martes, 27 de agosto de 2013

Capítulo 51. 'Los Vencedores'.

-         ¿Por qué tenemos que venir? – repitió Annie, arrugando la nariz.
Finnick se inclinó para darle un tierno beso en la nariz. La chica dejó que Yaden le metiese el vestido por la cabeza, una cosita de color oscuro que dejaba ver mucho más de lo que a ella le gustaría.
-         Todos  los años, invitan a los vencedores a ver el final de los Juegos al Capitolio – puntualizó Dexter tras ellos.
-         No es obligatorio venir – aclaró Finnick -. De hecho, no vienen todos.
-         Entonces, ¿por qué estamos aquí?
Annie se dio la vuelta para mirar a Finnick, que tenía ambas manos en los bolsillos, pero él evitó su mirada, nervioso.
-         Pase lo que pase, no te separes de nosotros, ¿vale? – susurró Dexter, poniéndole una mano en la muñeca.
La chica suspiró, dejando que Yaden le colocase el pelo. Hacía años que no sabía de él, y lo veía más mayor. Se había teñido el pelo rubio de un castaño oscuro, aunque seguía conservando el mechón de color azul que siempre había llevado. Annie apenas le había reconocido al principio.
-         Ya está – dijo el chico -. Estás deslumbrante.
Finnick sonrió, asintiendo. Annie sintió que el color ascendía a sus mejillas como si Yaden hubiese vaciado un bote entero de maquillaje en ellas. Últimamente, siempre se avergonzaba cada vez que Finnick la miraba en público.
Dexter la cogió del brazo. Annie sabía perfectamente por qué Dexter había ido con ellos. Era una tapadera. Dexter tenía que aparentar ser su pareja, solo por una noche. No entendía muy bien el porqué, pero sabía que tenía que hacerlo por su bien.
-         ¿Preparados? – preguntó Finnick tras ellos.
Los dedos de Finnick rozaron la muñeca de Annie antes de que Dexter abriera las puertas.
Había flashes de cámaras por todos lados. Annie se apretujó contra Finnick, pero era Dexter el que estaba allí, sujetándola por la cintura con un ademán protector. Finnick los empujó hasta el asiento del coche y, aún jadeando, le comunicó la dirección al conductor.
-         No lo entiendo – comenzó Annie, mirándose las manos -. ¿Cómo saben cuándo es el final?
Finnick se recostó en el sillón, con una mano de nuevo en el bolsillo. Annie se fijó en que arrugaba la tela del pantalón desde dentro.
-         A veces, ellos mismos son los que organizan el final. Aunque, normalmente, se sabe por el número de tributos que quedan.
-         ¿Y cuántos quedan ahora?
Finnick miró por la ventana, frotándose la barbilla. Annie se fijó en su reflejo en el cristal y pudo entender con más claridad por qué la gente del país lo adoraba tanto. Solo con un gesto tan simple como rascarse la barbilla, Finnick Odair podía tener babeando incluso a los peces.
El pensamiento la hizo reír.
-         ¿Pasa algo? – preguntó Dexter, extrañado.
Annie recuperó la compostura, mordiéndose el labio para evitar reírse de nuevo. Finnick sonrió.
-         Está pensando.
Annie apoyó la frente en el hombro de Finnick cuando él se inclinaba para besarle la cabeza. Era increíble cómo Finnick, que ni siquiera era médico, había aprendido a entenderla mejor de lo que Dexter lo hacía.
-         Recordad, nada de mimos – masculló Dexter entre dientes.
Finnick bufó, pero le hizo caso. Ambos sabían que era lo mejor.
Cuando pararon frente al edificio, Annie abrió la boca por la sorpresa. Era mucho mejor que aquel en el que había estado tiempo atrás, con Johanna. Recordaba poco de aquella noche, pero sabía que aquella mansión no le llegaba ni siquiera al primer escalón a la que se extendía frente a sus ojos. Era de color gris metálico, con enormes ventanales a través de los cuáles se podía ver el interior, repleto de gente. Solo de lejos, Annie ya pudo reconocer a Chaff, vencedor del distrito 11, al que le faltaba un muñón. Se preguntó si Johanna estaría también por ahí.
Dexter salió primero, tendiéndole una mano desde el exterior. Finnick salió por la otra puerta, con su impoluto traje oscuro. Al instante, estuvo rodeado de cámaras. Annie se resistía a dejarlo allí, pero él no tendría ningún problema, y ella solo sería una molestia.
-         Peces babeando, eso son – susurró para sí, arrugando la nariz.
-         ¿Decías algo?
Annie levantó la vista hacia Dexter, cuyos ojos miel resplandecían más que nunca a causa de la luz artificial. La chica negó con la cabeza y tiró de él para entrar en la fiesta.
Cashmere Cándalo, del distrito 1, fue la primera en saludarla. Annie ni siquiera recordaba haber hablado alguna vez con ella, y Cashmere tampoco recordaba su nombre, al parecer.
-         ¿Cómo estás?
Hizo una pausa al final, mordiéndose el labio (quizá tratando de recordar su nombre), pero al final desistió.
Dexter se disponía a contestar cuando alguien gruñó a sus espaldas.
-         Lárgate, rosita.
Annie se dio la vuelta con una sonrisa.
-         ¿Cómo te va, descerebrada? ¿Aún respiras?
La chica sintió el impulso de tirarse a sus brazos, pero Johanna no era esa clase de personas. Sabía que no le gustaría, y menos delante de tanta gente.
-         Bien – respondió Annie -. ¿No ves cómo respiro?
Johanna suspiró, haciendo un aspaviento con la mano. Tenía el pelo aún corto, aunque un poco más largo que la última vez, y vestía unos sencillos pantalones largos de color oscuro y una chaqueta de piel. Eso sí, su fiera mirada no había cambiado.
-         A veces me olvido de que tienes la edad mental de una lechuga – musitó Johanna entre dientes -. ¿Dónde has dejado a Finnick? ¿Has ahogado ya a ese cabeza hueca?
Annie abrió la boca, conmocionada. ¿No eran amigos? ¿Por qué tendría ella que ahogarlo? Entonces, Dexter enrolló los dedos alrededor de su muñeca, sonriendo.
-         Está bromeando, An.
Annie soltó todo el aire que había contenido y forzó una sonrisa, aún no muy convencida. Johanna frunció el ceño.
-         Está por ahí – respondió la chica, señalando a la puerta -. Vendrá en un momento.
