domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulo 27. 'Dar la vida'.

-         No.
Finnick se levantó de un salto, mirando con furia los ojos del Presidente Snow. Éste permanecía quieto, sentado en el mullido sofá de piel, con una media sonrisa en los labios.
-         No, ella no hará nada de eso.
-         ¿Está impidiéndome que haga algo, señor Odair? ¿A mí?
Finnick volvió a sentarse, resignado. Si Snow quería algo, lo conseguiría, y él nunca podría hacer nada. Snow era quien llevaba los hilos.
-         En realidad, esto no es de su incumbencia, señor Odair – prosiguió Snow -. Si lo comento con usted, es por el apego que parece haberle cogido a la joven.
Finnick se irguió, tenso. Conocía ese juego, pero era Snow quien ponía las reglas. Y Finnick sabía muy bien qué clase de reglas serían esas. Si Snow sabía cuán importante era Annie para Finnick, podría usarlo en su contra. Ella era la moneda de cambio de Snow. ‘Haz lo que te digo o todos los que quieres morirán’. Esa era la regla absoluta del juego más peligroso del Presidente.
-         Sin embargo, querido señor Odair, por extraño que pueda parecerle, me preocupo por el estado de mis vencedores, y considero que la señorita Cresta no está en perfectas condiciones. Está… defectuosa.
Finnick apretó los puños dentro de los bolsillos del pantalón. Defectuosa. ¿Era esa la palabra que utilizaba el Presidente para designar el estado mental en el que quedaban aquellos que no podían soportar todo ese dolor, todos los recuerdos del infierno que habían vivido? No, Annie no estaba defectuosa, porque algo defectuoso es algo que no puede repararse, y Finnick tenía la esperanza de que él podía recuperar a Annie. Annie no estaba defectuosa, estaba rota. Y lo roto, puede arreglarse.
-         Así que, ya ve, señor Odair. No soy tan malvado.
Finnick forzó una media sonrisa. Por supuesto que lo era.
-         Pero no debe olvidar que la señorita Cresta, al igual que usted, es mía. Confío en una recuperación lo más rápida posible.
A Finnick se le cayó el alma a los pies. Después de todo, él lo conseguiría, no importaría el cómo ni las consecuencias que eso supondría. No le importaría romper a Annie por todos lados, como había hecho con él, si conseguía venderla.
Y Finnick no podría soportar que se la tratase a ella como él era tratado.
El Presidente Snow se levantó del sofá y extendió la mano con una sonrisa, estirando sus labios hinchados. Finnick se levantó y, asqueado por dentro, le dedicó una sonrisa fingida y le estrechó la mano.
-         Espero verle pronto, señor Odair.
‘Una pena que yo no, Presidente’.
El Presidente salió de la habitación, dejando a Finnick solo y resignado. ¿Cómo podría salvar a Annie de ese castigo? Ya era bastante que ella tuviese que lidiar consigo misma. No podía permitir que la expusieran como un juguete.
Finnick se dirigió a la habitación de Annie, pero solo encontró allí a los avox que limpiaban el desastre que ella había provocado apenas una hora antes. El chico recordó que ella estaría en su habitación, así que caminó hacia allí, temiendo encontrársela en un estado peor. Se preguntó si sería siempre así, si siempre que caminase para encontrarse con Annie lo haría con miedo: miedo a encontrársela herida, a encontrársela loca, a ver cómo se destruía, miedo a ver cómo Snow se la llevaba.
De repente, Finnick se dio cuenta de algo de lo que hasta entonces nunca se había percatado: estaba pensando en un futuro. Y en ese futuro, él seguía con ella.
Finnick apoyó la cabeza en la madera de su puerta y suspiró. Cuando se ofreció para ser mentor, nunca pensó que llegaría hasta ese punto casi obsesivo de cuidar a una persona. Ni siquiera antes, cuando solo se preocupaba por sí mismo.
Cuando giró el pomo de la puerta y entró, se sorprendió al ver que Annie no estaba sola. Mags estaba con ella, sentada en el suelo con la espalda apoyada en la cama, mientras acariciaba el pelo de Annie, que estaba dormida en su regazo. Finnick se agachó a su lado.
-         ¿Cómo estás? – preguntó, recordando que la había dejado en mitad de la búsqueda de Annie boqueando en el pasillo.
-         Bien, no te preocupes por mí, Finn.
-         ¿Y… y ella?
Mags miró a la muchacha con ternura. Parecía tan tranquila…
-         He tenido que ponerle una dosis de morflina. Había empezado a alucinar.
Finnick tragó saliva. ¿Iba a estar Annie toda su vida ligada a los medicamentos, ligada a las drogas que la mantenían tranquila?
-         Le importas, Finnick.
Finnick miró a la mujer, con los ojos muy abiertos, sorprendido. Mags nunca le mentiría y, además, nadie era capaz de ver más allá de las personas como Mags. Si Mags había dicho que él le importaba a Annie, tenía que ser cierto.
-         Se preocupa por ti más que por sí misma – continuó -. Ella… ella estaba teniendo un ataque, algo la estaba persiguiendo, y, de repente, le daba igual todo, solo quería irte a buscar…
Finnick sonrió con tristeza. Ya eran dos, entonces.
-         Finnick… eso no es bueno.
El chico se puso serio de repente. ¿Por qué no iba a ser eso bueno? Eso significaba que Annie empezaba a ver más allá de sus alucinaciones. Eso significaba que Annie podría llegar a mejorar.
-         ¿Por qué no es bueno? – preguntó el chico.
-         Te miro a los ojos ahora, Finn, y veo que no estás bien. Mírate.
-         Mags…
