No era que Naomi Campbell
estuviese obsesionada. No era una obsesión, como si fuese la fan loca de alguna
estrella del pop. Simplemente, había pasado tres años teniendo la sensación de
que le faltaba algo por hacer, como quien se hace una promesa y no la cumple. Y
ese algo tenía nombre y apellido.
Muchas veces, Naomi había
notado la mirada de Emily Fitch en la espalda, atravesando su piel como si
fuese fuego. Pero después de aquella primera tarde, tres años atrás, Emily no
había vuelto a dirigirle más que miradas. Y Naomi sentía que les faltaban miles
de conversaciones, miles de anécdotas que contarse. Sospechaba que Emily vivía
coaccionada por su gemela, Katie, de la que también obtenía miradas, pero no
eran precisamente tímidas, sino llenas de odio y rencor.
Naomi se giró de nuevo, viendo
cómo Emily giraba la cara. La ponía nerviosa que la esquivase, como si quisiera
olvidar que habrían podido ser amigas. No, no la ponía nerviosa. La cabreaba
hasta el punto de que se obligaba a sí misma a odiar a Emily Fitch, a pesar de la
felicidad que había sentido por dentro cuando le habían dicho que iba a ir a su
misma clase.
-
Señorita Campbell,
¿se le ha perdido algo al final de la clase?
Naomi se giró. Mrs. McDonald la
miraba desde la pizarra, con la tiza en la mano. Toda la clase clavó los ojos
en ella, que se limitó a sentarse correctamente y mirar a la profesora de
Literatura.
-
¿Y bien? ¿Va a
responder a mi pregunta? – insistió la profesora, frunciendo los labios.
-
El interés – soltó
Naomi, cruzándose de brazos.
No era la primera vez que se
enfrentaba a Mrs. McDonald, ni sería la última. Entre ellas, alumna y
profesora, existía un rencor que llevaban cultivando dos años. La mujer, como
siempre hacía, extendió un brazo, señalando hacia la puerta, y Naomi recogió
sus cosas con toda la dignidad que pudo y se marchó, no sin antes dirigir una
mirada al fondo de la clase. Emily la estaba mirando, con sus dos enormes ojos
oscuros. Su hermana, Katie, le dio un codazo y la atención de la chica regresó
al libro de Literatura. Naomi se marchó dando un portazo.
Una vez fuera del instituto, se
sentó en las escaleras, con los codos en las rodillas y la cabeza apoyada en
las palmas de las manos.
-
¿Qué haces aquí
fuera, Campbell?
Naomi se giró. Jonathan estaba
a su lado, toqueteándose un mechón de pelo oscuro. Llevaba un sutil maquillaje
alrededor de los ojos, pero solo había que mirar su estilismo para saber que
Jonathan era gay. Los pantalones rojos tan ajustados que parecían una segunda
piel, la camiseta de lentejuelas y el gorro de lana sobre su pelo peinado con
un cuidado exquisito eran solo la expresión de quién era Jonathan, y el chico
estaba muy orgulloso de ello.
-
Expulsada de clase
por segunda vez en el mes. ¿Tú?
-
Mr. Thompson quería
obligarme a ponerme la chaqueta de este chico, Michael, porque le disgustaba mi
camiseta. Así que le he dicho que necesitaba un poco de aire y me he pirado.
Naomi rió. Si algo le gustaba
de Jonathan era su seguridad. Le importaba un bledo lo que la gente pudiese
pensar de él, lo que pudiesen decirle.
-
¿Quieres un porro?
La chica miró a su amigo, que
tenía el porro ya hecho en la mano. Naomi asintió, apartándose el pelo rubio
teñido de la cara.
-
¿Alguna novedad
entonces, Campbell? – masculló con el cigarro en la boca, tratando de
encenderlo -. Aparte de esa blusa que traes hoy. Qué delicia para los ojos,
chica.
La muchacha le quitó el porro y
aspiró. El humo le quemó el pecho y los pulmones, pero la rabia que sentía se
disipó tan rápido como dejó de sentir el humo en la garganta.
-
Mrs. McDonald sigue
teniéndome entre ceja y ceja.
-
Entre ceja y ceja
solo tiene el entrecejo peludo, querida, no hay espacio para nada más.
Naomi escupió el humo entre
toses y carcajadas, golpeándose el pecho. Jonathan rescató el cigarro, dándole
una calada.
