sábado, 8 de febrero de 2014

Capítulo 77. 'Burbuja'.

-      ¡Katniss!
Annie cerró los ojos. Llevaba días escuchando a Peeta gritar, gritar tanto que ni siquiera los dos cristales que la separaban de él habían logrado ahogar sus chillidos. Annie no podía taparse los oídos, y hacía tiempo que no le suministraban morflina. Ella estaba segura de que no querían dormirla para escuchar los gritos del chico. Y no eran los únicos.
Cuando pensaba que el Capitolio no podía llegar a ser más cruel, que no podía romperlos más, había escuchado aquel sonido. Probablemente hubiese sido un grito si el chico hubiese podido gritar, pero ser avox te quitaba incluso esa posibilidad, por lo que se había reducido a un extraño sonido gutural extraído desde la garganta. Los torturadores se habían asegurado de dejar abiertos los altavoces para que los tres pudiesen oírlo. El chico había muerto después de tres días, y Annie había visto cómo arrastraban su cadáver por el pasillo a través de la puerta entreabierta. Era el avox pelirrojo que le había dado de comer.
-      ¡NO! – chilló Peeta -. ¡KATNISS, NO!
Annie había dejado también de tratar de romper las correas. Estaba empezando a cansarse, al igual que Johanna. Habían dejado incluso de hablar, resignadas a la tortura. Una y otra vez. Descargas, golpes, sueros extraños que ponían el pasado en el presente. Muertes, una detrás de otra. Había perdido la cuenta de las veces que había visto morir a sus seres queridos de mil formas diferentes. Había perdido la cuenta de las veces en las que el frío la había rodeado, mostrándole el pasado cruel que había dejado atrás y que amenazaba con no marcharse nunca.
-      ¡KAT…!
La puerta de su celda se abrió. Annie tragó saliva con esfuerzo debido a lo seca que estaba su garganta y cerró los ojos, preparándose para un nuevo ataque. Solo tenía que aguantar. Sufrir lo que tuviese que sufrir y dejarse llevar después por la morflina. Y esperar después a un nuevo ataque.
¿Es posible vivir así?
¿Cuánto más voy a aguantar?
-      ¿Lo oyes? – preguntó el torturador, señalando hacia Peeta.
Annie intentó ignorarlo, pero el muchacho no paraba de gritar. Llamaba a Katniss una y otra vez, entre grito y grito. Annie abrió la boca, pero no salió ningún sonido de ella. Una lágrima se deslizó por su mejilla. Le estallaba la cabeza.
-      Bueno, te vamos a poner una nueva dosis… Veamos cuál es tu estado dentro de una hora.
-      Espera.
Annie se giró hacia Johanna. La chica estaba al otro lado del cristal, con la cabeza caída sobre la dura almohada. El número de heridas había aumentado, tanto costras como quemaduras y hematomas. Johanna presentaba un estado lamentable. Irreconocible.
-      Pónmelo a mí – gruñó la chica, dándole la vuelta al brazo.
El torturador apretó el émbolo de la jeringuilla y dejó caer unas gotas de líquido sobre las baldosas del suelo.
-      Este suero es específico para Annie Cresta. Órdenes de arriba.
-      Pónmelo.
El hombre colocó la aguja sobre la piel de Annie y presionó. La chica se mordió el labio y cerró los ojos.
-      Annie, no pienses – dijo Johanna -. No pien…
Pero Annie no llegó a oír lo que Johanna tenía que decirle. Los gritos de Peeta aumentaron su volumen en sus oídos. La chica cerró los ojos y trató de no pensar. Obligó a su cerebro a convertirse en una pantalla en blanco, pero pronto esa pantalla empezó a resquebrajarse y comenzó a ver imágenes como estrellas fugaces, apenas un segundo. Tan pronto veía a su madre en el centro de una hoguera como los rostros de los torturadores.
No pienses.
No pienses.
No pienses.
Se desmayó cuando no pudo ignorar una imagen de Kit decapitando a Finnick.
