jueves, 29 de agosto de 2013

Capítulo 53. 'Gritos'.

Escucho a la gente gritar.
Gritan por sus muertos
y por sus vivos
que pronto estarán muertos.
Gritan.
Gruñen.
Quieren venganza.
¿Para qué?
Por los muertos
que ya están muertos,
y por los vivos,
que lo estarán
si paran de gritar.

Annie soltó el lápiz encima de la mesa, tapándose los oídos con las manos. Hacía semanas que tenía dolor de cabeza, como si alguien estuviese constantemente martilleando en ella desde el interior.
-         ¿Quieres otro té, Annie? – preguntó Dexter, poniéndole una mano en el hombro.
La chica negó con la cabeza, mirando la taza vacía que tenía ante ella. Odiaba ese brebaje, a pesar de que le hacía sentir mejor. Era como tragar agua salada.
Dexter se sentó a su lado y observó el cuaderno con los ojos entrecerrados. Al terminar de leer, respiró hondo y se pasó una mano por el pelo, mirándola.
-         ¿También tú te has dado cuenta?
Annie pensó en todas las cosas que habían sucedido en los últimos meses. La sonada rebelión del distrito 11, esa que el Capitolio había intentado esconder con tanto esmero, sin éxito, pues Finnick había venido con la noticia tras una visita al mismo Capitolio. La llegada de los tributos vencedores de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre al distrito 4, que Annie había escuchado desde su casa, sin atreverse a ir, en la que había habido gritos de venganza, de rabia por los tributos del distrito que habían fallecido. ‘Deberías haberlo visto’, pensó Annie, buscando en su memoria a su compañero muerto. ‘También susurraron tu nombre’. Además, el mismo distrito estaba reduciendo la cuota de marisco que debían entregar al Capitolio hasta casi hacerla nula, y era raro el día en el que no se escuchaban gritos en la calle.
Sin embargo, eso era lo que se oía, los inicios del levantamiento que el Capitolio intentaba sofocar, uno tras otro.
-         ¿Cómo no hacerlo? – dijo Annie, apretándose las sienes con los nudillos -. Gritan.
-         Y gritan fuerte – corroboró Dexter, juntando las manos -. No sé a dónde les va a llevar esto.
Annie separó las manos de su cabeza y miró fijamente a su amigo. Había cambiado mucho en los últimos años, y ni siquiera se había dado cuenta. Tenía el pelo más corto, más oscuro, y los ojos, que siempre habían estado despejados, ahora estaban rodeados de ojeras.
-         ¿Puedo hacerte una pregunta?
Dexter clavó los ojos en sus manos entrelazadas, asintiendo.
-         Dispara.
-         ¿Tú apoyas al Capitolio o a los distritos?
Dexter se quedó completamente quieto, como una estatua, y Annie se temió lo peor. ¿Qué haría, si perdía a un amigo más? Que Dexter muriese sería mejor que tener que verlo como una especie de enemigo que luchaba para suprimir a su gente. Solo pensarlo le produjo un horrible escalofrío en la base de la columna.
-         Yo soy del Capitolio – comenzó Dexter -. Nací allí, crecí allí, tengo familia y amigos allí.
Annie sintió cómo un nudo le oprimía el estómago.
-         Sin embargo, vine aquí. Y he visto vuestra vida. Y lo ciego que estaba. Nosotros vivimos a costa vuestra. Yo he vivido a costa vuestra, y disfrutaba los Juegos. Pero ahora te veo a ti, a Finnick, a Mags, observo lo que los Juegos os han hecho, y pienso en la cantidad de personas que, en lugar de disfrutar de su éxito, como yo creía que hacían, sufren en silencio poniendo una sonrisa para las cámaras… No sé qué pensar siquiera sobre mí mismo.
La chica se quedó callada. ‘Y disfrutaba los Juegos’. El simple hecho de imaginar a Dexter idolatrando a aquellos que ganaban los Juegos le producía verdadero horror. Él no podía ser así, y no lo era. No ahora, al menos.
-         Me habéis hecho darme cuenta de lo que realmente hacen los Juegos – presiguió Dexter -. Y tienen que parar. El gobierno del Capitolio debe cambiar. Pero tengo miedo por mi familia y mis amigos. Comprendes eso, ¿verdad?
Annie asintió, mirando el cuaderno.
-         ¿Hay alguien a quien ames? – preguntó.
Dexter volvió a quedarse quieto, con las manos aún entrelazadas.
-         Amo a mis padres y hermanos, supongo.
-         Ya sabes a qué me refiero.
El hombre se pasó una mano por el pelo. Annie recogió el lápiz y comenzó a escribir, esperando una respuesta.
 
No nos importa la gloria.
No nos importa el dinero.
Nos importa vernos rotos,
vernos destruidos.
Y nos importa destruir al resto.

 
-         Había alguien – confesó Dexter.
-         ¿Y qué ocurrió? – preguntó Annie, mordisqueando la punta del lápiz.
-         Se enamoró de otra persona.
La muchacha se quedó en silencio de nuevo. ¿Cuántas veces había tenido miedo de que Finnick la abandonase por otra? ¿Cuántas veces se había despedido de Finnick pensando que no volvería con ella antes de ir al Capitolio? No podía imaginar cómo tenía que ser ver a quien amas amar a otra persona.
-         ¿Y también te preocupas por ella?
Dexter carraspeó, sin levantar la mirada.
-         Sí, aún me preocupo.
Y acto seguido se levantó de la mesa sin dar ninguna explicación. Annie apenas tuvo tiempo de pensar en todo lo que él le había confesado, puesto que sintió unas cálidas manos sobre los ojos. Sus pestañas rozaron con la palma de la mano de Finnick.
-         Hola – ronroneó Annie, tirando de sus muñecas.
Finnick se inclinó para besarla.
-         ¿Dónde has estado? – preguntó Annie, acariciándole los mechones de pelo.
-         Nadando. Fui a la playa esta mañana.
Annie arrugó la nariz, sin dejar de sonreír.
-         ¿Has ido a mi playa sin ?
-         Tenía entendido que era nuestra playa.
La chica se colgó de su cuello y él la levantó. Justo en ese momento, salió un anuncio en la televisión, un anuncio de los Juegos que se aproximaban. Y no serían unos simples Juegos del Hambre: era el Vasallaje de los Veinticinco.
-         ¿Qué crees que pasará este año? – inquirió Annie, apoyando la frente en el pecho del chico.
Él le besó la cabeza.
-         Sea lo que sea, no tenemos por qué enterarnos.
La cogió en volandas y salió con ella de casa.
Una hora después, estaban tumbados en la arena de su playa, empapados, con el sol caliente sobre sus cabezas. Annie sintió los granos de arena pegarse en su piel, y el sabor salado del agua en sus labios.
-         ¿Estás bien, Annie?
La chica giró la cabeza y abrió un ojo para observar el perfil perfecto de Finnick Odair.
Entonces le llegó un flashback. Tenía doce años. Unos chicos habían intentado tirarle una red encima mientras se bañaba en la playa del distrito, entre los botes de los pescadores. Uno de los chicos, uno moreno con rizos, había sido el que había tirado la red, y ella, desconsolada, había huído llorando a su cala. El agua había estado fría ese día.
Ni siquiera sabía por qué había recordado eso, justo en ese momento. Quizá porque ese niño de pelo rizado se parecía a Kit. Quizá había sido el mismo Kit Grobber el que la había atormentado ese día.
Annie abrió los ojos y descubrió que había empezado a llorar. Finnick se había erguido y la miraba con preocupación.
-         Ann, ¿qué estás diciendo?
Ella ni siquiera se había dado cuenta de que estaba hablando.
-         Ellos gritaron su nombre también – susurró, quitándose las lágrimas con el dorso de la mano.
-         ¿Qué nombre?
-         Kit. Él les importaba más que Katniss Everdeen y Peeta Mellark.
Finnick se puso de rodillas junto a ella y comenzó a hacerle caricias en el estómago.
-         Ellos recuerdan tanto como nosotros, Annie. Ellos también pierden.
-         Pero ellos… ellos pierden a sus niños. Nosotros nos perdemos a nosotros mismos.
El chico la miraba con los ojos llenos de entendimiento. Annie se levantó y corrió hacia la cueva, apartando de un manotazo la cortina que cubría la entrada. Se subió al sofá, llenándolo de arena, y enterró la cara en las rodillas. Escuchó a Finnick entrar.
-         Annie…
-         Todo, todo me recuerda a… Nunca voy a poder vivir como vivía antes. Fuese cual fuese la forma en la que lo hacía.
-         Tenemos tiempo – afirmó Finnick, sentándose a su lado -. No te estoy diciendo que lo vayas a olvidar, Ann. Pero podemos hacerlo menos importante. Ser solo nosotros.
Annie lo miró. Aún tenía grabada en la cabeza la imagen de ese niño que se parecía tanto a Kit. ¿Era él? ¿Sabía Kit entonces que iba a morir sonriendo, como si eso fuese algo bueno? Annie casi rió internamente. Por supuesto que no lo sabía, igual que ella no supo entonces que le quedaban pocos años de vida sin miedo.
Pero tenía frente a ella a Finnick Odair, un chico que acumulaba una larga lista de pretendientes que englobaba sin problemas a medio país. Que podía haberlo tenido todo y, sin embargo, la había escogido a ella. Y ese chico le planteaba una vida juntos, haciendo los problemas más sencillos de superar.
-         ¿Solo nosotros? – repitió Annie, limpiándose las mejillas.
Finnick sonrió, con esa sonrisa que era capaz de causar desmayos.
-         Tú y yo. Como siempre. Durante el resto de nuestra vida.
Annie se mordió el labio, inquieta.
-         ¿Estás tratando de proponer algo, Odair?
Finnick se rascó la nuca, frunciendo el ceño.
-         ¿Algo como qué?
-         Algo como casarnos.
Finnick abrió los ojos como platos, y Annie comprendió que eso no se le había pasado siquiera por la cabeza. Por un lado, sintió decepción. Pensaba que había adivinado lo que él tenía en la cabeza, al menos por una vez, pero se equivocaba. Y por otro lado, sintió el repentino deseo de que él se lo pidiese.
-         Annie… ¿tú quieres casarte conmigo? – preguntó Finnick, mirándola a los ojos directamente.
La chica era incapaz de sostenerle la mirada. ¿Qué podía decirle? ¿Que sí? ¿Que era algo que ni siquiera había deseado hasta que lo había visto venir? Se mordió el labio, incómoda.
-         Pensaba que tú querías. Por lo de pasar juntos el resto de nuestra vida.
-         No lo había pensado – admitió Finnick -. ¿Pero tú quieres?
-         Tampoco lo había pensado hasta ahora.
-         ¿Pero quieres? – insistió Finnick.
Annie asintió, apenas un movimiento de cabeza, y vio cómo los ojos de Finnick se iluminaron.
-         ¿Quieres tú?
Finnick le cogió la cara entre las manos y la besó. Cuando se separaron, él sonreía.
-         ¿Responde eso a tu pregunta?


2 comentarios:

  1. "- Había alguien – confesó Dexter.
    - ¿Y qué ocurrió? – preguntó Annie, mordisqueando la punta del lápiz.
    - Se enamoró de FINNICK ODAIR. "



    "- Sea lo que sea, no tenemos por qué enterarnos. "
    Tú eres cruel.

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