sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 26. 'Snow'.

-         ¿Annie?
Annie levantó la cabeza. Sentía un frío glacial alrededor de su muñeca, allí donde aquel hombre la sujetaba. Había hecho desaparecer a las sombras, como si todas ellas le temiesen, y había notado su odio, pero se habían ido, y Annie sabía que ese hombre no era luz, como Finnick era. Era algo mucho más peligroso que los rastros oscuros que la perseguían.
-         Nuestra encantadora vencedora se encuentra perfectamente, señor Odair – dijo el hombre.
Annie miró a Finnick, cuya cara brillaba por el sudor. Él abrió los brazos y ella hizo ademán de correr hacia él, pero el hombre la detuvo.
-         Por favor – imploró Finnick. Annie empezó a llorar, desesperada por zafarse de ese hombre -. Por favor, deje que se vaya.
El hombre clavó sus ojos en Finnick, pero la soltó. Annie corrió hacia Finnick y se refugió en sus brazos, donde sabía que encontraría un lugar que se ajustaría a ella. Finnick la envolvió, acariciándole el pelo con ternura. Annie dejó caer la cabeza en su pecho, consciente de la falta de tensión que originaba la desaparición de las sombras.
-         Encantadora, sí – murmuró el hombre -. Y muy guapa también. Deseable.
Finnick se puso tenso de repente, y Annie se separó de él. ¿Habría visto también a las sombras? ¿Habrían vuelto? Empezó a gemir en voz baja, asustada, y su cuerpo temblaba, como su aún tuviese la mano de hielo de aquel hombre sobre su piel.
-         No.
-         ¿Cómo? – inquirió el hombre trajeado, acariciando el capullo de la rosa que llevaba en la chaqueta.
-         Ella no hará eso – añadió Finnick -. No puede. Ella solo…
Annie trató de calmarse. Las sombras se habían ido, era motivo suficiente para sentirse calmada. Pero el hombre le causaba mayor temor.
Algo encajó en su cerebro y empezó a ver una tira de imágenes, una detrás de otra. Una plaza llena de niños, su nombre. Un precioso vestido que parecía hecho de agua. Y le vio a él, con una sonrisa fingida, asomado a un balcón. Las imágenes se sucedían rápidamente, mareándola, y Annie tuvo que agarrarse a la camiseta de Finnick para no caer. Todo a su alrededor giraba. Sabía, sentía en su interior que ese hombre, además de miedo, le provocaba furia, una furia incontrolada. Se sintió una sombra más, y quiso hacerle daño.
-         Por favor – continuaba Finnick.
-         Crowd. Llévate a la encantadora señorita Cresta a su habitación. El señor Odair y yo tenemos que hablar.
Finnick sujetó a Annie con fuerza contra su pecho, y ella se agarró a su camisa con más fuerza. Un hombre calvo se acercó y tendió un brazo hacia ellos, pero Finnick no la soltó, sino que la agarró con más fuerza. Annie no quería irse de su lado, no podía, porque todo el mundo era oscuro menos él.
-         Deje que yo la lleve, por favor – suplicó Finnick.
El hombre del pelo blanco se pasó la mano por la barbilla y asintió.
-         Vuelva aquí en veinte minutos, señor Odair.
-         Veinte minutos – repitió Finnick.
Finnick cogió en brazos a Annie y se la llevó de vuelta. Annie escondió la cara en su hombro, dejando que las lágrimas empezasen a surgir. Las sombras iban a volver, volverían a por ella...
Finnick abrió una puerta y se introdujo dentro con ella. Annie abrió los ojos y descubrió que no se encontraba en su habitación, la misma en la que había atacado al hombre mudo que había intentado tocarla. Finnick la depositó en la cama y se sentó a su lado, acariciándole el pelo. Annie empezó a llorar.
-         ¿Qué está mal, Annie?
Annie tragó saliva y se incorporó, agarrando la almohada entre los brazos.
-         ¿Son las… las sombras otra vez, Annie? – preguntó Finnick, apartándole las lágrimas de las mejillas.
Annie asintió, pero no eran solo las sombras. Era aquel hombre frío, aquel a quien incluso las sombras, esos monstruos temían.
-         Annie, no dejaré que él te toque – susurró Finnick, tocándole la rodilla.
Annie levantó la cabeza y le miró. Tenía los ojos verdes, pero no un verde común. Era el verde azulado del mar en calma, del cielo reflejado. Eran hermosos y únicos.
-         Ellos… - comenzó, apartándose las lágrimas de la cara – Ellos están aquí, ¿verdad? – añadió, apuntándose a la cabeza.
Finnick cogió su cara entre las manos y apoyó la frente contra la suya. Sentía el calor que irradiaba su piel, igual que el sol. Sentía su respiración agitada y su aliento en la piel. Y era como una brisa suave, una brisa que la mecía como su estuviese en una barca en el medio del mar.
-         Ellos están aquí – continuó Annie, temblando -. Y son fuertes para hacerme da…
-         No – interrumpió Finnick -. Sácalos, Annie. Sácalos de tu cabeza y ellos no serán lo suficientemente fuertes.
Annie empezó a temblar con más fuerza. Empezaba a escuchar los susurros de las sombras arrastrándose por las paredes, salvo que ahora gritaban, gritaban de dolor, de furia, gritos por todos lados. Annie se tapó los oídos y se pegó más a Finnick.
-         Gritan, Finnick. Haz que se callen.
Finnick colocó las manos sobre las suyas, sobre los oídos, amortiguando los gritos.
-         Páralos, por favor – gimió Annie.
Finnick se apartó de ella. Annie le gritó que volviese, que la protegiese de las sombras, pero él se levantó de la cama. Cogió una silla y le rompió una de las patas. Annie dejó de gritar y observó cómo él golpeaba con furia las paredes, los muebles. A su alrededor, las sombras, asustadas, comenzaron a desaparecer. Annie empezó a reír. ¡Él las había hecho desaparecer! No volverían, porque ya no era solo que Finnick las mantuviese a raya, sino que ellas le temían a él casi tanto como al hombre del pelo blanco. Finnick empezó a reír también, golpeando la habitación, rompiendo vasijas de cristal y espejos, cuyos cristales se esparcieron por el suelo. Annie lo observó, sin dejar de reírse, escuchando cada carcajada que salía de su garganta. Era libre, estaba a salvo. Ellas no iban a tocarla o acercársele nunca más, porque temían a Finnick.
