jueves, 3 de julio de 2014

Skins. 'Salpicas y otras personas se mojan'.

Llevo tiempo 'sobreviviendo'. He aprendido a sobrevivir, a ver pasar cada día aún con los pies sobre la tierra, consciente. Robando. Durmiendo en la calle o colándome en una casa vacía. Vendiendo droga, mi propia droga, que es lo único que tengo ahora, además de la alegría de seguir vivo, la constancia de mi existencia. Pero la vida no significa nada cuando es de un gris etéreo, como un motorista pasando a toda velocidad por la carretera. Los colores se difuminan. La gente pasa a mi lado y ni siquiera siento curiosidad por mirar sus rostros. No soy nadie. No soy nada.
No soy James. Ni siquiera soy Cook.
Me paso la mano por el pelo. Ni siquiera brilla el sol. Volver a Bristol habría sido una buena idea si quedase alguien allí. Pero los que habían sido mis amigos se han marchado. Mi hermano ya no vivía aquí. Mi alocada madre que tan poco aprecio me tenía estará en alguna estúpida esposición de arte en algún lugar del mundo. No estoy dispuesto a salir a buscar al cabrón de mi padre. Y la única persona a la que siempre había recurrido no está en ningún lugar. Volvió al aire. 
Me levanto, ignorando el fuerte dolor de cabeza. Tengo pesadillas cada noche. Pero no esas pesadillas de las que despiertas gritando, sino la clase de pesadillas que te atrapan y no te dejan despertar. Esas que se meten debajo de tu piel y se extienden por tu cuerpo con el resto de tu sangre. Esas que no puedes olvidar a la mañana siguiente, que se graban en tus células. Esas que son tan reales como tú mismo. O al menos lo fueron. 
De repente, algo en mi bolsillo empieza a vibrar. Me embarga el miedo. Mi lista de contactos es bastante reducida. Clientes y Charlie. La llamo de vez en cuando para saber cómo está. Fue ella la que me contó que Louie está en la cárcel. Debería desear que se esté pudriendo ahí, pero él ocupa el lugar que yo también debería estar ocupando. Mis manos no están más limpias que las suyas. También tengo aún el teléfono de Emma. A veces, cuando no sé qué hacer, me gusta llamar, solo para ir su voz en el contestador. Es la única forma, lo único que me queda de ella. En mi memoria, sin embargo, la lista es más larga. Pero si Bristol ha cambiado, si yo he cambiado, ellos también. Incluidos sus teléfonos. 
Saco el móvil del bolsillo, con las manos temblorosas. Es un número que no conozco. Respiro hondo y trato de sonar lo más calmado posible. Sin embargo, lo único que sale de mi boca es silencio. 
- Cook.
Cook. No reconozco la voz, pero sí mi nombre. El que fue mi nombre. 
- Quién es - gruño, colocándome la capucha sobre la cabeza. 
- Tony. Stonem. 
Podría haber colgado después de haber oído su nombre, solo su nombre. De hecho, he estado tentado a hacerlo. Pero el apellido me ha hecho cambiar de opinión. Me ha hecho cambiar drásticamente. Stonem. No podría olvidarlo. No he podido. No he querido. 
- ¿Cook?
- Sí, sí, yo.  ¿Cómo... cómo has con...?
- Suerte que me has reconocido a la primera - dice Tony, al otro lado de la línea. Su voz suena grave, como si estuviese tratando un tema serio. Quizá lo esté haciendo -. Tu amigo, Jonah, es un hacha con la tecnología...
- ¿Jonah?
Intento recordar el nombre, pero no conozco a nadie llamado así. Y, por supuesto, ninguno de mis 'amigos' conoce a Tony Stonem. 
- ¿Jonah Jones? - continúa Tony -. Oh, espera. JJ. 
El pequeño JJ, por supuesto. Toda la vida llamándole JJ ha provocado que sea extraño, casi imposible, asociarlo a cualquier otro nombre. Y mucho menos Jonah. 
- Da igual - bufó Tony -. Me envía Effy.
