sábado, 10 de agosto de 2013

Capítulo 48. 'Bajo el sauce'.

Finnick acarició el pelo de Annie mientras ella dormía. Habían pasado unos días desde el último ataque, y, por primera vez en cuatro años, ella parecía completamente… ida. No era que no recordase nada, o que tuviese miedo de todo, o incluso que cualquier palabra la hiciese entrar en un estado de locura. Annie estaba completamente apagada, con la mirada perdida, prácticamente sin hablar.
Finnick se levantó de la cama y bajó al salón. Dexter y Mags estaban sentados en uno de los sofás,  mirando con atención el televisor, que en ese momento mostraba una imagen de la chica del doce, Katniss Everdeen, corriendo como desesperada. Finnick se sentó en el sillón y escudriñó con atención la pantalla. Le gustaba esa chica, porque tenía algo, algo que el resto de tributos no tenían. Algo como… rabia, pero no contra el resto de tributos, sino contra el mismo Capitolio. Una chica de la periferia que se presentaba voluntaria para salvar la vida de su hermana…
Esa era una de las cosas que él llamaba ‘valentía’.
Y además, el distrito 4 tampoco tenía nada que hacer, después de que la chica del distrito muriese a causa del veneno de rastrevíspula.
-         ¿Qué ha pasado? – preguntó Finnick, rascándose la barbilla.
Dexter levantó la mirada y suspiró.
-         Han estallado la comida de los profesionales, pero la niña está perdida.
-         ¿Cómo que perd…?
Justo en ese momento, se escuchó un grito en la televisión. Dexter y Mags se irguieron al mismo tiempo, pero Finnick se quedó en el borde del sofá, con los codos sobre las rodillas. Sabía lo que pasaría ahora: Katniss Everdeen caería en alguna trampa y tanto ella como la niñita volverían a sus distritos en unas sencillas cajas de madera.
Finnick vio cómo Katniss Everdeen encontraba a la niña atrapada en una red, poco antes de que una lanza la atravesara. El chico sintió un tirón en su propio estómago, como una punzada, y recordó cómo había visto a Annie, tumbada entre los escombros de su estadio, con un palo clavado en el estómago. Se vio obligado a apartar la mirada, escuchando como la chica del 12 atravesaba el cuello del asesino de la niña con una flecha.
Dexter volvió a repantingarse en el sofá, pasándose una mano por los ojos.
-         Dos en menos de un minuto – masculló.
Mags gruñó a su lado. Finnick la miró a los ojos, pensando en cuántos niños había visto morir ella a lo largo de toda su vida y en cómo podía soportarlo, en cómo podía seguir cuerda.
En la televisión, Katniss estaba agachada junto a la niña. Se la veía realmente afectada, como si esa cosita que tenía entre los brazos, con una lanza más alta que ella sobresaliéndole del estómago, fuese la hermana por la que se había presentado voluntaria.
-         Vas a ganar – dijo la niña en la televisión.
Rue. Se llamaba Rue. Finnick recordaba el nombre porque había sido una de las pocas participantes a las que le había prestado verdadera atención. Era tan pequeña, tan frágil, tan vulnerable…
Finnick miró a Dexter por el rabillo del ojo. Siempre había sentido rabia al ver cómo la gente del Capitolio lloraba cada vez que un tributo moría. Al fin y al cabo, solo era uno más entre los miles que ya habían muerto a lo largo de la historia de los Juegos, y quedaría olvidado con los Juegos siguientes. Sin embargo, ahora veía a Dexter, después de los años que había pasado con ellos, ayudando a Annie, ayudando a Mags, y sabía que no era como ellos. Dexter había representado en un principio todo lo que Finnick odiaba (venido del Capitolio, refinado, con estudios y acostumbrado a que se lo dieran todo hecho) y, con el tiempo, se había convertido en un buen amigo. Finnick no dejaba de pensar en si quedaría más gente como él cada vez que lo miraba, o incluso si debería odiarlos. Al fin y al cabo, los habían educado así toda su vida. No era su culpa, realmente.
-         Canta – pidió entonces Rue en la pantalla.
El chico clavó la vista en la televisión. Las cámaras enfocaban a Katniss, con los ojos entornados, mirando a la pequeña. ‘¿Cantar? ¿Qué clase de tributo pide que le canten antes de morir? ¿Y qué clase de tributo se queda para hacerlo?’. Finnick se pasó una mano por el pelo, sin despegar los ojos de la pantalla. Una de las lágrimas cayó sobre la frente de Rue justo cuando Katniss Everdeen empezó a cantar, con una voz dulce que no parecía propia de ella.

