miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 58. 'Los tributos'.

-         Annie Cresta.
Finnick sintió un tirón en los pulmones, como si un cordón de metal tratase de sacárselos del pecho. Tuvo que poner toda su fuerza de voluntad para no dejarse caer al suelo.
No era posible. No, ella no. Debía haberlo oído mal.  ¿Cómo iba a haber salido Annie? Era imposible. Una posibilidad entre ocho. No podía ser.
Entonces, Annie empezó a gritar. Fue un jadeo al principio, y Finnick desvió la mirada hacia la chica que amaba, mordiéndose el interior de las mejillas para reflejar en el exterior el dolor que sentía por dentro. Annie cayó al suelo, tapándose el rostro con las manos, y el chico sintió la necesidad de ir a recogerla, como siempre había hecho. Pero era buen actor, o eso creía hasta que sintió las lágrimas escocer en sus párpados. Finnick vio cómo Mags se inclinaba hacia Annie y la recogía con cuidado, a pesar de los movimientos frenéticos de la chica. Los Agentes de la Paz acudieron a buscarla para acompañarla al escenario.
Finnick no sabía qué hacer. Entonces, Mags lo miró, con sus profundos ojos grises rodeados de arrugas. Lo miró un segundo, un sencillo segundo en el que le dijo un millón de cosas que él no tuvo tiempo de entender. De repente, la anciana salió tras Annie y le puso una mano en el hombro.
-         ¡Me… pre… sento… vol… unta…ria!
Eso consiguió derrumbarlo. Casi podía escuchar su corazón partiéndose en su interior, derrumbándose como si fuese de cristal, y esos trozos punzantes se clavasen en su carne, hiriéndolo más de lo que ya estaba.
Quiso pedirle a su madre que no lo hiciese, pero ella lo miró de nuevo antes de que los agentes soltasen a Annie y la agarrasen a ella por los codos. Mags le dedicó una sonrisa y se agachó junto a Annie.
-         O te peocupes – susurró, lo suficientemente alto como para que Finnick pudiese oírlo.
Annie se tapó los ojos y chilló de nuevo. Fue Dexter el que tuvo que ir a recogerla, con las mejillas empapadas y los ojos rojos e hinchados.
Finnick cerró los puños con fuerza, observando la lenta marcha de Mags hacia el escenario. Parpadeó varias veces para contener las lágrimas, casi sin éxito. Notaba un ochenta por ciento de las miradas puestas en él. No podían verlo frágil, ¿pero cómo podía aparentar fuerza cuando todo dentro de él era tan débil como una pompa de jabón? Casi rió ante la ocurrencia, pensando en Annie con un pompero. ¿Estaría volviéndose loco él también?
Mags se colocó junto a Radis y contestó a las preguntas con secos movimientos de cabeza. Entonces, a mujer del Capitolio se dirigió hacia la urna de los hombres contoneándose.
-         ¡Y ahora el tributo masculino!
Finnick ni siquiera oyó su nombre cuando sacó la papeleta. Estaba tan concentrado en los gritos de Annie que ni siquiera oyó los que se produjeron cuando Radis leyó su nombre. ‘Finnick Odair’. Se vio transportado diez años atrás, cuando era un niño de catorce años que temblaba por el miedo a entrar en la Arena.
Ese niño no podía haber desaparecido si aún temblaba.
Se dirigió con pasimonia al escenario, con los brazos rígidos a ambos lados del cuerpo. Sentía que podía flotar en el aire y hundirse en el mar, las dos cosas al mismo tiempo. Tenía en los oídos los gritos de Annie, repitiéndose en bucle, y la mirada de Mags en los ojos. Tuvo que agarrarse a la barandilla de la escalera del escenario para no caer.
Radis anunció que ese Vasallaje sería épico, y eso fue quizá lo que hizo reaccionar a Finnick. Apretó la mandíbula y los puños, con un intenso deseo de pegar a esa mujer. Sin embargo, ese sentimiento de odio fue sustituido por otro mucho más fuerte y doloroso: pérdida.
