lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 49. 'Hundirme'.

A Annie le costó unos segundos acostumbrarse a la penumbra de la cueva, pero cuando sus ojos lo hicieron, no pudo hacer otra cosa que suspirar.
Las paredes habían sido recubiertas con conchas y caracolas. Alguien había puesto una especie de balustrada en la otra entrada de la cueva, como una especie de balcón sin altura. El suelo, que normalmente era otra porción de arena blanca, había sido recubierto con tablones de madera clara, sobre los que habían sido colocados un escritorio con vistas al mar, a unos metros del ‘balcón', un sofá y una cama.
En realidad, ‘cama’ no era el término adecuado para definirlo. Era más bien un colchón redondo, lo suficientemente grande como para que cupiesen al menos cuatro personas, con un cabecero de madera, también blanca, con dibujos de peces y sirenas en relieve. Sobre el colchón, había una red dorada, como una especie de cúpula.
-         ¿Te gusta? – preguntó Finnick junto a su oído.
Annie se pasó la lengua por los labios. Sabían a azúcar. Asintió, con la mirada aún clavada en la cama.
Finnick se colocó frente a ella, tapándole la vista. Tenía las mejillas sonrojadas, y casi parecía azorado. Annie le puso los brazos alrededor del cuello.
-         Querías tener un hogar.
-         Y tú me has regalado uno.
Annie se alzó sobre las puntas de los pies y lo besó. También él sabía a azúcar.
-         No es una casa – se excusó Finnick, sonriendo -, pero es un hogar.
Annie sonrió. Finnick siempre intentaba que ella se sintiese bien, fuera cual fuera la situación. Con él, no cabía la posibilidad de ser infeliz, y Annie lo sabía. Él le había dado todo lo que tenía, había hecho de ella quien era ahora. No tenía más que mil gracias para él.
-         Nuestro – puntualizó Annie.
Finnick sonrió con esa sonrisa que tenía solo para ella. Entonces, los ojos de la chica se desviaron hacia la cama, sin pensarlo. Finnick se volvió también, sin apartar las manos de su cintura. Cuando volvió a mirarla, estaba serio.
-         Oye, si no…
-         No. Ahora solo somos tú y yo.
Finnick levantó las cejas.
-         ¿Quieres intentarlo?
Annie bajó la mirada, sintiendo cómo toda la sangre de su cuerpo se concentraba en sus mejillas. De repente, el aire de la cueva se hizo pesado y caliente. Finnick colocó un dedo bajo su barbilla y la obligó a mirar hacia él.
-         No tengo prisa. Lo sabes, ¿verdad?
Él estaba tranquilo. ‘Pero él sabe cómo es. No es la primera vez’, pensó Annie, apartando las manos de su cuello. Finnick la abrazó.
-         An…
-         ¿Te enfadarás si no puedo?
Finnick se separó de ella con brusquedad, mirándola ceñudo. Annie aún sentía las mejillas arder.
-         ¿Qué tontería es esa? Por supuesto que no. Lo haremos cuando quieras.
-         Pero quiero ahora – susurró ella.
El chico curvó una de las comisuras de su boca y la besó de nuevo. Annie agarró el cuello de su camisa y lo arrugó entre los dedos, temblando. Finnick desplazó los labios por su mejilla hasta el cuello, y Annie se mordió el labio, tratando de calmarse. Estaba con Finnick, lo amaba, lo deseaba, nada podía salir mal.
De repente, los nervios la abandonaron, como si nunca hubiesen estado allí. Se sintió valiente. El beso se volvió más insistente al mismo tiempo, y Finnick la empujó contra la pared de la cueva. Las irregularidades de la roca se clavaban en su espalda, pero ni siquiera eso suponía algo importante. Finnick cogió los bordes de la larga camiseta que ella vestía y tiró de ellos hacia arriba. Annie se separó de él solo para que pudiera sacársela completamente. Cuando volvieron a mirarse, había una chispa en los ojos del muchacho, una especie de brillo especial que ella no había visto nunca. O quizá lo había visto y nunca se había fijado, lo que era más improbable, pues Annie conocía cada expresión de Finnick como las suyas propias. Finnick volvió a besarla, mientras los dedos de ella desabotonaban a ciegas la camisa de él, con una destreza de la que no se había creído capaz. Cuando la prenda cayó al suelo, Annie lo cogió por los hombros. Le ardía la piel.
Finnick la levantó del suelo y la arrastró hacia el colchón, donde se dejó caer sobre ella, con la suavidad de una pluma. Inconscientemente, Annie desplazó las manos hacia la hebilla de su cinturón y se lo desató, mientras Finnick mordisqueaba su cuello con ternura.
-         Te amo – susurró él -. Te amo.
Sin saber cómo, los pantalones habían desaparecido también. Annie podía sentir su piel, los huesos de las caderas de él contra sus muslos. Finnick se apartó de ella, con el pelo revuelto y los ojos brillantes incluso en la oscuridad.
-         ¿Estás segura? – preguntó.
Annie sonrió como respuesta. Nunca se había sentido más segura de algo. El chico la besó de nuevo, jugueteando con su lengua con insistencia y calma al mismo tiempo, si es que eso podía ser posible, mientras se deshacía del sujetador. La desnudez no era algo de lo que preocuparse con Finnick. No era la primera vez que la veía desnuda, ni probablemente fuese la última. ‘Además, él ha visto muchos cuerpos además del mío’. Annie cerró los ojos con fuerza. ‘No pienses en eso. No pienses en eso’.
