sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 47. 'Recordar, solo para superar y vivir otro día'.

Recordar,
solo para superar
y vivir otro día.

Annie clavó la mirada en el cuaderno. Había escrito esa frase en todas las páginas, como una oración, un lema que la ayudaba a seguir adelante. Sin embargo, cada vez sentía más que se había quedado estancada.
 
Recuerdo.
Y trato de convencerme
de que no es real.
Pasado.
NO LO PUEDO CAMBIAR.
Pero está ahí.
Aquí.
Presente, conmigo.
Recuerdo,
pero todo lo que pasó
pasa ahora.
No tiene sentido.
Recordar, me dicen.
Recordar es todo cuanto debes.
¿Para qué recordar
si lo estoy viviendo otra vez?

Annie no podía parar de pensar en esos niños, esa pareja de tributos que había visto subir las escaleras de la plaza del distrito, y se sentía tan identificada… Los recuerdos, esos odiosos recuerdos que tanto quería enterrar, no hacían más que presentarse ante ella, en los sueños o en la realidad. Dormir solo significaba tener pesadillas, así que llevaba cerca de una semana durmiendo muy poco, como podía notarse por las profundas ojeras azuladas y el rostro de cansancio. Ni siquiera Finnick era capaz de hacerla sonreír, por mucho que lo intentara.
-         ¿Dexter?
El hombre entró por la puerta del comedor, con un cuenco de cereales en las manos y el pelo despeinado. Los rizos dorados yacían deshechos sobre su frente, y los ojos entrecerrados avisaron a Annie de que el hombre se acababa de despertar.
-         ¿Sí, An?
-         ¿Puedes llevarme a la plaza hoy?
Dexter dejó la cuchara a medio camino de la boca, mirándola fijamente.
-         Si me niego, vas a ir igual, ¿verdad?
Annie le devolvió la mirada, sin hacer ningún gesto, aunque el ‘sí’ estaba escondido detrás de sus ojos, y Dexter lo sabía tanto como ella.
-         Annie…
-         Por favor. Solo tengo que verlo.
Dexter dejó el bol de cereales sobre la mesa y se sentó a su lado, frotándose los ojos con el índice y el pulgar de la mano derecha.
-         Sabes qué pasa hoy, ¿no? – Annie asintió -. ¿Quieres ver eso?
Annie vaciló antes de asentir de nuevo. Recordaba los nervios que había sentido antes de que el tubo comenzase su ascensión hasta el estadio, el miedo y la tensión de saber que podía morir en cualquier momento. Se estremeció. ‘Recordar, solo para superar y vivir otro día’.
-         Necesito verlo – concluyó.
Dexter se pasó una mano por el pelo, colocándose los rizos sobre la cabeza.
-         ¿Quieres que avise a Finnick?
La mano de Annie se desplazó inmediatamente hasta la muñeca de Dexter, como un acto reflejo. El hombre levantó la cabeza hasta que sus ojos miel quedaron a la altura de los de la chica.
-         No. Quiero… quiero ser valiente, ¿entiendes?
-         No.
-         Por favor. No le digas nada.
Dexter apretó la mandíbula, llevando la mirada hasta el cuaderno que yacía entre los brazos de Annie. Alargó la otra mano para cogerlo.
-         Ya sabes – murmuró Annie, soltándolo -. Recordar, solo para…
-         …superar y vivir otro día.
Annie levantó las comisuras de los labios en un intento de sonrisa, pero estaba tan cansada que incluso los músculos de su mejilla fallaban. Finnick no había dormido en casa esa noche, aunque Annie sabía que el chico llevaba días mustio también, como si los nuevos Juegos también le afectasen a él, así que ella había decidido dejarlo solo.
Un año atrás, probablemente hubiese pensado que él le estaba siendo infiel o se estaba viendo con otra chica, pero no ahora. Finnick había demostrado con creces que era suyo y que la amaba, así que no tenía sentido pensar que eso pudiera cambiar. 
-         Annie, no estoy muy seguro de…
-         Dexter, por favor.
El hombre soltó el cuaderno y se miró el reloj, atusándose el pelo contra la cabeza.
-         Está bien. Arréglate, tienes veinte minutos.
Annie se levantó de la mesa, tirando del borde de la camiseta para taparse laspiernas desnudas un poco más. Había adquirido una confianza increíble con Dexter en dos años, pero no lo suficiente como para estar prácticamente desnuda.
Subió las escaleras hasta su habitación como si le costase levantar los pies del suelo. Estaba cansada como nunca recordaba haberlo estado. Apoyó la cabeza en la madera de la puerta antes de abrir con un suspiro.
-         ¿Dónde vas?
Annie levantó la mirada y se encontró con Finnick sentado en la cama, con la camisa medio abierta y ojeras bajo los párpados. Ella avanzó hasta sentarse a su lado, a unos centímetros pero sin rozarlo.