Despertó en medio de una bruma oscura que no la dejaba abrir los ojos. Annie tardó al menos diez minutos en darse cuenta de que estaba sentada en un sillón más mullido de lo normal. Entreabrió los ojos, vislumbrando sus manos. La luz no era tan blanca como la de su celda, y las heridas de sus manos parecían insectos posados sobre su piel. Annie arrastró la mirada hacia sus muñecas, que estaban sujetas a los brazos de la silla por un alambre de cobre que se clavaba en su piel, ya de por sí magullada, como si hubiesen pasado una lija por ella. Annie sentía los párpados pesados, pero se obligó a mantener los ojos abiertos en cuanto sintió el sabor de la sangre en su boca. Se pasó la lengua por los labios, con lentitud debido a su aturdimiento.
-      Ya estás… despierta – dijo una voz a su lado, pastosamente.
Annie alzó la cabeza, confusa. Estaba en una habitación de cristal a través de la cual podía ver una gran sala llena de pantallas. Annie miró a su derecha. Johanna Mason estaba sentada a su lada, con medio cuerpo caído sobre el sillón. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. Cualquiera que la viese de lejos podría pensar que era un cadáver.
-      ¿Estás… despierta? – preguntó Annie. Sentía la lengua de goma.
-      Desgra… ciadamente, sí – respondió Johanna -. Peet… No.
Annie se obligó a mirar al chico, que dormía en otro sillón  frente a ellas, con un extraño temblor en las manos.
-      ¿Qué… dónde…?
-      Burbuja… Eso han dicho. Quieren que… veamos…
Johanna señaló hacia las pantallas que se encontraban fuera de las paredes de cristal. Annie miró a Peeta, que seguía dormido, pero nadie parecía realmente preocupado por él, porque las pantallas se encendieron en cuanto las dos chicas miraron a las pantallas.
Katniss Everdeen apareció en todas ellas, mirándolas con los ojos entrecerrados. Estaba delante de unas ruinas, con un impresionante traje blanco y negro. Sin embargo, Annie no se fijaba en la chica, sino en las figuras que caminaban tras ella. Un chico alto de pelo oscuro y ojos grises que se movía dando patadas a los escombros. Un hombre con el pelo corto, muy musculoso, con un arma de al menos medio metro de larga. ¿Dónde estaba Finnick?
-      Finn… - susurró, mirando desesperada las pantallas.
Annie hizo ademán de levantarse, pero el alambre se le clavó en las muñecas, provocando un hilillo de sangre.
-      Tranquila – musitó Johanna a su lado.
La imagen de Katniss fue sustituida por otra de un pelotón de hombres y mujeres, escudriñando los escombros de una ciudad derruida. Eso debe ser el 13, pesó Annie, observando la pantalla más grande.
Y allí estaba. En una esquina, vestido de gris oscuro, con un tridente de metal oscuro lleno de complementos. Annie reconocería ese pelo cobrizo o esa forma de andar en cualquier parte. Apenas un segundo antes de que esa imagen fuese sustituida de nuevo por una de Katniss.
-      Estábamos a tanta profundidad que no existía peligro real. El 13 está sano y salvo.
La imagen se cortó de repente, dejando a Katniss Everdeen con la boca entreabierta, dando paso a otra imagen bombardeos. Annie sintió cómo se le deshacía parcialmente el nudo del pecho. Finnick estaba vivo y a salvo.
Una de las paredes de la burbuja desapareció y entraron en ella tres torturadores, cargados con jeringuillas llenas de suero azul y un aparato de descargas en la otra. Annie empezó a chillar. Uno de los torturadores sacó a Peeta de la burbuja en una silla de ruedas, aún amordazado, mientras que los otros dos se arrodillaban junto a las chicas. Annie lanzó un mordisco hacia la oreja de uno de los hombres, pero éste se apartó a tiempo para evitarlo y clavó con fuerza la aguja en su brazo. Annie observó las pantallas, que mostraban una imagen de Finnick en la Arena del Vasallaje, con el tridente sobre su cabeza. Congelado. Entonces, el suero comenzó a hacer efecto.
Finnick hacía malabares con el tridente, caminando por la playa. Johanna empezó a gritar a su derecha, cerrando los ojos, pero un torturador le metió un trapo en la boca y colocó el aparato sobre la piel de su brazo, transmitiéndole una descarga que la dejó exhausta sobre el sillón, sin poder apartar los ojos de la pantalla.
