miércoles, 25 de diciembre de 2013

Capítulo 70. 'El plan'.

Finnick corría hacia la voz.
No es real, se repetía una y otra vez. No es real.
Pero si sabía que no era real, ¿por qué sentía su pecho estallar como si hubiesen puesto una bomba ahí dentro?
-      ¡Annie! ¡Annie!
No es real. No puede ser real.
No es real. Ella no está aquí, está en casa.
No es ella, no es real.
-      ¡Annie!
De repente, un pájaro cayó a sus pies. Finnick observó cómo el grito moría en el pico del animal mientras lo recogía del suelo, casi con rabia. Había visto esos animales alguna vez. Charlajos. Reproducían lo que oían, como grabadoras con vida.
El chico se giró y se encontró a Katniss junto a él, con las mejillas rojas por la carrera.
-      No pasa nada, Finnick, no es más que un charlajo. Están jugando con nosotros. No es real, no es tu Annie.
-      No, no es Annie – dijo, tirando el pájaro al suelo -, pero la voz era suya. Los charlajos imitan lo que oyen – Katniss empezó a palidecer -. ¿De dónde han sacado esos gritos, Katniss?
-      Oh, Finnick, ¿no creerás…?
-      Sí, lo creo. Eso es justo lo que creo.
Finnick se pasó una mano temblorosa por el pelo. Él no podía proteger a Annie desde la Arena, ella estaba en manos de Dexter. Le había confiado a su amigo su mayor secreto, su mayor tesoro, pero quizá él no era suficiente para protegerla. Para protegerse ambos.
Un nuevo charlajo comenzó a gritar, una voz masculina que gritaba el nombre de Katniss en bucle. Finnick agarró la muñeca de la chica antes de que esta comenzase a correr en otra dirección.
-      No, no es él – gritó, tirando de ella hacia la playa -. ¡Vamos a salir de aquí ahora mismo! – Katniss luchaba por sacarse más flechas del carcaj, pero lo único que conseguiría sería agotarlas. Finnick la conducía a empujones -. ¡No es él, Katniss, es un muto!
Corrieron a través de la jungla. Finnick tiraba de Katniss, con el grito del chico taladrándole los oídos. No sabía quién era, pero ella parecía destruida mientras corría.
Peeta y Johanna estaban en el borde de la jungla, junto a los árboles, haciéndoles señas con los brazos. Finnick les pidió ayuda para arrastrar a Katniss mientras seguía corriendo, pero ninguno de ellos echaba a correr en su dirección. Finnick miró a Johanna, que le devolvió una mirada inquisitiva bajo el ceño fruncido. Y entonces, se dio de bruces contra algo invisible.
Finnick levantó la mirada. Ni siquiera era un cristal. Era simplemente una barrera invisible que les impedía seguir. Johanna golpeaba la pared con el hacha junto a él, pero ni siquiera se escuchaba el sonido. Finnick miró a Katniss, jadeando a su lado mientras Peeta intentaba tranquilizarla al otro lado de la pared. Entonces, llegaron más pájaros.
Comenzaron los gritos de la hermana de Katniss. Y luego Annie. Y luego una sucesión de voces que él no pudo reconocer, porque su cabeza seguía centrada en los gritos de Annie. Y de repente, los gritos de Dexter empezaron a perforarle el cerebro.
Finnick se apoyó en la pared, tapándose los oídos con fuerza.
¡Finnick! ¡Finnick!
Las voces de Annie y Dexter se mantenían en sus oídos, no importaba lo mucho que tratase de amortiguarlas. Finnick se acurrucó, sintiendo a Johanna al otro lado de la pared. Les habían hecho daño. Les estaban haciendo daño. Se imaginó a su Annie, escondida debajo de la cama mientras unos Agentes de la Paz tiraban de sus piernas. Y Dexter, golpeado y roto en el suelo. Vio sangre.
Callad, callad, callad.
Finnick sintió las manos de Johanna sobre él después de una hora.
-      Finn – susurró la chica, acariciándole el pelo -. Finn, ya ha pasado.
-      Callaos, callaos.
-      Finnick, ya está, se han ido.
Finnick se destapó los oídos. No había voces, no había gritos. Habían desaparecido. Pero nunca desaparecerían dentro de su cabeza. Seguían ahí, torturándolo.