El chico soltó la pata de la silla en el suelo y se sentó de nuevo en la cama, con una sonrisa en el rostro.
-         ¿Se han ido?
Annie sonrió. Ya no había sombras, ya no había gritos. Todo estaba bien.
-         Se han ido – respondió Annie, aún sorprendida.
Finnick se recostó junto a ella, pasándole los dedos por la cara.
-         Tengo que irme – susurró Finnick.
Annie deslizó un dedo por su mejilla.
-         No me dejes sola.
Finnick se acercó a Annie y le besó la frente. Ella cerró los ojos y se vio en su playa, con el sonido del agua a su alrededor. Quiso volver, tumbarse en la arena, con el sol sobre ella y el mar rozándole los dedos de los pies. Finnick se levantó y salió de la habitación, dedicándole una sonrisa antes de que la puerta se cerrase.
Annie se quedó sola, mirando al techo. Tenía miedo de que las sombras volviesen a aparecer, pero ellas no lo harían, estaba casi segura. Temía más a lo que el hombre de la rosa pudiese hacerle a Finnick. Nadie, absolutamente nadie, podía hacerle daño.
Annie cerró los ojos y, por primera vez, sintió que estaba relajada, y que una parte de ella que desconocía ansiaba regresar, pero no sabía qué era esa parte. Como un recuerdo, un recuerdo que buscaba salir a flote. No sabía quién había sido antes, qué clase de persona. No recordaba nada.
‘Annie’.
Annie abrió los ojos. Finnick se había marchado y la habitación estaba completamente vacía. Pero alguien había hablado, estaba segura.
‘Annie’.
Annie se levantó de la cama y se dirigió al baño de la habitación. El espejo le devolvió su propia imagen, una chica delgada, con la piel blanca y pálida, los ojos verdes rodeados de ojeras y el pelo castaño revuelto.
‘Annie, vuelve’.
La muchacha se tapó los oídos y se dejó caer junto al espejo. ¿Quién quería que volviese? ¿Qué era exactamente lo que tenía que volver?
-         No sé – susurró, escondiendo la cabeza entre las rodillas.
Alguien le puso una mano sobre el hombro, sobresaltándola. Annie dio un grito y se apartó, golpeándose en la parte trasera de la cabeza con la pared. Todo empezó a dar vueltas y sintió cómo se formaba una nube de niebla ante sus ojos.
-         Tranquila, soy yo. Soy Mags.
Annie se frotó los ojos para apartar la neblina. Le dolía la cabeza intensamente allí donde se había golpeado.
La mujer se acercó a ella con cautela. Annie no sabía mucho de ella, pero si Finnick confiaba en la anciana, ella también podía hacerlo. Finnick nunca la dejaría al cuidado de alguien en quien él no confiase.
-         ¿Estás bien, Annie? – susurró la mujer, acuclillándose junto a ella.
Annie la miró, preguntándose qué habría hecho por Finnick. Para él, Mags era como su madre. ¿Qué significaría él para ella? Annie agachó la cabeza, esquivando su mirada. Mags era tan absolutamente fría… ¿Cómo podía sentir algo por alguien? Era como si fuese un trozo de piedra.
-         ¿Annie? ¿Dónde está Finnick?
Annie se irguió ante la mención de Finnick. Había en el tono de voz de Mags un deje de preocupación, y eso era suficiente para que Annie supiese que Finnick le importaba.
-         Él… se ha ido.
-         ¿Dónde? – preguntó Mags. Parecía alterada.
-         El hombre… El que todos temen… Él le dijo…
-         ¿Snow?
Snow.
Annie se vio en una plaza llena de niños. Todo a su alrededor estaba en el más absoluto silencio. A su lado había una chica con trenzas oscuras que temblaba como si tuviera frío, pero hacía mucho sol. De repente, una mujer sacó un papel de una urna y, acercándose al micrófono, leyó el nombre en voz alta.
‘¡Annie Cresta!’.
Annie empezó a temblar.
Todo era culpa de Snow. Los Juegos, la Arena. Kit. Lo vio todo con claridad en su mente, como si alguien las hubiese impulsado allí de repente. Lo recordó todo.
La muchacha se agarró el pecho. No podía respirar. La rabia, el odio, el miedo y os recuerdos la consumían. Sentía a Mags gritar a su lado, pero no podía oír qué decía. Quería matar a Snow. Quería hacerle pagar.
Las lenguas de agua empezaron a ascender por sus extremidades hasta llegar a su pecho, donde apretaron sus pulmones con fuerza. Su piel estaba húmeda, y escuchó la ola venir a por ella. Volvía a estar en la Arena, Kit muerto, y Finnick estaba en peligro junto a Snow. Toda su calma se había resquebrajado como un fino cristal. Mags se levantó y salió corriendo del baño. Annie le gritó que buscase a Finnick, que lo alejase de Snow, pero ni siquiera podía oírse a sí misma. El sonido de la ola lo amortiguaba todo.
Annie se arrastró por el suelo, tirando de los brazos líquidos de agua que la sujetaban. Ellos querían que ella se mantuviese débil, que se dejase llevar por ellos, pero ella debía salvar a Finnick. Y Snow iba a hacerle daño, porque eso es lo que él hacía. Herir y herir, matar.
Justo cuando Annie consiguió salir del baño, con las rodillas llenas de rozaduras, Mags entró en la habitación de nuevo, con una jeringuilla en la mano. Annie sabía lo que las jeringuillas le hacían, sabía que Mags pretendía dormirla, y no podría salvar a Finnick de Snow si estaba dormida.
Mags se agachó junto a ella y le apartó el pelo del cuello. Annie arañó a la mujer, tiró de su ropa hasta rasgársela, pero, cuando sintió el pinchazo en el cuello, supo que todo estaba perdido, y se sintió traicionada por Mags.
-         Annie – susurró la mujer -. Annie, él va a volver.
-         No, Snow va a hacerle daño, mucho daño…
-         Annie, él pasaría por encima de un millón de Snows solo para protegerte.
Annie clavó sus ojos en los de Mags y vio que, debajo de esa determinación y frialdad, no solo había preocupación, sino también pena. ¿De quién? ¿Por qué?
-         Le importas, Annie – continuó Mags.
Annie empezó a sentir la pesadez del narcótico sobre su cuerpo. El dolor se alejó, y las manos de agua la soltaron. Annie se acurrucó junto a las rodillas de Mags y ésta comenzó a acariciarle el pelo. Cuando sintió que se quedaba dormida, un solo pensamiento afloró en su mente. Uno solo, pequeño y, a la vez, tan fuerte, cierto e importante.
‘Le importo’.

