sábado, 2 de febrero de 2013

Capítulo 20. 'Inundación'.


Si Annie hubiese visto a la muerte desde el principio, probablemente se habría lanzado hacia ella sin dudar, como si fuese una vieja amiga, y se habría dejado abrazar por sus brazos incorpóreos. Sin embargo, la había pillado totalmente desprevenida, golpeándola con toda su fuerza.
Annie sintió a la muerte penetrar en sus pulmones con fiereza, quemando como fuego. Sin embargo, a pesar de que su pecho ardía, a su alrededor estaba rodeada de hielo que congelaba su piel. Annie sintió que ella apretaba su corazón con sus largos dedos fríos, y lo vio sangrar en su mano, sin poder hacer nada. Annie intentó abrir los ojos, en busca de aire, pero todo lo que veía eran formas borrosas. Abrió la boca para gritarle a la muerte que la dejase o que se la llevara de una vez por todas, pero lo único que oyó fue un sonido lejano, como un lamento, antes de que ella culebrease de nuevo por su garganta. La muerte la arrastró en la nada líquida, al mismo tiempo que se extendía por su interior. Annie sentía un extraño gusto a cobre en la boca. Entonces, algo chocó contra ella.
Primero, sintió como ella la mordía, clavándole los dientes en el vientre. Todo a su alrededor se tornó de color escarlata, y ella gritó, gritó hasta que la muerte volvió a cerrarle la boca, hundiéndola.
De repente, la muerte la alzó.
Annie abrió la boca y sintió cómo ella salía fuera de su cuerpo, resistiéndose. Boqueó en busca de aire, pero sintió el mordisco de la muerte en su estómago, un dolor lacerante, doblándola, y volvió a hundirse.
La muerte la zarandeó, y Annie intentó agarrarse a las cosas sólidas que rozaban contra su piel, que colgaba de su cuerpo hecha jirones. Entonces, a lo lejos, escuchó una voz, y la muerte, a su alrededor, se sumió en el más perfecto silencio.
-         Annie.
La chica abrió los ojos. Todo eran formas difusas, y los ojos le escocían como si tuviera planchas de hierro candente sobre ellos, pero lo que tenía frente a ella era muy claro.
Kit, aún con la cinta colocada sobre la frente, con una camisa blanca que ondeaba a su alrededor, como si tuviera alas. Él alargó un brazo y Annie se sujetó a él. Tenía la piel rugosa, y hacía heridas en las palmas de sus manos, pero, de repente, la muerte dejó de arrastrarla.
-         Sujétate, Annie – pidió Kit, asiendo su brazo por debajo del codo.
‘Pero yo quiero que ella me lleve’, intentó decir, pero la muerte volvió a inundar su boca, callándola. Sabía a sangre y a suciedad.
-         AGÁRRATE – exigió Kit.
Annie se tiró hacia él y lo abrazó. Pero, de repente, su cuerpo ya no estaba allí, y todo lo que quedaba era un tronco rugoso de una enorme palmera. La muerte hizo un último intento de llevársela y, con una sacudida, volvió a levantarla, resignada.
Las hojas de palmera arañaron la magullada cara de la chica, y la sangre inundó su visión. Todo lo que Annie veía era un intenso rojo. A su alrededor, se escuchaba el sonido de las olas del mar, el sonido de casa, y quería dejarse llevar por el agua, pero la muerte aún seguía tocándola, amenazante, justo a la altura de sus hombros, y todo su cuerpo hacia abajo. La sentía en cada poro de su piel, y aún podía notar su mordisco en el vientre. Annie cerró los ojos con fuerza y gritó. Gritó llamando a Kit todo lo alto que pudo.
Algo le tocó el brazo y abrió los ojos, esperanzada. Él había ido a buscarla. Sin embargo, no se encontró con la sonrisa de Kit, ni con sus amables ojos oscuros. Annie miró a su alrededor. Estaba en medio del mar, aunque no era realmente mar, porque estaba lleno de ruinas, troncos amontonados y grandes cantidades de trozos de tierra desprendidos. El mar no tenía su color verde habitual; era marrón, como el lodo. Annie se agarró más fuerte al tronco de la palmera y dirigió la mirada a la cosa que la había tocado.