-         Voy a salir.
-          Vas a ir a ver el baño de sangre, ¿no?
-         Yo...
-         No me mientas.
Annie vio por el rabillo del ojo cómo él se giraba hacia ella, pero se mantuvo en su posición, mirando al frente.
-         ¿Por qué? – preguntó Finnick.
-         No lo entiendes.
-         No, así que explícame. Y explícame también por qué le has pedido a Dexter que no me diga nada de esto.
La chica clavó los dedos en el colchón, mordiéndose el labio. ¿Les había oído? Era obvio, pero se sentía traicionaba. Eso no entraba en sus planes.
-         Quiero enfrentarme a ello sola, Finn.
-         ¿Para acabar acurrucada en el suelo chillando, es eso?
Annie le miró directamente a los ojos, consternada. Finnick nunca le había hablado así, con esa dureza, recriminándole las cosas que le habían pasado cuando tenía los ‘ataques’, como Dex los llamaba. Annie abrió la boca para replicar, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.
-         Lo siento – se disculpó Finnick, alargando la mano para coger la suya -. Solo me preocupo por ti. ¿Lo sabes, verdad?
-         Lo sé – respondió Annie -. Pero quiero hacer esto.
-         ¿Sin mí?
Annie lo miró a los ojos y, justo en ese momento, supo que no podría hacerlo sin él. No solo porque Finnick era el único que la sacaba de esos momentos de histeria, de esos ataques, o porque él cuidase de ella como nadie más lo hacía, sino porque necesitaba asegurarse de que lo que iba a ver no era su pasado regresando real, de que no era ella la que estaba allí. Y la única manera de hacerlo era sosteniendo la mano de Finnick.
-         No. Contigo.
Finnick se inclinó para besarla, y ella le devolvió el beso, pasando las piernas alrededor de su cintura. Finnick clavó los dedos en la piel de su muslo y empezó a arrastrarla hacia la cama, pero esta vez fue ella la que tuvo que detenerlo.
-         Finn…
-         Lo pillo. Vamos, vistámonos.
Dexter abrió la boca cuando los vio bajar juntos las escaleras, sin entender, pero no hizo ningún comentario al respecto. Ni siquiera hablaron durante el camino a la plaza, donde la alcaldesa Craster había puesto pantallas enormes distribuídas para poder ver los Juegos en su plenitud.
Annie se estremeció en cuanto vio la primera pantalla. Era la plataforma de ascensión del tributo masculino del distrito 12, un chico con el pelo rubio ceniza y los ojos azules. Recordaba perfectamente sus últimos instantes en ese tubo, esperando lo que podía ser el último momento de su vida.
‘Te deseo la mejor de las suertes, Annie Cresta’. Eso había dicho Yaden, su estilista, y la chica estaba segura de que él ni siquiera pensaba que ella pudiese pasar más allá de la Cornucopia. Seguro que Yaden nunca habría imaginado que la chica a la que había convertido en una sirena se convertiría en lo que era ahora.
-         Un recuerdo – susurró.
Dexter se inclinó hacia ella.
-         ¿Qué?
-         Un recuerdo – repitió, mordiéndose el extremo de la manga del jersey -. Dos, en realidad. ¿Me convirtió Yaden en una sirena?
Dexter la miró con el ceño fruncido, rascándose la nuca. Entonces, Finnick le cogió el meñique de la mano derecha y se inclinó para susurrarle al oído una sola palabra:
-         Sí.
Annie lo miró por el rabillo del ojo. Sabía que no debía mostrarse cariñosa con él en público, así que le soltó el dedo, no sin antes darle una suave caricia en el dorso de la mano.
La chica volvió la vista a la pantalla, donde el chico del 12 movía las manos nervioso en el interior de los bolsillos de la chaqueta. Annie intentó recordar el nombre del chico. Sabía que su apellido era Mellark, y lo recordaba porque su entrevista era de las pocas que le había llamado la atención. En ella, el chico había confesado su amor por su compañera de distrito ante todo Panem. Los trágicos amantes, los llamaban.
-         Peeta – susurró -. Se llama Peeta.
Dexter asintió, y justo en ese momento, la plataforma comenzó a ascender. Annie agarró la manga de Finnick, escondiéndose tras él. ¿Y si esa Arena se parecía a la suya? ¿Y s había palmeras, o un muro gigante?
‘La Arena es un anillo’. Annie se giró. Alguien le había susurrado esa frase al oído, la había escuchado claramente. Un anillo. Lo recordaba. Se sacó el cuaderno del bolso que siempre llevaba y comenzó a escribir.
 