Trago saliva. Durante un año, después de lo de Freddie, después de que yo, con mis manos, matase a John Foster, me obligué a dejar a Effy Stonem a mi espalda. Había huido sin decirle adiós. No me atrevía a enfrentarme a ella. No me atrevía a decirle que había matado al hombre que se había cargado a su novio. A mi mejor amigo. No me atrevía a aparecer en su vida de esa manera. Quise dejarla atrás, sí, pero no tuve éxito. Todo lo que quería hacer era volver, irrumpir en su vida como una bomba explosiva, destruyéndolo todo a mi paso, destruyéndolo con ella, como siempre habíamos hecho. Ella y yo, siempre nosotros. Quería volver, pero tenía miedo. 
Es algo curioso el miedo. Es un monstruo que nace en lo más profundo de ti y te come de dentro a fuera. Es lo que te impide vivir, vivir realmente. Nunca le he temido al miedo. Pero hasta que no lo vi con mis propios ojos, hasta que no alcancé a tocarlo, no supe que lo había estado evitando toda la vida porque no soy suficientemente valiente para enfrentarme a él. No soy lo suficientemente valiente como para 'no tener miedo'. Y Effy, sus ojos azules mirándome con rabia, con odio... me aterraban. 
- ¿Effy? - Mi voz suena seca, lejana, como si no fuese mía. 
- Está en la cárcel, Cook.
De repente, vuelvo a tener 18 años. Sigo viviendo en la calle, malviviendo más bien. Bebiendo como si fuese a morir mañana, fumando como si mis pulmones fuesen a estar siempre bien, drogándome como si no me importase vivir o no un día más. Veo a Effy en medio de la calle, entre los coches que pasan a toda velocidad. Quiero lanzarme a por ella, quiero sacarla de ahí, pero no puedo dejar que me arrolle un camión por el camino. Es lo mismo ahora. Me gustaría sacarla de la cárcel con mis propias manos, con mi propio dinero si fuese suficiente, o al menos solo visitarla, ver si está bien, darle lo que necesite. Pero solo con poner un pie ahí, estoy dentro yo también. Aún me siguen buscando. 
- ¿Qué puedo hacer por ella? - pregunto. 
- No es a ella a quien tienes que ayudar - dice Tony, carraspeando -. Yo llevo su caso y estoy asegurándome de que reduzcan su condena. Es lo que ella quiere que hagas. 
La puedo ver sonriendo, vestida con un mono gris y el pelo recogido, diciéndole a su hermano mi nombre. ¿Habrá cambiado la Effy de ahora con respecto a la Effy que yo conocí? ¿Habrá perdido lo que la hacía única? 
- Hay alguien que te necesita. Alguien que Eff quiere que veas antes de que sea tarde. 
No escucho el resto de la conversación después del nombre. No escucho más allá de 'cáncer terminal'. Hoy he dejado de ser nada y he vuelto a ser Cook. El mismo Cook de 18 años que escapaba de la legalidad por una denuncia por agresión y no por un asunto de drogas y un asesinato. El mismo Cook de 18 años enamorado de la chica de su mejor amigo, de su hermano. El mismo Cook que vivía la vida en el presente, sin importarle el ayer o el mañana. Pensaba que había enterrado esa vida, pero aquí está, de nuevo, y duele más de lo que lo hizo antes. 
Escapo del teléfono. Escapo de Tony Stonem devolviéndome a mi pasado. Lo único en lo que se centra mi cabeza es en ella. Otra más. Debería ir acostumbrándome a perder todo lo bueno que alguna vez se ha cruzado conmigo, pero no lo hago. Y cada vez es peor. Con Freddie, sustituí el dolor por la fría rabia y el miedo. Con Emma, sustutuí el dolor por el ansia de escapar y sobrevivir. Ahora... Ahora no tengo nada con lo que apagarlo. 
Sé dónde puedo vender droga, la suficiente como para comprar un billete a Londres y salir de Bristol antes de esta noche. Y no me cuesta hacerlo, aunque corro el riesgo de que me pillen. Pero necesito verla. Una vez, al menos.
Así que, por la noche, estoy sentado en uno de los asientos del tren, escondido bajo la capucha. Ni siquiera duermo en el viaje. No puedo. Me aterra enfrentarme a ella, en una cama de hospital. Me aterra ver que se va, como todo lo que he querido alguna vez. 
