sábado, 18 de enero de 2014

Capítulo 74. 'Tridente'.

Finnick miró a todos los reunidos con el interrogante en los ojos como si lo tuviese dibujado. A su lado estaba sentado Beetee, en una rústica silla de ruedas, pálido y ojeroso. Al otro lado, Katniss, que miraba al frente con la mirada perdida.
-      Bien – dijo Haymitch, cogiendo un mando a distancia -. Esta es vuestra idea de revolución.
El hombre pulsó un botón, encendiendo una pantalla en la cual podía verse a Katniss, impresionante, amenazadora y sexy, con un decorado tan artificial que parecía el mismo Capitolio. Finnick frunció el ceño. Nadie con un poco de cordura podría creerse eso. Katniss levantó el arco en la pantalla y, con una expresión demasiado sobreactuada, gritó una única línea estúpida.
-      ¡Pueblo de Panem: lucharemos, desafiaremos y acabaremos con nuestra hambre de justicia!
Penoso. Finnick se pasó una mano por el pelo. No la culpaba, Katniss estaba pasando por un momento tan horrible como el suyo, y lo que le habían pedido para esa grabación era demasiado organizado, demasiado irreal. Le puso una mano en la rodilla para tranquilizarla.
-      De acuerdo – dijo Haymitch, apagando la pantalla -. ¿Alguien está dispuesto a afirmar que esto nos va a servir para ganar la guerra? – Finnick miró a su alrededor. Nadie habló -. Eso nos ahorra tiempo. Bueno, vamos a guardar silencio un minuto. Quiero que todos penséis en un incidente en el que Katniss Everdeen os conmoviera. No cuando envidiabais su peinado, ni cuando su vestido ardió, ni cuando disparó medio bien con un arco. No cuando Peeta hacía que os gustara. Quiero oír un momento en el que ella en persona os hiciera sentir algo real.
Finnick miró a Katniss, que tenía la mirada clavada en la mesa. Un momento en el que ella lo hubiese conmovido de verdad, en el que ella le gustase como Katniss Everdeen y no como la trágica amante en llamas del distrito 12.
-      Cuando se ofreció voluntaria para ocupar el lugar de Prim en la cosecha – comenzó un soldado -. Porque estoy seguro de que pensaba que iba a morir.
-      Bien, un ejemplo excelente – gruñó Haymitch, inclinándose sobre un cuaderno -. Voluntaria en lugar de su hermana en la cosecha. Otro.
Un torrente de momentos comenzaron a salir de las bocas de todos los presentes. Cuando Katniss le cantó a Rue mientras moría, cuando drogó a Peeta para ir al banquete a salvarle la vida, cuando se alió con Rue…
-      Cuando intentó cargar con Mags – añadió Finnick, tragándose las lágrimas que amenazaban con trazar surcos en sus mejillas.
-      Bien. Otro.
-      Cuando Peeta se estrelló contra el campo de fuerza – continuó Finnick -. Su reacción. Cuando pensaba que lo había perdido.
Haymitch levantó la mirada del cuaderno, con una ceja levantada, pero continuó escribiendo sin hacer el menor comentario.
-      Y cuando despertamos a Peeta delante de su cara.
Katniss sonrió levemente, y su equipo de preparación dejó escapar unas risitas, pero Haymitch no apuntó ese momento, sino que dejó el cuaderno sobre la mesa y se dirigió a todos.
-      Entonces, ésta es la pregunta. ¿qué tienen todos estos acontecimientos en común?
-      Que eran Katniss – respondió Gale, el primo de Katniss, mirándola de reojo -, nadie le estaba diciendo qué hacer ni qué decir.
-      ¡Sin guión, sí! – exclamó Beetee, alargándose para darle una palmada en la mano -. Así que solo tenemos que dejarte solita, ¿verdad?
Finnick sonrió, mirando a su amiga. Katniss tenía mucho por explotar siendo ella misma. Lo sabía. Lo había visto.
-      Bueno, todo esto está muy bien – comenzó una de las estilistas de Katniss, acariciándose el pelo -, pero no ayuda mucho. Por desgracia, sus oportunidades para ser maravillosa son muy reducidas en el 13. Así que, a no ser que estés sugiriendo lanzarla al combate…
-      Eso es justo lo que estoy sugiriendo.
Finnick se irguió. Si Katniss, mentalmente desorientada como estaba, podía ir al combate, participar en la guerra, quizá el también podía ir. Hacer algo más que no fuese únicamente mirar y esperar.
-      Pero la gente cree que está embarazada – comentó Gale, frunciendo el ceño.
-      Haremos correr la voz de que perdió al bebé por culpa de la descarga eléctrica de la Arena. Muy triste, una desgracia.
-      O sea, que era todo una mentira… - susurró Finnick para sí.
Continuaron hablando, pero Finnick ya no prestaba atención. La posibilidad de dejar de ser un bulto más en el distrito 13 a convertirse en un soldado le había despertado. Quería hacerles pagar. Quería hacer algo más que estar encerrado en el subsuelo, para empezar.
-      Muy bien, vayamos a prepararnos – anunció Boggs, levantándose.
Finnick fue tras él, dejando atrás a Beetee.
-      ¿Sí, soldado Odair? – preguntó, antes incluso de que él pudiese abrir la boca.