-
Pues yo sí tengo
novedades, Campbell – Jonathan le pasó el porro y le cogió las muñecas,
sonriendo -. Agárrate, que hay curva. Esta noche, Nicholas Winston, el cachas
de fútbol…
-
¿El musculitos al
que, según tú, casi te tiras el año pasado, quieres decir?
-
Calla y escucha.
Nick hace una fiesta en su casa y adivina qué.
-
¿Estamos invitados?
Jonathan le soltó las manos,
levantando los brazos por encima de su cabeza.
-
¡Sí! ¿Y sabes qué
significa eso, Campbell?
-
¿Que estamos en el
círculo de popularidad por fin? – sugirió Naomi, poniendo los ojos en blanco.
-
No, querida. ¡Que
este año me lo follo!
Naomi le pasó el porro,
poniéndole una mano en el hombro.
-
Jonny… Tu Nick no
es gay.
-
Eh, le comí la boca
y no me dijo que no. Solo me apartó cuando le bajé los pantalones.
-
Porque tenías el
pelo largo y creyó que eras una tía. Imagínate la sorpresa que se hubiese
llevado si hubiese visto que tenías polla. Hubiese sido un vídeo para YouTube
buenísimo.
Jonathan le dio una nueva
calada al cigarro, sonriendo entre dientes.
-
Me juego veinte
libras a que le gustan más los penes que a un tonto un lápiz.
-
Y una mierda.
-
Porque sabes que
los vas a perder.
-
Diez.
El chico aspiró de nuevo.
-
Si es de mi gremio
– soltó, poniéndole el porro entre los dedos -, le pides marihuana a tu madre
para mí gratis. Para dos meses.
-
Hecho.
Jonathan soltó una risotada,
pasándose una mano por el pelo. Naomi aspiró, con la mirada clavada en el
aparcamiento. No le apasionaba ir a una fiesta de musculitos creídos y niñatas
insoportables, pero a su amigo le hacía ilusión, aunque no fuese a pasar nada
con ese chico. De repente, Jonathan se levantó, con las manos en la nuca.
-
¿Qué pasa? –
preguntó Naomi, levantándose también.
-
Tres palabras:
NECESITAMOS. ROPA. NUEVA.
El chico la arrastró por el
aparcamiento, tirando de su mano.
Al final, pasaron el resto de
la tarde en el centro comercial, comprando más ropa para Jonathan que para
Naomi. Ella se conformó con unos vaqueros llenos de rotos y una camiseta que le
dejaba la espalda descubierta, pero Jonathan arrasó con todo lo que se probaba.
-
Lo que yo digo –
decía el chico, metiendo la cucharita en el helado que compartían -, es que
esta noche follas.
Naomi apartó la mirada, chasqueando
la lengua. Su amigo siempre decía lo mismo cada vez que iban a una fiesta.
Naomi era virgen y estaba orgullosa de no haberse acostado con el primero que
se lo había propuesto, pero a veces sentía la presión de su mejor amigo, que
parecía más ilusionado por que perdiese la virginidad que ella misma.
-
¿Quedamos a las
ocho entonces?
Naomi asintió, apurando los
restos de helado que quedaban en la copa.
-
Pues hasta
entonces, reina.
Jonathan se inclinó para darle
un beso en la mejilla y se alejó, dando saltos.
Naomi regresó a su casa, vacía
por fin, que se había quedado sucia y oliendo a porro que mareaba. Pasó treinta
minutos en la ducha, apoyada en la pared mientras el agua caía sobre ella.
Tardó una hora y media exactas en arreglarse el pelo y ponerse la ropa y el
maquillaje hasta quedar satisfecha. De modo que cuando Jonathan la vio al salir
de casa, sintió una inmensa alegría al ver cómo se le quedaba la boca abierta.
-
Porque soy gay –
dijo, teniéndole la mano -, que si fuese hetero, te juro que tu virginidad no pasaba
de esta noche por mi parte.
Naomi le golpeó el brazo,
dedicándole una sonrisa.
-
Me remito a mis
palabras de esta tarde, Campbell: esta noche follas.
La casa de Nicholas Winston era
enorme, casi tanto como la casa que había tenido Naomi en Londres antes de
mudarse a Bristol. Podía ver a la gente bailar a través de los cristales y
escuchaba la música incluso antes de entrar en el jardín.
-
Bienvenida al
palacio del sexo, las drogas y el alcohol, Naomi Campbell – musitó Jonathan,
tirando de ella.
Fue él el que llamó al timbre.