Todo significa mucho para ti, ¿no? La vida. Vives un poco más fuerte que los demás. Salpicas. Te regodeas en ello, como si no pudieses perder un solo momento.
Me descubro con Naomi repitiendo eso en mi cabeza. Vivir un poco más fuerte. Ojalá ella pudiese vivir más fuerte aún durante más tiempo.
Salgo del tren en cuanto escucho a la locutora decir Londres. Casi corriendo. Salpicas. También recuerdo mi respuesta: El problema, Naomi, es que tú salpicas y otras personas se mojan. Emma. Mientras corro de nuevo por Londres, veo a Emma, a Freddie, a Effy y a Naomi, incluso al hijo de puta de Foster, muerto en su propio sótano, con la cara desfigurada, tal y como él se la dejó a mi hermano. Es lo que siempre me ha gustado de ti, Cook. La valentía. 
El hospital se ve más gris, más grande. La valentía. Atravieso las puertas del hospital casi con rabia, con los pulmones ardiendo. Sigo las instrucciones de Tony, intentando relajarme. No quiero que me vea así, después de cuatro años. No quiero que me vea rabioso, desesperado. Quiero que vea que sigo viviendo igual de fuerte, quiero transmitirle esa fuerza. No quiero que me vea cayendo en picado hacia dios sabe dónde. 
- ¿Cook?
Me giro, rascándome la cabeza. Primero veo el vaso de café humeante de hospital en su mano. Tiene los dedos huesudos y pálidos. Los hombros caídos. Parece que le cuesta incluso andar. Pero lo peor es su cara. Cualquier persona vería a una chica cansada, como si no hubiese dormido en varios días. Pero yo conocía a Emily. Y lo que yo veo es a una persona demacrada, cansada de esperar algo que puede llegar en cualquier momento, una persona acostumbrándose a perder lo que más ama. 
- Cook.
Emily corre hacia mí, casi tropezándose, y me abraza. Casi me había olvidado de lo diminuta que era. Se deja caer en mis brazos, como si hubiese necesitado todo este tiempo alguien que la sostuviese a ella en lugar de tener que sostener. La estrecho entre mis brazos, protegiéndola, como un escudo. 
- Menos mal que has venido - susurra contra mi pecho. 
Emily desliza su mano en la mía y tira de mí, aunque más bien soy yo el que se deja arrastrar, porque Emily no tiene fuerzas para eso. Las ojeras bajo sus ojos emborronados son demasiado pronunciadas. Los pómulos afilados, los labios finos y tensos. La palidez. Parece frágil.
Emily se para delante del cristal de la habitación. Naomi está tumbada en la cama, de espaldas, así que no puedo ver su rostro. Me duele verla rodeada de ese color blanco enfermizo de los hospitales, me duele verla con un gorro en la cabeza adivinando que debajo no hay nada ya. 
- ¿Cómo está? - pregunto, con la voz rota.
Emily no responde inmediatamente. Tiene la mirada clavada en la cama y tiembla. Respira hondo. Sabe que no estoy preguntando por el estado de su cáncer ni el tiempo que le queda. Que les queda. 
- Intenta mantenerse feliz. Hace bromas. Lo lleva mejor que yo. 
- Ems, si lo hubiera sabido antes...
Emily me roza la mano, bajando la cabeza. 
- No tenías modo de saberlo. Ella no quería que lo supieras. No quería que la vieses así.
Apoyo la cabeza en el cristal. Recuerdo a Naomi, cuatro años atrás, aquella noche en la que descubrí que habían matado a mi mejor amigo, diciéndole a Ems que ella era la única persona que podría arruinar su vida. El problema estaba en que no pensó que se podían arruinar la una a la otra. 
- No puedo entrar - admito, cerrando los ojos. 
Emily apoya la frente en mi hombro, con una de sus pequeñas y frías manos sobre mi espalda.
- Entra, por favor. Ella... Ella te necesita, Cook.
Trago saliva. Es lo que siempre me ha gustado de ti, Cook. La valentía. 
