Si Annie hubiese visto a la
muerte desde el principio, probablemente se habría lanzado hacia ella sin
dudar, como si fuese una vieja amiga, y se habría dejado abrazar por sus brazos
incorpóreos. Sin embargo, la había pillado totalmente desprevenida, golpeándola
con toda su fuerza.
Annie sintió a la muerte
penetrar en sus pulmones con fiereza, quemando como fuego. Sin embargo, a pesar
de que su pecho ardía, a su alrededor estaba rodeada de hielo que congelaba su
piel. Annie sintió que ella apretaba
su corazón con sus largos dedos fríos, y lo vio sangrar en su mano, sin poder
hacer nada. Annie intentó abrir los ojos, en busca de aire, pero todo lo que
veía eran formas borrosas. Abrió la boca para gritarle a la muerte que la
dejase o que se la llevara de una vez por todas, pero lo único que oyó fue un
sonido lejano, como un lamento, antes de que ella culebrease de nuevo por su garganta. La muerte la arrastró en
la nada líquida, al mismo tiempo que se extendía por su interior. Annie sentía
un extraño gusto a cobre en la boca. Entonces, algo chocó contra ella.
Primero, sintió como ella la mordía, clavándole los dientes
en el vientre. Todo a su alrededor se tornó de color escarlata, y ella gritó,
gritó hasta que la muerte volvió a cerrarle la boca, hundiéndola.
De repente, la muerte la alzó.
Annie abrió la boca y sintió
cómo ella salía fuera de su cuerpo,
resistiéndose. Boqueó en busca de aire, pero sintió el mordisco de la muerte en
su estómago, un dolor lacerante, doblándola, y volvió a hundirse.
La muerte la zarandeó, y Annie
intentó agarrarse a las cosas sólidas que rozaban contra su piel, que colgaba
de su cuerpo hecha jirones. Entonces, a lo lejos, escuchó una voz, y la muerte,
a su alrededor, se sumió en el más perfecto silencio.
-
Annie.
La chica abrió los ojos. Todo
eran formas difusas, y los ojos le escocían como si tuviera planchas de hierro
candente sobre ellos, pero lo que tenía frente a ella era muy claro.
Kit, aún con la cinta colocada
sobre la frente, con una camisa blanca que ondeaba a su alrededor, como si
tuviera alas. Él alargó un brazo y Annie se sujetó a él. Tenía la piel rugosa,
y hacía heridas en las palmas de sus manos, pero, de repente, la muerte dejó de
arrastrarla.
-
Sujétate, Annie –
pidió Kit, asiendo su brazo por debajo del codo.
‘Pero yo quiero que ella me lleve’, intentó decir, pero la
muerte volvió a inundar su boca, callándola. Sabía a sangre y a suciedad.
-
AGÁRRATE – exigió
Kit.
Annie se tiró hacia él y lo
abrazó. Pero, de repente, su cuerpo ya no estaba allí, y todo lo que quedaba
era un tronco rugoso de una enorme palmera. La muerte hizo un último intento de
llevársela y, con una sacudida, volvió a levantarla, resignada.
Las hojas de palmera arañaron
la magullada cara de la chica, y la sangre inundó su visión. Todo lo que Annie
veía era un intenso rojo. A su alrededor, se escuchaba el sonido de las olas
del mar, el sonido de casa, y quería dejarse llevar por el agua, pero la muerte
aún seguía tocándola, amenazante, justo a la altura de sus hombros, y todo su cuerpo
hacia abajo. La sentía en cada poro de su piel, y aún podía notar su mordisco
en el vientre. Annie cerró los ojos con fuerza y gritó. Gritó llamando a Kit
todo lo alto que pudo.
Algo le tocó el brazo y abrió
los ojos, esperanzada. Él había ido a buscarla. Sin embargo, no se encontró con
la sonrisa de Kit, ni con sus amables ojos oscuros. Annie miró a su alrededor.
Estaba en medio del mar, aunque no era realmente mar, porque estaba lleno de
ruinas, troncos amontonados y grandes cantidades de trozos de tierra
desprendidos. El mar no tenía su color verde habitual; era marrón, como el
lodo. Annie se agarró más fuerte al tronco de la palmera y dirigió la mirada a
la cosa que la había tocado.
Flotaba sobre el agua, boca
arriba. Su piel, que había sido morena, tenía un extraño color entre gris
blanquecino y morado claro. Sus ojos azules estaban inyectados en sangre, a
punto de salírsele de las órbitas. A través de la boca entreabierta y llena de
agua, Annie pudo ver pequeños trozos de hojas que flotaban en su interior. El
cuerpo del muchacho del distrito 5 estaba hinchado también, atravesado por una
gran lámina de metal dorado que provocaba la salida de un gran flujo de sangre
que parecía no tener fin. Su piel, desgarrada.
Annie se soltó del tronco,
chillando, y tragó una gran bocanada de agua. El cuerpo del chico flotaba a
unos metros de ella, así que nadó en la dirección contraria. Una sola palabra
centelleaba en su mente, de un brillante color rojo.