-         Bien. ¿Y éste personaje quién es?
La muchacha levantó la vista hacia Dexter. Llevaba el pelo un poco más largo de lo normal, peinado por el propio Yaden para que tuviese un efecto similar al perfecto despeinado de Finnick. No había tenido mucho éxito, pero se compensaba con el maravilloso traje color crema que habían conseguido para él.
-         Eo. ¿En qué mundo estás ahora?
Johanna movía la mano frente a su cara, provocando que ella diese un respingo.
-         Él es Dexter.
-         Soy su acompañante – dijo el aludido, tendiendo la mano -. Johanna Mason, distrito 7. Un placer.
Johanna observó la mano con una mueca y dirigió la mirada a Annie, ignorándolo. La chica se sintió mal por Dexter.
-         ¿Dónde está Finn, Annie?
-         Deberías saludar a Dex.
Johanna se giró hacia el hombre. Dexter parecía un ratoncillo asustado, sin saber dónde meterse, y Annie no lo culpaba. Johanna Mason podía llegar a dar mucho miedo.
-         Ey – volvió a girarse hacia Annie -. ¿Y Finn? ¿No le habrás…?
En ese momento, unas manos conocidas se apoyaron en los hombros de Johanna, que se dio la vuelta con el dorso de la mano preparado para golpear. Finnick lo esquivó con facilidad, agarrándole las muñecas, pero Johanna se las ingenió para quitárselo de encima y fue él el que acabó con el antebrazo de la chica bajo el cuello.
-         Ni lo pienses, niño – susurró Johanna, soltándolo.
Finnick se frotó el cuello, colocándose junto a Annie. La chica estiró un dedo para tocar la piel del dorso de su mano.
-         Yo también me alegro de verte, Jo.
-         Lamento no poder decir lo mismo – gruñó la aludida, aunque Annie sabía que, en el fondo, estaba feliz por tener a su amigo allí con ella -. ¿Ha pasado algo, Finn?
Ambos echaron una mirada a Annie y a Dexter, que tenía el cuello y las orejas completamente rojos. Finnick sonrió, y Annie escuchó a un grupo de chicas suspirar tras él.
-         Nuestra Annie tiene pareja, Jo. ¿No es fantástico?
Annie vio el brillo inteligente de los ojos de Johanna cuando comprendió. Entonces, cuando ella iba a hablar de nuevo, alguien gritó al fondo de la sala.
-         ¡Las pantallas!
Podía haber unas cien personas en la sala, aproximadamente, entre vencedores y entidades del Capitolio, pero absolutamente todas las caras se giraron hacia las enormes pantallas.
Finnick hizo girarse a Annie antes de que esta tuviera tiempo de ver la imagen, y Dexter le tapó los oídos con las manos. Annie sabía que no debía escuchar, que no debía ver. Y no quería. Pero podía sentir el eco de las pantallas resonar contra las manos de Dexter. Gritos, ladridos, y más gritos. No supo la cantidad de tiempo que estuvo así. Vio a Finnick salir de la sala tras Radis, para saludarla, supuso, pero el chico no volvió. ‘Estará en alguna entrevista estúpida’.
Gritos y más gritos. Perros ladrando, o lobos aullando. Lo que fuese. Annie los sentía cada vez más en su interior, erizando su piel. Dexter apretó más las manos sobre su cabeza y la obligó a mirarlo.
‘Piensa en otra cosa’, le dijo moviendo los labios. Y ella lo intentó, pero solo era capaz de escuchar los gritos. Había alguien muriéndose. Empezó a temblar.
Ya empezaba a amanecer cuando cesó todo y Dexter apartó las manos de sus oídos. Todos a su alrededor estaban cayados, incluso Johanna, que se había sentado en una mesa llena de copas. Annie cruzó los dedos para que no fuesen todas suyas.
En la pantalla, Peeta y Katniss Everdeen bebían agua en el lago. Annie no entendía nada. ¿Por qué no se mataban el uno al otro? Era consciente de cómo los conocían. ‘Los trágicos amantes’. ¿Quién se sacrificaría para que el otro pudiese vivir? Annie miró a la pareja y lo supo. Sería él. Él moriría por ella. Podía verlo. Ella entendía esas cosas, podía notar cómo la miraba. No era lo mismo cuando ella lo miraba a él.
Pensó en que hubiera hecho ella si ella y Finnick hubiesen estado en esa situación. Y entendió que, por mucho que ella tratase de evitarlo, él no dejaría que ella muriese.
-         Saludos, finalistas de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre – anunció la voz de Claudius Templesmith -. La última modificación de las normas se ha revocado.
Se oyó una protesta general entre los ciudadanos del Capitolio, incluso algún que otro llanto. Annie miró a su alrededor, percatándose de que ningún vencedor había alzado la voz. Recordaba cómo se había ofendido cuando había oído esa modificación. Kit podría haber vivido. Podrían haber salido los dos de la Arena, y sus vidas serían completamente diferentes. Annie sintió los recuerdos empezando a agolpar su cerebro, y se esforzó por dejarlos atrás.
-         ¿Annie? – musitó Dexter.
Ella simplemente lo apartó con la mano.
-         Después de examinar con más detenimiento el reglamento, se ha llegado a la conclusión de que solo puede haber un ganador. Buena suerte y que la suerte esté siempre de vuestra parte.
-         Si te paras a pensarlo, no es tan sorprendente – dijo Peeta, cauteloso.
Ya estaba. Annie supo lo que pasaría en cuanto vio al chico dirigir la mano al cinturón, y casi esperó a que Katniss disparase la flecha con la que lo apuntaba.
-         Annie, nos vamos – dijo Dexter, tirando de ella mientras la pareja discutía.
‘Qué tonto’, pensó Annie, tirando en la dirección opuesta. ‘Discutir sobre quién va a morir primero’.
-         No vas a dejarme sola – rogaba Katniss, con la desesperación escrita en la cara.
-         Escucha – decía Peeta, tratando de hacerla entrar en razón -. Los dos sabemos que necesitan a su vencedor. Solo puede ser uno de nosotros. Por favor, hazlo por mí.
A su alrededor, ya empezaban a escucharse los primeros llantos de auguraban un final dramático. Annie tiró de Dexter hasta colocarlo de nuevo a su lado.
-         Ella lo va a matar – susurró -. Porque si ella muriese, ellos no tendrían un vencedor. Él se suicidaría. Pero él sabe que ella es más fuerte…
-         ¿Annie, qué susurras?
 
