sábado, 19 de abril de 2014

Capítulo 87. 'Real'.

-        Boggs y Mitchell. O lo que quedaba de ellos.
Annie se llevó la mano al pecho, tratando de respirar. Esos eran los cadáveres que habían encontrado en el Capitolio. Boggs, que tan poco había sonreído en su boda, pero que no se había negado a un baile. Y Mitchell, que la había sacado de aquella celda. Johanna intentó tranquilizarla, pero ella también estaba alterada. Las noticias no eran precisamente alentadoras. Ya habían encontrado dos cadáveres. ¿Cuántos más quedarían? ¿Estaría Finnick entre ellos?
-        No, no, no…
-        Annie, él está vivo – dijo Johanna, agarrándole la cara con las manos -. ¿Verdad?
-        La señal sigue siendo débil – informó Plutarch -. Pero Beete ha localizado todas sus armas especiales, al menos por ahora. Están activas, lo que quiere decir que…
-        Ellos están vivos – aclaró Johanna, acariciándole las mejillas -. Finnick, Katniss y Gale están vivos, al menos.
Plutarch asintió, frunciendo el ceño. Annie casi se sentía culpable por estar aliviada. Por un segundo, le había dado igual el resto del pelotón, solo le había importado que Finnick estuviese vivo. Ella no era así. No podía despreciar la vida de la gente de esa manera.
Algo comenzó a agitarse en su pecho descontroladamente. Necesitaba saber que estaban bien, vivos, todos. Annie se agarró a Johanna.
-        Oíd – comenzó Haymitch, que estaba apoyado contra el marco de la puerta -. Tenéis que estar preparadas para lo peor. Ha salido todo mal y…
-        ¡No!
Annie se dejó caer al suelo, abrazándose las rodillas. Johanna bajó de la cama, colocando los brazos a su alrededor mientras se balanceaba. No podía concebir que Finnick estuviese muerto o que fuese a morir. No podía, no tenía sentido.
-        Johanna – prosiguió Haymitch -. Tú lo entiendes, por fav…
-        Haymitch, déjalo. ¡Déjalo!
La puerta de la sala se abrió de repente. Un chico vestido con el uniforme del hospital del 13 entró corriendo, sujetándose el pecho.
-        Beetee… - jadeó -. Ha pasado algo.
Plutarch y Haymitch salieron corriendo de inmediato. El chico se apoyó en el marco de la puerta, respirando con dificultad. Annie lo miró, asustada. Algo había pasado, algo relacionado con Beetee, o con las armas de Beetee. Intentó levantarse, tirando de Johanna.
-        ¿Dónde? – preguntó Johanna, sujetando al chico por los hombros -. ¿¡Dónde!?
-        En la sala de Mando. El resto nos vamos al Capitolio a ayudar a los her...
Annie salió corriendo, ignorando las voces de Johanna. Confiaba en que recordaba el camino a la sala de Mando. Confiaba en que podía llegar hasta allí, a pesar de que sentía las piernas tan inestables como la gelatina. Johanna gritó jadeante desde el otro lado del pasillo.
-        ¡Annie, por favor!
La chica retrocedió a por ella. Su amiga se sujetaba las costillas, con una mueca de dolor en el rostro. Annie la cogió de la mano y tiró de ella, caminando tan rápido como le permitía su paso.
-        No puede ser él, por favor, que no sea él – susurraba, mientras miraba nerviosa a un lado y al otro.
-        ¡Ahí! – gritó Johanna.
La sala de Mando estaba abarrotada. Ni siquiera los cristales que formaban las paredes eran suficientes para ahogar las voces y los chillidos. Se había desatado el caos, tal y como había ocurrido en su distrito el día que Dexter…
Annie empujó la puerta y entró corriendo. Había gente llorando, gritándose entre sí o gritándole a las pantallas, abrazándose sin dejar de observar los monitores. Annie empujó y empujó para abrirse paso. Necesitaba encontrar a Haymitch o a Plutarch. Tenían que estar ahí.
-        ¡… desactivado! ¡Roto!
Beetee chillaba, marcando teclas sobre una mesa. Haymitch, con las dos manos en la cabeza, no podía mantenerse quieto, caminando de un lado para otro. Entonces, las vio a ambas y empalideció de repente. Corrió hacia ellas, al mismo tiempo que ambas trataban de llegar hasta las pantallas. Annie soltó la mano de Johanna para empujar a Haymitch. Se sentía más pequeña, como cuando luchaba contra las sombras. Salvo que esta vez, las sombras eran reales. Muy reales.