6 comentarios:

  1. Quiero el capítulo de Finnick ya. Lo quiero. Lo necesito. ¿Qué hará el chico sexy para proteger a su chica loca?

    ¿Has escuchado alguna vez 'Smooth criminal' de Michael Jackson? Pues va perfecta para el fic, principalmente para estos capis.

    Bueno, y que me ha gustado (: Por si no lo sabías ya...

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    1. A ti te encantan los capítulos de Finnick, tulipán, siempre estás pidiéndomelos, ña.
      MICHAEL KING JACKSON <3
      Nunca lo había pensado, pero ahora mirando bien la traducción... y ya con lo de 'Annie'... ÑA.
      Muchas gracias, ña <3

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  2. Es perfecto, pato. No sé de que te quejabas. Es un capítulo magnífico. Por fin Annie intenta volver y se da cuenta de lo que siente Finnick. Se va acercando el beso, al parecer. Pues eso, que escribes genial y que ya estoy esperando el próximo capítulo.

    Una de tus fireducks del estanque. <4

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    1. Ña, gracias. La verdad es que no me convencía nada, porque lo escribí así sin pensarlo mucho... Pero bueno :)
      Sobre el beso, quiero que sea una sorpresa, ÑA :)
      <3333333333

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  3. Me encanta, como siempre, por cierto, has pensado en ser escritora de mayor? por favor, quiero que seas como Suzanne y escribas mi felicidad, o la de mis hijos. Por favor :3

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    1. Ña, gracias <3
      La verdad es que sí, y tengo algo escrito, a la espera de publicarlo. Ojalá pueda :)
      JO, MUCHAS GRACIAS, DE VERDAD.

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