Jonathan llevaba una camisa de cuadros rosas
y verdes sin mangas atada hasta el último botón y unos pantalones
ajustados de color verde botella. Se había maquillado los ojos y podía verse
brillo en sus labios. Naomi casi sintió lástima del pobre Nicholas, pensando en
su amigo lanzarse a los brazos del musculitos cuando este fuese borracho. Si no
lo estaba ya.
Nicholas abrió la puerta,
riendo y tambaleándose.
-
Jonny… ¿verdad? –
dijo el muchacho, con la voz pastosa. Jonathan asintió, sonriéndole coqueto -.
¿Y esta es Campbell?
Naomi le sonrió, asintiendo.
Nicholas alargó un brazo hacia su cintura, rozándole la espalda con las yemas
de los dedos.
-
Vaya, pues sí que
compartes genes con la Naomi Campbell de verdad.
La chica se apartó, sintiendo
sus mejillas arder. Nicholas se dio la vuelta, invitándolos a pasar, pero
Jonathan le cogió un brazo a su amiga y se inclinó hacia su oído.
-
Te he dicho que
esta noche cae alguno, pero Winston es mío, baby.
Naomi rió, apartándose de él.
-
Todo tuyo.
Jonathan tiró de ella detrás de
Nicholas, alargando la otra mano para comprobar si a esa distancia podía
tocarle el culo. Naomi observaba a su alrededor la gente bailando, liándose,
entrando y saliendo de las habitaciones.
Y de repente la vio.
Estaba sentada en un sofá,
junto a su hermana y el tío con el que esta se estaba enrollando. Emily tenía
la cara apoyada en la palma de la mano, aburrida. Naomi soltó a Jonathan,
disculpándose, y se metió en la cocina, donde un grupo de chicos se pasaban
pastillas.
-
Eh, guapa – la
llamó uno de ellos -. ¿Quieres?
Naomi negó con la cabeza,
echándose alcohol en uno de los vasos de plástico que había sobre la mesa. De
repente, sintió a alguien colocarse junto a ella.
-
Hola.
Naomi se giró, aún con la botella
en la mano. Emily le ofrecía una sonrisa tímida, casi de disculpa, pero
sincera. Sin embargo, después de tres años de compartir solo miradas, esa
sonrisa enfadó a Naomi, que se llevó la botella a la boca y le dio un trago.
-
Hey – respondió,
con una mueca de asco por el sabor del alcohol.
Emily se quedó a su lado, golpeando
la mesa con los dedos. Naomi se giró, sin soltar la botella, y observó su
perfil de cerca. Le había gustado cuando se había teñido el pelo rojo, aunque
el corte del flequillo le había gustado bastante menos. Aun así, Emily seguía
pareciendo una persona a la que te gustaría conocer, en la que te gustaría
confiar, una persona fácil de querer. Naomi movió la cabeza, bebiendo de nuevo.
¿Fácil de querer? ¿A qué había venido eso?
-
¿Querías algo? –
preguntó, colocando la botella entre ambas.
Emily la miró. Tenía maquillaje
en los ojos y en los labios, pero no parecía una persona diferente. Naomi
seguía viendo a la niña que había conocido tres años atrás.
-
Hablar. Nos
quedamos un poco a medias la última vez.
Naomi soltó una carcajada.
Emily sonrió, bajando la mirada al suelo.
-
¿Quieres? – dijo
Naomi, ofreciéndole la botella.
Emily la miró con ojos
inocentes, como un cordero degollado, y se giró para mirar a su hermana, que se
estaba comiendo literalmente al chico con el que estaba.
-
Que le jodan –
musitó, cogiendo la botella y dándole un trago.
Un hilillo de alcohol se
escurrió de su boca mientras bebía. Naomi recordó los copos sobre sus pestañas
y alargó un dedo para limpiar el alcohol, lo que provocó que Emily dejase de
beber y la mirase directamente a los ojos. La chica se quedó inmóvil un segundo
y rió, colocando la botella de nuevo en la mesa.
-
Esto está
asqueroso.
Naomi le devolvió la sonrisa.
-
Lo sé.
Le dio un trago mucho más
largo, sintiendo cómo el alcohol empezaba a embotarle el cerebro. Cuando paró,
sintió el conocido mareo y tuvo que
agarrarse a la encimera para mantener el equilibrio.
-
Que le jodan pues –
exclamó Naomi, cogiendo la botella con una mano y la mano de Emily con la otra
y la arrastró hacia una de las habitaciones, llena de gente bailando.
