
-         Mags, no puedes pedirme que…
-         No te lo estoy pidiendo. Te lo estoy exigiendo.
Finnick la miró directamente a los ojos. Mags nunca le había hablado con tanta dureza como lo había hecho en ese momento.
-         ¿De verdad me estás diciendo que te deje sola con esto?
La anciana asintió, cerrando los ojos. Ahí, tumbada en la cama como si estuviese dormida, parecía más frágil que nunca, como un pequeño pajarillo.
-         Olvida lo que ha pasado esta tarde – musitó, apenas moviendo los labios.
Finnick se pasó una mano por el cuello. ¿Cómo iba a olvidar que su madre estaba enferma? No podía dejarla sola, pero Mags era casi tan tozuda como Johanna. Se inclinó sobre la cama y depositó un suave beso en la frente arrugada de Mags.
No dijo nada antes de salir de la habitación.
Annie estaba en la sala de estar, sentada en la mesa, escribiendo en el cuaderno sin parar. Finnick se apoyó en el marco de la puerta, observándola, viendo cómo enredaba el lápiz en mechones de su cabello cuando no sabía que escribir, o cómo arrugaba la nariz cuando algo no le gustaba. La vio tachar más de una vez y cambiar de hoja para empezar de nuevo. Solo entonces, dejó de fijarse en cómo escribía para verla a ella.
Finnick había pensado siempre desde que la conocía que se sabía sus rasgos palmo a palmo, como un libro que hubiese leído mil veces. Sus ojos verde claro, el pelo castaño cayendo en hondas más allá de la mitad de su espalda, su nariz ligeramente levantada en el borde, los labios llenos. La manera en la que se sonrojaba tenuemente cuando él la miraba, incluso después de todo lo que había pasado entre ellos.
Sin embargo, nunca había reparado en lo largos y finos que eran sus dedos, en las uñas mordidas. Nunca se había fijado en que siempre llevaba algo en las muñecas, ya fuese un trozo de cuerda o la manga de un jersey, para poder moderla cuando estaba nerviosa. En que siempre movía los dedos, rozando unos con los otros.
O que, cuando llevaba la camiseta del pijama, siempre tenía un hombro al descubierto, como en ese momento.
-         Se la ve tan tranquila – susurró alguien tras él.
Finnick asintió, viendo por el rabillo del ojo cómo Dexter se colocaba a su lado, con las manos en los bolsillos.
-         ¿Estás bien, Finnick? – preguntó, sin alzar el tono de voz.
Finnick no contestó. Se cruzó de brazos, sintiendo los músculos hacer presión contra la tela de la camisa.
-         ¿Qué hace? – inquirió en su lugar, señalando a Annie con la cabeza.
-         Poesía – respondió Dex, pasándose una mano por el pelo -. Es buena. Muy buena.
El chico sonrió, sintiendo una especie de orgullo en el pecho.
-         Creo que es la mejor manera que tiene de expresarse – continuó Dexter -. A través de ese cuaderno. Cuando escribe… es como si fuese otra persona. Quiero decir, sigue siendo Annie, pero…
-         Lo entiendo.
Finnick se pasó una mano por el pelo, recordando lo que Annie había escrito en el Capitolio. ‘Te quiero’. Finnick no sabía el instante exacto en el que la mera preocupación por su salud mental se había convertido en, probablemente, lo más profundo y puro que había sentido nunca, pero lo agradecía.
Y si pudiera retroceder al día de la cosecha, el día que la recogió de las escaleras, la primera vez que la miró a los ojos… lo volvería hacer todo otra vez. Incluso los momentos más duros, aunque le hubiesen dolido, porque después había tenido momentos mejores. Lo haría todo otra vez, porque la quería.
Finnick se apartó de la puerta y avanzó hacia ella, despacio, procurando no molestarla. Se colocó tras ella, sigiloso como solo un vencedor de los Juegos del Hambre podía, y se inclinó para leer el cuaderno.
Y vuelvo al mismo lugar.
Una playa, arena, y un beso.
Y me mantengo a flote,
porque es lo único que tengo.

