domingo, 21 de octubre de 2012

Capítulo 6. 'Estamos juntos en esto'.

Annie se quitó las escamas de su cuerpo una a una, con sumo cuidado. Estaba en el Centro de Entrenamiento, el que sería su alojamiento hasta entrar en el estadio. Se sentía completamente fuera de lugar en esa enorme habitación cuyos muebles parecían tener cerebro propio, pero tampoco era capaz de recordar cómo había sido capaz de vivir en su casa sin todo eso. Después del desfile, después de vestir ropa como esa y de estar rodeada de gente tan extraña como Yaden con Carrion, no era capaz de recordar cómo era vivir con personas normales. Como si estuviese en un mundo completamente diferente.
Annie se duchó para eliminar todo rastro de maquillaje de su cuerpo. Pulsó varios botones a la vez, de los cientos que tenía la ducha, y un conjunto de los más embriagadores aromas salieron de los grifos, perfumando el agua. Annie jamás se había sentido más limpia. Sin embargo, si había algo que echase de menos de su distrito, a excepción de su madre, era su playa. El olor al mar salado que ya no volvería a oler. No podía permitirse pensar que podía morir ahí fuera, se supone que tenía que tener esperanza, pero Annie no podía encontrar esa supuesta esperanza. Cuando salió de la ducha, empapada y oliendo como si la hubiesen embadurnado en lo más dulces perfumes, se dirigió al armario, al que programó para que sacase algo sencillo. El mueble le mostró un conjunto de color grisáceo, elegante y cómodo a la vez, así que no se lo pensó más. Una vez vestida, se dirigió a una máquina que secaría su pelo en un segundo. Ya preparada, fue hacia el comedor.
Kit ya estaba allí con Radis y los dos estilistas, hablando sobre la magnífica actuación de esa noche. Kit no paraba de hablar sobre lo nervioso que se había sentido, subido en ese carro, y lo difícil que había sido tener que estar todo el rato sonriendo. Admitió lo mucho que le dolían las mejillas debido al esfuerzo, y los cuatro estallaron en un coro de risas. Parecía que se llevaban bien.
Cuando Annie se sentó, todos la sonrieron. Kit dudó unos instantes, pero luego imitó a los demás, saludándola con la mano.
-      ¿Te has quitado bien el traje, Annie? – preguntó Yaden -. Kit nos ha dicho que ha tenido que arrancarse las algas, literalmente.
Todos rieron de nuevo, y Annie se limitó a sonreír.
-      Sí, ha sido fácil – respondió.
Dejó que los avox, los esclavos sin lengua, le sirviesen la comida. Annie sentía lástima por ellos, pero suponía que era mejor vida esa a que los hubiesen matado. Justo cuando comenzaba a comer y la chica avox que le había servido se disponía a salir, Finnick entró en la habitación, frotándose el pelo mojado.
-      ¿Habéis empezado sin mí? – inquirió, sonriendo.
La chica avox se le quedó mirando. Annie no supo decir que tenía esa expresión, pero estaba segura de que hasta ella se había dado cuenta de que Finnick era sexy como estuviese. Era muda, no ciega. El mentor se sentó en la mesa, justo enfrente de Annie, y le dedicó una de sus más seductoras sonrisas. Annie, escondiéndose tras el pelo, pensó en que ese chico se tiraba la vida sonriendo a todo el mundo. Pero, ¿cuántas de esas sonrisas serían de verdad? ¿Cuántas fingidas?
-      Lo siento por tardar – se excusó él, dejando que la chica avox le sirviese -. Me he hecho un lío con la ducha. Pensaba que había dado a ‘espuma marina’, pero al parecer, han incorporado un nuevo botón que huele a verdadera mier…
-      Ya, a mí también me ha pasado – sonrió Kit.
Ambos comenzaron a reírse, y su  risa era tan contagiosa que toda la mesa acabó riendo. Annie, por el contrario, se limitó a continuar escondida tras su pelo castaño. No veía nada divertido. Iban a mandarla a una muerte segura y todo el mundo se estaba riendo. No le hacía ni pizca de gracia.
-      ¿No te diviertes, Annie? – preguntó Radis, secándose las lágrimas de risa de los ojos.
-      No, la verdad – aceptó ella, tirando el tenedor en el plato -. No veo que gracia le veis a unas duchas cuando nosotros ya nos estamos empezando a dirigir a la tumba.
Toda la mesa se quedó en silencio. Radis, al igual que los dos estilistas, parecía sorprendida y herida al mismo tiempo. No era una mujer acostumbrada a revelaciones de ese tipo. Kit había agachado la cabeza, y Annie no sabía si estaba avergonzado por disfrutar de eso antes de lo que les esperaba o, simplemente, no quería participar en nada de lo que la chica estaba diciendo. Pero Annie solo miró a Finnick. El chico parecía sorprendido. Había alzado las cejas, mirándola con curiosidad, y Annie se sentía como una especie de animal al que todo el mundo observa para ver si hace algo.
-      Esta oportunidad es única – dijo Radis, moviendo la cabeza.
-      Obviamente, o gana o mueren – soltó entonces Finnick.
Solo se oían los pasos de los avox por la habitación. Tampoco Annie se esperaba esas palabras por parte de su mentor, por lo que le miró directamente, sorprendiéndose a sí misma. Era una persona a la que le costaba mucho mirar a la gente a los ojos, pero, con Finnick Odair, era algo que le salía de manera natural. Miró al resto de la mesa y, al ver que todos parecían evitarla, callados, arrojó la servilleta a la mesa y salió de la habitación. Sus pasos la llevaron hasta la habitación, donde entró y se tumbó encima de la cama, tratando de consolarse a sí misma. ¿De dónde había salido ese genio? Ella no era esa clase de persona. No solía contestar a la gente así. Pero no podía entender cómo se había reído Kit. ¿Acaso el chico no tenía miedo? Iban a morir, a morir. ¿Es que Kit no había asimilado esa idea? ¿Y si se negaba a creerlo? ¿Y si esa esperanza que Annie había perdido, Kit la había recuperado? Annie cerró los ojos, con la cabeza apoyada sobre la almohada. En ese momento, la puerta se abrió.