Andar y andar
para llegar siempre al mismo sitio.
Andar y andar
para volver.
Un anillo, una rueda.
Sin principio.
Sin fin.

-         ¿Annie?
La muchacha se metió el cuaderno de nuevo en el bolso y miró a Finnick, que tenía el ceño fruncido. A su alrededor, se escuchaban unos pitidos, uno detrás de otro. Annie miró hacia la pantalla y lo vio.
Siete.
Seis.
Cinco.
Cuatro.
Tres.
Dos.
Uno.
Y se escuchó el gong.
La Arena era verde. Eso fue lo único de lo que se dio cuenta antes de que se hiciese el caos, en la pantalla y en su cabeza.
Vio a Kit correr, con una mochila colgada del hombro, con su mata de pelo rizado apelmazado sobre la cabeza. Y se vio a sí misma correr delante de una chica con una lanza. Y Peeta Mellark se cruzó delante de ella, repitiendo ‘porque ella está aquí conmigo’ una y otra. Y Annie buscó a la chica del 12 con los ojos, pero no la encontró, así que supuso que estaría muerta. Como Kit, cuya cabeza yacía en el suelo, junto a la Cornucopia, aún sonriendo. Como el chico del 4, un niño no mayor que ella cuando entró, con una sonrisa roja en el cuello. Y Yaden le deseó la mejor de las suertes en el oído. Y Annie corría más y más, porque si paraba, la chica de la lanza iba a alcanzarla.
La Arena es un anillo.
Te deseo la mejor de las suertes, Annie Cresta.
Porque ella está aquí conmigo.
La princesa del océano.
Recordar, solo para superar y vivir otro día.
Todos mueren.
¿Por qué sonríen los muertos?
-         ¿An?
Annie sacudió la cabeza. Estaba en una cama, podía notar eso. Abrió los ojos y se encontró con el techo de su habitación, iluminado únicamente por la luz de la luna. Finnick estaba dormido a su lado, con la boca entreabierta, pero era Dexter el que estaba de pie junto a su cama, con la camisa arrugada y los puños subidos hasta los codos.
-         ¿Qué ha pasado? – susurró Annie, con la voz pastosa.
-         ¿De verdad quieres saberlo?
La chica cerró de nuevo los ojos. No, no quería saber qué había hecho esta vez. ¿Habría gritado? ¿Se habría acurrucado en el suelo, como había dicho Finnick, arañándose y llorando?
-         ¿Cuántos?
-         Once, creo.
Once niños muertos en el tiempo que había durado el baño de sangre. Annie se levantó, sintiendo que todo su cuerpo estaba hecho de gelatina, y salió con esfuerzo de la habitació, apoyándose en la pared.
Su cuaderno blanco estaba dentro del bolso, tal y como ella lo había dejado. Lo abrió antes de sentarse y vio lo último que había puesto.
Era un tachón. Un tachón enorme, y la hoja estaba rajada. Se estremeció, mordiéndose el labio.
 
