miércoles, 16 de abril de 2014

Capítulo 86. 'Soldado Odair'.


Bajo tierra.
Finnick Odair se pasó un dedo por la pulsera de tela de Annie que llevaba puesta en la muñeca, llena de sangre. Detrás de él, Gale ayudaba a Peeta a bajar por la trampilla, aún con las manos esposadas. Finnick miró al frente, donde Pollux trataba de mantenerse en pie, aferrado a su hermano Castor.
-        Mi hermano trabajó aquí cuando se convirtió en avox – explicó Castor, tranquilizándolo con una caricia en la muñeca -. Tardamos cinco años en comprar su subida a la superficie. En ese tiempo, no vio el sol ni una vez.
Finnick miró al avox, al que siempre había encontrado solo, toqueteando su cámara mientras miraba fascinado el cielo azul. Ahora entendía esa necesidad de cielo, claridad y sol. Se preguntó si el también la hubiera sentido. Y si ya empezaba a sentirla. Se preguntó si volvería a ver el sol siquiera.
-        Bueno – comentó Peeta, agitando los dedos -, entonces acabas de convertirte en nuestro bien más preciado.
Finnick sonrió y se colocó tras Katniss para avanzar. Peeta seguía pidiendo su muerte, completamente seguro de que no haría más que recordar lo que Snow quería que recordase. Pero Finnick había visto la salvación a Snow una vez, en Annie. Cómo ella había dejado atrás las sombras. Quizá no del todo, porque eso nunca se iría, pero había mejorado muchísimo en todo ese tiempo. Y seguía haciéndolo, más cada día. Sonrió.
Katniss se giró un momento para mirar a Peeta con sus ojos grises. Parecía que había recuperado la esperanza, como si realmente creyese que podían recuperar a Peeta. Se vio reflejado en ella. Se había visto reflejado en ella tantas veces desde que Peeta había regresado…
-        Esto es el Transportador – dijo Castor, sin dejar de mirar a su hermano -. Reparte todos los bienes a la ciudad, así que siempre está concurrido.
Pollux hizo unas señas, señalando una serie de calles en el holo de Boggs.
-        Tomaremos las calles secundarias – continuó su hermano -. Y evitad siempre las zonas secas. Si algo está seco, es que por ahí pasa un camión de mercancías.
-        ¿Y las calles secundarias son seguras? – preguntó Jackson, colocándose el rifle en la cadera.
-        Eso – replicó Messalla, tocándose la cabeza herida -. Seguro que habrá cámaras.
Pollux sonrió, señalando las esquinas de las calles en el holo. Intercambió una serie de signos con Castor, que siguió retransmitiendo.
-        Suelen estar en las vías grandes, las que van por debajo de las calles de la ciudad. El resto, o bien no tienen cámaras, o bien están rotas o bien no graban bien la imagen debido a su uso. De todas formas, las evitaremos. Pollux sabe dónde está cada una.
El pelotón entero asintió y continuaron andando, sin descanso. Pollux iba el primero, señalando silenciosamente a las cámaras para pasar justo bajo ellas y evitar ser vistos. En una ocasión, el avox se puso inmediatamente una mascarilla. Finnick había mirado a Katniss, preguntándole con la mirada que estaba pasando, hasta que les llegó un olor ácido que casi les quemó los pulmones. Finnick no volvió a cuestionar las acciones del avox y lo imitaba todo lo que podía.
Después de casi seis horas andando, Katniss se paró, apoyada contra una pequeña tubería.
-        Deberíamos descansar – sugirió, secándose el sudor de la frente.
Finnick se dejó caer, exhausto. El tridente cayó junto a su cuerpo y el chico suspiró, abriéndose el cuello del traje.
-        No deberías dejar tanta carne al descubierto, soldado Odair – dijo Homes, sentándose a su lado.
-        Una lástima que nadie pueda apreciarla, ¿verdad?
Homes rió, una risa triste. El chico observó cómo Jackson comenzaba a organizar las guardias. A pesar de no poseer el holo, Jackson ejercía la autoridad que Boggs había dejado. Boggs, a quien nunca le había agradecido que salvase a Annie y a Johanna del Capitolio.