A través de tus ojos,
puedo ver cómo la vida se te escapa.
Tú corazón no ha dejado de latir.
Sigues respirando.
Pero si ella muere,
tú serás el primero en morir.

Annie apenas vio las manos de Katniss cuando ella las enseñó a la cámara, pero podía sentir la tensión. El aire se hizo más pesado. Hasta Johanna había dejado de beber.
-         No, no te dejaré – replicó Peeta.
Katniss se zafó de él y le echó un puñado de frutos oscuros en las manos. Annie entendió. No tenían por qué tener un vencedor.

 Ahora tenéis
a los trágicos amantes
tal y cómo los quisisteis.
TRÁGICOS.

-         Confía en mí – masculló Katniss -. ¿A la de tres?
-         A la de tres. Enséñalas, quiero que todos las vean.
Annie se puso de puntillas para ver mejor la pantalla.
-         Frutos negros como la noche, con un jugo rojo como la sangre, encierran promesa de muerte… - murmuró, bajando la cabeza.
Alguien la empujó desde atrás, pero no acertó a saber quién. Estaba pendiente de la pareja de la pantalla. Ella había tenido razón. Algo grande estaba viniendo. Algo que nadie podía controlar.
-         Uno. Dos. ¡Tres!
Cuando ambos se metieron las bayas en la boca, Annie se acurrucó en el suelo, con los oídos tapados, esperando oír el cañón. Los dos cañones.
Pero no sonó ninguno.

1 comentario:

  1. "Solo con un gesto tan simple como rascarse la barbilla, Finnick Odair podía tener babeando incluso a los peces. " Curioso pensamiento.

    "A veces me olvido de que tienes la edad mental de una lechuga" Auri comes to my mind. Me encanta cómo Johanna trata a Annie, es tan diosa.

    "Tú corazón no ha dejado de latir.
    Sigues respirando.
    Pero si ella muere,
    tú serás el primero en morir." Creo que es la primera vez que le veo una similitud a Pennis con Romeo y Julieta.


    Y sí, sé que el comentario es cutre. Pero voy a dejar mi presencia en cada capítulo que llevo mucho sin dejarte comentarios :)

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