-         No, Finn. No puedes preocuparte tanto por ella. Tu tarea ya ha acabado, déjala.
Finnick empezó a ponerse furioso. ¿Cómo podría decir eso Mags, precisamente ella, que no le había abandonado desde que fue su mentora? ¿Cómo podía ser tan hipócrita?
-         Tú no me dejaste – gruñó Finnick -, y yo no voy a dejarla a ella.
Mags acarició una mejilla de Annie con cariño. Finnick siempre la había visto como una madre, no solo con él, sino con todo el mundo. Si bien era fría, con los niños era todo cariño.
-         Cuando saliste de la Arena – comenzó Mags -, tan joven, tan pequeño… Eras prácticamente huérfano, Finnick. Y con ese carisma, con esa cara… ¿quién no habría sentido la necesidad de cuidar de ti?
Finnick agachó la cabeza. Lo recordaba perfectamente. Cuando él fue enviado a la Arena, su padre tenía los días contados debido a una enfermedad que ni siquiera el médico del distrito había sido capaz de determinar. Sabía que, al salir del estadio, estaría solo. Y, sin embargo, encontró a Mags, que se convirtió en toda su familia.
-         Yo… me impliqué demasiado contigo – siguió Mags -, hasta el punto de que podría sacrificarme por ti. Puedo sacrificarme por ti si es necesario, Finnick. Lo haría.
Finnick miró a los ojos grises de la mujer. Ella nunca le había dicho algo así. Finnick sabía que ella lo quería, pero no hasta ese extremo. Era excesivo. ¿Sería él capaz de morir por ella?
‘Desde luego. Porque eso es lo que hace la familia’.
-         Y ahora tú estás implicado de la misma manera con Annie – suspiró Mags -. Yo no quiero que te hagan daño, ¿entiendes? Y esta chica, de una manera u otra, te lo está haciendo. Veo cómo la cuidas y sé, sé que serías capaz de dar la vida por ella, del mismo modo que yo daría la mía por ti. Y yo no puedo dejar que a ti te dañen.
Finnick se miró las manos. No podía negarlo. Si le pidiesen que se cortase un dedo por Annie, él daría la mano entera con tal de que a ella no le sucediese nada malo.
-         No la odio, Finnick – aclaró Mags -. No puedo odiarla, porque sé cómo se siente. Pero me gustaría que la dejases ir. Aunque sé que eso, para ti, conociéndote, es imposible.
No lo dijo con reproche, si no como un hecho ya asentado. Mags sabía que él no sería capaz de abandonarla, porque ella no había sido capaz de abandonarlo a él. Finnick se giró y abrazó a su mentora, a su madre, escondiendo la cabeza en su menudo hombro. Tenía que agradecerle toda la vida a esa mujer. Al fin y al cabo, había sido ella la que lo había ayudado a salir de la Arena con vida.
-         Gracias, Mags – susurró Finnick.
Mags se apartó, con una sonrisa.
-         Puedo ayudarte – dijo -. Puedo ayudarte a cuidarla.
-         ¿Por qué?
-         Te he dicho que yo sé por lo que está pasando.
-         ¿Algún tributo que salió así de la Arena?
Mags cerró los ojos, apretando los labios en una fina línea. Ese era un gesto que la anciana repetía con frecuencia y que Finnick había tomado.
-         Algo así – dijo, finalmente.
Finnick asintió. Se acercó a Annie y le rozó el cuello con las puntas de los dedos. Su piel era la piel más suave que él había tocado nunca. Y podía asegurar haber tocado una gran cantidad de pieles.
Recordó entonces la conversación con el Presidente. Si Annie se recuperaba, él la reclamaría. Finnick se pasó la mano por el pelo. Fuese cual fuese el resultado del paso del tiempo, sería horrible, tanto para Annie como para él.
‘Sé que serías capaz de dar la vida por ella, del mismo modo que yo daría la mía por ti’.
Finnick cogió a Annie en brazos y la llevó hasta la cama. Mags lo ayudó a meterla bajo las sábanas y arroparla. Finnick se sentó junto a ella, en el mismo sitio que ocupaba siempre, con sus dedos enredados en los de Annie.
-         Me voy a descansar, Finn – susurró Mags.
La mujer se acercó a él y depositó un beso en su frente. Finnick sonrió. Esa era en realidad su familia. La anciana mujer que le había dado la oportunidad de vivir y la chica que le había demostrado cuánto pueden importar las personas.
Mags se dirigió a la puerta y giró el pomo. Sin embargo, antes de salir, Mags se giró, con la cabeza gacha.
-         Fui yo, Finnick. Fui yo quien… quien salió así de la Arena.
Finnick abrió la boca, sin entender. Y, cuando hubo analizado todas y cada una de las palabras, lo comprendió, sorprendido.
Mags había salido como Annie. Se había vuelto loca al salir del estadio. Pero ahora estaba bien. Estaba completamente cuerda. Y eso solo podía significar que había esperanza para Annie.
Que estaría bien.

 

2 comentarios:

  1. Yo sabía que iba a ser Mags la que había salido chunga desde antes de que lo pusiera e.e De todas formas le está dando esperanzas a Finn... Y no hay esperanza, porque para cuando pueda estar bien con Annie, él estará muerto (?)

    *Se va corriendo a llorar por Finnick*

    Snif Snif Snif

    *Vuelve con un pañuelo*

    Buen capítulo, sólo que... Se me hace raro que Snow se comporte como una persona...

    EDITO: ME HA SALIDO DE PALABRA DE VERIFICACIÓN "DUCK(nov)"

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    Respuestas
    1. Ña, es que las pillas al vuelo. Así no te puedo dar sorpresa, jum.
      *Llora en una esquina* *Llora más fuerte* *Se ahoga en sus propias lágrimas*
      *Saca la cabeza* Muchas gracias :')
      ÑA, VES, VES, TODO SON SEÑALES :)

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