miércoles, 26 de febrero de 2014

Capítulo 79. 'Indivisible'.

-      ¿Lo hueles?
Annie intentó inspirar con tranquilidad, pero estaba demasiado agitada. Las pesadillas se mantenían incluso cuando tenía los ojos abiertos, pesadillas que bien podían ser recuerdos.
-      No. ¿Qué es? – preguntó el otro torturador, observándole los ojos con una linterna.
-      Huele raro – aclaró el primero, tomándole a Annie el pulso.
El otro se encogió de hombros y siguió examinando a la chica. Annie intentó cerrar los ojos para que la luz no la cegara, pero el hombre se los mantenía bien abiertos con los dedos.
-      ¿De verdad no lo hue…?
Pero el hombre cayó al suelo de repente, con los ojos en blanco. Su compañero dejó caer la linterna y se arrodilló a su lado, dándole palmadas en las mejillas. Annie miró a los dos torturadores, pero los párpados volvían a ser pesados. ¿Le habrían aumentado la dosis de morflina para dormirla?
-      ¿Qué demon…?
El otro torturador cayó al suelo junto a su compañero. Annie intentaba mantenerse despierta. ¿Qué estaba pasando? Se giró hacia Johanna, pero la chica ya había caído desmayada. Annie intentó gritar, pidiendo ayuda, pero una oleada de aire ácido le entró en la garganta y comenzó a toser. Se escuchaban gritos a lo lejos. ¿Qué clase de nueva tortura era esa?
-      ¡Por aquí, vamos! – gritaba una voz masculina -. ¡Son estas cuatro, vamos!
La puerta se abrió de golpe, dejando pasar a un chico joven, el mismo de pelo oscuro que había visto en la televisión. Annie intentó enfocarlo, pero la vista comenzaba a nublársele. El chico colocó una mascarilla sobre su boca, cortándole las correas con un cuchillo. Annie se irguió con ayuda del chico, mareada, sujetándose la cabeza con las manos.
-      ¿Qué está…?
-      Ya estás a salvo – dijo el muchacho, tirando de ella -. ¡Boggs, tengo a Annie Cresta!
Annie cerró los ojos, respirando aire puro a través de la mascarilla. Los ojos del chico eran grises, como el cielo nublado. Annie se agarró a su muñeca.
-      Johanna…
-      ¿Dónde está Peeta? – preguntó, soltándola.
Annie señaló al cristal. Tres hombres más con mascarillas entraron en la celda y colocaron un dispositivo en el cristal, quebrándolo sin llegar a estallarlo del todo. Uno de ellos,  el hombre musculoso, se lanzó con el hombro hasta que el cristal se rompió completamente y atravesó la celda. El muchacho que estaba con Annie se levantó de golpe.
-      Yo voy a por Peeta – señaló a Annie con la cabeza -. Ella está despierta, lleváosla al aerodeslizador. ¡Ya!
Otro hombre moreno la cogió en brazos y la sacó de la celda. Sin embargo, Annie estaba inquieta, a pesar del aturdimiento.
-      Johanna…
-      Tranquila, ya la están sacando.
Annie alargó la cabeza y la vio salir en brazos del hombre musculoso, el tal Boggs. Ni siquiera se habían molestado en ponerle una mascarilla, ella ya estaba inconsciente. Annie se dejó caer sobre el pecho del hombre.
-      Estás a salvo, estás a salvo – repetía el hombre.
-      ¡Mitchell, nos atacan!
El hombre que llevaba a Annie se dio la vuelta bruscamente. Boggs iba tras ellos, protegiendo a Johanna, que parecía bastante menuda en sus brazos, con su propio cuerpo.
-      ¡Hawthorne, date prisa! – chilló, disparando como podía contra un torturador.
Mitchell soltó a Annie y la apretó contra la pared, cubriéndola con su cuerpo. Annie sentía las piernas de gelatina, incapaz de mantenerla en pie, pero el apretón del hombre la mantenía erguida.
-      ¡Hawthorne, a tu espalda!
Se oyó un grito de dolor. Mitchell se separó de la pared y cargó a Annie con un brazo. La chica sentía un intenso mareo y ganas de vomitar, pero se contuvo. Era todo efecto del gas que retenía la mascarilla.
-      ¡Boggs! ¡Boggs, coge a Peeta!
Annie vio cómo el hombre le pasaba a Johanna a otro y se giraba, disparando a diestro y siniestro a los torturadores. Mitchell colocó un brazo alrededor de la cabeza de Annie y salió corriendo, evitando las balas que le lanzaban los torturadores.
-      ¡Vamos, vamos, al aerodeslizador!
La chica entreabrió los ojos. El hombre que transportaba a Johanna los adelantó y abrió la puerta tirando un explosivo. Annie sintió el calor de las llamas en su piel, pero estaba demasiado dolorida como para que tuviese alguna verdadera importancia.
La luz natural del sol fue como una antorcha colocada sobre sus ojos. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Estaba a salvo, en la calle. Los habían rescatado.
-      Finni…
-      Está en el 13, Annie. Allí es donde vamos.
Annie sintió tal alivio que su cerebro empezó a desconectarse. Quizá fuesen los gases, quizá el cansancio. Lo último que vio antes de caer inconsciente fue al hombre que cargaba a Johanna atravesar las puertas del aerodeslizador con su amiga en brazos.
Cuando despertó, lo primero que sintió fue que ya no tenía la mascarilla colocada sobre la cara. Meneó los brazos para deshacerse de las correas, pero sus muñecas estaban libres. Annie extendió las manos frente a sus ojos. Tenía las manos magulladas, en carne viva, pero libres. Sonrió, a pesar del esfuerzo que ese sencillo movimiento le producía.
-      ¿Cómo vas, Hawthorne? – dijo una voz a unos metros.
-      He… he tenido días mejores. ¿Cómo están?
El chico de pelo oscuro hablaba con dificultad, pero estaba vivo. Annie se giró, buscando a Johanna. Recordaba haberla visto entrar, pero ¿estaría viva? Empezó a ponerse nerviosa.
-      Inconscientes todos. Los efectos del gas se pasarán en unas horas, cuando lleguemos al 13. No te muevas mucho.
Annie se dejó caer sobre el colchón. Inconscientes, pero no muertos.
-      Solo hemos perdido a Light, pero, por suerte, lo mataron rápidamente. La tortura hubiese sido mucho peor para él de lo que ha sido para ellos.
Annie se giró, buscando a Johanna, lo que no pasó desapercibido para nadie. Boggs se levantó rápidamente, seguido de Mitchell y una mujer rubia con un feo corte en la cara.
-      Annie – susurró Boggs, agachándose junto a ella -. ¿Cómo te encuentras?
La chica gimió. Aún tenía la garganta irritada por los gases y los gritos. La mujer rubia le puso una manta sobre el cuerpo y comenzó a examinarle las heridas.
-      Deberías dejar eso para un médico, Leeg.
-      O quizá deberías callarte, Mitchell.
Leeg le sacó el brazo y comenzó a examinarle las muñecas magulladas. Annie hizo una mueca cuando la mujer colocó un trapo mojado sobre su piel.
-      Lo siento – dijo la mujer, mordiéndose el labio.
-      Te dije que lo dejases.
-      Y yo que te callaras, así que…
-      Se acabó – zanjó Boggs, acuclillándose junto a Annie -. Duerme. Aún faltan unas horas.
-      ¿Está Fi…?
-      Está perfecto, y estará mejor cuando estés allí. Descansa.
Annie asintió, pero no era capaz de cerrar los ojos. Iba a ver a Finnick, por fin. Después de tener que ver cómo se lo llevaban al Capitolio para volverlo a meter en la Arena. Después de verlo enfrentarse a un reloj de horrores. Después de ver morir a su mejor amigo y ser torturada. Iba a verlo, a tocarlo.
-      Ponedle morflina – sugirió Hawthorne desde la camilla -. No va a dormirse si no le dais algo.
-      No, no… Morflina no…
Annie se agitó, pero no pudo evitar que la mujer le clavase la jeringuilla en el brazo.
Se sumió en un sueño blanco, que es como había comenzado a llamar al estado en el que la sumía la morflina, porque no concebía 'dormir sin soñar'.
-      Annie…
La muchacha abrió los ojos. No le habían puesto una dosis potente, por lo que no era difícil sacarla del sueño blanco. Annie se levantó, aún con la cabeza dándole vueltas. Boggs estaba junto a ella, y podía verlo con claridad. Ojos claros, pelo corto, pálido y lleno de mugre, pero vivo y relativamente contento. La ayudó a levantarse, poniéndole una mano en la cintura.
-      Bienvenida al 13.
Annie miró al resto de la patrulla. Llevaban a Johanna en una camilla, aún inconsciente. Peeta también estaba aún dormido, con la cabeza apoyada en otra camilla que ya estaban sacando del aerodeslizador y metiendo en un ascensor. Mitchell colocó una manta alrededor de sus hombros y la acompañó hacia otro ascensor, junto con Johanna.
-      Hawthorne – decía Boggs, delante de ellas -, será mejor que vayas a que te saquen eso de la espalda. Ya.
Hawthorne desapareció, sujetándose el hombro, que chorreaba sangre. Annie se arropó con la manta cuando las puertas se cerraron, con una mano en la camilla de Johanna.
-      Lo mejor es que ahora vayas a ver a un médico antes de nada para que te curen eso – sugirió el soldado, mirándole las muñecas -. Antes de que se te infecte.
Annie asintió, pero se moría de ganas de ver a Finnick. Ni siquiera sabía qué iba a decirle, o qué iba a decir él. Con verlo vivo con sus propios ojos, le bastaba.
Salieron del ascensor. Mitchell se dirigió a una habitación mientras dos soldados conducían la camilla de Johanna con rapidez. Annie vio a Boggs pasarse la mano por la cara mientras dirigía a unos y otro hacia distintas habitaciones. Annie se sentó, mareada. Mitchell le había dicho que debía ir a ver a un médico que examinase sus heridas, pero no sabía dónde ir. Estaba más perdida de lo que había estado en mucho tiempo. Levantó la mirada.
Quizá, si encontraba a Mitchell de nuevo, él podría dirigirla a algún sitio. O seguir a Johanna, a la que seguramente estaban llevando a algún doctor. O…
Primero vio a Katniss Everdeen. Deambulaba por el pasillo con la cara contraída en una máscara de confusión y emoción, una combinación tan extraña que a Annie le pareció maquillaje. Pero no era maquillaje, de eso estaba segura. Haymitch Abernathy estaba a su lado, también impaciente. Entonces, Katniss se corrió hacia una habitación, la misma en la que había entrado el soldado Hawthorne.
Y allí estaba él. Parecía perdido, rígido, sin su sonrisa. Annie abrió la boca para llamarlo, pero la voz parecía no acudir. Temió haberse quedado muda.
Vio a Finnick girarse en cuanto la camilla de Johanna pasó por su lado, alargando las manos hacia ella. Katniss tiró de él. Annie se levantó, corriendo hacia él, tambaleándose.
-      ¡Finnick!
Los ojos verdes del chico se clavaron en ella y, por un segundo, parecía más confuso aún. Como si sospechase que ella no era real. Como si esperase que desapareciera. Entonces, soltó la mano de Katniss y corrió hacia ella.
-      ¡Finnick! – chilló ella.
Porque era real. Estaba ahí, a su lado. A unos metros. Centímetros. Y cuando él la tocó, se dio cuenta de que no necesitaba ver a un médico. Finnick la abrazó, haciéndola tropezar. Golpearon contra una pared, él sobre ella, con los labios puestos en la piel de su cuello. Finnick no se movió, ni ella tampoco. No, no necesitaba un médico. Lo necesitaba a él, que hacía que desapareciese cualquier dolor.
-      Estás aquí – susurró él, colocando los labios bajo su oreja -. Estás aquí.
Annie levantó la mano hasta su pelo. Era real. No era una visión, ni un recuerdo provocado por un suero. Estaba ahí. Se apartó de él y ambos recorrieron el rostro del otro con los dedos, asegurándose de que estaban ahí. Finnick sonrió, dejando caer un par de lágrimas. Ella le acarició la piel de las muñecas, tan suave como siempre había estado. Sus frentes se rozaron y ambos cayeron al suelo de rodillas, abrazados.
-      Estás aquí – murmuró ella, acariciándole la cara.
-      Estoy aquí.

1 comentario:

  1. 1. Me ha gustado mucho la parte del rescate. Se te da muy bien la narración de acción y haces que pueda irme imaginando lo que ocurre, asimilándolo con mis conocimientos de Call of Duty (???)

    2. El reencuentro ha sido muuuuuuuuuy... Breve. Y me ha encantado también.

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