Flotaba sobre el agua, boca arriba. Su piel, que había sido morena, tenía un extraño color entre gris blanquecino y morado claro. Sus ojos azules estaban inyectados en sangre, a punto de salírsele de las órbitas. A través de la boca entreabierta y llena de agua, Annie pudo ver pequeños trozos de hojas que flotaban en su interior. El cuerpo del muchacho del distrito 5 estaba hinchado también, atravesado por una gran lámina de metal dorado que provocaba la salida de un gran flujo de sangre que parecía no tener fin. Su piel, desgarrada.
Annie se soltó del tronco, chillando, y tragó una gran bocanada de agua. El cuerpo del chico flotaba a unos metros de ella, así que nadó en la dirección contraria. Una sola palabra centelleaba en su mente, de un brillante color rojo.
‘Muerte’.
Annie no sabía el tiempo que había estado en el agua, nadando y dejándose llevar por las cada vez más suaves olas, pero, de repente, su espalda dio contra algo duro. Annie se dio la vuelta levemente apoyando la cabeza contra el suelo firme, inhalando el olor a tierra mojada. Volvió a tumbarse, con las piedrecitas del suelo clavándose en la parte posterior de su cráneo.
Entonces sintió el dolor en el estómago, más fuerte de lo que nunca habría imaginado, y gritó. Alargó una mano hacia la zona dañada, pero se encontró con algo, como un obstáculo. Parecía tela.
Echó una mirada por encima, sorteando los puntos borrosos de su visión, y deseó, casi al instante, estar muerta.
Bajo los dedos, sostenía un pliegue de piel, que colgaba flácido y ensangrentado, dejando al descubierto un pequeño trozo de abdomen del tamaño de una mano. Y, un poco más allá, un estrecho palo sobresalía de su estómago, como una flecha irregular, perforándola. Annie se inclinó hacia un lado y vomitó. Al principio, solo echaba agua, y más agua. Entonces, algo empezó a desgarrar su garganta, abriéndose paso a través de su boca. Cada espasmo que el movimiento de esa culebra que la recorría le provocaba, era un dolor cegador en su vientre. Entonces, una masa negra y viscosa salió por su boca. Annie se echó al suelo de nuevo, sintiendo el gusto de la sangre en la lengua. La vista empezaba a nublársele, pero había puntos que podía ver con nitidez.
Una cala a lo lejos, con el mar cristalino extendiéndose a sus pies. Una extensa red dorada colgando de una palmera. Kit, vestido de blanco, sonriéndole, con las manos a la espalda.
Annie comenzó a cerrar los ojos, pero sintió que alguien la llamaba. Alguien que estaba situado sobre ella, quizá a kilómetros. Alzó la vista y los vio.
Eran dos luces. Dos inmensas luces de un brillante color verde azulado. Del color del mar en calma, del color del agua en verano. Y las luces parpadeaban, cada vez más cerca de ella, susurrando.
Su nombre. Solo su nombre.
Annie cerró los ojos y se dejó acunar por la voz, con el dolor abandonando su cuerpo. Se sentía cada vez más lejos del suelo y más cerca de la voz.
-         Annie – susurró en su oído.
La chica dejó caer la cabeza, si es que aún la tenía. No sentía nada. No sentía la piel despegada de sus músculos, ni la rama atravesando su vientre. No sabía dónde tenía los ojos, ni la boca, ni siquiera el corazón, contando con que este siguiera latiendo.
Era inmaterial.
Y, sin embargo, se sentía sostenida por esa voz.
-         Annie – volvió a susurrar.
Annie quiso responder, pero había olvidado las palabras. ¿Cómo hablar?
-         Te dije que volverías. Te lo prometí.
Annie empezó a desvanecerse, como si fuese tan insustancial como el humo. En cierto modo, creía que lo era. Antes de desaparecer, escuchó un último susurro, como un lamento, como una melodía desgarrada.
-         Annie…
Y se acordó. Ella desapareció junto con su nombre.
‘Finnick’.