Naomi se gira en cuanto escucha la puerta abrirse. Me sorprende lo poco que ha dejado de ser ella. Incluso en esa cama, incluso tan débil que apenas puede levantar la cabeza de la almohada, sus ojos no han perdido brillo. Sus labios dibujan la misma sonrisa que tenía cuatro años atrás.
- Mira a quién tenemos aquí - susurra -. Al pequeño criminal.
- No tan pequeño - gruño, tumbándome a su lado. 
Naoms apoya la cabeza en mi hombro. Incluso a través de la tela de la camiseta, puedo sentir lo caliente que está, como si sufriese una fiebre constante. Le cojo la mano, una mano mucho más pequeña de lo que la recordaba, más delgada, más frágil, como si fuese de cristal, y jugueteo con sus dedos, acariciándolos con cuidado, temiendo que en cualquier momento se rompan.
- ¿Quién te lo ha dicho? - pregunta.
- Effy.
Incluso a mí me sorprende la facilidad con la que lo digo, después de años sin pronunciarlo. 
- Esa pequeña hija de puta - Naomi ríe -. La lía incluso desde el talego. 
- Es Effy Stonem, Naomikins. No sé qué mierda esperabas.
Naomi hace un esfuerzo sobrehumano para erguirse, colocando el codo sobre la almohada. Ya había notado su fragilidad, pero ahora la veo mucho más pronunciada. Las muñecas, las clavículas sobresalientes por debajo del camisón. Aparto la mirada y la dirijo a sus ojos, a sus dos ojos azules aún llenos de vida.
- Cuéntamelo todo - ruega.
Y lo hago. Empiezo por el cuaderno de Freddie que Karen me dio. Le cuento lo que John Foster le hizo a Fredds, y lo que yo le hice a Foster. Le cuento por qué huí. Le hablo de mi vida en Londres. Del miedo a que la policía me pillase. De mis clientes, cada vez más críos. Le hablo del puto Louie, de cómo vi morir a Jason en aquella piscina. Le hablo de Charlie, de lo mucho que me recordó a Effy en un primer momento y cómo me di cuenta de lo diferentes que eran. Y le hablo de Emma. De cómo la conocí. De cómo me llegó a gustar hasta pensar incluso que podría pasarme el resto de mi vida con ella. De cómo me la arrebataron. De cómo casi mato a Louie otra vez por lo que le hizo. 
Naomi llora. Ríe. Intenta consolarme. Y me cuenta todo lo que ha vivido ella. Con Emily, con Effy, qué hizo para estar en la cárcel. Que me hable de los cuatro años que ha pasado con ella hace que la sienta más cerca. 
- Emily hace unas fotos impresionantes - añade, con orgullo -. Espero que se dedique a ello cuando esto acab...
Trago aire. El nudo de mi garganta se acentúa.
- No pienses en eso - gruño.
- Lo siento. Es injusto.
Lo es. Es muy injusto. Es muy injusto que haya estado cuatro años sin ver a Naomi y que haya hecho falta un puto cáncer para encontrarnos otra vez. Es muy injusto que Emily haya tenido que estar pasando por esto sola. Es muy injusto que sea Naomi la que esté aquí, sin fuerzas para moverse. 
Pero la vida nunca es justa con nadie. Y menos con nosotros. 
Se lo dije a Freddie una vez. Nada bueno se queda conmigo. Él respondió que él lo haría, que él estaba ahí para mí. Hasta que ya no estuvo más. Emma también me prometió una vez que se iría conmigo a dónde yo quisiera ir. Y me acompañó hasta que dejó de caminar conmigo. Ni siquiera sé dónde está mi hermano. 
- Soy yo la que salpica ahora - susurra Naomi.
Me giro, rozando su frente con mi nariz. Está ardiendo. 
- ¿Hmm?
- Yo salpico. Y Emily se moja. Está empapada. Eso es lo más injusto de todo.
La beso entre las cejas. 
- Prométeme que vas a estar con ella, Cook - pide, cerrando los ojos -. Al menos hasta que vuelva Effy. Cuida de ella. 
- Naoms, está mejor sin mí.