Annie no abrió los ojos, imaginándose que sería un avox que venía a recoger la ropa del desfile, y no quería tener que mirarlos, porque no sabía qué hacer. Sin embargo, cuando ese alguien se sentó en la cama, junto a ella, Annie se preparó para ordenarle a Radis, o a Yaden, que se fueran. Pero no era ninguno de ellos.
-      ¿Qué haces aquí?
Finnick la miró con curiosidad. Annie, roja como un tomate, intentó relajarse y se irguió, acomodándose el pelo. Era una situación de lo más extraña.
-      Bueno – comenzó su mentor, pasándose una mano por el pelo cobrizo -, viendo cómo has salido del comedor, creía que te vendría bien hablar con alguien.
Annie no contestó al instante. Se quedó mirando al joven, al fabuloso Finnick Odair, pensando en todas las cosas que se contaban sobre él. Sin duda, el distrito 4 estaba más que orgulloso de que Finnick hubiese ganado, y más aún de que fuera el vencedor más joven de la historia de los Juegos del Hambre. No obstante, a pesar de lo mucho que lo quería, la gente hablaba. Decían que todo el dinero que poseía no era el premio que le habían dado por ganar los Juegos, sino era la forma que tenían los ciudadanos del Capitolio de pagar su… compañía. Decían que Finnick era orgulloso, egocéntrico, y muy caro. Decían que la gente que lo deseaba y que pasaba una noche con él, se volvía loca, porque él nunca recordaba con quién se acostaba.
Pero, cuando Annie le miró a los ojos, no vio nada de eso, o quizá no quiso verlo.
-      ¿Por qué has pensado eso? – preguntó la chica, intentando parecer valiente.
-      Bueno, digamos que tengo un don para saber qué quiere la gente – respondió él, poniendo voz de chico irresistible.
Annie se maldijo a sí misma por ser tan estúpida. Por supuesto que Finnick era orgulloso y egocéntrico. Por supuesto que era un rompecorazones. La chica miró hacia la puerta, lanzándole una indirecta para que se largara, pero Finnick no le hizo caso. Buscando sus ojos, Finnick colocó una mano en la rodilla de la chica, lo que hizo que esta se estremeciera.
-      Ahora estamos juntos en esto, ¿recuerdas?
Annie le miró a los ojos, buscando algo de burla en ellos, pero vio que era sincero. ¿Y si había estado en lo cierto al principio? ¿Y si Finnick era alguien normal, alguien a quien la fama había ensuciado su imagen? Aún con una leve duda, Annie comenzó a desahogarse con su mentor, que la escuchaba atentamente. Le explicó cómo se había sentido desde la cosecha, todas las dudas y el miedo que había sentido, los nervios y la preocupación de no conseguir patrocinadores, algo de lo que no se había preocupado hasta ese momento. Y también le explicó el porqué de su reacción en el comedor. Durante todo ese tiempo, Finnick la escuchó pacientemente, sin quitar la mano de su pierna. Annie quiso saber en muchas ocasiones qué pasaba por su cabeza, si estaría realmente escuchándola o solo fingiendo hacerlo. Cuando finalmente se quedó callada, esperó que Finnick se levantase para irse, pero él continuó ahí, pensativo. A los pocos segundos, solo pronunció dos palabras:
-      Te entiendo.
Annie le miró a los ojos, verdes como el mar en calma, verdes como el color de su playa. Y, en ese breve instante, se sintió como en casa.
-      Quiero decir – prosiguió él -, sé cómo te sientes. Yo he pasado por esto, y también estaba así. Sentía pánico.
-      Quien lo diría – añadió Annie con una sonrisa.
-      En serio – continuó, riendo a su vez -, fue difícil fingir que estaba bien todo el día.
Annie se apoyó en las rodillas, obligando al chico a quitar la mano. Cuando lo hizo, ella se sintió incluso mal, y creyó ver una sombra de decepción en su cara, pero fue tan efímera que se dijo a sí misma que se lo había imaginado.
-      De eso se trata, ¿no? – murmuró ella entonces -. De fingir todo el rato.
Finnick la miró intensamente, probablemente pensando qué debía responder. Finalmente, se pasó una mano entre los mechones de pelo y sonrió, con tristeza y cansancio.
-      Los Juegos te obligan a fingir el resto de tu vida, si quieres seguir cuerdo.
Annie tragó saliva antes de añadir:
-      Eso si sales vivo.
Finnick volvió a mirarla con unos ojos llenos de lástima y compasión. El chico alargó una mano hacia ella y le tocó la mejilla, provocando que Annie se estremeciera. Ese contacto había sido tan… íntimo, tan impropio de alguien como él…
Finnick intentó sonreír, pero solo le salió una mueca. Acto seguido se levantó, dirigiéndose hacia la puerta. Su conversación había terminado. Annie observó al joven mientras andaba, pensando acerca de lo que acababa de pasar. Habían hablado, se habían sincerado, y él la había tocado casi con… dulzura. Sin embargo, Annie no podía parar de pensar en a cuántas chicas habría tocado así antes que a ella.
Cuando Finnick estaba a punto de salir de la habitación, se giró hacia ella, agarrando el pomo. Ella le devolvió la mirada y descubrió que parecía mucho más mayor, más cansado, como si hubiese envejecido de golpe. Parecía tener más de diecinueve años.
-      Voy a devolverte a casa, Annie.
Eso fue lo único que dijo. Sin mirarla de nuevo, salió de la habitación y cerró la puerta a sus espaldas, dejando a la chica sola y confundida.
¿Iba a dejar morir a Kit por salvarla a ella? Annie esperaba que no fuese tan egoísta, pero deseaba volver a casa. Y tenía que empezar a hacerse a la idea de que, si quería regresar, tendría que empezar a pensar solo en ella. Solo en su vida.
Lo que no era capaz de comprender era que, al parecer, Finnick también pensaba primero en ella.