Annie se giró de repente, tapando el cuaderno con el antebrazo.
-         ¿Sabes que no eres tan silencioso?
Finnick se quedó congelado, con la boca entreabierta, sin saber qué decir. Annie se levantó de la silla con el cuaderno cerrado en la mano y un dedo marcando la página por la que iba. Entonces, sonrió y golpeó al chico en un brazo con él.
-         Eso por espiar.
Finnick la miró, con los ojos entrecerrados y, en menos de un segundo, la tenía sobre el hombro, con el cuaderno en la otra mano.
-         ¡No leas, no leas! – chillaba Annie, tirando de la parte baja de su camisa.
El muchacho puso el cuaderno sobre la mesa y tiró a Annie al sofá, cayendo sobre ella. La chica empezó a reír, retorciéndose por las cosquillas.
-         Que no lea…
-         ¡No puedes leer!
Finnick le puso una mano alrededor de la cintura, apartándole el pelo con la otra. Annie arrugó la nariz, poniéndole las manos en el pecho y  empujándolo. Finnick se inclinó para besarla.
Cuando se separaron, Finnick enterró la cara en su hombro, apoyando los labios sobre su piel cálida.
-         Deberías ir a la cama – susurró, recorriéndole el mentón con la punta de la nariz -. Hoy ha sido un día duro.
Annie giró la cabeza hacia él, acariciándole la nuca con los dedos.
-         ¿Vas a dormir conmigo?
-         ¿Quieres que duerma contigo?
La chica se giró completamente, con un dedo sobre la barbilla de él. Finnick se acercó a ella y volvió a besarla, tirando suavemente de su labio inferior con los dientes. Annie se separó, riéndose.
-         ¿Entonces? – preguntó.
Finnick se levantó y la cogió en brazos. Annie colocó los brazos alrededor de su cuello, apoyando la cabeza en su hombro.
-         No tengo sueño – dijo la chica, separándose de él.
-         ¿Has tomado café o algo?
Annie sonrió, agachando la cabeza.
-         Con azucarillos. Dexter los ha comprado cuadrados. El café está bueno así.
Finnick sonrió, mordiéndose el labio, y dejó a Annie en el suelo. Entonces, ella se colocó frente a él en dos saltitos, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón del pijama.
-         ¿Quieres uno?
-         ¿Un qué?
-         Un azucarillo.
Finnick abrió la boca para responder y, en ese momento, Annie le metió un azucarillo en la boca. El chico sintió el dulce extenderse por su lengua antes de replicar. Annie se metió otro azucarillo en la boca y echó a correr de nuevo, metiéndose en su habitación con otro par de saltos.
Finnick corrió tras ella, pasándose la lengua por los labios. Antes de entrar en la habitación de Annie, frenó frente a la de Mags. Seguía tumbada en la misma posición, con los ojos cerrados.
‘Olvida lo que ha pasado esta tarde’.
Finnick cerró completamente la puerta, acariciando el pomo antes de meterse en la habitación de Annie.
Ella estaba tirada en la cama. El pantalón del pijama estaba en el suelo, y ella tenía las piernas desnudas cruzadas sobre el colchón. Finnick se sacó la camisa por la cabeza y se tumbó a su lado.
-         ¿Cómo está Mags? – preguntó la chica, sin apartar la mirada del techo.
-         Dormida, descansando.
Annie giró la cabeza para mirarlo, arrugando la tela de su camisa.
-         Finn… - comenzó, sin tocarlo -. ¿Crees que estoy loca?
Finnick se quedó tieso sobre el colchón.
-         ¿A qué viene eso ahora?
La chica se mordió el labio, nerviosa. Finnick se volvió hacia ella, colocando su cuerpo a escasos centímetros del suyo.
-         Solo responde.
Finnick tragó saliva, cerrando los ojos. Cuando volvió a abrirlos, Annie estaba junto a él, con un puño próximo a la nariz y la otra mano colocada bajo la cabeza. Lo miraba con esos dos ojos verdes que parecían mucho más intensos cuando se llenaban de lágrimas.
-         No creo que estés loca – pensó Finnick -. Creo que eres…
-         No digas que crees que soy especial, por favor – pidió ella, levantándose de la cama -. Dexter dice lo mismo. Y decís eso solo para no hacerme sentir mal.
Finnick se sentó en el colchón, apoyando la cabeza en el cabecero. Annie estaba junto a la ventana, con la cortina enredada entre los dedos. La luz de la luna daba de golpe sobre ella, haciendo su piel aún más blanca. Finnick no podía dejar de preguntarse cómo una chica que había pasado toda su vida en una playita soleada podía seguir siendo tan pálida.
-         ¿Y qué quieres que te diga, An? – preguntó el chico, acercándose a ella -. No estás loca, es solo…
-         Me acuerdo – respondió -. Ellos lo decían.
Finnick se fijó en su reflejo en el cristal. Él también recordaba los murmullos a su alrededor en el Capitolio, mientras ella gritaba en el suelo el nombre de Kit.
-         An…
-         Dilo. Di que sabes que estoy loca.
Finnick se colocó tras ella, poniendo las manos en su cintura y la barbilla en su hombro. Miró al cristal y se vio ahí, con ella, encajando como piezas de un puzzle.
-         Estás loca – susurró, con los labios pegados en su oreja.
Annie se apartó de él. Se tiró de nuevo sobre la cama, otra vez con los ojos clavados en el techo. Finnick se recostó a su lado, apoyado sobre un codo.
-         ¿Qué? – dijo ella.
-         ¿Te importa?
-         ¿El qué?
-         Estar loca.
-         No lo sé.
Finnick alargó la mano hasta ponerla en su cara. Annie cerró los ojos, y sus pestañas hicieron formas sobre sus pómulos. Finnick se inclinó para besarle los párpados.
-         ¿Qué quieres que te diga? – repitió, juntándose más.
Annie se acurrucó sobre él, apoyando la cabeza en su hombro. Finnick pasó un brazo bajo su cabeza y la abrazó, cerrando los ojos.
-         No quiero que digas nada – concluyó Annie.
Él entreabrió los ojos solo para verla dormir antes de quedarse dormido de nuevo. Siempre había oído que no había nada más hermoso que ver a la persona que quieres despertarse, pero él no estaba de acuerdo.
No había nada más hermoso que verla dormir.

1 comentario:

  1. "Lo haría todo otra vez, porque la quería. "

    Es más cuqui MI FINNICK (o tu Finnick, o el Finnick de Annie). Estoy tan platónicamente enamorada de ese personaje y tú no haces más que empeorarlo, Patocuac.

    Lo de los azucarillos ha sido adorable. Últimamente estás lanzando muchos lazos desde el fic hacia los libros y eso me gusta mucho, hace que esto parezca más de verdad. Más libro, en lugar de fanfic, no sé si me explico.

    Me hiciste esperar un Capifuck, y mi hermana mirándome fijamente mientras lo leía sólo consiguió incrementar mis esperanzas... Pero no. Tendremos que seguir esperando.

    La última conversación es también muy cuqui. El capítulo ha sido muy cuqui en general, la verdad, has sido buena con nosotros. Y ya van 44 y no me canso de leer. Espero un especial de Proyecto Sam próximamente.

    Love, Tuli (?)

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