No quiero que pienses en con quién me acuesto, o en lo que ellos me dan. Quiero que, cuando suceda, seamos solo tú y yo.
No quiero que pienses, ni por un momento, que ellos me dan algo que tú no.
Lo que haga con ellos no significa nada.
-         ¿Annie?
Annie abrió los ojos. Finnick estaba sobre ella, con el ceño fruncido.
-         Somos tú y yo, ¿verdad?
-         Claro, An.
-         Bien.
Lo atrajo hacia sí. Eran piel con piel. Finnick colocó una mano junto a ella, apoyada en el colchón, y la otra bajo su nuca, sin dejar de besarla en ningún momento. Annie clavó los dedos en sus hombros, esos hombros musculosos de nadador, y dejó que fuese él el que la condujese. Finnick le mordió con mucha, mucha suavidad el lóbulo de la oreja, provocando un escalofrío por toda su columna vertebral.
-         Todo está bien – susurró Finnick, cogiéndole las manos.
Annie asintió, cerrando los ojos, y entonces, lo sintió entrar dentro de ella. Dolía. Annie se mordió el labio para que él no lo notase, pero Finnick no era la clase de persona que dejan escapar los detalles. Se separó unos milímetros de ella, lo justo para mirarla a los ojos.
-         ¿Te hago daño?
Annie abrió los ojos y verlo ahí, sobre ella, con el rostro contraído en una mueca de preocupación eliminó de ella el dolor. Lo quería. Lo deseaba. Y quería hacerlo. Negó con la cabeza y volvió a atraerlo hacia sí.
Cuerpo y cuerpo. Eran uno, una sola unidad. No había más mundo que esa cueva. No importaba qué pasase fuera de ella. Pasado, futuro, ni siquiera el presente importaba. Porque el tiempo se había congelado en ese momento. Parado. Y ella ardía.
Podía sentir cada poro de su piel, y cada poro de la piel de Finnick, como si pudieran fusionarse, como si ya lo estuviesen. Y no había nada mejor que eso. Era la manera más sincera de decirse ‘te quiero’.
Finnick acariciaba su piel como si se tratase de la más fina tela, del más frágil cristal, como si fuese a romperse en cualquier momento. Siempre había sido así, pero ahora lo notaba más claro. Por el contrario, Annie clavaba los dedos en sus músculos, agarrándolo con fuerza, como si temiese que él pudiera esfumarse. Finnick gruñó, mordiéndole el labio. Sabían a azúcar.
El chico le besó el hombro, el estómago, cerca del ombligo, provocando una especie de tirón en su estómago.
-         ¿Finnick?
Él levantó la cabeza, poniéndose de nuevo a su altura.
-         ¿Sí, An?
Debía de haber anochecido fuera, porque ya no lo veía con claridad. La escasa luz que entraba por las dos entradas junto con la luz de las velas no era suficiente para iluminar su rostro, y la mitad de su cara estaba en la penumbra. Sin embargo, Annie lo seguía viendo hermoso, más que cualquier otra cosa que hubiese visto nunca.
-         Te quiero – susurró ella.
Y él la abrazó, la besó, le hizo el amor y se entregaron todo lo que sentían.
Horas después, Annie aún continuaba observándolo mientras él dormía, sin poder apartar la sonrisa de los labios. Ya no tenía nada que envidiarles a todas esas personas que se habían acostado con él. Tenía que aprender a vivir con eso, pero había algo claro: él era suyo. Era suyo de todas las formas que podía serlo. Y nadie iba a cambiar eso.
Annie apartó las sábanas y se levantó, cogiendo la camisa de Finnick del suelo. Siempre había estado más cómoda llevando puesta su ropa, su olor. Era como si él estuviese siempre con ella, y eso la ayudaba a sentirse protegida, incluso valiente. Se apoyó en el extraño balcón y miró al mar. Apenas había reparado en el sonido de las olas y el olor del mar mientras estaba con Finnick, pero ¿quién lo hubiese hecho? Incluso el mar, que siempre le había parecido precioso, perdía su encanto al lado de Finnick Odair.
Esa noche, todo estaba en calma. El mar estaba en calma. Era como la sensación de estar ahí, rodeada solo por agua, agua y silencio.
-         ¿En qué piensas? – preguntó Finnick a su espalda, abrazándola.
Annie se recostó contra él.
-         En que… si hay calma bajo las olas, elijo hundirme.
Finnick le besó el pelo.
-         ¿Qué significa eso?
Annie se giró, mordiéndose el labio. Finnick estaba despeinado, con los ojos aún brillantes y los labios enrojecidos e hinchados. Annie apoyó las manos en su pecho desnudo.
-         No lo sé. Solo lo pensaba.
Finnick sonrió y se inclinó para besarla, poniendo las manos en su cuello. Annie le cogió las muñecas.
-         ¿Entonces eliges hundirte? – preguntó Finnick, sonriendo contra su boca.
Annie se separó de él, arrugando la nariz. Finnick sonrió y le besó la punta, acariciándole la línea de la mandíbula mientras tanto.
-         Hay calma bajo las sábanas – añadió -. ¿Quieres hundirte ahí?
La chica soltó una carcajada, pero volvió a besarlo y lo arrastró de nuevo hacia la cama. Finnick se colocó de nuevo sobre ella, besándole la clavícula con los labios aún ardiendo.