-        ¡Haymitch, qué pasa! – gritó Johanna, empujándolo.
-        ¡Ayuda!
Un chico colocó unos brazos como hierros alrededor de los brazos de Annie, apartándola del hombre, que contenía como podía a Johanna, incapaz de ejercer todas sus capacidades por culpa de la morflina.
Annie dirigió la mirada a una de las pantallas. No llegó a ver quién salía en la primera imagen, pero la sala se transformó en un eco de gritos y llantos. Le siguieron dos mujeres y tres hombres más. Annie se arañó los brazos, enfocándose en ese dolor mientras todo dentro de ella empezaba a desintegrarse.
-        ¡… PERDIDOS! –seguía gritando Beetee, golpeando la mesa con la mano abierta -. ¡NO LOS DETECTO!
-        ¿Qué hacen ellas aquí? – chilló Plutarch.
Annie cayó al suelo. Todo le daba vueltas, como si hubiese empezado a girar sin control. Quería desconectarse. Su cerebro comenzó a apagarse mientras Johanna le pedía a su lado que permaneciese despierta. Su cabeza golpeó el suelo y todo se volvió negro.
Cuando despertó, ya no estaba en la sala de Mando. Ni siquiera parecía estar en el Distrito 13. Giró la cabeza, que le pesaba como si tuviese sobre ella un kilo de plomo, y vio a Johanna, tendida en una camilla, con una mascarilla puesta en la boca. En ese instante, se dio cuenta de que ella tenía la misma. Retrocedió semanas atrás. Acababan de ser rescatadas del Capitolio. Una mujer se acercaría a ella para curarle las heridas de las muñecas mientras Mitchell sonreía desde el otro lado. Salvo que esta vez, no había más mujeres que ellas dos, y no tenía heridas en las muñecas.
Y Mitchell estaba muerto.
Todo parecía tranquilo, mucho más tranquilo que en la sala de Mando. Ni siquiera recordaba que estaba haciendo allí. O sí lo recordaba.
La guerra.
Muertos.
Finnick.
Intentó levantar el brazo, pero sus extremidades no respondían. Le habrían puesto algo más potente que la morflina. Recordaba haberse desmayado, pero eso había sido por sí misma. No recordaba ningún pinchazo.
-        … remos con ellas, Plutarch? ¿Cómo se lo decimos?
Silencio. Annie trató de escuchar la conversación, luchando por mantener los ojos abiertos. -        Haymitch, la guerra ha acabado. Déjalo estar por ahora.
La guerra había acabado. Annie cerró los ojos. Acabada. Intentó levantarse de nuevo, pero el dolor de cabeza la dejó pegada a la cama.
-        Jo…
La chica a su lado abrió los ojos como platos.
-        Ha acabado – repitió, con la voz amortiguada por la mascarilla.
Finnick. Tenía que estar vivo. Él lo había dicho. Cuando volvamos a vernos, Panem será libre. Tenía que verlo. Él lo había dicho, él mismo lo había dicho…
-        ¿Qué va a pasar ahora? – preguntó Haymitch al otro lado de la puerta.
-        Snow será juzgado. Queremos que sea el Sinsajo quien lo sentencie, pero ella… No sabemos en qué estado se encuentra.
Katniss. Katniss seguía viva.
Annie recordó de repente con toda claridad por qué había ido a la sala de Mando. Recordó qué quería ver. Recordaba perfectamente a Beetee, nervioso, golpeando la mesa. ¡Desactivado! ¡Roto! Si Katniss seguía viva, eso reducía las posibilidades de que Finnick estuviese vivo a que Gale Hawthorne hubiese muerto. Annie se mordió el labio con fuerza hasta hacerlo sangrar. Finnick tenía que estar vivo.
-        ¿Y el chico? – preguntó Haymitch.
-        Algunas quemaduras. Katniss se llevó la peor parte. A ella las llamas la cubrieron casi por completo. A él, solo lo rozaron.
Hablaban de un chico. Un chico que podía ser cualquiera lo suficientemente importante como para que Haymitch y Plutarch se preocupasen por él.
Finnick estaba vivo.
Tenía que estarlo.
No le rompería el corazón así.
Recordó los versos de aquel poema que había escrito, el mismo que él había leído en el Capitolio.