-        Soldado Odair – llamó Jackson -. Te toca el primer turno.
Finnick corrió a sentarse junto a Pollux, que se agitaba nervioso en un cuarto de tuberías. El calor allí era apabullante comparado con los fríos conductos que atravesaban. Finnick tragó saliva, observando a su pelotón dormir.
Nunca había sabido qué hacer en presencia del avox. No sabía si hablarle, aun sabiendo que él no podría contestarle y, de hacerlo por signos, tal y como hablaba con su hermano, él no le entendería. Por ello, se limitó a quedarse quieto a su lado, observando sus manos nerviosas. Acarició el trozo de tela una y otra vez, pensando en todo lo que había pasado ese hombre. Cinco años sin ver el sol.
-        Fin de la guardia – anunció Gale, desperezándose -. Mi turno.
Finnick asintió y se tumbó junto a Katniss. La chica estaba profundamente dormida, sujetando el holo con ambas manos como si se le fuera la vida en ello. Finnick cerró los ojos.
Soñó con adoquines teñidos de rojo. Soñó con una masa oscura que se desplazaba hacia él, la misma que se había tragado a Mitchell. Soñó que era él el que daba un paso atrás y sentía cómo le arrancaban las piernas. Soñó que era él el que se lanzaba a por Peeta, para evitar que matase a Katniss, y éste lo lanzaba por los aires, donde una red, una red dorada que él mismo había tejido, se le clavaba en la carne. Soñó que Katniss le clavaba una flecha en el cerebro.
Estaba de vuelta a los Juegos del Hambre. Y con ellos, también habían regresado las pesadillas.
-        Katniss, no… - suplicó, cuando la chica le apuntó con el arco -. Por favor… Katniss…
-        Finnick.
-        No, no…
-        ¡Finnick!
Finnick abrió los ojos, jadeando. Katniss estaba junto a él, observándolo con los ojos enrojecidos por el cansancio. El chico se frotó los suyos, mirando a su alrededor. Pollux despertaba al resto, que ya empezaban a ponerse en pie.
-        ¿Estás bien? – preguntó la chica, poniéndole una mano en el hombro.
El muchacho forzó una sonrisa y dejó que fuese a despertar a Gale. Finnick se puso en pie, recogiendo sus armas. Tenía el tridente y dos misiles que había recogido de los cadáveres de Boggs y Mitchell. Se los colgó al hombro y miró a su pelotón.
-        Callad – ordenó Katniss, acercándose a la entrada del conducto.
El pelotón la miró, estupefacto. Entonces, todos lo escucharon. Era como un siseo. No más que un susurro. Un nombre. Solo un nombre.
Katniss.
La chica se tensó, retrocediendo. Snow. Finnick la cogió del codo, tirando de ella, cuando escuchó un siseo más cercano y más claro.
-        Katniss.
Se giró, apuntando a Peeta con el tridente. Katniss extrajo una flecha de su carcaj y la puso en el arco, apuntándolo a la cabeza. El chico movía frenéticamente las manos.
-        Katniss – repitió, sorprendido -. ¡Katniss! ¡Katniss! ¡Sal de aquí!
-        ¿Por qué? ¿De dónde sale ese sonido?
-        No lo sé, solo sé que tiene que matarte – Peeta se levantó para empujarla -. ¡Corre! ¡Sal de aquí! ¡Vete!
Katniss miró a Finnick, bajando el arma. El chico la imitó, sosteniendo su mirada.
-        Sea lo que sea – comenzó ella -, viene a por mí. Quizá sea buen momento para dividirnos.
-        Pero somos tu protección.
-        Y tu equipo.
-        Yo no me voy – zanjó Gale, cruzándose de brazos.
Finnick se apoyó en la tubería. Él tampoco se marchaba. Iría con ella hasta Snow, y la ayudaría a matarlo. Katniss volvió a mirarlo y extendió la mano hacia uno de los fusiles que llevaba en el hombro.
-        Dale uno a Castor – dijo la chica -. Si vamos juntos, al menos armados.
Echaron a correr. Las voces estaban muy por detrás de ellos, pero seguramente los mutos corrían el doble que ellos. No tardarían en alcanzarlos si eran tan lentos.
Después de un buen tramo de recorrido, comenzaron los gritos. Gritos extraños, sacados directamente de la garganta.
-        Avox – anunció Peeta -. Así sonaba Darius cuando lo torturaban.
-        Los mutos…
Finnick se acercó a la tubería, colocando la oreja. Los gritos eran lejanos, pero no lo suficiente como para hablar de ventaja. El chico se giró hacia el pelotón.
-        … los despistaré. Le pasaré el holo a Jackson y el resto terminaréis la misión.
-        ¡Nadie va a hacer eso! – chilló Jackson, encarándose con Katniss.
-        ¡Estamos perdiendo el tiempo! – gritó Finnick.
Se acercó a Peeta, concentrado en las voces. El chico susurró el nombre de Katniss al mismo tiempo que las bestias. Siseante. Finnick le puso una mano en el brazo y siguieron corriendo.
El aire comenzó a hacerse pesado y denso a medida que bajaban. Finnick se colocó la mascarilla al mismo tiempo que Pollux mientras Jackson gritaba y le ajustó a Peeta la suya, tirando de él. Messalla iba unos metros por delante. Katniss los adelantó a ambos, seguida por Gale, y se metieron de lleno en el Transportador, seco y vacío. Aquí no, pensó Finnick corriendo. Katniss disparó a una vaina, que explotó al instante. Entonces, Finnick se dio cuenta de que Messalla no estaba junto a él. Se dio la vuelta con el tridente en alto, sujetando a Katniss por el brazo.
-        ¡Katniss! – gritó.
Messalla había sido alcanzado por una vaina. El chico los miraba a ambos, con la boca abierta, inmóvil. Finnick trató de atravesar el haz de luz que lo rodeaba con la punta del tridente, pero era tan intangible como el campo de fuerza de la Arena. En el interior, Messalla se derretía como el hielo.
-        ¡No podemos ayudarlo! – chilló Peeta, empujándolos a ambos -. ¡No podemos!
Corrieron hacia una especie de tubo que giraba, aplastándose contra la pared. Una flecha activó otra vaina, y la fuerza de la explosión empujó a Finnick contra Katniss. En ese momento, empezó a ver las figuras. Iban vestidas de blanco, de pies a cabeza, con extraños cascos alargados…
-        Mutos – siseó Gale, al lado del chico, disparando flechas sin parar.
Finnick lanzó el tridente, que se clavó en uno de los lagartos, y pulsó un botón en el brazalete de su muñeca para recuperarlo. Una y otra vez. Los mutos caían a su alrededor como moscas, pero eran demasiados. ¿Cuánto más durarían las flechas? ¿Y las balas? Los mutos no discriminaban. Mataban tanto a los Agentes de la Paz que entraban en el Transportador como a cualquier otro ser vivo que se les cruzase. Finnick notó una opresión en el pecho. Eran demasiados.
-        Leeg, ¡por aquí! – gritó Jackson a su derecha.
Finnick se giró, observando impotente cómo ambas corrían hacia uno de los callejones, el mismo en el que se encontraba el tubo giratorio, perseguidas por una oleada de mutos. Finnick se dio la vuelta y siguió a Katniss, que se internaba por el pasadizo contrario.
Una flecha salió disparada de su arco directa hacia el tubo giratorio, que se convirtió de repente en una especie de boca gigante, con dientes metálicos que arrasaban todo lo que se interponía en su camino. Finnick vio a Leeg 1 y Jackson correr hacia allí, seguidas por los mutos. Se obligó a pensar en su camino. Tenían que salir de allí.
Gale no dejaba de activar las vainas que dejaban atrás, con el objetivo de contener a los mutos. Katniss, Pollux, Peeta, Homes y Cressida corrían delante de ellos, gritando. Finnick se colocó junto a Gale y, cogiendo el fusil, comenzó a disparar.
-        ¡Finnick! – gritó Gale -. ¡Los de la derecha son tuyos!