3 comentarios:

  1. @sidhehidy (camthebroken)12 de agosto de 2013, 18:30

    - Hay calma bajo las sábanas – añadió -. ¿Quieres hundirte ahí?

    LEÍSTE LOS NOMBRES PARA EL CAPIFUCK xDDDDDDDDDDDD FAV FAV FAV.

    BUENO, ANTES DE NADA, FELIZ CUMPLEAÑOS. Te lo iría a poner en el Twitter pero es que ya estaba muy petado y al ver que habías adelantado otro capítulo pues me he enamorado un poco más de ti, a si que te lo escribo aquí.

    Debo decir que después de 48 capítulos, lo hemos conseguido JAJAJAJJ Me parece que lo has hecho precioso y que te mereces un nobel o lo que haya de premio para los escritores (?) No, mejor, te mereces que Suzanne Collins te llame para publicar tu historia porque de verdad, de verdad, es increíblemente bonita, y harías el favor a más de un tributo porque ojalá Suzanne hiciese como J.K. Rowling y escribiese más libros o algo por el estilo. JAJAJAJA.

    Gracias por adelantar otro capiduck, besos <3

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  2. PRECIOSO. Quería leerme tu historia desde hace mucho y por fin he llegado aquí... Hasta yo me sorprendo de mi ansia lectora. Escribes exquisitamente genial! Estoy enamorada de la historia. Fin. Muchas gracias por tener este blog tan magnífico. Te sigo :)
    PD: Derrotada por el final.
    Un besito!

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  3. Como siempre aquí yo diciéndote lo mucho que me gusta la historia, este capitulo fue hermoso y algo que habíamos esperado durante mucho tiempo,por sierto me entere que es tu cumpleaños así que FELIZ FELIZ FELIZ CUMPLEAÑOS que lo pases excelente y si tienes twitter me gustaría que me lo dieras para seguirte el mio es @NicoleGomezAeP un beso.
    Saludos!

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