-      Les han hecho daño. Les han hecho daño. Les han hecho daño.
Johanna le agarró la cabeza con las manos, obligándolo a mirarla a los ojos.
-      Finnick, se acabó. Ellos están bien.
-      … Prim sigue viva. Será la primera a la que entrevisten, ¿no? Primero Prim, después tu madre, tu primo Gale, Madge – decía Peeta, acurrucado junto a Katniss -. Era un truco, Katniss, un truco horrible, pero…
-      Ya lo estás oyendo – dijo Johanna, sin soltarle la cabeza. Ellos están bien. Solo han modificado sus voces. Era todo parte del juego.
Finnick se zafó de ella, decaído. Katniss se balanceaba en los brazos de Peeta, tratando de mantenerse cuerda.
-      ¿Tú te lo crees, Finnick?
Finnick tragó saliva.
-      Podría ser, no lo sé – se giró hacia Beetee, que continuaba sentado en el suelo mientras miraba con curiosidad el lugar en el que había estado la pared -. ¿Podrían hacer eso, Beetee? ¿Grabar la voz de alguien y convertirla en…?
-      Oh, sí – respondió el hombre, subiéndose las gafas -. Ni siquiera es difícil, Finnick, Nuestros niños aprenden una técnica similar en el colegio.
Finnick enterró la cabeza en las rodillas. Tenía sentido. Incluso podrían haber cogido los gritos de la entrevista de Annie tras sus Juegos, o los gritos de aquella fiesta del Capitolio en la que se volvió loca. Pero ¿de dónde habrían sacado los gritos de Dexter?
-      Claro que Peeta tiene razón – soltó Johanna junto a él -. Todo el país adora a la hermana pequeña de Katniss. Si de verdad la hubiesen matado así, probablemente se encontrarían con un levantamiento entre masas. Y eso no les gustaría, ¿verdad? ¿¡Que se rebele todo el país!? ¡No les gustaría nada!
El chico levantó la cabeza, mirando a su amiga con una ceja levantada. Nadie podía decir que Johanna Mason tenía pelos en la lengua. Ella le devolvió la mirada y respiró hondo.
-      Voy a por agua.
-      No entres ahí, los pájaros… - comenzó Katniss.
-      No pueden hacerme daño, no soy como vosotros. A mí no me queda nadie.
Finnick, lo han matado, había dicho entre lágrimas cinco años atrás. Nell.
Pero me tienes a mí, pensó. Quédate.
Sin embargo, Johanna ya se había metido en la jungla sin mirarlos siquiera.
Regresaron a la playa. Finnick sentía todo su cuerpo demolido, como si lo hubiesen aplastado con un aerodeslizador. Se metió en el agua, sintiendo las olas a su alrededor, y cerró los ojos.
Si hay calma bajo las olas, elijo hundirme.
Te quiero, no importa qué pase.
Hubo alguien. Se enamoró de otra persona.
No tenemos un final.
Solo tenemos un minuto. Es lo que nos han dado a cada uno, así que escúchame. Lucha. Sobrevive.
Finnick cerró los ojos. Era demasiado doloroso pensar en casa, sabiendo que no los volvería a ver. Había dado su vida por la rebelión, por el país, por un mundo mejor para Annie. Y sin embargo, estaba en el borde y saltar significaba abandonar la alianza y regresar a casa.
Pero no podía.
Ahogó todo lo que le quedaba dentro pescando y tejiendo redes y cuencos para comer. Cuando sonó el himno, se reunieron todos alrededor de la comida, mirando al cielo.
Cashmere. Gloss. Wiress y su tic, tac. Mags. Finnick trató de no llorar, parpadeando para evitar las lágrimas. Amal, del 5. La adicta del 6. Blight. Finnick miró a Johanna, pero la chica había desviado la vista hacia el suelo. La imagen de Rufus, del 10, apareció en el cielo, pero ninguno le prestó verdadera atención. Todos estaban pensando en quiénes habían perdido realmente.
-      Nos están machacando – susurró Johanna.
-      ¿Quién queda, además de nosotros cinco y distrito 2? – preguntó Finnick, apoyándose en el tronco de un árbol.
