lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 50. 'Flotar en el mar'.

-         Voy a volver, te lo prometo – dijo Finnick, sonriendo mientras la besaba.
-         ¿De verdad? – repitió Annie, tirando del cuello de su camisa.
-         ¿Te he mentido yo alguna vez?
Annie levantó una ceja. Finnick se habría puesto horriblemente serio en cualquier otra situación, sabiendo que no era verdad ni de lejos. Le había contado mentiras y, a pesar de que ella, de una manera una otra, se había enterado, eso le hacía sentirse poco sincero con ella. Y precisamente en eso se basaban las relaciones, en la sinceridad. Sin embargo, aquella mañana estaba tan inmensamente feliz que no pudo quitarse la sonrisa de la cara. Annie lo besó de nuevo, colocando las piernas alrededor de su cintura. Aunque no lo desease, fue Finnick el que tuvo que apartarse.
-         Ya mismo vengo – dijo, colocándose el cinturón del pantalón.
Annie sonrió y se dedicó un tierno mohín con la nariz que le hizo replantearse si de verdad era necesario marcharse. Y no lo era, pero al menos era correcto.
Cuando llegó a la casa de la Aldea, Dexter estaba sentado en la mesa, con un tazón en las manos y la mirada clavada en la televisión. Tenía el pelo revuelto y aplastado por un lado, por lo que Finnick dedujo que se acababa de despertar.
-         Buenos días, Dex.
El hombre se giró con expresión aburrida, pero su rostro cambió totalmente en cuanto le vio. El brillo de sus ojos se volvió intenso, como si hubiese despertado de golpe.
-         Mejores días para ti, ¿no? – dijo, pasándose una mano por el pelo -. ¿Dónde estuvisteis anoche?
Finnick se sirvió un café y se sentó a su lado. Por suerte, Dexter tenía un plato con azucarillos sobre la mesa, por lo que Finnick cogió un par y los metió en el café. El sabor dulce del azúcar le recordó a la noche anterior.
-         En la playa – admitió, sintiendo cómo su nuca empezaba a enrojecer.
-         ¿Toda la noche? – Dexter parecía estar divirtiéndose.
El chico le dio un sorbo al café antes de mirarlo con expresión de madre desesperada por las preguntas estúpidas de su hijo.
-         Y supongo que no fuisteis para dormir… - continuó Dex.
-         ¡Oh, para ya!
Finnick se levantó y le dio en el cogote con el dorso de la mano. Dexter se giró entre risas, evitando los golpes, y, por un momento, Finnick se sintió un niño. Sintió que recuperaba esa niñez que los Juegos le habían quitado. Aquella mañana estaba siendo perfecta.
-         Te recuerdo que soy un vencedor – añadió Finnick, abalanzándse sobre su amigo -. No tienes ninguna posibilidad.
-         Ya veremos – replicó Dexter con una carcajada.
Ninguno de los dos se dio cuenta de que el teléfono estaba sonando hasta que Margaret entró en el salón con él. Finnick apartó la cara de Dexter de la suya con un manotazo y atendió, colocándolo sobre la oreja.
-         ¿Diga?
-         Finnick Odair… ¿me recuerdas?
Finnick mandó callar a Dexter con el dedo mientras se erguía. Le sonaba la voz, aunque estaba seguro de haberla oído muchos años atrás. Tenía un fuerte acento a ciudadano del Capitolio, ciudadana en este caso. Pensándolo mejor, quizá llevaba mucho menos tiempo sin oírla…
-         Radis – susurró.
-         Veo que no me has olvidado – se escuchó una risita al otro lado del teléfono -. He oído que te gusta guardar secretos…
Finnick aguardó en silencio. Los secretos habían sido su método de pago para las citas que concertaba Snow. Sin embargo, nunca nadie como Radis le había llamado para contarle secretos. Era extraño.
-         Tengo un secreto muy importante, Finnick. Un secreto que necesito contar a alguien, pero es tan, tan, tan importante que…
-         Entiendo – Finnick miró a Dexter, que atendía con interés.
-         ¿Estás siguiendo los Juegos?
Finnick miró la pantalla. La pareja del distrito dos estaba saliendo en ella, compartiendo una manzana. La chica gruñía cada vez que miraba el cuchillo que afilaba una y otra vez, mientras que él oteaba la Cornucopia en busca de víctimas.
-         Sí – mintió.
-         ¿Entonces viste lo que ocurrió ayer, verdad?
El muchacho levantó las cejas, extrañado. Dexter señaló las flores del florero que había encima de la mesa y se pasó el dedo pulgar por el cuello, recordándole a Finnick lo que había visto la tarde anterior. Rue asesinada, Katniss colocando flores alrededor de su cuerpo y el saludo a la cámara, una especie de rebelión.
Hacer algo.
-         Sí, lo vi.
Radis suspiró teatralmente al otro lado del teléfono antes de empezar a hablar.
-         He descubierto algo, y no estoy segura qué repercusión tiene. Pasó algo en el distrito 11 anoche, Finnick – añadió, bajando el volumen -. Todos estaban muy alterados. Y hoy no ha habido recogida de…cosecha.
Finnick se inclinó hacia delante. No podía creerlo. Había ocurrido algo. Ese simple acto de rebeldía, adornar el cadáver de alguien que debería ser tu enemigo, había bastado para que un distrito tomase las riendas. Aún no estaba seguro de qué ocurriría con ellos, pero para Finnick era lo más valiente que había visto en mucho tiempo.
-         Yo… tengo que colgar – susurró Radis -. Acuérdate de venir a verme cuando vengas al Capitolio.
Y colgó.
Finnick dejó el teléfono sobre la mesa y miró a Dexter, que se pasaba el índice a lo largo de la barbilla lampiña.
-         ¿Qué opinas?
-         Tengo dos opiniones. ¿Cuál prefieres oír primero?
Finnick alzó las cejas, cruzándose de brazos. Dexter, por su parte, se pasó las dos manos por el pelo y suspiró.
-         Mi primera opinión es que Radis haría e inventaría cualquier cosa por ser tu Annie. Quiero decir, Finnick, ¿quién no lo haría? Pero Mags me dijo que Radis estaba un poco obsesionada contigo, así que… ¿por qué no iba a inventar tonterías como esa?
Finnick frunció el ceño.
-         Un distrito prácticamente menor rebelándose por un tributo muerto. Muertes, eso lleva pasando setenta y cuatro años, no es diferente este.
-         ¿Entonces crees que se lo ha inventado?
Dexter hizo una mueca con la boca antes de contestar.