Sabía que había muy pocas posibilidades de regresar. Esta vez no estaría rodeado de niños con poca o nula experiencia. Esta vez estaría rodeado de iguales, gente que había vivido lo mismo que él, que había hecho lo mismo para ganar. Rodeado de asesinos. Miró hacia Annie, que seguía abrazada a Dexter, escondida tras la solapa de su chaqueta. Si no se hubiese controlado, las cámaras habrían captado cómo se doblaba sobre su estómago, agarrándoselo, contraído por el intenso dolor que sentía en el pecho. Si no se hubiese controlado, las cámaras habrían captado las lágrimas que amenazaban con manar de sus ojos. Si no se hubiese controlado, todo Panem habría escuchado su jadeo de dolor. Pero se controló y actuó.
No se enteró muy bien de lo que pasó tras la cosecha. Recordaba vagamente cómo había visto desaparecer su distrito, la gente, el resto de tributos, Annie y Dexter tras las puertas del Edificio de Justicia. Recordaba haber escuchado a un agente decir que tenían menos tiempo para ver a sus familiares, y que era un privilegio reservado para los distritos profesionales. Recordaba cómo lo habían empujado a la sala de visitas.
Pero solo hasta que estuvo sentado en el sillón, con la mirada perdida, y la puerta se abrió, no fue consciente de en lo que lo habían metido. Y comenzó a llorar.
-         Finnick.
Dexter se arrodilló junto a él, abrazándolo, y comenzó a susurrar en su oído.
-         Solo tenemos un minuto. Es lo que nos han dado a cada uno, así que escúchame. Lucha. Sobrevive.
Finnick negó con la cabeza y se apartó de su amigo. Dexter tenía el abrigo prácticamente desgarrado, lleno de arrugas, el pelo despeinado y las mejillas y los ojos mojados y al rojo vivo. Finnick le apartó las lágrimas de los ojos.
-         Cuida de ella – gruñó.
-         Finnick.
El chico se inclinó con furia y lo besó en los labios, acallándolo. No sabía por qué lo había hecho, o quizá era la manera de decirle que confiaba en él, probablemente más que nadie que hubiese conocido antes, a excepción de Mags y Annie. Cuando se apartó, Dexter lo miraba con los ojos muy abiertos, blanco como la cera.
-         Cuídala. Cuídala como si fuese oro, porque lo es. Prométemelo.
Dexter apartó la mirada.
-         Finnick, no sé si ella…
-         Dexter – interrumpió Finnick, sin apartar las manos del cuello de su amigo -. Yo cuido de tus secretos. Quiero que hagas lo mismo con el mío.
El hombre lo miró a los ojos, a tan solo unos centímetros. Finnick sabía que se les acababa el tiempo, así que lo abrazó con fuerza, como si estuviese abrazando a su hermano.
-         Cuídala por mí – repitió -. Cuídaos ambos.
El agente abrió la puerta y se acercó para llevarse a Dexter, que se resisitió levemente a soltarlo. Finnick le puso los dedos en la muñeca una vez antes de que el Agente de la Paz diese un último tirón y se lo arrancase de los brazos.
-         ¡Sobrev…!
La habitación volvió a quedarse en silencio. Finnick se frotó la cara con las manos, sin acabar de asimilar muy bien lo que había pasado apenas diez minutos atrás, y se levantó hacia la ventana. Apenas había llegado cuando la puerta volvió a abrirse.
Lo primero que sintió fue un tremendo y completamente nuevo derrumbe en su pecho, como si se hubiese esforzado por construir rápidamente un muro a su alrededor, algo que rechazase los golpes, pero era demasiado endeble. Y más aún para un golpe como era Annie Cresta.
La chica se tiró a sus brazos, llorando, y Finnick la abrazó y lloró con ella.
-         Eh – susurró, acariciando su pelo.
-         Vuelve.
-         Annie…
-         Vuelve. Por favor, vuelve, por favor…
Finnick la estrechó con más fuerza. Annie se apartó de él y, agarrándole la cara con las manos, lo obligó a mirarla a los ojos.
-         Vuelve.
-         Todo lo que quiero – musitó Finnick, tragando saliva – es que estés segura y a salvo.
-         ¡No me importo yo! – gritó Annie, besándolo -. ¡Quiero que vuelvas!
El chico la besó de nuevo. Probablemente sería la última vez que la viese. Obviamente iba a luchar por verla de nuevo, por estar con ella de nuevo. Casarse, vivir a su lado el tiempo que les quedase… Pero las posibilidades de salir vivo de la Arena eran mínimas. Con los Juegos del Hambre, solo había una oportunidad de sobrevivir. No dos.