Sentía el sudor y el humo
condensados, como en las discotecas. La música demasiado alta penetrando en sus
oídos. Emily bailaba frente a ella, muy cerca de su cuerpo, tanto que podía
olerla. Y olía bien. Naomi se llevó una mano a la cabeza, que empezaba a
pesarle. La botella estaba a la mitad cuando la cogió y ahora casi vacía en su
mano. La muchacha rió. Estaba borracha, pero se estaba divirtiendo. Emily le
rozó el brazo con el hombro desnudo y un escalofrío le recorrió la espalda. Es el alcohol, se dijo, poniéndose una
mano en la frente sudorosa. Es el
alcohol.
Un chico se acercó a ellas,
metiéndose entre ambas. Naomi sintió el apretón del chico en la mano, pero no
le vio la cara hasta que se giró hacia ella. Nicholas Winston le dedicó una
sonrisa de dientes blancos y se marchó, no sin antes tocarle el culo. Naomi
abrió la mano, descubriendo en su palma un par de pastillas blancas. Emily se
acercó a ella, con sus caras casi rozándose.
-
¿Que le jodan? –
repitió Naomi, ofreciéndole una de las pastillas.
Emily la recogió con los dedos,
con la mirada clavada en Naomi. Ella, por su parte, sonrió y se metió la
pastilla en la boca, tragándola con dificultad. Cuando bajó la vista, Emily
miraba al frente, con las manos vacías.
-
¿Sientes algo? –
preguntó, por encima de la música.
Emily rió.
-
¡No!
Y siguió bailando, pegándose a
los chicos y chicas que pasaban a su alrededor. Naomi la siguió, riendo,
rozándose con compañeros de su clase a los que nunca había hablado y que ahora
se contoneaban con ella.
-
¡Eh!
Naomi se giró para encontrarse
cara a cara con Jonathan, que tenía el pelo pegado a la frente y la camisa
medio desabrochada. Naomi no podía enfocar correctamente su rostro, pero sabía
que estaba sonriendo.
-
Oh, dios mío –
gritó el chico, cogiéndole la cara con las manos -. ¡Estás drogada!
Naomi sonrió, apartándole las
manos de la cara.
-
¿Éxtasis? Nick los
va repartiendo por ahí – Jonny se metió una mano en el bolsillo de la camisa y
sacó una pastilla -. ¡Hoy follamos los dos, hermana!
La chica soltó una carcajada y
bailó con su amigo, que movió el culo pegado a su cadera. Poco a poco, Naomi
empezó a sentir los efectos de la droga. Sentía que le pesaba la boca, y tenía
los labios dormidos. Pero no podía dejar de bailar y sonreír, como si lo
necesitara para vivir. Notaba su piel pegajosa por el sudor, el ambiente de la
habitación era apabullante, y Jonathan se había ido, dejándola sola. Naomi se
desplazó por la habitación apartando gente sin darse cuenta de dónde estaba
tocando hasta que encontró el marco de la puerta. No hizo más que salir cuando
sintió una mano posarse sobre su brazo.
-
¡Hey!
Naomi colocó un brazo sobre los
hombros de Emily, que sonreía nerviosa.
-
¿Necesitas salir? –
preguntó.
Naomi asintió, arrastrándola
hacia el jardín trasero, que estaba completamente vacío. Emily se tumbó en el
césped, respirando con dificultad. Naomi se tumbó a su lado, rozándole el
hombro, y la situación le pareció tan extraña que empezó a reír sin poder
parar.
-
¿Qué? – dijo Emily,
irguiéndose.
Ella también reía.
Naomi se levantó y miró a su
compañera. Se había apartado el flequillo de la frente y tenía el maquillaje
casi borrado, pero le seguían brillando los labios. Naomi se concentró en
ellos. ¿Por qué brillaban tanto? Emily sonrió.
-
No vuelvo a dejar
que me emborraches – dijo, levantando la cabeza hacia el cielo.
-
Y una mierda.
Naomi apoyó la cabeza en el
hombro de la chica. Era cómodo.
-
¿Tú también sientes
la boca dormida? – susurró Naomi de repente.
Emily se apartó, con las cejas
levantadas.
-
Deberíamos buscar a
alguien que nos ayude a despertarlas – continuó Naomi, riendo.