‘Muerte’.
Annie no sabía el tiempo que
había estado en el agua, nadando y dejándose llevar por las cada vez más suaves
olas, pero, de repente, su espalda dio contra algo duro. Annie se dio la vuelta
levemente apoyando la cabeza contra el suelo firme, inhalando el olor a tierra
mojada. Volvió a tumbarse, con las piedrecitas del suelo clavándose en la parte
posterior de su cráneo.
Entonces sintió el dolor en el
estómago, más fuerte de lo que nunca habría imaginado, y gritó. Alargó una mano
hacia la zona dañada, pero se encontró con algo, como un obstáculo. Parecía tela.
Echó una mirada por encima,
sorteando los puntos borrosos de su visión, y deseó, casi al instante, estar
muerta.
Bajo los dedos, sostenía un
pliegue de piel, que colgaba flácido y ensangrentado, dejando al descubierto un
pequeño trozo de abdomen del tamaño de una mano. Y, un poco más allá, un
estrecho palo sobresalía de su estómago, como una flecha irregular,
perforándola. Annie se inclinó hacia un lado y vomitó. Al principio, solo
echaba agua, y más agua. Entonces, algo empezó a desgarrar su garganta,
abriéndose paso a través de su boca. Cada espasmo que el movimiento de esa
culebra que la recorría le provocaba, era un dolor cegador en su vientre.
Entonces, una masa negra y viscosa salió por su boca. Annie se echó al suelo de
nuevo, sintiendo el gusto de la sangre en la lengua. La vista empezaba a
nublársele, pero había puntos que podía ver con nitidez.
Una cala a lo lejos, con el mar
cristalino extendiéndose a sus pies. Una extensa red dorada colgando de una
palmera. Kit, vestido de blanco, sonriéndole, con las manos a la espalda.
Annie comenzó a cerrar los
ojos, pero sintió que alguien la llamaba. Alguien que estaba situado sobre
ella, quizá a kilómetros. Alzó la vista y los vio.
Eran dos luces. Dos inmensas
luces de un brillante color verde azulado. Del color del mar en calma, del
color del agua en verano. Y las luces parpadeaban, cada vez más cerca de ella,
susurrando.
Su nombre. Solo su nombre.
Annie cerró los ojos y se dejó
acunar por la voz, con el dolor abandonando su cuerpo. Se sentía cada vez más
lejos del suelo y más cerca de la voz.
-
Annie – susurró en
su oído.
La chica dejó caer la cabeza,
si es que aún la tenía. No sentía nada. No sentía la piel despegada de sus
músculos, ni la rama atravesando su vientre. No sabía dónde tenía los ojos, ni
la boca, ni siquiera el corazón, contando con que este siguiera latiendo.
Era inmaterial.
Y, sin embargo, se sentía
sostenida por esa voz.
-
Annie – volvió a
susurrar.
Annie quiso responder, pero
había olvidado las palabras. ¿Cómo hablar?
-
Te dije que volverías.
Te lo prometí.
Annie empezó a desvanecerse,
como si fuese tan insustancial como el humo. En cierto modo, creía que lo era.
Antes de desaparecer, escuchó un último susurro, como un lamento, como una
melodía desgarrada.
-
Annie…
Y se acordó. Ella desapareció
junto con su nombre.
‘Finnick’.
Nada.
Eso es lo que era. Menos que
una voluta de humo, menos que un grano de arena. Menos que el vapor de una gota
de agua.
Sabía que se deslizaba, aunque
no la sostuviesen sus piernas. Sabía que estaba suspendida en el aire, aunque
no sintiese que su cuerpo flotara. Sabía que era tan insustancial como el aire.
Olía a mar. A salado. Y a ese
olor característico a arena mojada. Pero no había arena, no había mar.
Sentía los párpados al rojo
vivo, a pesar de que no podía determinar dónde estaban. Quería abrir los ojos,
pero ¿qué ojos? ¿Seguía teniendo ojos? ¿Cómo, si era un simple gas?
Blanco. Todo era blanco. Más
que la nieve, esa masa blanca que solo había visto una vez y que había estado
tan asustada de tocar. El miedo a lo desconocido. Más blanco que la espuma del
mar al depositarse sobre la arena, justo antes de que la arena la absorbiera.
Más blanco que todos los blancos del mundo.
Si ‘la nada’ pudiese ser de
alguna manera, sería algo como eso.
Se deslizó durante minutos,
horas, puede que incluso siglos. Allí no había tiempo, ni espacio. Era
infinito.
Entonces, lo escuchó. Como un
estruendo, como una colisión entre dos rocas. Levemente, debido a la distancia,
pero más fuerte conforme se acercaba. Y, cuando sentía que tenía el estruendo
pegado a ella, todo se quedó en silencio.
En el más absoluto silencio.
Y no la vio venir.
No era como la muerte que la
había zarandeado anteriormente. No era fría, ni líquida, ni se deslizaba a su
alrededor. Era como un hilo tirando fuertemente desde su interior.