-      Chaff.
De repente, un paracaídas cayó del cielo. Finnick sabía que ese era el paracaídas que habían estado esperando en cuanto lo abrió. Distrito 3, veinticuatro panecillos. Todo sería al día siguiente, en cuanto el rayo que marcaba la medianoche restallase en el cielo. Miró a Johanna, que frunció el ceño. Beetee desvió la mirada hacia la playa.
Finnick se acostó de espaldas a Beetee, alternando el sueño y la vigilia. Cuando Johanna se acostó junto a él, consiguió quedarse dormido. Sin embargo, despertó antes del amanecer, con Johanna a su lado tapándole la boca con fuerza.
-      ¿Jo? – murmuró, jadeando. Había visto a Annie y a Dexter torturados tantas veces a lo largo de la noche que no sabía cómo lograba seguir cuerdo.
-      Más te vale no gritar si no quieres molestar a los tortolitos en llamas.
Finnick se irguió levemente. Katniss y Peeta estaban tirados en la Arena, abrazados, con el pelo revuelto y lo que quedaba de los monos quitado hasta la cintura. Finnick sonrió, mirando a Johanna.
-      ¿Es que ahora te va lo de mirar mientras…?
-      No seas asqueroso, Odair.
Finnick volvió a tumbarse, cerrando los ojos. No llegó a escuchar el resto del comentario de Johanna.
Cuando despertó de nuevo, miró a Beetee, que ya estaba despierto, limpiando su cable. Desayunaron lo que quedaba del pan antes de recibir un nuevo lote. Distrito 3, veinticuatro. Katniss y Peeta se alejaron, metiéndose en el mar para nadar, o intentarlo en el caso de Peeta. Finnick recogió hojas alargadas para tejer una red, mientras Johanna dormía a su lado. O lo fingía.
-      Hay que convencerlos para que continúen con nosotros hasta esta noche – dijo entre dientes.
Finnick asintió.
-      Están ahí, confabulando cómo dejarnos. Casi lo huelo – Johanna arrugó la nariz -. No pueden fastidiarlo todo ahora.
-      ¡Eh, Finnick, ven aquí! – gritó de repente Katniss, levantando una mano -. ¡Ya sabemos cómo ponerte guapo otra vez!
El muchacho se rascó el lado derecho de la cara, aún lleno de costras blanquecinas, antes de correr hacia ellos.
Una vez que sus pieles quedaron de nuevo impolutas, Beetee los reunió a todos para poner en marcha un plan. El hombre miró a Finnick por detrás de sus gafas, entrecerrando los ojos. Johanna tenía razón, tenían que mantener a Katniss y Peeta con ellos hasta medianoche.
-      Sorpréndenos con tu mente prodigiosa, Voltios – dijo Johanna, dándole paso con la mano.
Beetee bufó antes de comenzar.
El plan, en realidad, sí era sorprendente. Tenían que adentrarse en la jungla y llegar hasta el árbol del rayo. Al abandonar la playa, los profesionales irían a ella, ya que era el único lugar seguro de todo el estadio. La ola mojaría la playa y el borde de la jungla, que estarían unidas a la posición del grupo a través del alambre de Beetee, introducido en el mar y enrollado en torno al árbol. De ese modo, cuando el rayo cayese, toda la playa y quienes estuviesen en ella quedarían electrocutados y quemados.
Voltios volvió a mirar a Finnick y a Johanna. Naturalmente, su plan tenía  un plan mayor escondido tras él. Algo relacionado con su alianza fuera. Con su acuerdo más allá de la Arena.
Caminaron durante horas, atravesando la jungla hasta llegar al árbol. Katniss lideraba la marcha, gracias a su don para escuchar los campos de fuerza. Beetee había sonreído cuando Finnick lo había mencionado, como si fuese una broma que nadie, salvo él, podía entender. Quizá lo fuese, pero ninguno tenía ganas de averiguarlo.
Todo el tiempo que pasaron en el árbol fue más productivo para Beetee, que no dejó de tomar medidas y hacer observaciones, que para ninguno. Por eso, cuando regresaron a comer a la playa, cualquier cosa les parecía entretenida. Incluso arponear peces.