- Cualquiera está mejor sin ti - gruñe -. Mira que bien me ha ido todos estos años.
La empujo con el hombro, riendo entre dientes. Al menos su sarcasmo no ha desaparecido. Otra de las cosas que sigue teniendo. 
- Por favor, James. 
La miro a los ojos. 
- Lo prometo. 
- Bien. 
Nos quedamos un rato en silencio. Pero no es un silencio incómodo. Lo disfruto. Disfruto cada segundo, porque sé que ahora valen oro. Disfruto cada maldito segundo, porque este puto universo la está dejando sin tiempo. Se lo está quitando. Disfruto de su piel fría, de su respiración pausada, de su cuerpo frágil pegado al mío. Disfruto de los recuerdos del jodido pasado que tanto quería esconder. Y me gusta. Porque ahora soy Cook. James Cook.
-  Al final te vas a quedar con las ganas de una noche loca de sexo y pasión - masculla al cabo de un rato.
- Podemos echar uno rapidito ahora - susurro, irguiéndome con una media sonrisa. 
Naomi se deja caer sobre la almohada, devolviéndome la sonrisa. 
- No quiero. Amo a alguien.
Me echo a su lado, acariciándole el brazo. Ya hemos tenido esta conversación, en una situación muy distinta.
- No le digo que no a un trío, niña.
Naoms cierra los ojos. Se la ve tranquila. Como si lo estuviese esperando pacientemente, sin prisa y sin miedo. Me pregunto qué se sentirá. Qué estará sintiendo y cómo hace para sobrellevarlo mejor que nosotros. 
Supongo que cuando estás en esa situación, te duele más que a la gente que te ama le duela e intentas ser fuerte por todos incluso cuando no puedes ser fuerte por ti misma. 
- ¿Te vas a quedar aquí? - pregunta, besándome la mejilla. 
Asiento. Naomi se abraza a mi cuerpo y se queda dormida, respirando con mucha pausa. La observo dormir durante un rato hasta que los sueños me llevan a mí.
Y esta vez no tengo pesadillas. No veo a Freddie, ni a Emma, ni a Foster. No veo mi pasado ennegrecido y quemado hasta los cimientos. Veo a un niño. Un niño que se echó ketchup por la cabeza para estafar a un pobre conductor y acabó conociendo a la chica a la que más ha amado. Un niño que ganó las elecciones a presidente estudiantil sin quererlo solo por querer acostarse con una sarcástica defensora de los derechos llamada Naomi Campbell. Un niño que se disfrazó de mosquetero con sus dos mejores amigos y que aún guarda la foto en la cartera. Un niño un poco cabrón, pero que vivía. Y vivía feliz. 
Cuando despierto, Emily está en el sillón, toqueteando la pantalla del móvil. Gruño, levantándome con cuidado para no despertar a Naomi. 
- Hey - susurra.
- ¿Qué has hecho? - preguntó, frotándome los ojos.
- La rutina de siempre. Cafetería, tejado, tejado, cafetería. 
Me acuclillo a su lado, apoyando la barbilla en el brazo de la silla. Naomi aún duerme. Emily mira a su novia, con un cariño que no solo transmite amor, sino el dolor que le provoca perderla. 
- No te vayas, Cook - pide, sin apartar la mirada de ella -. No la dejes otra vez. No nos dejes. 
No lo haré. 
Me he pasado cuatro años huyendo. Huyendo, no solo de la policía, sino de mi pasado, de la gente que conocía. Huyendo de mis miedos, aunque ellos fuesen reales, fantasmas a mi espalda. Asustado. Huyendo de mí mismo, del hoy. Y he huido porque no tenía nada a lo que aferrarme. No tenía hogar, ni familia. Tuve a Emma, pero incluso de ella tuve que huir. Pero ahora, he encontrado a James Cook. El James Cook de Bristol. El mosquetero. Y eso es algo que puedo agarrar. Y lo estoy haciendo. 
Aquí empieza el hoy constante. Vivir el ahora. Vivir por Naoms, por Emily, por mi. Vivir, más fuerte que el resto.
 

 

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. Tus fics salpican y yo me mojo. MUCHO. AH.

    ResponderEliminar