-         Prométeme que vas a volver – susurró Annie contra su boca -. Prométemelo.
-         An…
-         ¡Prométemelo!
Finnick la miró a los ojos con profundidad. No podía decirle algo así. No podía decirle que iba a volver con la seguridad de que lo haría. No podía mentirle.
La puerta se abrió.
-         No, no aún.
El Agente de la Paz cogió a Annie del codo y tiró de ella para levantarla del regazo de Finnick.
-         ¡Prométemelo! – gritó Annie, arañando al agente.
Finnick empujó al Agente de la Paz y tiró de la muñeca de la chica una vez más para abrazarla. Colocó los labios en la piel de su hombro y le dio un beso, un beso con el que pretendía decirle que, pasara lo que pasase, él siempre iba a estar con ella. Que nunca iba a estar sola.
-         Te amo – susurró, muy bajito, para que solo ella pudiese escucharlo.
Annie empezó a apartar los brazos de su cuello cuando el Agente de la Paz regresó para llevársela, pero algo cayó de su mano y la chica no tuvo oportunidad de recogerlo.
-         ¡Y yo! – gritó, mientras el agente la dirigía hacia la puerta -. ¡Regresa! ¡Por favor, vuelv…!
Finnick no supo si Annie continuó gritando o se calló en cuanto la puerta se cerró. Conociéndola, probablemente seguiría gritando un par de horas. El chico se agarró el pecho y recogió  lo que se le había caído a Annie antes de salir.
Era un papelito pequeño, doblado varias veces, con la inconfundible y pulcra letra de Annie. Una poesía.
Quería leerla, pero sabía que, si lo hacía, si se atrevía a pasear su mirada por las líneas que ella había escrito, que ella había sentido, se rompería aún más, y no estaba preparado. Dobló la hoja y, guardándosela en el bolsillo del pantalón, esperó hasta que fueron a buscarlo.
Se pasó las manos por el pelo.
Mags y él. ¿Por qué todo era tan injusto? ¿Por qué ellos? ¿No se merecían felicidad, sobre todo ahora que las cosas empezaban a ir bien? ¿No se merecían eso, después del infierno que habían sufrido?
Por supuesto que no.
¿Recuerdas ese día, en el Capitolio, cuando acabaron los Septuagésimo Cuartos? ¿Recuerdas cuando Annie te besó delante de todos? ¿Y si alguien se dio cuenta? Solo te digo que pienses en ello, Finn.
Snow se había dado cuenta. No se le escaparía un detalle así. Al fin y al cabo, él tenía muchos más juegos dentro de los Juegos del Hambre. Juegos contra la persona individual. Quería verlos destrozados. Y habían sido sus dos nombres los que habían salido en la cosecha. Snow era listo. Seguramente, no era casualidad.
Pero Annie estaba sana y a salvo. Al menos a salvo.
Finnick se mordió los labios cuando la puerta se abrió de nuevo y los Agentes de la Paz entraron para llevárselo al tren. Se levantó, limpiándose la cara con la manga de la camisa y salió con dignidad de la sala, erguido.
Mags estaba junto a él, seria. Lo miró a los ojos y él, por fin, entendió todo lo que ella había querido decirle cuando se presentó voluntaria por Annie.
No te preocupes.
Quiero hacerlo.
Sé lo que significa para ti.
Está a salvo ahora.
Te toca sobrevivir a ti.
Yo ya he vivido demasiado.
Y a vosotros os falta una vida entera juntos.
Finnick respiró hondo, a pesar del intenso dolor que le recorría el cuerpo. Se sentía a punto de desfallecer.
Las cámaras captaron el momento en el que subieron al tren, pero ninguno de los dos dio muestras de debilidad ante ellas. Lo hicieron serios, incluso dejaron escapar algunas sonrisas cuando su distrito, su gente, les lanzaba gritos de apoyo. Finnick se giró antes de que las puertas del tren se cerrasen, solo para comprobar si Annie estaba allí, solo para verla una última vez, pero no hubo suerte.
Casi era mejor así.
La mano de Mags se cerró en torno a la suya, enredado los dedos de ambos, y le dio un suave apretón. Finnick se rozó el papel de Annie que aún guardaba en el bolsillo con los dedos de la mano libre.
‘Que comiencen los Juegos’, pensó para sí.
Las puertas del tren se cerraron y ambos dijeron adiós a su vida, tal y como la conocían.