-      Peeta, lo estás haciendo mal – repetía Finnick una y otra vez -. Tienes que evitar mover las piernas para no alejarlos de ti.
Katniss se colocó tras él, sonriendo, mientras le daba otra flecha para que el chico la usase como arpón.
-      Por extraño que te parezca, Finnick, algunos no nacemos con sincronización perfecta en el cuerpo. Y menos con una pierna de metal.
Finnick frunció el ceño, pero Katniss sonrió, pasándole una mano por la cintura a Peeta.
-      Peeta, tú ya tenías poca sincronización antes.
El chico sonrió y se inclinó para besarla, pero ella se zafó de él y atravesó un pez con la flecha del muchacho en un abrir y cerrar de ojos. Peeta la miró impresionado mientras Finnick reía a carcajadas.
-      Desde luego, Peeta… Esa pierna no es la única máquina que tienes.
Ese fue el último momento de tranquilidad que vivieron.
Regresaron al árbol tras el himno, no sin recibir antes un nuevo paracaídas. Distrito 3, veinticuatro bollos. Finnick ayudó a Beetee a enrollar el alambre en torno al árbol, que el hombre no dejaba de observar. Cuando al menos una quinta parte del alambre rodeaba el tronco, que parecía de cobre en lugar de madera, Voltios le dio la bobina a Johanna, mirándola por encima de las gafas.
-      Corred hacia la playa y meted la bobina en el agua. Si salís ya, tendréis tiempo para quedar lejos del radio de acción del rayo.
-      Quiero ir con ellas para protegerlas – dijo Peeta, colocándose junto a Katniss.
¿Protegerlas de quién, Peeta? ¿O proteger a Katniss de Johanna? Finnick agitó la cabeza, masajeándose el puente de la nariz.
-      Eres demasiado lento – admitió Beetee, sin soltar la bobina -. Además, te necesito aquí. Katniss vigilará. No queda tiempo para discutirlo, lo siento. Si las chicas quieren salir de esta con vida, tienen que irse ya.
Finnick levantó la vista para ver la rápida despedida entre Katniss y Peeta y verlas alejarse. Johanna le dijo adiós con la mano frunciendo el ceño, mientras Peeta regresaba junto a él.
-      ¿Y ahora qué? – gruñó Peeta, visiblemente molesto.
-      Ahora me protegéis – sugirió Beetee, ultimando detalles en torno al árbol – y salimos corriendo de aquí.
Finnick colocó el tridente sobre su hombro, observando la jungla. Entonces, apenas diez minutos después, el cable dejó de estar tenso y cayó a sus pies, flácido, enrollándose sobre sí mismo.
-      ¿Pero qué…?
-      Se ha roto – dijo Peeta, sacándose el cuchillo del cinturón.
-      No, eso es imposible – admitió Beetee, rascándose la cabeza -. Lo han roto.
Finnick miró al hombre y se adentró en la jungla. Cuando sintió a Peeta a su espalda, le dio un empujón, enviándolo de vuelta junto a Beetee.
-      Quédate aquí – gruñó – y protégelo mientras yo las busco.
-      Pero…
-      Él es el único que puede hacer que este plan salga bien, Peeta. Protégelo.
Y salió corriendo, dejando a Peeta atrás.
¿Qué hacían aún los profesionales en la jungla? Deberían haber llegado a la playa. Todo el plan estaba saliendo mal.
Entonces escuchó un grito. Un grito que reconoció, porque lo había escuchado apenas unas horas atrás. Y corrió.
-      ¡Johanna! ¡Katniss!
Sin respuesta.
Empezó a asustarse. El plan era sacar viva a Katniss Everdeen de la Arena. ¿Y si todo salía mal y acababan todos muertos? ¿Y si Enobaria o Brutus se proclamaban vencedores, o incluso cualquiera de ellos? La gente podría escuchar a Peeta, pero ¿a Beetee? ¿A Johanna Mason? ¿A Finnick Odair, a quien consideraban tan artificial como el Capitolio? Siguió corriendo. Tenía que encontrarlas ya.
De repente, otro grito se escuchó en la Arena.
-      ¡Katniss!
No, Peeta, no.
Había abandonado a Beetee. Katniss respondió a su derecha, con la voz casi tan desesperada como el muchacho. Finnick corrió en esa dirección. Sin embargo, Enobaria se introdujo en su camino, blandiendo una lanza tan grande como su propio cuerpo.