Estuve esperando
a que rompieses mi corazón.
Pero no lo hiciste.
No lo haces.
No lo harás.

No lo haría. No podría hacerlo.
Cerró los ojos. Cuando despertase de nuevo, Finnick estaría allí. Y la abrazaría, y le diría que todo estaba bien. Que la guerra había acabado, que Panem era libre, que podrían marcharse al distrito 4. Entonces ella le diría que estaba esperando a un pequeño Finnick. Y él sonreiría, con esa sonrisa suya que solo le dedicaba a ella. Y probablemente la besaría.
Cuando despertó, no estaba en el distrito 13. Tampoco estaba en el aerodeslizador. Miró al techo, blanco como el mármol. No tenía mascarilla ni agujas clavadas en el brazo. Estaba tumbada en una cama sin deshacer, arropada con una manta de pelo. La apartó con la mano y se irguió, inspeccionando la habitación con la mirada. La luz entraba a raudales por una gran ventana. Se levantó y caminó hacia ella, arrastrando los pies.
El Capitolio estaba en ruinas. No como las ruinas del 13, pero había un gran porcentaje de edificios quemados o derruidos, y los ciudadanos caminaban por las calles descalzos o arrastrando los pies, con las caras llenas de ceniza. ¿Cuántos días habrían pasado?
La puerta se abrió. Annie se giró, asustada, pero solo era Plutarch. Estaba serio, vestido enteramente de azul marino. Ese color, en su distrito, solo podía significar una cosa.
Pero él es del Capitolio, él no lo entiende.
-        Annie.
La chica inclinó la cabeza como saludo. El hombre se limpió un par de manos sudorosas en el traje y la miró a los ojos, sin alterar un músculo de la cara.
-        Han pasado dos días desde que acabó la guerra.
¿Dos días? Annie se sentó en la cama, abatida. ¿Por qué no había ido nadie a verla? ¿Por qué no había ido Finnick? Dos días. Volvió a mirar por la ventana, colocándose un mechón de pelo castaño detrás de la oreja. Dos días era demasiado tiempo. ¿Dónde estaba Finnick? Quizá no había querido despertarla. Pero Finnick sabía que a ella no le hubiese importado que la despertase con tal de hacerle saber…
La puerta volvió a abrirse. Peeta tenía un aspecto horrible. Tenía el brazo derecho en un cabestrillo, lleno de vendas que no escondían las feas quemaduras de las manos. El chico tenía el lado derecho de la cara enrojecido, y ese lado del pelo más corto que el otro. Y prácticamente no tenía cejas. Pero no era por eso por lo que parecía tan abatido.
Tenía ojeras enormes y azuladas bajo los ojos. La piel de la cara parecía habérsele hundido, pegada a los huesos de debajo, y caminaba encorvado, con los hombros caídos. El chico clavó dos ojos de un azul pálido en Annie y, sin mirar a Plutarch, habló con voz ronca.
-        Déjanos, por favor.
El hombre suspiró y salió de la habitación. Peeta avanzó hasta sentarse a su lado en la cama, colocando la mano sana junto a la suya. Annie sintió que su pecho se llenaba de humo, un humo denso que hacía pesados sus pulmones.
-        Annie…
La chica se sujetó el estómago. Todo dentro de ella se había contraído. Había sentido algo romperse sin que Peeta hubiese mencionado nada más que su nombre. Como un blanco cegador en sus párpados. Como la nada en su pecho. Como un vacío en su interior. Jadeó, apoyándose contra la pared.
Había sido él. El arma que Beetee había perdido. La foto que  no había llegado a ver. La persona que no había ido a verla en dos días. Él no habría esperado.
Se había obligado a negarlo, pero había sido él.
Annie levantó la cabeza hacia Peeta, con los ojos cargados de lágrimas.
-        No va a volver – dijo, sintiendo un desgarrón en el pecho -. ¿Real o no real?
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Peeta. Annie se concentró en esa lágrima, una pequeña gota salada.
-        Real – contestó el muchacho.
Annie se abrazó las rodillas mientras su corazón se rompía. No gritó. No podía llamarlo, él no la escucharía. No la escucharía nunca más, ni volvería a socorrerla, ni volvería a buscarla. Ni ella a él.
Se miró el pecho. Su corazón estaba sangrando, así como toda ella. Escondió la cabeza entre las rodillas y lloró su muerte como nadie había llorado antes.
No eran infinitos, como habían dicho.
Habían tenido un fin.