'¡Hola, patos y otras criaturas! Espero que os vaya muy bien a todos y esas cosas. ¡Cada vez somos más! No sabéis lo que significa eso para mí, todo esto, de verdad. Cada comentario, cada nuevo seguidor, las visitas cada día, los tuits en Twitter... No puedo más que daros las gracias.
Sin embargo, siento deciros que hasta aquí ha llegado la segunda parte del fic. ¿La razón de que haya colgado todos estos capítulos seguidos? Bueno, la verdad es que tengo que abandonaros un tiempo. Veinte días, quizás un poco más. Es decir, Septiembre va a ser un mes sin 'Calma bajo las olas'. Probablemente en Octubre empezaré con la tercera, última y más dura parte del fic, así que...
Espero que os haya gustado y que estéis disfrutando la historia, de verdad, significa un montón para mí. Seguid comentando y, sobre todo, seguid leyendo :)
¡Nos vemos en Octubre, bichillos!
Os quiere, Pato <3'.

5 comentarios:

  1. NOOOOOOOOOOOOOO! POR FAVOR NO TE VAYAS! NO ME DEJES ASÍ!
    Todo Septiembre sin tus capítulos??? Voy a llorar. Nos e como decirte lo maravillosos que son, es que son completamente perfectos, cada detalle, cada palabra, como interpretaste la historia TODO es fantástico. Espero verte pronto, un besoo.
    Saludos!

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  2. @sidhehidy (camthebroken)5 de septiembre de 2013, 1:52

    ¿ES QUE NO VAS A DECIR LO QUE HAY EN EL PAPEL? ¿ME VAS A DEJAR ASÍ? ;_; Estúpida y sensual Duck. Y nos deja así, con esta incertidumbre, yo quería que Annie fuese mentora de los juegos o algo, sería más bonico y más peligroso a la vez omg es como el trío. Mags, Finn y Annie. Perfectos entre ellos JAJAJA. En fin, voy a echar mucho de menos estos capítulos por día, la semana YOLO ha sido simplemente bestial y en completo la parte 2 ha sido increíble, sigue así <3

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  4. Nominada en mi Blog!!!!!!!! http://notepierdasnadadeljdh.blogspot.com.es/

    BESIS!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  5. Con lagrimones.
    Muchos.
    Pero a ver, que lo de Mags es un sacrificio a otro nivel. Y ahora encima he abierto un blog de los que te han puesto en los comentarios y no, porque está sonando 'My heart will go on' y es la canción para Annie cuando Finnick... cuando Finnick... cuando el holo... cuando... D: Es la canción. ¿Por qué abriré esos links? Malditos.

    Bueno, yo he esperado para leérmelo tipo libro y que ahora pronto ya esté la tercera parte. En serio, no sé cuántos capis me he leído hoy pero ha merecido la pena poder leerlos sin esperas :)

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