-         Esa es mi primera y más realista teoría.
Finnick recordaba cómo Radis lo había perseguido a todos lados mientras era mentor de Annie, hasta que tuvo que pararle los pies. Después de eso, apenas había sido capaz de soportar mirarla.
-         ¿Y cuál es tu siguiente teoría? – inquirió.
Dexter se frotó la nariz mientras bostezaba.
-         Mi teoría esperanzadora. La parte de mí que quiere creer que está empezando algo gordo.
Finnick miró a su amigo, tan serio, confiando en que fuese cierto. A pesar de que una rebelión o lo que fuera que hubiese sido en el once era algo difícil de creer. Eran un distrito numeroso, pero muy empobrecido. Una rebelión solo les costaría la vida a todos, como ocurrió con el 13.
Sin embargo, ¿por qué no? Quizá Katniss no lo hubiese pensado así. Quizá ella hubiese adornado el lecho de muerte de Rue como símbolo de belleza. Pero, desde fuera, eso podría interpretarse como un signo de desafío, algo así como ‘los distritos unidos pueden vencer al Capitolio’. Y había empezado solo con Rue.
Finnick se levantó del sofá.
-         ¿Dónde está Maggie? – preguntó.
Dexter señaló a las escaleras antes de volver a la mesa con su café.
Mags estaba sentada en el escritorio de la que se había convertido su habitación. Era increíble cómo todos se habían establecido en ella como un hogar para cada uno. Finnick sonrió. Esa era su familia ahora. Mags se giró en el momento en el que Finnick atravesó el umbral de la puerta y le dedicó una sonrisa pícara.
-         No, tú también no – replicó Finnick abrazándola.
La anciana se apartó de él entre risas. Apenas hablaba ya, a pesar de que Finnick era capaz de entender hasta el más mínimo balbuceo. Hasta ese punto estaban conectados.
-         ¿Cómo estás? – comenzó Finnick, sentándose en el borde del escritorio.
Mags asintió.
-         ¿U? – preguntó, señalándolo.
-         Bien.
El chico sonrió sin querer, acordándose de la noche que había pasado con Annie, y ese detalle no pasó desapercibido para Mags, que empezó a reír entre dientes.
-         Sois insoportables – gruñó Finnick, con una media sonrisa.
Mags le cogió una mano y le miró a los ojos, con una mirada que quería decir ‘me alegro por vosotros’. Sinceramente. Y eso era todo lo que Finnick necesitaba de su madre.
Una hora después, Finnick bajó de nuevo al piso de abajo, nervioso, pensando el todo el tiempo que había dejado sola a Annie en la playa. Estaba seguro de que la chica no intentaría ninguna tontería, pero no al cien por cien, por lo que sentía las dudas golpear las paredes de su estómago.
-         ¿Señor Odair?
Finnick se giró hacia la puerta de la cocina, de dónde salía Margaret limpiándose las manos con un trapo.
-         ¿Van a venir usted y la señorita Cresta a comer?
Finnick sonrió.
-         No creo.
Y salió corriendo de casa.
Hacía un buen día. El cielo estaba azul y despejado, y soplaba una brisa que no llegaba a ser del todo fría, la típica brisa del mar. Finnick respiró hondo mientras atravesaba la cueva, pensando en que tendría que hacer un nuevo acceso hacia la playa que no conllevase desgarrarse las rodillas. Cuando salió al exterior, lo primero que divisó fue la figura de Annie de pie en la Arena, en ropa interior. Finnick se quedó en calzoncillos y se acercó sigilosamente hacia ella. Entonces, la cogió por la cintura y, llevándola en brazos, corrió hacia el mar. Cayeron en él con un chapuzón, separándose.
Annie salió a la superficie riendo.
-         ¿Qué haces? – gritó.
Finnick la atrajo hacia sí y la besó. Si la noche anterior sus labios habían sabido a azúcar, ahora era sal lo que los impregnaba, la sal del mar. Finnick se apartó.
-         Has tardado – comenzó Annie, colocándose en horizontal.
El chico colocó una mano en la parte baja de su espalda, sujetándola, mientras que trazaba formas en su estómago con la otra.
-         Estaba con Mags.
-         ¿Cómo está?
-         Bien.
Annie sonrió. Finnick se inclinó para besarle la frente, pero no había puesto aún los labios sobre la piel cuando Annie habló.
-         ¿Lo escuchas, Finn?
Finnick agudizó el oído. No escuchaba más que el rumor del escaso oleaje.
-         No.
-         Pon atención. Están hablando.
El muchacho la soltó y se colocó en la misma posición, flotando junto a ella. El mar los arrastraba, y Finnick estaba seguro de que ya no llegaba al fondo, pero no importaba. Estiró la mano hasta coger los dedos de Annie, y ella se los apretó con fuerza.
-         ¿Los escuchas ahora?
Finnick negó con la cabeza y, en ese momento, Annie se sumergió. El chico sintió un tirón de su mano y, en menos de un segundo, el sonido a su alrededor se apagó, como si hubiesen movido un interruptor. Abrió los ojos y vio una Annie borrosa frente a él, pero no le hacía falta verla completamente bien para saber que estaba contemplando algo bello. Una princesa del océano que volvía al mar.
Apenas llevaba unos segundos bajo el agua cuando Annie nadó hacia él y lo besó. Y Finnick recordó algo.
Si hay calma bajo las olas, elijo hundirme.
Y, por primera vez, lo entendió.
Annie no se refería al mar. O quizá sí, pero Annie no decía las cosas porque sí. Finnick había leído su cuaderno, y sabía perfectamente que Annie vivía entre metáforas. Y Finnick sabía que eso era una metáfora también. Ellos dos, por separado, eran el bullicio. La vida en el Capitolio, la fama. Más Finnick, que era aclamado allí donde iba, y la gente se peleaba solo para verlo. Ellos, por separado, eran el caos. Las olas también podían simbolizar ese caos, esa destrucción. Todos los ataques de Annie. Pero cuando estaban juntos, juntos de verdad, como lo habían estado la noche anterior, no había nada alrededor. Era como estar dentro de la nada. El tiempo y el espacio no existían, solo ellos dos. Calma. Y él prefería hundirse, quedarse en esa calma antes que salir.
No era muy bueno con las poesías. Nunca había tenido imaginación sufiente para hacer un par de versos, pero Annie era capaz de hacer arte puro con las palabras. Y él no podía encontrar nada mejor que les definiese.
Calma bajo las olas.

1 comentario:

  1. Antes de nada… El contraste entre “Capítulo 49, hundirme” y “Capítulo 50, flotar en el mar” ha hecho que me despiporre un rato. Ña.

    Man, yo con los ‘voy a volver, te lo prometo’ empiezo a pensar en lo que se nos viene encima y no puedo. Not fair.

    Dexter y Mags vacilando a Fin >>>>>>>>>>>>>.
    Dexter y Finn parecen hermanos en este capiduck, con tanta broma y tal… ESPERO QUE NO ESCONDAS ALGO ASOk, no.

    Radis, zorra. Sus intentos de coqueteo con Finn son repulsivos… TIENE QUE MORIR. O al menos sufrir (?). Aunque, bueno, acaba de hacer la primera cosa decente en su vida, le perdono su estupidez… No la mates, haz que se rompa una uña y me llega. En fin… Seguro que nuestro gran amigo Snow se encarga de ella.

    CLATOOOOOOOO HACE SU APARICIÓN. Bieeeeeeen.

    Las cave scenes me matarán de amor tarde o temprAH, NO, QUE SE ACABAN EN BREVES.Holy shit.
    ‘No le hacía falta verla completamente bien para saber que estaba contemplando algo bello’ AAAAAAAAAAAAAAW.

    Era consciente de que Finn leía el cuaderno de Annie, pero creo que no lo había asimilado hasta ahora. Tiene que resultarle duro en los días ‘malos’ de Annie.

    La explicación del Calma bajo las olas en el capiduck 50 ha sido demasié. Cincuenta. Ña.

    And… LA FUCKING FOTO DE EFFY. ¿QUIERES MATARME O QUÉ? Y sí, ignoro deliberadamente al muchacho que está con ella.

    Pd: Radis es una bitch.

    2Pd: Esto iba a publicarlo ayer, pero me quitaron el wifi… Así que le añadiré un “HAPPY BDAY ‘EL ÁRBOL DEL AHORCADO’, I LOVE YA”.

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