En ella, Finnick movía el tridente. Annie lo siguió con los ojos y, entonces, la pantalla no existía. Finnick estaba frente a ella, con el tridente en posición defensiva, por delante de su cuerpo mojado, sonriendo. Entonces, una mancha roja comenzó a extenderse por su pecho. Finnick bajó la mirada, sobresaltado, cayendo al suelo de rodillas. El tridente cayó a los pies de Annie, lleno de sangre.
-      ¡FINNICK! – gritó la chica, desesperada. Los alambres perforaron aún más su piel.
La burbuja comenzó a empequeñecer y el aire se volvió más pesado. Le costaba respirar, y el cadáver de Finnick a sus pies no ayudaba. Annie escuchaba los gemidos silenciosos de Johanna, pero nada tenía importancia. Finnick estaba ahí delante, y casi podía sentirlo frío al tacto…
El dolor de las muñecas la anclaba a la realidad, pero Finnick no se movía, y cada vez había más sangre. Y más, y más…
Es veneno, se recordó, cerrando los ojos. Veneno, veneno, veneno…
¿Sería eso lo que le estaban haciendo a Peeta? ¿Mostrándole el cadáver de Katniss una y otra vez? Pero ella había visto el vídeo, Finnick estaba vivo en el 13. ¿Pero y el cadáver? Era Finnick, no podía ser otro. El pelo, la forma de los hombros…
Ya no sabía qué era real y qué no. Quién estaba vivo y quién no.
No sabía nada.
¿Y Mags? ¿Dónde estaba Mags?
-      Es veneno – susurró la anciana en su oído.
Es veneno, es veneno, es veneno.
-      Finnick – susurró, inclinándose hacia el cadáver -. Finnick, despierta, tenemos que ayudar a Kit. ¡Tienes que ayudarlo!
Pero Finnick no despertaba.
-      ¡Finnick! ¡FINNICK, NO ME DEJES AHORA! ¡Van a matar a Dexter! ¡Date prisa!
-      Es veneno, Annie – dijo Mags -. Solo veneno.
-      Está todo en tu cabeza, Ann – exclamó Dexter.
Annie levantó la cabeza hacia su amigo. Tenía sangre en la camisa blanca, sangre que provenía de un agujero en la sien.
-      Todo en mi cabeza, es veneno – repitió ella -. ¡FINNICK!
-      ¿Aliados? – preguntó Kit, acuclillándose frente a ella.
-      ¡No sé qué está pasando! – gritó un torturador -. ¡El suero no hace esto!
Todo en tu cabeza.
Es veneno.
-      Finnick, por favor… Despierta…
Annie sintió un par de pinchazos, uno en cada brazo.
-      No sé qué ha pasado, se lo prometo. Es como si ella…
No llegó a escuchar el resto de la frase. Esa vez, en sus pesadillas, no apareció Finnick. Ni Dexter. Ni Mags, ni Kit, ni su madre ni los torturadores. Esa vez solo estaba ella, en una pompa de jabón, ahogándose en suero azul.

3 comentarios:

  1. Yo antes de CBLO tenía una vida.

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  2. Hola, buenas noches, DuckliME ESPERABA COSAS FELICES Y BONITAS EN ESTE CAPÍTULO Y ME PONES ESTO, YOU'RE RUINING MY LIFE.
    Se buena en el siguiente, pls.

    Lo del avox pelirrojo duele. Peeta gritando 'Katniss' duele. Johanna protegiendo a Annie duele. Kit decapitando a Finnick duele. 'Cualquiera que la viese de lejos podría pensar que era un cadáver' duele.

    No entiendo por qué las dejan ver que el Distrito 13 está bien o a Annie ver a Finnick, me esperaba una manipulación den las imágenes o algo así.
    Parece que pones las descargas a Johanna como 'y de regalo, freímos a Mason', no sé.
    Y el trozo final es una de las cosas más béh de la historia, aborto.

    Después de toda mi frustración, sólo quiero decir que méhña, I need more.

    Pd: las míseras 1788 palabras de este capítulo también me han dolido.
    2Pd: sí, te controlo.

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  3. Parece que pones las descargas a Johanna como 'y de regalo, freímos a Mason', no sé.
    Soy una planta, las plantas son los seres más vagos del planeta así que ese va a ser mi comentario.

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