-      Vaya, Odair, me parece que te has quedado sin aliados.
-      Qué lástima.
Finnick se lanzó a por ella, logrando que se apartase de su camino para esquivarlo y continuó corriendo. Katniss no debía estar muy lejos de él. Peeta estaría corriendo en la misma dirección, por desgracia.
-      ¡Peeta! ¡Peeta!
-      ¡Katniss!
No escuchaba a Johanna por ningún lado. ¿Estaría muerta? No, no había escuchado ningún cañón. No podía estar muerta. Casi había llegado al árbol, con Enobaria pisándole los talones.
De repente, se escuchó un cañonazo.
Finnick se paró en seco, golpeando a Enobaria con el codo en la nariz. La rabia ascendía por toda su espina dorsal. Ese cañón podría ser Johanna. Su mejor amiga. Se giró, dándole una patada en el estómago a la mujer y siguió corriendo.
El plan tenía que salir bien. Por Mags, por Johanna, por Wiress y por el resto de tributos que habían muerto por salvar Panem. Llegó hasta el árbol, pero no había nadie allí. Enobaria llegó al mismo tiempo que él, enarbolando la lanza.
-      Vamos, Odair – gruñó, enseñándole los dientes puntiagudos.
Segundo cañón. Chaff, Brutus o Johanna. Dos de ellos estaban muertos, uno vivo. Finnick se giró, buscando a alguno de sus aliados, pero no quedaba nadie alrededor del árbol, y apenas quedaban dos minutos para medianoche. Finnick se alejó del árbol, perseguido por la incesante mujer.
Volvió a girarse, golpeándola con el mango del tridente, pero esa vez, ella fue más rápida. Finnick sintió la punta de la lanza clavarse en su pantorrilla, haciendo un corte profundo. Finnick gruñó, golpeándola con el puño en la cara.
-      Deberías haber ido a la playa – escupió, dejándola jadeando en el suelo.
Corrió en la porción de selva que rodeaba al árbol, gritando los nombres de sus amigos. Ninguno respondía.
Y entonces la vio.
Estaba aún lejos de él, con el arco en la mano, apuntando al cielo, peligrosamente cerca del árbol. Finnick corrió hacia Katniss, gritando su nombre.
-      ¡Katniss, aléjate del árbol! ¡Katniss!
Pero ella no lo escuchaba. Katniss Everdeen miró al cielo y dejó volar la flecha. El rayo cayó sobre el árbol.
Finnick fue lanzado hacia atrás con fuerza, golpeándose la cabeza con el tronco de un árbol. Cayó al suelo, boqueando en busca de aire, pero sus pulmones parecían haber desaparecido en el golpe.
Entonces, el cielo estalló.

1 comentario:

  1. O SEA, TU VIDA PATO. TU VIDA. ALA, VENGA, ¿POR QUÉ NO ACABAR LO QUE QUEDABA DE JUEGOS EN UN CAPÍTULO PORQUE YOLO?
    MATARÉ AL QUE META ESAS IDEAS EN TU CABEZA, SRSLY. CONFIESA SU IDENTIDAD. Y SI ERES TÚ pues, pues me relajo. Pero ña.
    ES QUE PARECE QUE TE QUIERES DAR PRISA POR ACABARLO Y LLEGAR A LO MÁS HORRIBLE Y NO QUIERO. Pls, stop the whole world porque en el siguiente capítulo van a capturar a Annie y eso es inhumano. I REFUSE, I REFUSE, I REFUSE.
    Lo bueno es que también descubriremos la verdad sobre el 'puede que Dexter muera o puede que no'. Aunque también puede que lo torturen :)))))))))))))).
    Duck... DON'T YOU FUCKING DARE TOUCH EMER. NI MARGARET. HAZ EL FAVOR.
    God.
    Man.
    Fock.
    Bitch.
    Ña.
    Béh (que eres una béh).
    Shit.
    Tengo hasta el sábado para mentalizarme. PARTY HARD -.-"

    Pd: se supone que era un comentario, pero la frustración era necesaria.
    2Pd: Repito... HAZ EL FAVOR.

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