Se arqueó y sintió los huesos
crujir, todos los poros de la piel arder como si estuviesen llenos de lava, los
ojos escociendo y la boca seca. Volvía a ser cuerpo y sangre.
-
¡Annie!
La muchacha sintió los pies
sobre un suelo firme. Abrió los ojos, pero no sintió diferencia, puesto que
seguía estado en la más perfecta blancura. Y echó a andar, sujetándose el
estómago, justo en la zona del ombligo, allí donde había sentido a la muerte
volver por segunda vez.
-
¡Annie!
Empezó a correr, ignorando el fantasma
invisible que seguía en su abdomen.
Ya no era todo tan blanco.
Había manchas, justo delante de su camino. Manchas de tierra y barro, charcos
de agua que hacían sombras. Y rastros de sangre. De una gran cantidad de
sangre.
Lo vio a lo lejos y se paró en
seco. Era un bulto, medio enterrado en un charco de barro.
Lo que sobresalía eran las
piernas.
Annie retrocedió y chocó contra
algo duro. Asustada, se dio la vuelta.
No había nada duro tras ella.
No había un muro, ni un cristal, ni siquiera otra persona. Lo único que había
era una gran masa de humo verde, verde como el mar, espeso. Olía bien.
-
Annie.
La voz parecía provenir del
mismo humo. Annie se dejó envolver por él.
-
Annie, regresa.
El humo verde la acarició,
sanando su piel quemada, haciendo desaparecer la sombra de la muerte de su
estómago. Annie cerró los ojos.
‘No sé cómo’, pensó.
-
Sí lo sabes –
respondió la voz -. Recuerda lo que tienes y regresa.
Annie se abrazó y se dejó caer
al suelo, sujetándose las rodillas contra el pecho. Deseaba hacerse pequeña,
diminuta. Deseaba desaparecer de ese lugar, de esa nada tan blanca que hacía
daño a los ojos, e ir en busca de la voz.
‘Recuerda lo que tienes y
regresa’.
‘¿Qué tengo? ¿Por qué quiero
volver?’.
Algo volvió a tirar de su
estómago, algo demasiado material como para ser la muerte. Annie se tumbó,
boqueando, con el cuerpo ardiendo por el dolor.
Y, cuando vio disiparse, la masa
de humo, quiso llamarla, para no quedarse sola de nuevo.
‘Finnick’.
Pero solo le respondió el
silencio.
Gooooosh, pañu.
ResponderEliminarTengo que decir que cada día te superas, este capítulo es muy diferente al resto, muy 'metafísico' y es simplemente estupendástico. ¿La única pega? QUERÍA YA EL REENCUENTRO CON FINNICK, JO.
Más cosas, no nos hacía falta saber que el chico del distrito 5 tenía hojas en la boca, patito sádico meticulosamente descriptivo.
Muero de ganas de leerte hacer a Annie mentalmente desorientada, a Finnick meticulosamente monoso y a Johanna perfectamente insensible. Será demasié..
Pd: Me engañaste en el preview, no acabó con 'Finnick'.
2Pd: AHDJDKEIENDKS
3Pd: Primer comentario que te dejo, es raro (?)
4Pd: ¿Cómo se hace el final de un comentario? -.-'
'Y vivieron felices y comieron estofado en el Capitolio'
Jajajajaja GREAT!Ña, para ser tu primer comentario aquí, ha sido genial. Empezando por lo de 'pañu', ña.
EliminarBueno, soy un pato sádico, pero mola ser sádica. Ok, no, pero da igual. Ña. Y te prometo que los niveles de monosidad de Finnick, la locura de Annie y la frialdad de Johanna irán en aumento. ÑA.
Pd: Iba a acabar con Finnick, pero decidí alargarlo. Fue una mentira piadosa, ña.
Real, Chesteeeeer <3
Wauuuuuuu solo te digo eso!!!!!
ResponderEliminarQue conste que sigo leyendo los capítulos cuando los sacas, sólo que comento con más calma :)
ResponderEliminarEstos últimos capítulos están teniendo un estilo muy especial, cada uno diferente pero que llaman la atención todos. Éste en particular te mete completamente en la piel de Annie, puedes sentir su confusión, su dolor, la muerte... Haces muy fácil con tu forma de relatarlo que la comprendamos.
Y eso es lo más "serio" que puedo hacer un comentario.
Comentario de yo normal: "Me encanta. <234"
Ña, tanto el comentario serio como el propio han sido khwjhdjqbkjaoif. Ña. Muchas gracias :)
EliminarChica, es que no se que decir, me dejas siempre sin palabras. Todos los capítulos se me hacen cortos. En fin, eso, que sigas escribiendo por favor!!! :)
ResponderEliminarJo, muchas gracias, ña <3
EliminarPOR FAVOR. POR FAVOOOOOR.Es que... Dios, cada capítulo que leo me enamora más. Es demasiado asdghjñdhgdtgkññdk *-*
ResponderEliminarÑAA, MUCHAS GRACIAS *_*
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