-      Quiero ir.
-      No.
El alma se le cayó a los pies. ¿Por qué no lo dejaba ir? Estaba en las mismas condiciones que Katniss, él también era un vencedor y, aunque no tuviese la misma importancia para la rebelión, también podía hacer algo en pantalla. Aunque solo fuese poner la voz.
-      Es injusto – gruñó, agarrándolo por la manga -. Estoy bien, igual que ella. Quiero ir.
-      No.
-      ¡Pero quiero hacer algo!
-      Lo mejor que puedes hacer es quedarte aquí haciendo nudos. Es lo que dice tu médico.
-      Ese viejo es idiota – escupió Finnick -. Llevamos trabajando semanas y siempre dice lo mismo. Todo va a salir bien, estás en buenas manos… Por favor, aunque solo sea desde arriba…
Boggs se paró en seco, golpeándolo con el codo.
-      No y punto.
-      ¡Pero es injusto!
-      Estás teniendo la pataleta de un crío de tres años, soldado Odair. No seas caprichoso. Si tu médico dice que no, yo no estoy autorizado.
Finnick lo fulminó con la mirada y se dio la vuelta. Si su estúpido e inepto médico no lo autorizaba, él se autorizaría a sí mismo.
Corrió a la sala de mandos, donde encontró un armario lleno de trajes de guerra. Se quitó los pantalones rápidamente. Tenía que darse prisa para evitar que lo descubrieran.
-      ¡Odair!
Finnick se mordió el labio y cogió rápidamente el traje. Sin embargo, el soldado que lo había visto era mucho más rápido que él. Lo cogió por el hombro y le quitó el traje de un tirón, arrancándoselo de las manos. Finnick corrió en la otra dirección, directo a la División Aerotransportada, donde estarían los aerodeslizadores a punto. Con un poco de suerte, podría subirse al aerodeslizador a tiempo.
Divisó a Boggs unos metros más allá, acompañando a Katniss. La chica llevaba en la mano un arco de última tecnología, una auténtica belleza armamentística. Finnick gritó, ella era su última esperanza.
-      ¡Katniss! – La chica se giró, mirándolo con las cejas levantadas -. ¡Katniss, no me dejan ir! ¡Les dije que estoy bien, pero ni siquiera me dejan quedarme en el aerodeslizador!
Llegó junto a ella, cogiéndola del brazo. La chica chasqueó la lengua, golpeándose la frente con la palma de la mano.
-      Ay, se me había olvidado, es por esta estúpida conmoción cerebral: se supone que tenía que decirte que fueras a ver a Beetee en Armamento Especial – dijo, mirándolo con una media sonrisa -. Ha diseñado un nuevo tridente para ti.
Finnick miró el arco con ojos golosos. Un tridente con la misma tecnología y, lo que era mejor, con la tecnología de Beetee, sería algo que merecía la pena ver. Otra belleza mortal, como Annie lo hubiese llamado en sus poemas.
-      ¿De verdad? ¿Qué hace?
-      No lo sé – respondió Katniss, acariciando la curva de su arco -, pero si se parece a mi arco y mis flechas, te va a encantar. Tendrás que entrenar con él, eso sí.
Finnick sonrió, emocionado. La perspectiva de volver a entrenar, de prepararse con su viejo amigo era casi tan emocionante como ir en aerodeslizador. Incluso mejor.
-      Claro, por supuesto. Será mejor que baje.
El chico comenzó a darse la vuelta. Iba a entrenar. Iba a dejar de ser inmóvil en el distrito, en la guerra.
-      Finnick, ¿y si te pones pantalones?
Finnick bajó la mirada. Había olvidado los pantalones en la sala de Mando, cuando se los había quitado para ponerse el traje. Se giró hacia Katniss, sonriendo pícaramente mientras se arrancaba el camisón.
-      ¿Por qué? ¿Es que esto te distrae?
Se apoyó en la pared, exagerando una pose provocativa mientras se mordía el labio seductoramente. Katniss rió, mirando a Boggs de soslayo.
-      Es que tengo sangre en las venas, Odair.
Las puertas del ascensor se cerraron, dejando al chico medio desnudo en mitad del pasillo. Finnick se giró, rascándose la cabeza. Una chica que pasaba por allí se lo quedó mirando con la boca abierta, casi dejando caer un cesto lleno de ropa. Finnick se acercó a ella.
-      ¿Es que a ti también te distrae?
La chica se puso roja como un tomate. Finnick rió y salió corriendo, casi chocando con un hombre de mediana edad que apenas tuvo tiempo para apartarse.
-      ¡Finnick! – gritó -. ¿Qué haces… así?
Finnick se giró y se encontró cara a cara con Haymitch, vestido con un traje oscuro que le sentaba como un guante. Finnick observó cómo el hombre tironeaba del cuello del traje, demasiado pegado a la piel.
-      ¿A ti te distraigo también?
Haymitch se quedó tenso, mirándolo con la boca entreabierta. Cuando recuperó la compostura, agitó la melena y soltó una risotada.
-      Menos mal que no se pierden las viejas costumbres, ¿eh, Odair?
Finnick le sonrió y continuó corriendo. Su tridente nuevo le estaba esperando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario