sábado, 13 de octubre de 2012

Capítulo 5. 'Nada tan mágico'.

Finnick se irguió en su asiento, mirando fijamente a la televisión. No podía creerlo. ¡Estaban increíbles! Miró a Carrie, sentada a su lado, con una enorme sonrisa en el rostro.
-      Es algo… - comenzó Finnick.
-      ¡Sirenas! – gritó Yaden, dando un salto -. ¡Te lo dije, Carrie, te lo dije! ¡Han sido las escamas!
La habitación prorrumpió en aplausos, tanto hacia los tributos que desfilaban como hacia los dos diseñadores. Sin embargo, Finnick no podía dejar de mirar a la televisión. Era… era hermosa.
Annie Cresta.
Jamás había visto nada tan mágico. Había conocido personas de todo tipo, personas increíblemente guapas, personas a las que dolía mirarlas a la cara por la belleza que poseían. Esa belleza falsa que los cirujanos del Capitolio podían conseguir. Incluso él era consciente de su propia belleza, y de cómo todos la adoraban. Pero ella, Annie… poseía algo que no tenía ninguna otra persona que él hubiera conocido, algo único. Finnick observó cómo sonreía, y su subconsciente lo obligó a sonreír también. Se notaba su timidez, el temblor de sus manos al levantarlas, pero parecía segura de lo que estaba haciendo.
La mirada del chico pasó a Kit, que parecía bastante agobiado, pues todas las miradas salían disparadas hacia la sirena que tenía a su lado. Sin embargo, Finnick pudo comprobar que el muchacho no la miró con odio ni envidia, si no que se limitó a continuar saludando y sonriendo.
No era la pareja más ovacionada, pero tampoco la que menos. Sin duda, el traje de sirenas de Yaden había causado sensación. Los focos y las cámaras proyectaron sus flashes sobre las escamas que Annie tenía sobre los brazos y su rostro se llenó de luces que la hacían parecer una criatura venida de otro mundo. Finnick apenas podía creer que existiese nada tan bello.
De repente, la imagen fue sustituida por otra del distrito cinco, pero nadie prestaba atención. Los dos estilistas charlaban con Radis sobre cómo habían confeccionado el traje, la idea y demás, pero Finnick continuaba con la mirada perdida. Sentía algo extraño, en el pecho, como si le hubiesen quitado algo. ¿En qué estaba pensando? Se acarició la tela de la camisa verde, frunciendo el ceño. No podía pensar de ese modo, como lo había hecho.
Estaba claro que Annie brillaba. Estaba claro que la habían convertido en una especie de deidad marina, y que estaba hermosa. Pero ya está. Finnick no podía pensar en ella de otro modo, por el simple hecho de que iba a mandarla a una muerte segura.
Cuando tuvo ese pensamiento, un terror hasta ese momento desconocido se extendió por todo su pecho. ¿Cómo iba a dejar morir a esa criatura? ¿Cómo iba a dejar que algo la dañase? Finnick se acarició el pelo, confuso. Sabía que intentar salvar a Annie, traerla viva de la Arena, significaba la muerte segura de Kit, y se suponía que debía ser imparcial. Mags tenía razón, se dijo, maldiciéndose. No debería haberme metido en esto.
Cuando todos los carros hubieron salido, las imágenes de los distintos tributos iban saliendo. Entonces, justo después de la chica pelirroja del distrito 3, salió la cara de Kit. Finnick sintió una inmensa culpa en su interior, como si él ya hubiese aceptado que iba a mandar  a Kit a una muerte segura.
-      Finnick.
El chico giró la cabeza y se encontró de lleno con los ojos azules de Carrie mirándolo inquietos.
-      ¿Qué ocurre? – preguntó la mujer.
Finnick sonrió, convenciéndola de que estaba bien y no ocurría nada. Carrie cogió una de sus manos y le dio un apretón afectivo. Cuando se alejó, el muchacho volvió a mirar la pantalla. Claudius Templesmith salió en pantalla, retransmitiendo el desfile. Era un hombre regordete, bajito, con una clava en lo alto de su cabeza y las cejas muy largas. Hablaba con voz chillona, y, en ese momento, alababa el trabajo de los estilistas del distrito uno y cuatro. Radis aplaudió, seguida del resto, pero Finnick solo podía fijarse en Claudius.
Se había reunido con él una vez, por orden de Snow. Probablemente sería la tercera vez que se reunía con alguien, y aún se sentía inexperto. Esperó a una mujer, como había sido las dos veces anteriores, pero fue ese hombre el que entró en la habitación, con su impecable traje gris y su pelo rubio cuidadosamente peinado.
Lo primero en lo que Finnick pensó fue en que se había equivocado de habitación, pero se reprendió a sí mismo ser tan absurdo. Snow jamás se equivocaba. Luego pensó que no podía ser tan rastrero, pero también se maldijo por pensar eso. Alguien que seguía apoyando Los Juegos del Hambre era rastrero y mucho más.
Finnick sonrió al hombrecillo, rogando que solo le pidiese pasar el rato. Obviamente, no fue así. Cuando, horas después, Finnick salió de la cama, dejando a Claudius dormido, se moría de asco hacia sí mismo. Temblaba y sudaba como nunca lo había hecho y solo podía desear no tener ese rostro. Vomitó en el baño, debido a la culpa que sentía, pero sabía que todo sería en vano. Ya había rogado a Snow varias veces que lo dejase llevar una vida normal, pero el presidente se había negado. Ahora eres mío, había dicho. Se arrepentirá, y los tuyos también, si no lo hace, señor Odair. Y Finnick sabía que no podía rehusar.
Esa noche, fue la primera vez que alguien lloró por ser bello.
Cuando regresó a la habitación, más calmado, el hombre ya se había despertado y estaba vistiéndose. Le sonrió y Finnick se obligó a devolverle la sonrisa, tragándose la bilis que le subía por la garganta. Antes de salir, Claudius depositó una exorbitante cantidad de dinero sobre la mesilla de noche, como las dos veces anteriores, solo que mucho más. Finnick se acercó y cogió el fajo de billetes, temblando de nuevo. Cuando, ya en su casa, tiró ese dinero al fuego de la chimenea, se juró así mismo que no volvería a aceptar el dinero que le daban por tener su cuerpo una noche. Nunca más.
Finnick tragó saliva al recordar todo eso y apartó la mirada de la pantalla, pero el hombrecillo ya no estaba allí. Los tributos habían llegado a la plaza y el Presidente Snow estaba dando su discurso de bienvenida. Las cámaras enfocaban a los tributos uno a uno, y todo el país pudo ver como Annie parecía asustada, escuchando a aquel hombre. Finnick apretó los puños, con odio.
Si te atreves a tocarla, Snow, te juro que te arrepentirás, y los tuyos también lo harán.
Radis avisó que tenían que ir a recoger a los tributos, así que los cuatro se levantaron y bajaron hacia el lugar donde en breve empezarían a entrar los carros. Cuando Annie y Kit entraron, parecía que todos los nervios y la preocupación que tenían antes de salir no hubiesen estado ahí.
Finnick observó a la muchacha de lejos. Desde luego, la televisión no lo había engañado. La chica estaba espectacular. Sin embargo, cuando la tuvo a unos metros, Finnick advirtió cosas que no había visto en la pantalla. Cómo se curvaban sus pestañas, haciéndole los ojos más grandes. Cómo su pelo parecía estar hecho de arena, suave, cayendo como una cascada a ambos lados de su rostro. Cómo sus ojos verdes mostraban una satisfacción y una emoción que los de su compañero no mostraban.
-      ¡Habéis estado fabulosos! – chilló Radis, abrazándoles.
-      Que va – gruñó Kit -. Parecía un trozo de gelatina ahí arriba.
-      Yo parecía un trozo de gelatina – corrigió Annie, sonriendo.
Finnick observó su sonrisa y sonrió a su vez.
-      Ha sido espectacular – dijo, sin dejar de mirarla.
Annie se giró hacia él, clavando en su mirada unos ojos verdes como el mar. Si se sonrojó, no dejó que nadie lo viera.
-      Gracias – respondió.
Por el rabillo del ojo, Finnick vio cómo Kit los miraba, así que posó su mirada en él, haciéndole ver que tenía la misma admiración por los dos. El chico sí se puso nervioso, y no sabía dónde meter las manos. Finnick se sintió culpable, como se había sentido antes viendo el desfile, e intentó hablar con naturalidad, pero el remordimiento no dejaba salir las palabras. Al final, dejó que los estilistas hablasen con los chicos.
-      Dije que ibais a brillar – dijo Carrie, que no paraba de dar saltitos.
-      ¡Han alabado vuestra actuación ahí fuera! – corroboró Yaden.
-      Vuestros trajes, querrás decir – dijo Kit, rascándose la nuca.
-      Todo, Kit, absolutamente todo. Ha sido fantástico.
En ese momento, Finnick giró la cabeza y se encontró con que Annie le estaba mirando, pero cuando quiso darse cuenta, ella ya se había metido en la conversación, haciendo dudar a Finnick. ¿Se lo habría imaginado?
¿Qué le estaba pasando? Quería protegerla, cuidarla. Y eso no podía ser bueno, estaba… prohibido. Finnick se rascó con el pulgar por encima de la ceja y suspiró. Radis se dio cuenta de eso y revoloteó hacia él, contoneándose.
-      ¿Estás bien?
Finnick la miró con una sonrisa y se dio cuenta del deseo que emanaba de los ojos de la mujer. Debía de haberlo supuesto, pensó. Todas esas miradas, las sonrisas, incluso la manera en la que se acercaba a él. Debía haberse dado cuenta antes de que aquella mujer lo deseaba.
-      Sí, es que estoy conmocionado – mintió él, intentando parecer agradable.
-      Bueno, tranquilo – susurró ella. Finnick notó como ponía una mano en su cuello y se obligó a quedarse quieto -. Siempre puedes hablar conmigo, si me necesitas.
Finnick le dedicó una falsa sonrisa.
Su vida se basaba en eso. En falsas sonrisas, deseos inventados, palabras de mentira. No había nada más. Se preguntaba si, cuando realmente quisiera a alguien, sabría distinguir lo que era de mentira de lo que era de verdad. Si sabría ver si esa persona lo amaba por ser el gran Finnick Odair o por ser como él era.
El muchacho buscó inexplicablemente la mirada de Annie, pero ella seguía regalando sonrisas a los dos estilistas. Sonrisas de verdad. Finnick imaginó cómo sería si ella ganaba los Juegos. ¿La obligaría Snow a vender su cuerpo, como hacía con él? ¿Cómo sería para ella estar fingiendo constantemente? Intentó imaginarla, pero la rabia le inundó. No, no dejaría que Snow le hiciese algo así. Por encima de su cadáver.

7 comentarios:

  1. Me encanta tu blog.
    ¿Puedes poner el gadget de seguidores para que pueda seguir tu blog y así me paso mas a menudo por aquí?
    Un beso :)

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    1. Muchas gracias :)
      Creo que ya lo he puesto, aunque aún no estoy muy segura de cómo funciona :3
      Un beso <3

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  2. Bueno, este creo que si me entraría en twitter, porque ya me vas dejando sin palabras. Comentario del capítulo: <3.

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  3. Hola otra vez. Aprovecho el fin de semana para pasarme a leer un capítulo más :3
    Finnick es asdfghj... Mejor dicho: cómo tú narras los sentimiento de Finnick es asdfghjdfghjsdfgh, awesome y <3, y porque no se me ocurren más palabras para describirlo *-*
    Y que tengas mucha suerte con esos exámenes, que seguro son invención de Snow ¬______¬

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    1. Jo, muchísimas gracias, por lo de Finnick y por desearme suerte para los exámenes... Por suerte, ya me quedan pocos, así que es genial :)
      Y otra vez, ¡muchas gracias por leerme!

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  4. Hola

    A ver, por una parte te odio (en realidad a ti no, a Suzanne) por lo de Finnick. Animalico, el chiquillo que es más bueno que el pan obligado a... bueno, sabes a lo que me refiero. Las ganas que tengo ahora mismo de matar a Snow crecen por momentos. Ahora llegamos a la parte en la que te quiero con todo mi corazón por empezar el Finnick/Annie. Es que esos dos son demasiado ASDFGHJKLÑ. Es un hecho comprobado xD Ahora me voy a la piscina pero después seguiré leyendo y comentando cuan loca, tenlo seguro.

    Muchos besos

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