Nada.
Eso es lo que era. Menos que una voluta de humo, menos que un grano de arena. Menos que el vapor de una gota de agua.

Sabía que se deslizaba, aunque no la sostuviesen sus piernas. Sabía que estaba suspendida en el aire, aunque no sintiese que su cuerpo flotara. Sabía que era tan insustancial como el aire.

Olía a mar. A salado. Y a ese olor característico a arena mojada. Pero no había arena, no había mar.

Sentía los párpados al rojo vivo, a pesar de que no podía determinar dónde estaban. Quería abrir los ojos, pero ¿qué ojos? ¿Seguía teniendo ojos? ¿Cómo, si era un simple gas?

Blanco. Todo era blanco. Más que la nieve, esa masa blanca que solo había visto una vez y que había estado tan asustada de tocar. El miedo a lo desconocido. Más blanco que la espuma del mar al depositarse sobre la arena, justo antes de que la arena la absorbiera. Más blanco que todos los blancos del mundo.
Si ‘la nada’ pudiese ser de alguna manera, sería algo como eso.
Se deslizó durante minutos, horas, puede que incluso siglos. Allí no había tiempo, ni espacio. Era infinito.
Entonces, lo escuchó. Como un estruendo, como una colisión entre dos rocas. Levemente, debido a la distancia, pero más fuerte conforme se acercaba. Y, cuando sentía que tenía el estruendo pegado a ella, todo se quedó en silencio.
En el más absoluto silencio.
Y no la vio venir.
No era como la muerte que la había zarandeado anteriormente. No era fría, ni líquida, ni se deslizaba a su alrededor. Era como un hilo tirando fuertemente desde su interior.
Se arqueó y sintió los huesos crujir, todos los poros de la piel arder como si estuviesen llenos de lava, los ojos escociendo y la boca seca. Volvía a ser cuerpo y sangre.
-         ¡Annie!
La muchacha sintió los pies sobre un suelo firme. Abrió los ojos, pero no sintió diferencia, puesto que seguía estado en la más perfecta blancura. Y echó a andar, sujetándose el estómago, justo en la zona del ombligo, allí donde había sentido a la muerte volver por segunda vez.
-         ¡Annie!
Empezó a correr, ignorando el fantasma invisible que seguía en su abdomen.
Ya no era todo tan blanco. Había manchas, justo delante de su camino. Manchas de tierra y barro, charcos de agua que hacían sombras. Y rastros de sangre. De una gran cantidad de sangre.
Lo vio a lo lejos y se paró en seco. Era un bulto, medio enterrado en un charco de barro.
Lo que sobresalía eran las piernas.
Annie retrocedió y chocó contra algo duro. Asustada, se dio la vuelta.
No había nada duro tras ella. No había un muro, ni un cristal, ni siquiera otra persona. Lo único que había era una gran masa de humo verde, verde como el mar, espeso. Olía bien.
-         Annie.
La voz parecía provenir del mismo humo. Annie se dejó envolver por él.
-         Annie, regresa.
El humo verde la acarició, sanando su piel quemada, haciendo desaparecer la sombra de la muerte de su estómago. Annie cerró los ojos.
‘No sé cómo’, pensó.
-         Sí lo sabes – respondió la voz -. Recuerda lo que tienes y regresa.
Annie se abrazó y se dejó caer al suelo, sujetándose las rodillas contra el pecho. Deseaba hacerse pequeña, diminuta. Deseaba desaparecer de ese lugar, de esa nada tan blanca que hacía daño a los ojos, e ir en busca de la voz.
‘Recuerda lo que tienes y regresa’.
‘¿Qué tengo? ¿Por qué quiero volver?’.
Algo volvió a tirar de su estómago, algo demasiado material como para ser la muerte. Annie se tumbó, boqueando, con el cuerpo ardiendo por el dolor.
Y, cuando vio disiparse, la masa de humo, quiso llamarla, para no quedarse sola de nuevo.
‘Finnick’.
Pero solo le respondió el silencio.


9 comentarios:

  1. Gooooosh, pañu.
    Tengo que decir que cada día te superas, este capítulo es muy diferente al resto, muy 'metafísico' y es simplemente estupendástico. ¿La única pega? QUERÍA YA EL REENCUENTRO CON FINNICK, JO.

    Más cosas, no nos hacía falta saber que el chico del distrito 5 tenía hojas en la boca, patito sádico meticulosamente descriptivo.

    Muero de ganas de leerte hacer a Annie mentalmente desorientada, a Finnick meticulosamente monoso y a Johanna perfectamente insensible. Será demasié..

    Pd: Me engañaste en el preview, no acabó con 'Finnick'.
    2Pd: AHDJDKEIENDKS
    3Pd: Primer comentario que te dejo, es raro (?)
    4Pd: ¿Cómo se hace el final de un comentario? -.-'

    'Y vivieron felices y comieron estofado en el Capitolio'

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    1. Jajajajaja GREAT!Ña, para ser tu primer comentario aquí, ha sido genial. Empezando por lo de 'pañu', ña.
      Bueno, soy un pato sádico, pero mola ser sádica. Ok, no, pero da igual. Ña. Y te prometo que los niveles de monosidad de Finnick, la locura de Annie y la frialdad de Johanna irán en aumento. ÑA.
      Pd: Iba a acabar con Finnick, pero decidí alargarlo. Fue una mentira piadosa, ña.
      Real, Chesteeeeer <3

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  2. Wauuuuuuu solo te digo eso!!!!!

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  3. Que conste que sigo leyendo los capítulos cuando los sacas, sólo que comento con más calma :)

    Estos últimos capítulos están teniendo un estilo muy especial, cada uno diferente pero que llaman la atención todos. Éste en particular te mete completamente en la piel de Annie, puedes sentir su confusión, su dolor, la muerte... Haces muy fácil con tu forma de relatarlo que la comprendamos.

    Y eso es lo más "serio" que puedo hacer un comentario.

    Comentario de yo normal: "Me encanta. <234"

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    1. Ña, tanto el comentario serio como el propio han sido khwjhdjqbkjaoif. Ña. Muchas gracias :)

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  4. Chica, es que no se que decir, me dejas siempre sin palabras. Todos los capítulos se me hacen cortos. En fin, eso, que sigas escribiendo por favor!!! :)

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  5. POR FAVOR. POR FAVOOOOOR.Es que... Dios, cada capítulo que leo me enamora más. Es demasiado asdghjñdhgdtgkññdk *-*

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