 En lo más profundo del prado, allí, bajo el sauce,
hay un lecho de hierba, una almohada verde suave…

Finnick escuchó la canción con cuidado. La habitación, así como todo el distrito, estaba en completo silencio. Solo podía escuchar su respiración. Katniss acabó la canción y depositó un beso en la sien de la niña. ¿Se había visto algo así alguna vez? Finnick abrió los ojos, sorprendido. Se suponía que los Juegos estaban hechos para que los tributos luchasen entre ellos. Se formaban alianzas, sí, pero no duraban mucho tiempo. Al fin y al cabo, era tu vida o la del otro. Siempre había sido así.
Finnick observó a Katniss, de pie, en el prado, con los surcos de las lágrimas sobre sus mejillas, observando el cuerpecito de Rue. Finnick nunca había visto llorar a un tributo por otro. Annie había llorado por Kit, pero fuera de la Arena, y eso era relativamente entendible. Habían luchado juntos, eran del mismo distrito y había una especie de unión entre ellos mayor que una simple alianza.
Entonces, Katniss, en la pantalla, empezó a insertar florecillas y tallos alrededor del cuerpo de la niña, con cuidado, como si estuviera dormida.
En la habitación, solo había silencio. Finnick observó el cuerpecito de Rue, rodeado de flores, y le pareció una de las mayores muestras de lealtad que había visto nunca. Katniss se giró, clavando los ojos en la pantalla, y, tras llevarse los tres dedos de la mano derecha a los labios, los levantó al aire.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Finnick, y entonces, supo que eso no era una simple ceremonia de lealtad y cariño: era un símbolo. Era hacer algo, tal y como Annie había escrito en su libreta días atrás.
Finnick se apoyó en el sofá, con las manos en la nuca. Justo en ese momento, escuchó un sollozo tras él.
Se dieron la vuelta los tres, Finnick, Mags y Dexter, solo para descubrir a Annie agazapada en el suelo, mirando la televisión con las mejillas llenas de lágrimas. Se mordisqueaba los labios tratando de ahogar el llanto, sin éxito.
-         Estoy bien – susurró, con la voz rasgada por las lágrimas.
Finnick se levantó y la cogió del suelo, desplazando suu cuerpo hasta las escaleras. La sentó en los escalones, apartando las manos de su rostro y se acuclilló frente a ella.
-         No lo soporto – comenzó Annie, limpiándose las mejillas con la tela de su camiseta -. Los veo morir, y se supone que se van, pero los veo, cuando estoy despierta y cuando estoy dormida.
-         ¿A quién ves, Annie?
-         A los niños. A todos. Me hablan, y me preguntan…
Annie tragó saliva, mordiéndose el labio de nuevo. Finnick colocó una mano en su muslo, tratando de tranquilizarla.
-         ¿Qué te preguntan?
-         Porque yo sí y ellos no.
Finnick lo captó a la primera. Él también tenía pesadillas así, en las que sus víctimas le recriminaban que estuviese vivo.
-         Es… horrible – continuó Annie -. Y lo peor es que se supone que tengo que verlo como si nada, y no… no…
Annie apoyó la cabeza en las palmas de las manos.
-         ¿Has escrito todo esto? – sugirió, apartándole el pelo de la cara.
-         Sí, pero… Finn, yo… No quiero verlo, pero no puedo evitarlo. Ellos me llaman, quieren que lo vea.
El chico se estremeció. Sabía perfectamente cómo era estar con Annie, y sabía también qué pasaba dentro de su cabeza, conocía esas voces que le susurraban. Sin embargo, nunca se acostumbraba a escuchárselo decir.
-         Quiero irme – musitó Annie, levantando la cabeza -. No quiero verlo más.
Finnick se irguió, metiéndose la mano en el bolsillo trasero del pantalón. Algó rozó sus dedos, algo frío y de metal. ‘Casi lo había olvidado’, pensó.
-         ¿Quieres irte? – preguntó Finnick, con una media sonrisa.
-         Por favor – respondió Annie.
Finnick extendió la mano. Annie alargó la suya hasta que sus dedos entraron en contacto, y Finnick la agarró con fuerza, tirando de ella. Annie chocó contra su pecho.
-         Te quiero – murmuró, con la voz amortiguada por la tela de la camisa.
Finnick deslizó las manos alrededor de su cintura y besó su pelo. Habría podido quedarse así toda la vida, de eso estaba seguro.
-         Vamos.
Salieron de casa sin importar que Annie llevase tan solo una camiseta larga. Casi corrieron por la Villa de los Vencedores, cogidos de la mano. No importaba tampoco que los demás vencedores del distrito 4 pudieran verlos. Querían desaparecer, solo ellos.