7 comentarios:

  1. "- ¿Habéis empezado sin mí? – inquirió, sonriendo.
    La chica avox se le quedó mirando. Annie no supo decir que tenía esa expresión, pero estaba segura de que hasta ella se había dado cuenta de que Finnick era sexy como estuviese. Era muda, no ciega. El mentor se sentó en la mesa, justo enfrente de Annie, y le dedicó una de sus más seductoras sonrisas. Annie, escondiéndose tras el pelo, pensó en que ese chico se tiraba la vida sonriendo a todo el mundo."

    Sí, bueno, ese trozo es increíble.

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  2. Miau, hola. Gato is in da blog (??)
    Coincido con el anónimo de arriba, lo de "era muda, no ciega" es lo más real que he leído. Es como si plasmaras las escenas de una manera... No sé cómo describirlo. Como si pudieras ver toda la escena y saber qué piensa cada personaje y... Y todo. Sus emociones, meterte en su piel...
    Yo lo veo como si fuera una película, me imagino cada escena y muero de amor... Entre cómo escribes y lo bien que plasmas la personalidad de Finnick, es muy fácil hacerme morir de amor <3
    Tienes un don, pato, no lo desaproveches. ^-^

    Atte: El Gato :3

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    1. Jajajaja Pato está feliz *.*
      Jo, en serio, muchísimas gracias. Me alegro muchísimo de que te guste, de verdad. GRACIAS, de nuevo, señora felina <4

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  3. Me encanta la historia. Parece muy fiel a la realidad y coincido con el otro anónimo y con el gatito. La parte de "era muda, no ciega" me ha parecido divertida. Eres muy ingeniosa, patito. Llevaba mucho tiempo sin leer un fanfic tan bueno como estr. En general me gustan todos los tuyos que he leído hasta ahora y si lo demás siguen esta línea estoy segura de que me gustarán. Qué más decir, POR FIN UNA HISTORIA DE FINNICK *-* . Vales mucho patito.

    Azucaricornio.

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  4. Hola

    AY, AY, AY, AY, AY, AY, AY, AY, AY, AY, AY. Vale, dejame, he fangirleado muuuucho con este episodio ¡FINNICK Y ANNIE SON AMOR! Si mi comentario es inconexo es comprensible porque este capítulo ha sido demasiado para mi. Yo entiendo como se siente Annie, yo tampoco podría reirme cuando sé que me van a mandar a un matadero. Más bien estaría como un alma en pena. Bueno, sigo avanzando

    Muchos besos

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