Finnick asintió. Los mutos avanzaban hacia ellos a saltos, enseñando los dientes. Finnick captó el olor, lo había olido otras veces. Sangre, sangre y rosas. Una arcada lo recorrió de arriba abajo, pero no podía dejarse vencer por un olor. Siguió disparando, incansable. Gale voló el puente que los separaba, que cayó sobre las aguas residuales de la ciudad, pero los mutos no dudaron en atravesarlas para llegar hasta ellos. Apuntar y disparar. Finnick derribaba un muto tras otro. El resto del pelotón se les unió, pero si se quedaban ahí, acabarían acorralados. Empujó a Katniss con la culata del misil hacia Homes, que la cogió en brazos y la llevó hasta la escalera. Un muto se lanzó sobre Gale, derribándolo. La criatura le desgarró la piel del cuello, y el grito del chico hizo que Finnick se temiese lo peor. Atravesó al muto con el tridente y ayudó a Gale a levantarse, pálido como la cera. El muto cayó al agua, aún con el arma clavada en el pecho.
-        ¡Corre! – gritó Finnick, empujándolo -. ¡Corre!
Gale corría delante de él. Finnick vio el pie de Peeta desaparecer por la trampilla que los llevaría al exterior y volvió a empujar a Gale. Apuntar y disparar. El cadáver decapitado de Homes yacía al pie de las escaleras. Los mutos no dejaban de morir, pero tampoco cesaba el número de criaturas que atacaban. Finnick escuchó a Gale poner los pies en el primer peldaño y disparó. Otro peldaño, otro disparo. La garra de uno de los mutos se posó en su cara, pero Finnick disparó contra su pecho  y el bicho cayó hacia atrás, muerto. Castor estaba unos metros más allá, tendido en el suelo, con una amplia sonrisa roja en la carne del cuello.
Escuchaba gritos sobre él. Disparó de nuevo, pero el misil estaba vacío. Lo tiró al agua con un grito de rabia y comenzó a subir. Más arriba, Katniss peleaba con Gale, que ya había empezado a salir a la superficie. Una mano escamosa se enganchó en su tobillo y tiró con fuerza. Finnick se golpeó en la cabeza con una barra, pero siguió subiendo. Katniss trataba de bajar, extendiendo la mano hacia él. El chico sintió otro brazo abrazar su cintura y estiró la mano. Más arriba, ya no veía a Katniss. Solo veía el sol.
Sintió dos garras perforarle la carne de los hombros, pero se mantuvo sujeto a la escalera. Katniss gritaba mientras alguien trataba de apartarla de la alcantarilla.
Vete, pensó. Mátalo.
Y de repente, todo pareció ir a cámara lenta. Katniss chillando, a pesar de que no oía sus gritos. Los mutos sobre él. El cielo azul con el sol resplandeciente. Finnick clavó los ojos en ese cielo, igual que los había clavado en el cielo de la Arena. Morir mirando algo hermoso. Y en ese inmenso azul vio a Mags, enseñándole a meter el hilo en un anzuelo. A Dexter, inclinado sobre un libro. A Kit Grobber, el niño al que no había podido salvar, bebiendo chocolate caliente. Los vería a todos pronto.
Y, cuando los dientes del muto rozaron su oreja, vio a Margaret sirviéndole café. A Peeta pintando en el suelo. A Haymitch tratando de sonreírle. A Katniss, disparando una flecha al cielo. A Johanna, dándole una colleja mientras reían. Y a Annie, inmersa en su cuaderno blanco, debajo de una sábana, tejiendo una pulsera, con su vestido de novia debajo de una red dorada. Miró el trozo de tela ensangrentado de su muñeca. Sí, era algo hermoso. Y no hubo dolor alguno cuando todo acabó.




2 comentarios:

  1. Mátate la vida.
    Estúpido y sensual soldado Odair.
    WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY. WHY.
    Hell, yo no puedo.
    Cuatro (y epílogo) con Annie. Can't.
    Man, yo espero que el epílogo me arregle la vida.
    'A Johanna, dándole una colleja mientras reían' YOLO.
    Y hasta ahí puedo comentar con mi frustración actual.

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  2. Te habíamos concedido licencia poética o como la quieras llamar PARA CAMBIAR ESTO.

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