Emily estaba cada vez más cerca
de ella, o quizá Naomi se estaba inclinando. En cualquier caso, cuando sus
narices casi rozaban, Naomi solo podía mirarle la boca. Los labios
entreabiertos le seguían brillando, como si tuviese la luna reflejada en ellos.
Eran bonitos. Naomi levantó la vista y sintió la boca de Emily presionarse
contra la suya.
Lo primero que pensó fue que le
sabía bien la boca. A alcohol, dulce. No se apartó, pero tampoco cerró los
ojos, al contrario que Emily. Naomi colocó una mano en el hombro de la chica,
sintiendo el hueso de la clavícula en su palma. ¿Por qué estaba besando a una
chica? Ella había besado a chicos. Y le había gustado. ¿Por qué no podía
separarse de Emily entonces?
La respuesta estaba clara:
porque ella también había querido besarla.
De repente, la llenó el miedo y
empujó a Emily, que abrió los ojos y la miró, con la mano a unos centímetros de
la boca.
-
Lo… lo siento –
susurró.
Naomi se levantó. Tenía unas enormes
ganas de inclinarse de nuevo y besarla, besarla como nunca había besado a
nadie. No podía apartar la mirada de sus labios, que seguían brillando incluso
después del beso. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué lo más intenso que había
sentido esa noche había sido un beso con una chica?
-
No soy lesbiana –
masculló, aunque no sabía si se lo estaba diciendo a Emily o a sí misma.
-
Lo sé, lo siento…
Naomi se dio la vuelta,
obligándose a apartar la mirada de Emily. Sabía que si la miraba un poco más,
la besaría otra vez. Y tenía miedo. Ella no era lesbiana. Le gustaban los
chicos. ¿Qué mierdas le pasaba?
Naomi escuchó a Katie Fitch
gritarle algo cuando pasó a su lado, pero no le importó. Casi corría entre la
gente, apartándolos a manotazos, pensando en Emily, en su boca, en la presión
que sus labios habían hecho sobre los suyos, en el roce de su piel cuando había
puesto la mano en su hombro. Quería hacerlo de nuevo.
No, no quieres.
Nicholas Winston chocó con
ella, tirándole un vaso encima. Naomi paró en seco, mirándose la blusa mojada,
pegada a su cuerpo. Nicholas la miró y sonrió, disculpándose. Sin embargo,
Naomi solo podía pensar en Emily, en el césped del jardín. Y quería correr con
ella, besarla otra vez…
Son las drogas.
Nicholas la tenía cogida de la
cintura, con la cara a muy pocos centímetros de la suya. Se escuchó a sí misma
decir ‘aquí no’, y sintió cómo el
muchacho la llevaba casi en volandas hacia una habitación. En cuanto cerró la
puerta, Naomi se lanzó directa a su boca, besándolo, pero no era Emily. La boca
de Nick sabía a humo, a tabaco, no era dulce. Y el apretón de sus labios era
mucho más fuerte que el de Emily, furioso.
Son las drogas y el alcohol.
Naomi le rodeó la cintura con
las piernas, mientras el chico le recorría el cuello con los dientes. Se
suponía que tenía que estar disfrutando, debería de gustarle.
Pero no lo hacía.
¿Qué mierdas te pasa, Naomi?
Se sacó la blusa por los
hombros, sintiendo los besos del chico en su clavícula. Pensó en la clavícula
de Emily bajo su mano y la palma le empezó a arder.
Me gustan los chicos. Me gusta esto.
Nick la lanzó a la cama con
brusquedad y se tumbó sobre ella. Naomi se sacó los pantalones, besándolo con
furia. No le gustaba Emily Fitch. No podía gustarle. Había sido el alcohol. Y
el éxtasis que había tomado. Nick se desnudaba sin dejar de tocarla, como si
temiese que se escapara. Y deseaba hacerlo. Pero no debía.
No le gustaba Emily. No deseaba
a Emily.
Pero lo hacía. Lo había hecho
durante tres años, desde aquel día que quiso quitarle los copos de nieve de las
pestañas. Y no podía sentirse así, esos sentimientos estaban mal.
Abrió los ojos. Nick estaba
sobre ella, mirándola con los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas.
-
¿Por qué lloras? –
preguntó.
Naomi se tocó las mejillas
mojadas y quiso golpear a Emily y golpearse a sí misma por sentirse así.
-
Es el alcohol.
Nick frunció el ceño,
levantando el cuadradito plateado que tenía entre los dedos.
-
¿Estás segura?
No deseaba a Emily Fitch. No
podía.
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