2 comentarios:

  1. ZORRA ZORRA ZORRA ZORRA.
    Toma comentario largo y extenso.

    A ver, yo lo llevaba bien hasta el último párrafo, pero ahí te has pasado. Cómo lo expresas… Ah, ZORRA. Tienes estilo Suzanne, lo metes todo a presión en cuatro líneas y así no se puede. THERE IS A LIMIT. Y es que encima se lo dice Peeta, eso sólo puede salir de un cerebro con la semilla del mal incorporada. But... Me temía que se lo iban a decir Johanna/la madre de Katniss y eso ya iba a estar a otro nivel.

    Yo me pregunto, ¿por qué Beetee no hizo un superescudo especial anti-mutos? Tanto tridente super cool o arco mortífero, béh. ¿O por qué no mandan a más soldados a rescatarlos si saben dónde están? Dios, Sinsajo me frustra mucho. Y PRIM Y TODO, AAAAAH.

    El siguiente capiduck... Hmmm... Ah. Es que estoy muy perdida con lo que vas a hacer ahora, pero por favor que a Annie no la vuelvan a hundir las sombras (aquí sólo la hunde Finnick bajo las sábanas, ¿ok?). No sé, espero que su bebé la mantenga a flote de alguna manera.

    Lo cierto es que siempre me imaginé que Johanna llevaba peor la muerte de Finn que Annie, ella tiene al bebé y ya lo había dado por perdido más veces, pero Johanna... Es lo único que tiene. Y con eso no quiero decir que crea que Annie lo lleva bien, ni de lejos. Es como que Annie se recupera antes gracias al bebé (como con Emer), pero que Jo sigue hundida porque no tiene a nadie. Y si a eso le sumamos lo de la morfina y las secuelas de la tortura del Capitolio, pues...
    Vale, me estoy yendo del tema. Necesitaba compartir opiniones (?)

    Golpe bajo, nivel: meter un poema de Annie. SUCIO PATO TRAIDOR, SE SUPONE QUE IBAS A HACERNOS MÁS FÁCIL SOPORTAR EL DOLOR (vale, no). Me parece muy bien que quieras que Shen llore, pero deja vivir al resto, no sé, calma las tetas, los dedos y el bigote de Velázquez.

    Y hasta ahí puedo escribir hasta que acabe la PAno.

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  2. ¿Cuándo ibas a compensar el sufrimiento?

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