Verde.
Verde que se tiñe de rojo.
Rojo sangre.
Hombres viejos y ricos que viven,
niños pobres que mueren.
Pasado que vuelve,
presente que se olvida.
Dormir de día,
vivir de noche.
Hay algo mal conmigo.
Con el mundo.
Todos lo saben,
pero nadie dice nada.
Nadie HACE nada.
Solo viven
como si estuvieran muertos
y mueren
como si estuvieran vivos.
Sonriendo.
¿No es eso erróneo?
Igual es
que el mundo es demasiado malo
para vivir en él,
y dejarlo,
dejar de existir,
de ser,
es la mejor manera de irse.
Y el verde vuelve a ser verde.
Y los niños viven.
Y el pasado no existe.
Y se sueña de noche.
Y sonríen.
 
Annie miró lo que había escrito con los ojos semicerrados. No, ella no quería irse, dejar de existir como su madre y como Kit. Ella quería quedarse, vivir.

 Decir algo.
HACER ALGO.
SER.
ESTAR VIVA.
Y RECORDAR,
SOLO PARA SUPERAR,
Y VIVIR OTRO DÍA.


 

2 comentarios:

  1. PATOOOOOOOOOOOOOO hace muchísimo que no me paso por acá, perdón. Me encanta comentar los Capiducks pero a veces no me alcanza el tiempo para escribirte todo lo que siento.

    A ver... primero. Cada vez amo más las poesías de Annie. Están llenas de recuerdos y de frases muy ciertas. Podría releerlas mil veces sin cansarme.
    También me encanta como desde el Capiduck anterior (Que paso un año y seis meses, por cierto) a Annie se la ve mucho más madura. Y eso me gusta muchísimo, ya que ella mejora, de alguna forma. Aunque tenga sus ataques... siempre va a estar Finn para ella. Y eso es algo que nunca se perdió en los Capiducks y me encanta.
    "- Finn…
    - Lo pillo. Vamos, vistámonos. " Odair y sus intentos de seducción para hacer que Annie se quede no funcionaron. Esto es raro. Creo que ella sola puede rechazarlo con tanta facilidad (?
    Me vinieron recuerdos de los primeros Capiducks, cuando Annie era elegida, se convertía en sirena y demás. Gracias por seguir la fic Pato, nunca me voy a cansar de que es INCREÍBLE.
    "En ella, el chico había confesado su amor por su compañera de distrito ante todo Panem. Los trágicos amantes, los llamaban.
    Peeta – susurró -. Se llama Peeta." En este momento, no sé porqué, casi me pongo a llorar. Hasta que Annie no dijo eso, no me acordaba de que eran los Juegos de Peeta y Katniss. Y ahora, ver los juegos desde la perspectiva de Ann y Finnick es... Gosh. Madre mía.
    Por cierto, extraño a Mags. Y me duele demasiado verla así, con la enfermedad. Espero que aparezca pronto :3
    Cada vez te superas más en los Capiducks, Pato. Se nota y es algo genial. Aunque se que no estuve comentando tantos los capitulos como antes, sabes que yo voy a estar leyéndolos con muchísimo cariño y diciéndote que sigas así, porque cada palabra que escribes es increíble y única.

    PD: Creo que todos estamos con la pregunta... ¿El Capifuck ya pasó?
    Chispis.

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  2. Hermoso capitulo, bueno como siempre en realidad.

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