El mar estaba en calma ese día. Annie se sentó en la arena blanca, agarrándose los tobillos, y Finnick tomó asiento detrás, poniendo los brazos a su alrededor. Annie se recostó sobre él, cerrando los ojos.
-         Calma – dijo, apenas moviendo los labios.
Finnick clavó los ojos en el mar. Su mente le trajo un recuerdo, un recuerdo que ahora parecía muy lejano, a pesar de que en realidad no había pasado tanto.
Te necesito, Annie Cresta, había dicho él.
No puedes, está mal, había contestado ella entre lágrimas.
Y ahora estaban ellos ahí, tumbados, sabiendo cuánto se necesitaban el uno al otro. Cómo habían cambiado las cosas en tan solo cuatro años. Finnick jamás hubiese imaginado que aquella chica a la que recogió de las escaleras el día de la cosecha se convertiría en tanto.
-         Annie.
-         ¿Hmm?
Finnick le acarició el pelo.
-         Tengo una sorpresa.
Algo pareció activarse dentro de Annie. La chica se dio la vuelta, con una media sonrisa en los labios.
-         ¿Una sorpresa?
Finnick sonrió, poniendo un dedo sobre la punta de su nariz.
-         Sí, una sorpresa.
Annie se inclinó para besarlo. Finnick la cogió, poniendo sus piernas alrededor de su propia cintura, y se levantó. Annie se puso de pie junto a él.
-         ¿Qué es? – preguntó la chica, aún colgada de su cuello.
Finnick introdujo una mano en el bolsillo de su pantalón y buscó una bolsa. Annie lo observaba con la boca entreabierta.
-         Finni…
La chica no pudo acabar la frase. Finnick le introdujo un azucarillo en la boca antes de que pudiera continuar. Annie se separó bruscamente de él, cerrando la boca.
-         ¡Tramposo! – gritó, con una sonrisa, mientras saboreaba el azucarillo.
Finnick se metió otro azucarillo en la boca. El dulce estalló en su lengua, extendiéndose por su paladar. Finnick se pasó la lengua por los labios.
-         Cierra los ojos – le dijo a Annie, cogiéndola de la mano.
Annie cerró los ojos, sonriendo.
-         ¿No era esta la sorpresa?
Finnick la abrazó por detrás y comenzó a dirigirla. Annie andaba dando traspiés, con los ojos cerrados con fuerza. Las olas del mar apenas golpeaban la arena, dejando el mar en una calma casi completa. El sol comenzaba a esconderse.
Finnick se paró frente a la entrada de la cueva. No era una ‘cueva’, en realidad, sino más bien una oquedad en el acantilado, lo suficientemente grande, con dos entradas por las cuales entraba luz. Finnick apartó una cortina de juncos con una de las manos, con cuidado para que no sonase.
-         Ya no siento el sol – dijo Annie, haciendo ademán de girarse hacia él -. ¿Dónde estamos?
Finnick le dio un empujoncito para meterla dentro de la cueva. Las sombras empezaban a oscurecerla, por lo que se metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón y sacó el mechero para encender las velas que había junto a la entrada. Annie se removió inquieta.
-         ¿Finnick? ¿Dónde estamos?
Finnick colocó las manos de nuevo alrededor del cuerpo de Annie, apoyando la barbilla en su hombro.
-         Ya puedes abrir los ojos – susurró junto a su oído.
Y Annie los abrió.

3 comentarios:

  1. @sidhehidy (camthebroken)10 de agosto de 2013, 16:58

    POR-QUÉ-NOS-DEJAS-ASI-LA-MADRE-QUE-DFHGSJDHE.

    Sin duda ¡siguiente capifuck! OMG he amado este capítulo, es simplemente precioso. QUIERO QUE HAGAS EL OTRO CAPÍTULO ANTES DEL SÁBADO QUE VIENE PORQUE NO LO AGUANTO KJDFGHDJHDSK ;_;
    En serio, me encanta como unes cosas y cosas y ;___; lo de Rue me ha matado, estaba medio llorando diciendo "no me lo recuerdes, no me lo recuerdes" joeee, que mal lo pasé. Además, me pone triste que cada vez estemos más cerca del fin de nuestro querido mozo ;_; En fin, que precioso, este me ha encantado, hacía mucho que no te comentaba ^^.

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  2. PERFECTO? MARAVILLOSO? GENIAL? ÚNICO? INCREÍBLE? jamas dejare de describir como son tus capítulos simplemente fantastico

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  3. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Subi el siguiente capitulo ya!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! no podes dejarnos asi ,por que sos tan mala?, me haces sufrir si dejas el capitulo asi

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